El ácido úrico demasiado bajo podría no ser lo mejor para la gota erosiva

Reducir el objetivo de urato sérico a menos de 0,20 mmol/l (< 3,6 mg/dl) en los pacientes con gota erosiva no logra mejores desenlaces de la gota y da lugar a más uso de medicación y efectos secundarios subsiguientes, según los hallazgos de un estudio de dos años, con doble enmascaramiento, aleatorizado y controlado.

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La Dra. Nicola Dalbeth, del grupo de investigación sobre huesos y articulaciones del Departamento de Medicina de la Facultad de ciencias médicas y de la salud de la University of Auckland, en Nueva Zelanda, y sus coautores señalaron que es difícil conseguir una reducción intensiva del ácido úrico sérico con el tratamiento reductor de urato oral y sus hallazgos señalan que menos no siempre es mejor.

Sus datos, publicados en Arthritis & Rheumatology, señalan que el objetivo estándar menos intensivo de 0,30 mmol/l (< 5,4 mg/dl), recomendado actualmente por las guías de reumatología, es suficiente.

El objetivo más intensivo conlleva una elevada carga de medicación y no mejora la puntuación de la erosión ósea en la gota erosiva, según los autores. El reumatólogo Dr. Angelo Gaffo, profesor asociado de medicina en la University of Alabama en Birmingham, Estados Unidos, quien no fue parte del estudio, dijo que las puntuaciones de erosión son la mejor manera de probar los resultados y este estudio proporciona apoyo a los enfoques actuales de tratamiento de la gota.

El Dr. Gaffo declaró “Tranquiliza que el enfoque de tratar el objetivo es un buen enfoque. Los objetivos muy, muy bajos no fueron mejores que el objetivo estándar”.

En el ensayo se incluyó a 104 participantes con gota erosiva que tomaban tratamiento reductor de uratooral y que fueron aleatorizados a un objetivo de urato sérico inferior a 0,20 mmol/l o inferior a 0,30 mmol/l.

Noventa participantes concluyeron el estudio: 44 (85%) del grupo con objetivo intensivo y 46 (88%) del grupo con objetivo estándar. Todos fueron incluidos en el análisis primario por intención de tratar. Los participantes en su mayoría eran hombres con una media de edad de 61 años. El periodo promedio de la enfermedad fue 19 años y cerca de la mitad tuvo un brote de gota en los 3 meses anteriores a la incorporación en el estudio.

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Menos pacientes del grupo intensivo alcanzaron el objetivo

Los investigadores descubrieron que el ácido úrico sérico en el segundo año era significativamente menor en el grupo asignado al objetivo intensivo, en comparación con el nivel del grupo asignado al objetivo estándar (p = 0,002), pero menos participantes del grupo intensivo alcanzaron su objetivo, en comparación con los del grupo estándar (62% frente a 83%; p < 0,05).

El grupo intensivo también necesitó más medicación. Los participantes de este grupo necesitaron dosis más altas del fármaco para el tratamiento de primera línea alopurinol (media: 746 mg/día frente a 496 mg/día; p = 0,001). También utilizaron más tratamiento combinado (p = 0,0004).

Las puntuaciones de erosión ósea fueron ligeramente mejores en ambos grupos en el transcurso de 2 años, pero no hubo diferencias entre los grupos (p = 0,20).

Las tasas de efectos adversos y graves fueron similares entre los grupos.

Los autores señalaron que un estudio anterior ha demostrado que el incremento de las dosis de alopurinol para alcanzar el objetivo inferior a 0,36 mmol/l (6,48 mg/dl) puede reducir la progresión de la erosión ósea en la gota.

“Sin embargo, en este estudio no se observó una mejora en las puntuaciones de erosión”, señalaron los autores.

Los autores afirmaron que los datos emergentes sobre la reducción intensiva del urato sérico “pueden dar por resultado la curación de la erosión en la gota”, en particular con pegloticasa (Krystexxa), un fármaco que produce intensas reducciones del urato sérico.

Destacaron un pequeño estudio longitudinal de pacientes tratados con pegloticasa en los que los investigadores observaron la resolución de las erosiones óseas en un año.

Pegloticasa no está disponible fuera de Estados Unidos

Sin embargo, los autores explicaron que es poco probable que el uso de pegloticasa se generalice para la gota erosiva debido a su falta de disponibilidad fuera de Estados Unidos y a la necesidad de realizar infusiones cada dos semanas. Por consiguiente, se necesitan estrategias más viables.

Las guías recomiendan un objetivo de urato sérico inferior a 0,30 mmol/l (5,4 mg/dl) para las personas con gota grave, incluidas las que padecen artropatía crónica.

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El tratamiento de la gota es un proceso a largo plazo

El Dr. Herbert S. B. Baraf, reumatólogo de un gran grupo de consultorios en el área de Washington, D. C., y profesor clínico de medicina en la George Washington University, en Washington, D. C., Estados Unidos, quien no formó parte de este estudio, dijo que no llegaría a la conclusión que algunos médicos podrían sacar de que no tiene sentido tratar de reducir continuamente el ácido úrico.

“El tratamiento de la gota es una propuesta a largo plazo, y el beneficio a largo plazo de la reducción continua del ácido úrico sigue acumulándose durante un periodo”, agregó el Dr. Baraf. Coincidió con la Dra. Dalbeth y sus colaboradores en que intentar que el ácido úrico sérico sea inferior a 0,20 mmol/l es muy difícil de lograr con fármacos orales.

“El estudio no pudo mostrar un cambio en las erosiones porque la cantidad de disminución del ácido úrico no fue lo suficientemente extensa en un periodo lo suficientemente corto para demostrarlo, pero en un periodo más largo bien podría mostrarlo”, señaló el Dr. Baraf.

El Dr. Baraf mencionó que los fármacos orales funcionan más lentamente que los tratamientos basados en enzimas, como la pegloticasa, pero estuvo de acuerdo en que hay barreras para el uso de pegloticasa.

“Un fármaco como pegloticasa cuesta unos 26.000 dólares por infusión cada 2 semanas por un periodo de 6 meses. No es práctico y tendemos a utilizarlo en personas con graves problemas funcionales”, dijo Baraf.

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El objetivo sigue siendo evitar mediante el uso de fármacos orales que la artritis avance.

“No denigraría el hecho de que los fármacos orales son eficaces para disminuir los brotes con el tiempo, disminuir los depósitos topáceos y probablemente, en un periodo más largo, permitir la curación del hueso. Pero 2 años no es tiempo suficiente para demostrarlo”. El Dr. Baraf señaló que mostrar un beneficio en las erosiones puede en cambio llevar de 5 a 10 años.

Los autores del estudio señalaron que los resultados del ensayo “no son relevantes para quienes no padecen la enfermedad erosiva, ni para los sistemas sanitarios que no tienen acceso a una amplia gama de fármacos reductores del ácido úrico”.

La Dra. Dalbeth ha declarado haber recibido honorarios personales (todos ellos inferiores a 10.000 dólares) de AstraZeneca, Dyve BioSciences, Selecta, Arthrosi, Horizon, AbbVie, JW Pharmaceuticals y PK Med ajenos al estudio presentado. Los demás autores no han declarado ningún conflicto de intereses. El Dr. Gaffo no declaró ninguna relación económica pertinente. El Dr. Baraf ha sido investigador/consultor y ponente de Horizon Therapeutics, productor de pegloticasa; es investigador y consultor de Selecta Biosciences; y ha sido investigador, conferenciante y consultor de Takeda.

Este artículo se publicó originalmente en MDEdge.com parte de la Red Profesional de Medscape.

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Pacientes de reumatología modificaron sus tratamientos farmacológicos por su cuenta cuando se vacunaron contra COVID-19

Un número importante de pacientes con enfermedades reumáticas modificaron los horarios de sus medicamentos inmunomoduladores o inmunosupresores en respuesta a recibir o prepararse para recibir dosis de una vacuna contra COVID-19, muchos de los cuales no eran congruentes con las recomendaciones del American College of Rheumatology (ACR), según reveló un nuevo estudio.

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“Con la reciente aprobación de una tercera dosis de refuerzo de la vacuna en Estados Unidos para los pacientes que toman medicamentos inmunosupresores, es importante prever que los que padecen enfermedades reumáticas podrían modificar la medicación sin la supervisión del médico”, escriben en su artículo la Dra. Medha Barbhaiya, del Hospital for Special Surgery de Nueva York, Estados Unidos y sus coautores. El estudio fue publicado en The Lancet Rheumatology.

En la guía actual del American College of Rheumatology se recomienda mantener tratamientos como metotrexatoabatacept y belimumab durante una a dos semanas después de cada dosis de la vacuna, seguir la pauta posológica de hidroxicloroquina y hablar con un reumatólogo sobre el horario óptimo de rituximab.[2] No se llegó a un consenso sobre los inhibidores del factor de necrosis tumoral. La guía inicial fue publicada el 17 de marzo de 2021.

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Mantener actualizados e informados a los pacientes

“Nos pareció sorprendente que muchas de las modificaciones de la medicación en torno a la vacuna contra COVID-19 fueran realizadas por el paciente y no bajo la supervisión de un médico”, declaró la Dra. Barbhaiya a Medscape Noticias Médicas. “Nuestros hallazgos reflejan la necesidad de una divulgación temprana de las guías basadas en evidencia para informar a los pacientes y médicos sobre la toma de decisiones en relación con el manejo de la vacuna”.

Cuando se le preguntó sobre las modificaciones que eran notablemente incongruentes con la guía inicial del American College of Rheumatology, mencionó cambios en los horarios de administración de metotrexato antes de la aplicación de la vacuna, así como ajustes en los inhibidores del factor de necrosis tumoral o hidroxicloroquina. Dicho esto, añadió que la encuesta se realizó “poco después de que el grupo de trabajo del American College of Rheumatology publicara su primera guía de tratamiento” y que, desde entonces, se han realizado varias actualizaciones oportunas “ampliamente difundidas entre la comunidad reumatológica”.

“En el curso de la pandemia, muchos pacientes dejaron de tomar sus medicamentos o cambiaron la frecuencia de su medicación por su cuenta”, confirmó a Medscape Noticias Médicas la Dra. Rebeca Haberman, de NYU Langone Health en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. “Y lo mismo ocurrió cuando se comenzaron a administrar las vacunas. Cuando estuvieron disponibles por primera vez, no había mucha información sobre lo que debían hacer los pacientes. Incluso cuando acudían a su médico, aún no había recomendaciones estandarizadas”.

Esto cambió, por supuesto, con las recomendaciones del American College of Rheumatology en marzo de 2021, y a medida que los médicos aprendían más sobre las respuestas específicas a las vacunas contra la COVID-19. “Lo que diré, especialmente ahora que estamos teniendo mucho debate sobre los refuerzos, cuándo y quién debe obtenerlos, y cómo los medicamentos deben cambiarse o modificarse en consecuencia, es que es importante saber lo que los pacientes están haciendo para que podamos decirles de manera más definitiva, ‘dígame cuándo va a recibir su refuerzo para que podamos hablar sobre cómo está su enfermedad y cómo podríamos ajustar su medicación para asegurarnos de que sea lo más eficaz posible'”, agregó la Dra. Haberman.

La Dra. Barbahaiya compartió este sentimiento, señalando que “aunque se necesitan todavía más estudios para evaluar el papel de las modificaciones de la medicación en el momento de la vacunación contra la COVID-19 y los subsiguientes brotes de la enfermedad reumática, los reumatólogos pueden tener una función fundamental para ayudar a difundir una orientación actualizada sobre la vacuna basada en evidencia en tiempo real durante la pandemia en curso”.

Detalles del estudio

Para evaluar el alcance de las modificaciones en los horarios de la medicación en respuesta a las vacunas contra COVID-19, los investigadores analizaron los resultados de una encuesta basada en la web enviada a 7.505 pacientes reumatológicos en marzo de 2021. De los 2.753 que respondieron, 1.852 declararon haber recibido al menos una dosis de la vacuna y respondieron a las preguntas sobre la modificación de la medicación. Esos encuestados tenían una media de edad de 63 años, casi 80% eran mujeres y alrededor de 87% eran de raza blanca.

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De los 1.373 encuestados que declararon utilizar medicamentos inmunomoduladores o corticoesteroides en el momento de la primera dosis, 215 (15,7%) dijeron haber modificado sus horarios de medicación. Un total de 41 medicamentos se tomaron antes de lo previsto, 174 se retrasaron u omitieron. Los medicamentos que se modificaron con más frecuencia fueron los biológicos (43,7%), sobre todo los inhibidores del factor de necrosis tumoral, así como los fármacos anti-reumáticos modificadores de enfermedad habituales (35,3%), sobre todo metotrexato, e hidroxicloroquina (11,2%). Tanto los inhibidores del factor de necrosis tumoral como metotrexato tenían más probabilidades de retrasarse u omitirse que de tomarse a tiempo. Los pacientes y los médicos resultaron igualmente responsables de esta serie de modificaciones del calendario.

Cuando se administró la segunda dosis a los encuestados, 251 (27,9%) de los 899 horarios de medicación fueron modificados. Un total de 105 medicamentos se retrasaron u omitieron entre las dos dosis, 41 se tomaron antes de lo previsto, y 105 se retrasaron u omitieron después de la segunda dosis. Los medicamentos más modificados fueron de nuevo los fármacos anti-reumáticos modificadores de enfermedad habituales (42,2%), los biofármacos (41,4%) e hidroxicloroquina (8,0%). Las modificaciones antes o después del momento de la segunda dosis se debieron con frecuencia a la elección del paciente (49,4%), aunque 46,2% de las modificaciones fueron recomendadas por los reumatólogos y 4,4% por otros médicos.

Un autor refirió recibir apoyo de beca de parte de Regeneron. Los otros autores han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

Qualisex, cuestionario para evaluar la función sexual de pacientes con artritis reumatoide

La traducción y adaptación al español del cuestionario autoadministrado Qualisex, originalmente en francés, mostró alta confiabilidad y consistencia para la evaluación de la función sexual de los pacientes con artritis reumatoide.

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El objetivo del trabajo, publicado en Reumatology International, fue adaptar y validar (para su uso en España) el cuestionario Qualisex, que evalúa el impacto de la artritis reumatoide en la sexualidad.

“La sexualidad es una asignatura pendiente en el manejo del paciente con enfermedades reumáticas. Nos preocupamos del dolor o de la inflamación, pero no hablamos mucho de la sexualidad. Además por lo general los pacientes tampoco preguntan. En el primer congreso de pacientes con enfermedades reumáticas realizado en España, su inquietud surgió claramente”, señaló en un pódcast de la Sociedad Española de Reumatología (SER) la Dra. Montserrat Romera Baurés, investigadora principal y médica del Servicio de Reumatología del hospital Universitario de Bellvitge y de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Catalunya, ambas de Barcelona, España.“La sexualidad es una asignatura pendiente en el manejo del paciente con enfermedades reumáticas. Nos preocupamos del dolor o de la inflamación, pero no hablamos mucho de la sexualidad.” Dra. Montserrat Romera Baurés

Cuando la artritis reumatoide se encuentra en periodos activos, los problemas sexuales son a consecuencia del dolor, la fatiga y la rigidez. La pérdida de autoestima y la desilusión con el propio cuerpo también pueden influir y reducir el placer sexual.[2]

Sentir dolor durante el coito, sufrir disfunción eréctil y la dificultad de adoptar ciertas posiciones también influyen. Además un paciente cuya pareja no comprende la enfermedad puede volver un desafío lograr relaciones sexuales satisfactorias.[3]

Cuestionario Qualisex: adaptado y validado para su uso en España

El cuestionario Qualisex, desarrollado y validado en Francia, contiene 10 preguntas para evaluar el impacto de la artritis reumatoide sobre la sexualidad. La puntuación varía de 0 a 10 y la puntuación total es la media de los resultados, aunque la pregunta 10 se puntúa en una escala opuesta. Las puntuaciones más altas indican mayor impacto de la enfermedad en la sexualidad.

En su proceso de adaptación se incorporaron dos preguntas más: una referida a la satisfacción en la relación sexual y otra sobre el deterioro de la salud sexual a causa de la tristeza o la depresión. La nueva versión se llamó Qualisex MA.

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El cuestionario contempla si durante los últimos 3 meses la vida sexual empeoró por el tratamiento y los fármacos, si han disminuido el deseo y la frecuencia de las relaciones, si empeoró la relación sentimental con la pareja, si la persona ha sentido pérdida de autoestima y se ha percibido como menos atractivo(a) y si los dolores y el cansancio han afectado su vida sexual.

“Anteriormente este cuestionario ya había sido adaptado y validado al español para pacientes con espondilitis anquilosante de Argentina. Es una herramienta diseñada para evaluar a personas con artritis reumatoide de cualquier sexo, con o sin actividad sexual actual y permite dar cuenta de aspectos relacionados con el estado de ánimo y la imagen corporal. Hasta 70% de los pacientes con artritis reumatoide presenta alguna disfunción sexual“, comentó a Medscape en español la Dra. Yamila Chichotky, médica reumatóloga y sexóloga clínica, coordinadora del subgrupo de estudio Sexualidad y Calidad de vida del Grupo de Estudio de Artritis Reumatoide (GESAR-AR) de la Sociedad Argentina de Reumatología (SAR), que no participó del estudio.

Qualisex fue traducido y adaptado al español desde el punto de vista lingüístico y cultural.[4] Se realizaron dos traducciones independientes a cargo de personas de lengua materna española que entendían el francés y se hizo luego una traducción en sentido inverso, de un francés nativo con adecuado conocimiento del español.

La versión final fue probada en un estudio piloto con pacientes con artritis reumatoide para detectar cualquier aspecto que pudiera complicar la interpretación de los resultados.

Fueron incluidos pacientes mayores de 18 años nacidos en España, cuya lengua materna fuera el español, con habilidad para responder el cuestionario, diagnosticados con artritis reumatoide según los criterios de la American Collegue of Reumatology (ACR). Fueron excluidos quienes tuvieran patología con impacto en la sexualidad, fibromialgia, pacientes que declararan no ser sexualmente activos por alguna causa distinta de la artritis reumatoide. Los pacientes firmaron un consentimiento informado y los materiales y el protocolo fueron aprobados por el Comité de Ética en Investigación del hospital Universitario Bellvitge. Participaron 5 centros de regiones españolas: Cataluña, Valencia, Madrid, Andalucía y País Vasco.

Se tuvieron en cuenta variables como sexo, edad, nivel de educación, religión, estado civil, si estaban en pareja, si tenían empleo, año del diagnóstico y tratamiento, comorbilidades (patología cardiovascular, diabetes, síndrome de Sjögren).

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Participaron 125 pacientes, 34 hombres y 91 mujeres (para respetar la epidemiología de la enfermedad). De estos, 14 eran menores de 40, 68 de 40 a 60 y 43 mayores de 60. Había 27 hombres y 74 mujeres que convivían con una pareja, 31 hombres y 88 mujeres tenían pareja sin convivencia, 4 hombres y 11 mujeres eran divorciados, la mayoría (75%) profesaba religión católica, el 16% era agnóstico y 9% no respondió a este ítem; 80% podía trabajar. La duración de la relación en años de quienes mantenían un vínculo era de 28,7 ± 15,1.

Un total de 95 pacientes, 28 hombres y 67 mujeres cuya enfermedad permaneció estable respondieron el Qualisex por segunda vez después de 7 a 10 días de las primeras respuestas. Además del Qualisex se tomaron otras evaluaciones: Massachusetts General Hospital-Sexual Functioning Questionnaire (MGH-SFQ), índice DAS-28, para medir la actividad de la artritis reumatoide, Physician Global Assessment (PGA), cuestionario Reumathoid Artritis impact Disease (RAID), (HAQ), Hospital Anxiety and Depression Scale (HADS) y Short Form Health Survey (SF12).

Se utilizó el coeficiente de Spearman para analizar correlaciones entre los cuestionarios y el coeficiente Alpha de Cronbach para validar las escalas.

Cuando la enfermedad empeora, también empeora la función sexual

Entre los resultados se observaron puntajes más altos entre las mujeres, lo que indica un impacto mayor en la vida sexual de las pacientes. Asimismo, se encontró que las mujeres tienen menos pensamientos y fantasías sexuales. Durante las relaciones los problemas clave son el dolor y los movimientos articulares limitados. Cuando la enfermedad empeora, también empeora la función sexual.

La Dra. Chichotky señaló que el Qualisex es la primera herramienta específica para pacientes con artritis reumatoide en español, autoadministrado y que permitirá acompañarlos en todos los aspectos de su calidad de vida. “Por ahora no se ha difundido, se ha utilizado en investigaciones. Yo lo utilizaría. Creo que es una herramienta sencilla, que puede servir para cortar el tabú de hablar de sexo y permitir al médico buscar intervenciones que ayuden a aminorar la enfermedad también en este aspecto”, destacó la especialista.

“Sin embargo, no tiene un valor de corte que permite determinar la salud sexual del paciente. Las preguntas son muy generales y posteriormente a tener valores muy elevados, el paciente deberá ser evaluado por un especialista para determinar específicamente qué aspectos de la sexualidad están alterados”, agregó.

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Dado que Dra. Baurés no accedió a responder las inquietudes de Medscape en español, no se pudo determinar si el cuestionario ya es utilizado en la práctica clínica. No obstante, en el pódcast de la Sociedad Española de Reumatología indicó que el proyecto es adaptarlo para ser utilizado en otras enfermedades reumáticas.

El trabajo fue financiado por Sanofi Genzyme, que no tuvo ningún papel en el diseño, la recolección, análisis e interpretación de los datos ni en la redacción del manuscrito.

La Dra. Baurés y la Dra. Chichotky han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Investigación en Puerto Rico refleja el impacto de la artritis reumatoide y enfermedades vasculares

Un estudio transversal que contó con una cohorte de 405 ciudadanos puertorriqueños con artritis reumatoide (AR) sostiene datos que apuntan al riesgo directo de esta población al desarrollo de enfermedades vasculares arteriales.

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Autores de la Sección de Reumatología del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) indican que se ha registrado un aumento en la morbilidad y la letalidad asociada con eventos cardiovasculares en pacientes con enfermedad de AR se ha relacionado con factores tradicionales y no tradicionales. Sin embargo, estos factores varían entre diferentes etnias.

Igualmente, sostienen que pocos estudios han descrito estas características en poblaciones hispanas. Por tal razón, evaluaron posibles correlaciones clínicas asociadas a enfermedades vasculares arteriales en pacientes hispanos de Puerto Rico.

Las enfermedades vasculares arteriales se tratan de problemas circulatorios o condiciones que afectan su sistema vascular. Son comunes y pueden ser graves, incluyendo el desarrollo de un aneurisma, infarto de miocardio, angina de pecho, procedimientos vasculares para enfermedad de las arterias coronarias, accidente cerebrovascular o enfermedad de las arterias periféricas.

Los autores explican que el proceso intrínseco a la AR pareciera que contribuye también a la aparición de eventos vasculares arteriales, debido al riesgo de vulnerabilidad y rotura de placas ateroscleróticas. Además, sostienen que estudios han vinculado la incidencia de eventos vasculares con niveles altos de biomarcadores inflamatorios. Por tal razón, surgió la necesidad de realizar un estudio para determinar los factores asociados con la ocurrencia de eventos vasculares arteriales en una cohorte de hispanos de Puerto Rico con RA.

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Del total de la población del estudio, el 87.2% fueron mujeres. Los eventos vasculares arteriales se reportaron en 43 pacientes (10.6%). 

En el análisis multivariado ajustado por edad y sexo, hipertensión arterial, dislipidemia, síndrome metabólico, manifestaciones extraarticulares, y la puntuación obtenida de un cuestionario administrado y el número de hospitalizaciones, se asociaron con eventos cardiovasculares arteriales, establecieron los resultados de la investigación.

“Dichas asociaciones pueden ayudar a implementar estrategias clínicas en este grupo de pacientes con artritis reumatoide en riesgo de padecer enfermedades vasculares arteriales”, enfatiza el grupo de estudio.

“La hipertensión arterial, la dislipidemia, el síndrome metabólico y manifestaciones extraarticulares se asociaron con eventos vasculares arteriales en nuestra cohorte evaluado. Este estudio respalda además la noción de que tanto los factores tradicionales como los no tradicionales juegan un papel importante en la ocurrencia de eventos vasculares arteriales en pacientes con AR. Nuestros datos contribuyen a los pocos estudios que se han realizado evaluando este tipo de condiciones en pacientes hispanos con AR”, concluyen los autores.

Otro dato que destaca el estudio es que en la cohorte de pacientes evaluados, las manifestaciones pulmonares fueron asociadas con eventos vasculares y el 70% de las pacientes tenía enfermedad pulmonar intersticial, lo que ha sido descrito previamente en este perfil de pacientes con AR.

Belinda Z. Burgos González 

  • Periodista y MPH, Bachillerato en Periodismo y Prejurídico de la Universidad del Sagrado Corazón y graduada de la Maestría en Salud Pública, de la Escuela de Medicina San Juan Bautista, Jefa de Redacción con 11 años de experiencia y líder de Redacción de la Revista de Medicina y Salud Pública (MSP).

Los suplementos de vitamina D y omega-3 reducen el riesgo de enfermedades autoinmunes

Para quienes no podemos sentarnos al sol y pescar todo el día, lo mejor para prevenir enfermedades autoinmunes podría ser la suplementación con vitamina D y ácidos grasos omega-3 derivados del aceite de pescado, sugieren los resultados de un ensayo prospectivo aleatorizado a gran escala.

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Entre casi 26.000 adultos inscritos en un ensayo aleatorizado diseñado principalmente para estudiar los efectos de la suplementación con vitamina D y omega-3 sobre la incidencia de cáncer y enfermedad cardiovascular, 5 años de suplementación con vitamina D se asociaron con una reducción de 22% en el riesgo de enfermedades autoinmunes confirmadas y la suplementación con ácidos grasos omega-3 por 5 años se asoció con una reducción de 18% en las enfermedades autoinmunes incidentes confirmadas y probables, informó la Dra. Karen H. Costenbader, maestra en salud pública del Brigham & Women’s Hospital, en Boston, Estados Unidos.

“La importancia clínica de estos resultados es muy alta, dado que se trata de suplementos no tóxicos y bien tolerados y que no se conocen otras terapias efectivas para reducir la incidencia de enfermedades autoinmunes”, comentó durante el Congreso Anual del American College of Rheumatology Convergence 2021.

“Las personas tienen que tomar los suplementos durante mucho tiempo para comenzar a ver la reducción del riesgo, especialmente con la vitamina D, pero tiene sentido biológicamente y las enfermedades autoinmunes se desarrollan lentamente con el tiempo, por lo que tomarlos hoy no reducirá el riesgo de desarrollar algo mañana”, manifestó la Dra. Costenbader a Medscape Noticias Médicas.

“Estos suplementos tienen otros beneficios para la salud. Obviamente, el aceite de pescado es antiinflamatorio y la vitamina D es buena para la prevención de la osteoporosis, especialmente en pacientes que toman glucocorticoesteroides. Las personas que por lo demás están sanas y tienen antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes también podrían considerar empezar a tomar estos suplementos”, destacó.

Después de ver su presentación, el comoderador de la sesión, Dr. Gregg Silverman, de la NYU Langone School of Medicine, en Nueva York, Estados Unidos, que no participó en el estudio, comentó: “Voy a la tienda de nutrición GNC para obtener algunas vitaminas”.

Cuando se le pidió un comentario, otra moderadora de la sesión, la Dra. Tracy Frech, de la Vanderbilt University, en Nashville, Estados Unidos, dijo: “Creo que el trabajo de la Dra. Costenbader es muy importante y su presentación excelente. Mi práctica actual es la suplementación con vitamina D en pacientes con enfermedades autoinmunes con niveles bajos y de acuerdo con las guías clínicas de salud ósea. Además, hablo de la suplementación con omega-3 con los pacientes con síndrome de Sjögren como consideración”.

Evidencia

La Dra. Costenbader señaló que en un estudio observacional de 2013 en Francia, la vitamina D derivada de la exposición a la luz ultravioleta se asoció con un menor riesgo de enfermedad de Crohn incidente, pero no de colitis ulcerosa y en dos análisis de datos en 2014 del Nurses’ Health Study, tanto los altos niveles plasmáticos de 25-hidroxivitamina D [25(OH)D] como la residencia geográfica en áreas de alta exposición a los rayos ultravioleta se asociaron con una menor incidencia de artritis reumatoide.

Otros estudios observacionales han respaldado a los ácidos grasos omega-3 por sus propiedades antiinflamatorias, incluido un estudio de cohorte prospectivo danés de 2005 que mostró un menor riesgo de artritis reumatoide en los participantes que informaron niveles más altos de ingesta de pescado graso.[5] En un estudio separado realizado en 2017, los voluntarios sanos con proporciones más altas de ácidos grasos omega-3/lípidos totales en las membranas de los glóbulos rojos tenían una menor prevalencia de anticuerpos antipéptido citrulinado cíclico y factor reumatoide y una menor incidencia de progresión a artritis inflamatoria, añadió.

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Estudio complementario

Sin embargo, a pesar de la evidencia no ha habido ensayos prospectivos aleatorizados para probar los efectos de la suplementación con vitamina D o ácidos grasos omega-3 sobre la incidencia de enfermedades autoinmunes a lo largo del tiempo.

Para rectificar esto, la Dra. Costenbader y sus colaboradores incorporaron un estudio complementario al ensayo de vitamina D y omega-3 (VITAL), que tuvo como desenlace primario la incidencia de cáncer y enfermedades cardiovasculares.

Se inscribió un total de 25.871 participantes, incluidos 12.786 hombres de 50 años o más y 13.085 mujeres de 55 años o más.

El estudio tuvo un diseño factorial 2 x 2, con pacientes asignados al azar a recibir 2.000 UI/día de vitamina D o placebo, y luego aleatorizados a recibir 1 g/día de ácidos grasos omega-3 o placebo en la aleatorización primaria de vitamina D y placebo.

Al inicio del estudio se evaluó a 16.956 participantes para determinar los niveles de 25-hidroxivitamina D y el índice de omega 3 en plasma, la proporción de ácido eicosapentaenoico y ácido docosahexaenoico con respecto a los ácidos grasos totales. Los participantes informaron anualmente la línea de base y las enfermedades autoinmunes incidentes, y los informes fueron confirmados por la revisión de registros médicos y los criterios de enfermedad siempre que era posible.

Resultados

A los 5 años de seguimiento se habían producido incidentes de enfermedades autoinmunes confirmadas en 123 pacientes del grupo de tratamiento con vitamina D, en comparación con 155 en el grupo placebo de vitamina D, lo que se traduce en un hazard ratio para la vitamina D de 0,78 (p = 0,045).

En el grupo de omega-3 activo, 130 participantes desarrollaron una enfermedad autoinmune, en comparación con 148 en el grupo de omega-3 de placebo, lo que se tradujo en un hazard ratio no significativo de 0,85.

No hubo interacción estadística entre ambos suplementos. Los investigadores observaron una interacción entre la vitamina D y el índice de masa corporal, con un efecto más fuerte entre los participantes con un índice de masa corporal bajo (p = 0,02). También hubo una interacción entre los ácidos grasos omega-3 y los antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes (p = 0,03).

En el análisis multivariado ajustado por edad, sexo, raza y otro grupo de suplementos, la vitamina D sola se asoció con un hazard ratio para la enfermedad autoinmune incidente de 0,68 (p = 0,02), el omega-3 solo se asoció con un hazard ratio no significativo de 0,74 y la combinación se asoció con un hazard ratio de 0,69 (p = 0,03).

La Dra. Costenbader y sus colaboradores reconocieron que el estudio estaba limitado por la falta de una población de alto riesgo o deficiente nutricionalmente, donde los efectos de la suplementación podrían ser mayores; la restricción de la muestra a adultos mayores y la dificultad de confirmar la enfermedad tiroidea autoinmune incidente a partir de los informes de los pacientes.

Cheryl Koehn, de Vancouver, Canadá, defensora de pacientes con artritis, que no participó en el estudio, comentó en la sección chat de la presentación que su reumatólogo “ha recomendado la vitamina D durante años. Dice que básicamente todo el mundo al norte de Boston tiene deficiencia de vitamina D. Tomo 1.000 UI por día. Lo he estado tomando durante años”. Koehn es la fundadora y presidenta de Arthritis Consumer Experts, un sitio web que brinda educación a las personas con artritis.

“De acuerdo. Digo a todos los pacientes que tomen un suplemento de vitamina D”, comentó la Dra. Fatma Dedeoglu, reumatóloga del Boston Children’s Hospital.

El estudio fue apoyado por National Institutes of Health. La Dra. Costenbader, el Dr. Silverman, Koehn y la Dra. Dedeoglu han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. 

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Los pacientes con artritis reumatoide que responden al tratamiento muestran diferencias únicas en el microbioma intestinal

El microbioma intestinal, que previamente ha demostrado tener una relación con la artritis reumatoide, también puede proporcionar señales de pronóstico para la enfermedad de un paciente, informaron investigadores de la Mayo Clinic.

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“Observamos que el microbioma intestinal está relacionado con la mejora o no de los síntomas clínicos en pacientes con artritis reumatoide”, comentó el coautor principal, Jaeyun Sung, Ph. D. “Encontramos características del microbioma intestinal que se relacionaban con la mejora y las incorporamos también en un modelo de aprendizaje automático que efectivamente puede predecir la mejora en una consulta de seguimiento”. Sung es biólogo computacional en el Mayo Clinic’s Center for IndividualizedMedicine, en Rochester, Estados Unidos.

El estudio retrospectivo observacional de cohortes incluyó 32 pacientes con diagnóstico de artritis reumatoide entre 1988 y 2014. Los investigadores realizaron secuenciación de escopeta metagenómica en 64 muestras fecales mantenidas en un biobanco y recolectadas en dos consultas diferentes a intervalos de 6 y 12 meses. Sung y sus colaboradores observaron rasgos de microbioma significativamente diferentes entre pacientes que con el tiempo mostraron una mejora mínima clínicamente importante y aquellos que no la tuvieron.

El estudio también representó una prueba experimental del uso de la tecnología de aprendizaje automático para analizar el microbioma intestinal con el fin de predecir el curso de la enfermedad, destacó Sung.

El coautor principal, Dr. John M. Davis III, reumatólogo clínico y presidente de investigación de reumatología en la Mayo Clinic, señaló que su propio estudio previo había confirmado disbiosis en personas con artritis reumatoide, en comparación con controles. “Teníamos alguna idea preliminar de que puede estar relacionado en cierta medida con el estado de la enfermedad y quizá los tratamientos. Así que esto nos llevó a hipotetizar que puede haber una relación entre el microbioma intestinal y la respuesta al tratamiento o la actividad de la enfermedad con el tiempo”, puntualizó.

El estudio demostró que la edad era el factor dominante para determinar las variaciones en la composición del microbioma intestinal, pero el siguiente factor predominante fue el estado de mejora mínima clínicamente importante que 12 de los 32 participantes en el estudio lograron en sus consultas de seguimiento. Al inicio todos los pacientes estaban recibiendo algún tipo de tratamiento, sea biofármacos o fármacos antirreumáticos modificadores de enfermedad (46,9% y 87,5%, respectivamente) convencionales o prednisona (46,9%).

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Composición del microbioma intestinal

Los pacientes que lograron una mejora mínima clínicamente importante tuvieron un deterioro promedio en el Clinical Disease Activity Index de 16,7 unidades (desviación estándar [DE]: 12,8) frente a una ganancia de 5,7 (DE: 8,9) en los pacientes restantes. El estudio encontró mayor diversidad y riqueza alfa y mayor diversidad beta a nivel de especie en el grupo que alcanzó mejora mínima clínicamente importante, en comparación con los que no la alcanzaron.

Identificaron seis taxones microbianos más abundantes en pacientes que mejoraron: Negativicutes (clase), Selenomonadales (orden), Prevotellaceae(familia), Coprococcus (género), especies de Bacteroides 3_1_19 (especies) y especies de Bilophila 4_1_30 (especies). En los pacientes que no mostraron mejora se observó que especies de Eubacterium 3_1_31 eran más abundantes (p < 0,05). También se identificaron 15 vías metabólicas que tenían abundancia diferente entre los dos grupos al inicio.

Dos cosas distinguen a este estudio de otros estudios del microbioma intestinal en artritis reumatoide, comentó Sung: no tuvo un grupo de control, solo pacientes con artritis reumatoide y no se evaluó un fármaco específico en pacientes con artritis reumatoide.

“Estamos pensando más allá de solo el fármaco o el tratamiento, independientemente del tratamiento previo, de las mediciones clínicas previas, independientemente de edad, sexo y otros factores, ¿podemos predecir la respuesta de artritis reumatoide con solo utilizar el microbioma intestinal? ¿Hay una relación entre la mejora clínica y el microbioma intestinal?”, agregó Sung.

El estudio también demostró que el microbioma puede ser un objetivo modificable en la artritis reumatoide, destacó el Dr. Davis.

“Esta investigación es atractiva, pues puede complementar el tratamiento médico de la artritis reumatoide si podemos identificar modificaciones alimentarias. Aun así, está la interrogante de que los probióticos o los prebióticos puedan influir en el intestino. ¿Podemos modificar el microbioma intestinal para mitigar más el estado de la enfermedad? Esto es algo que creo una cuestión abierta que se menciona específicamente en nuestro ensayo”, añadió.

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Este estudio incluyó pacientes con enfermedad crónica, pero la investigación actual del grupo se está enfocando en pacientes con artritis reumatoide en etapa más temprana, añadió el Dr. Davis. “Los siguientes pasos tienen que ser validar los hallazgos en poblaciones adicionales y externas y analizar pacientes con la enfermedad en etapa muy temprana donde gran parte de la toma de decisiones es muy activa y ocurre en tiempo real”.

El Dr. James T. Rosenbaum, oftalmólogo y reumatólogo en la Oregon Health & Science University, en Portland, Estados Unidos, reconoció que este es el primer estudio sobre artritis reumatoide enfocado en encontrar un efecto del microbioma intestinal utilizando el criterio de valoración de mejora mínima clínicamente importante.

“Plantea el dilema de la ‘gallina y el huevo’. ¿Mejoraron los pacientes y luego se modificó su microbioma o fue el microbioma el primer cambio que condujo a la mejora clínica? Si lo último es correcto, podríamos alterar el microbioma, por ejemplo, mediante la dieta para tratar la enfermedad reumática”, indicó el Dr. Rosenbaum.

Señaló que los estudios con trasplantes fecales para la colitis ulcerativa respaldan el potencial terapéutico de la modificación del microbioma. “Sin embargo, todavía nos falta mucho camino para poner esto en práctica”.

Cuestionada sobre el estudio, la Dra. Claudia Mauri, Ph. D., profesora de inmunología en el University College London, en Londres, Inglaterra, comentó: “El resultado es promisorio. Desde luego, si esto puede repetirse en una cohorte de pacientes muy grande, nos daría la posibilidad de poder hacerlo, con base en la composición de la microbiota, al predecir quién va a responder al tratamiento o no”.

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Señaló que aun cuando la artritis reumatoide tiene una variedad más amplia de tratamientos disponibles que otras enfermedades autoinmunitarias, algunos pacientes con artritis reumatoide no responden a su primer tratamiento biológico. “Si desde el principio pudiéramos ver quién puede no responder con base en la microbiota, podríamos preparar a los médicos para abordar mejor a estos pacientes por ejemplo, ofreciéndoles un agente biológico alternativo”, señaló la Dra. Mauri.

El Dr. Davis declaró recibir becas para investigación de Pfizer. Sung, la Dra. Mauri y otros coautores del estudio han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. El Dr. Rosenbaum informó que el National Institutes of Health apoya su investigación.

Este contenido fue originalmente publicado en MDEdge, parte de la Red Profesional de Medscape. 

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No se observan diferencias de sexo en la prevalencia de la espondilitis anquilosante

Un nuevo estudio cuestiona el conocimiento reumatológico convencional en torno a la espondilitis anquilosante al informar que en realidad no existen diferencias de sexo en la prevalencia de la enfermedad. Los investigadores no encontraron diferencias estadísticamente significativas en las tasas entre hombres y mujeres con base en un análisis de registros médicos militares.

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“Nuestros hallazgos cuestionan la creencia generalizada de que la espondilitis anquilosante en Estados Unidos ocurre con mucha mayor frecuencia en hombres que en mujeres”, afirmaron los autores del estudio, dirigidos por el científico de datos, D. Alan Nelson, Ph. D. de la Stanford University en California, Estados Unidos, en un estudio publicado el 30 de agosto en Arthritis Care & Research.

Los investigadores realizaron el estudio para llenar un vacío en el conocimiento en torno a las tasas de casos según sexo. “La incidencia de la espondilitis anquilosante en Estados Unidos no se ha estudiado bien y no está completamente caracterizada”, señalaron.

Aun cuando la espondilitis anquilosante es bastante frecuente y afecta a cerca de 1% de la población adulta estadounidense (2,5 millones de personas), solo en un estudio de población publicado se han examinado las tasas por sexo en Estados Unidos. En ese estudio se efectuó seguimiento de casos en el Condado de Olmsted, en Minnesota, durante 1980 a 2009 y se encontró que el cociente de casos de hombres frente a mujeres era de 3,8:1, lo cual fue “congruente con las estimaciones más recientes” en ese tiempo.

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Sin embargo, la población en ese estudio en 1980 era 100% caucásica, señalaron los autores del nuevo estudio. Mientras tanto, en un estudio canadiense en que se efectuó seguimiento a una población de Ontario de 1995 a 2010, se observó que las tasas de espondilitis anquilosante en mujeres estaban aumentando y que se estaban reduciendo las diferencias de sexo.[3]Las tasas de espondilitis anquilosante como un todo también casi se triplicaron, posiblemente a causa de una mayor concientización.

Para el nuevo estudio los investigadores hicieron un seguimiento retrospectivo de 728.556 miembros militares de Estados Unidos que se sometieron a detección de dorsalgia basada en la guía durante 2014 a 2017. La población del estudio era aproximadamente 68% de raza blanca, 22% de raza negra, 5% asiática o de las islas del Pacífico y la restante pertenecía a otras razas o se desconocía. Alrededor de 85% era de sexo masculino.

Se efectuó seguimiento a los participantes por una media de 2,21 años, y a 438 (0,06%) se les diagnosticó espondilitis anquilosante por lo menos una vez durante ese periodo.

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Los investigadores observaron que las tasas de espondilitis anquilosante en hombres frente a mujeres fueron similares (cociente de tasas de incidencia: 1,16; = 0,23; odds ratio ajustado [ORa]: 0,79; intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 0,61 a 1,02; = 0,072).

Los investigadores también encontraron que los de raza blanca tenían más probabilidades de desarrollar espondilitis anquilosante que los de raza negra (ORa: 1,39; IC 95%: 1,01 a 1,66; = 0,04).

El riesgo de espondilitis anquilosante aumentó con la edad, informaron los investigadores y las probabilidades aumentaron siete tantos en la población de 45 años y más frente a la población de menos de 24 años (ORa: 7,3; IC 95%: 5,7 a 10,3; < 0,001).

Los investigadores señalaron que en su estudio se analizó una población más diversa que en el estudio previo de Minnesota. También es posible que los resultados de los dos estudios fueran diversos a causa de las diferencias en las definiciones de diagnóstico de espondilitis anquilosante o la imprecisión en los códigos de diagnóstico, afirmaron.

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Los investigadores añadieron que “el hallazgo de un cociente de prevalencia de hombre-mujer de 1,21 para la espondilitis anquilosante en el estudio canadiense de Ontario también en general fue congruente con nuestros hallazgos. De un modo similar a nuestra población del estudio, la población canadiense fue racialmente más diversa que la población del estudio de Olmsted en los tiempos de ambos estudios”.

Algunas limitaciones del estudio incluyen el hecho de que la población militar no es una muestra aleatoria y puede tener bajas tasas de espondilitis anquilosante. “Es muy probable que la mayoría de los casos clínicamente evidentes de espondilitis anquilosante se hubieran detectado antes del reclutamiento en el servicio militar”, escribieron en su artículo. “Las diferencias entre los miembros del servicio militar y la población general pueden explicar por qué observamos una asociación diferente entre la incidencia de espondilitis anquilosante y la edad, en comparación con la notificada en estudios previos. El riesgo creciente de espondilitis anquilosante con la edad adulta que observamos podría reflejar patrones de alta selectivos relacionados con síntomas muy tempranos de espondilitis anquilosante en esta población”.

El estudio fue financiado en parte por una beca de la Spondylitis Association of America. En el manuscrito no se declaró ningún conflicto de interés económico pertinente.

Este contenido fue originalmente publicado en MDEdge, parte de la Red Profesional de Medscape. 

Poco probable que los adultos, incluso muy alérgicos, reaccionen a la vacuna contra la COVID-19

Aproximadamente 2% de los individuos muy alérgicos tuvo una reacción a la vacuna contra la COVID-19 de Pfizer/BioNTech, de acuerdo con nueva investigación realizada en Israel y publicada el 31 de agosto en la versión electrónica de JAMA Network Open. Los síntomas se resolvieron en algunas horas con medicación y ningún paciente requirió hospitalización.

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El riesgo de reacción alérgica ha sido uno de varios obstáculos en los esfuerzos de vacunación global, escribieron los autores, dirigidos por la Dra. Nancy Agmon-Levin, del Sheba Medical Center, en Ramat Gan, Israel. En los estudios clínicos para las vacunas de Moderna y de Pfizer/BioNTech contra la COVID-19 se excluyó a individuos con alergias a cualquier componente de la vacuna o con alergias previas a otras vacunas. Los primeros informes de anafilaxia como reacción a las vacunas fueron causa de preocupación en pacientes y médicos. Poco después Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos y otras autoridades dieron a conocer una guía acerca de cómo prepararse para las reacciones alérgicas. “Pese a estas recomendaciones, existe la incertidumbre, en particular en pacientes con un antecedente de anafilaxia o múltiples alergias”, escribieron los autores en su artículo.

En respuesta a las inquietudes iniciales, el Sheba Medical Center abrió un centro de derivación de COVID-19 para abordar cuestiones de tolerabilidad y llevar a cabo evaluaciones del riesgo de alergias para la vacuna de Pfizer/BioNTech, la primera vacuna contra la COVID-19 aprobada en Israel. Desde el 27 de diciembre de 2020 hasta el 22 de febrero de 2021, el centro de derivación evaluó 8.102 pacientes con alergias. Los que no tenían claramente riesgo bajo llenaron un cuestionario sobre reacciones alérgicas o anafilácticas previas a fármacos o vacunas, otras alergias y otros antecedentes personales patológicos. Se consideró a los pacientes en alto riesgo de reacciones alérgicas si cumplían por lo menos uno de los siguientes criterios: reacción anafiláctica previa a cualquier fármaco o vacuna, múltiples alergias a fármacos, otras múltiples alergias y trastornos de células cebadas. Los individuos también se clasificaron bajo la categoría de alto riesgo si su médico pospuso la vacunación a causa de problemas de alergias.

Casi 95% de la cohorte (7.668 individuos) fue clasificado bajo la categoría de bajo riesgo, recibiendo las dos dosis de la vacuna de Pfizer en sitios de inmunización estándar y fue observado durante 30 minutos después de la inmunización. Aunque en el estudio no se efectuó seguimiento a estos pacientes con riesgo más bajo, “no informaron de reacciones alérgicas graves a nuestros centros de derivación los pacientes o su médico general después de la vacunación en los entornos regulares”, afirmaron los autores.

Cinco pacientes se consideraron no elegibles para la inmunización debido a sensibilidad documentada al polietilenglicol o múltiples reacciones anafilácticas a diferentes fármacos inyectables, de acuerdo con las recomendaciones del Ministerio de Salud de Israel en ese tiempo. Los 429 individuos restantes se consideraron en alto riesgo y fueron observados durante 2 horas por un equipo especializado en alergias después de la inmunización. En estos pacientes de alto riesgo se administraron las dos dosis de la vacuna en el mismo ámbito. Los pacientes también refirieron alguna reacción adversa en los 21 días entre la primera y la segunda dosis.

Las mujeres representaron la mayor parte de la cohorte de alto riesgo (70,9%). La edad promedio de los participantes fue de 52 años. De los individuos en alto riesgo, 63,2% reportó anafilaxia previa, 32,9% tuvo alergias a múltiples fármacos y 30,3% presentó otras múltiples alergias.

Durante las primeras 2 horas después de la inmunización, nueve individuos (2,1%), todos de sexo femenino, presentaron reacciones alérgicas. Seis individuos (1,4%) presentaron reacciones menores, tales como enrojecimiento de la piel, edema de la lengua o de la úvula o tos que se resolvió con tratamiento antihistamínico durante el periodo de observación. Tres pacientes (0,7%) tuvieron reacciones anafilácticas que se presentaron 10 a 20 minutos después de la inyección. Los tres pacientes presentaron broncoespasmo importante, erupción cutánea, prurito y disnea. Dos pacientes presentaron angioedema y uno tuvo síntomas digestivos. Se trataron con epinefrina, antihistamínicos y un broncodilatador inhalado. Todos los síntomas se resolvieron al cabo de 2 a 6 horas y ningún paciente requirió hospitalización.

En los días posteriores a la vacunación, los pacientes comúnmente reportaron dolor en el sitio de inyección, fatiga, dolor muscular y cefalea; 14,7% de los pacientes refirió erupción cutánea, prurito o urticaria.

Hacia el 22 de febrero de 2021, 218 pacientes de esta cohorte altamente alérgica recibieron su segunda dosis de la vacuna. Cuatro pacientes (1,8%) tuvieron reacciones alérgicas leves. Los cuatro desarrollaron rubefacción y un paciente también presentó tos, que se resolvió tras el tratamiento con antihistamínico. Tres de estos pacientes habían presentado reacciones alérgicas leves a la primera dosis y recibieron medicación previa a la segunda dosis. Un paciente reaccionó solo a la segunda dosis.

Los hallazgos deberían ser “muy tranquilizantes” para las personas renuentes a recibir la vacuna, comentó a Medscape Noticias Médicas la Dra. Elizabeth Phillips,directora de Center for Drug Safety and Immunology del Vanderbilt University Medical Center, en Nashville, Estados Unidos. No intervino en la investigación y se le invitó a que comentara el estudio. “Las tasas de anafilaxia y reacciones alérgicas son verdaderamente muy bajas”. Aunque alrededor de 2% del grupo en alto riesgo desarrolló reacciones alérgicas a la inmunización, el porcentaje global para toda la cohorte sería mucho más bajo.

En el estudio no se investigaron factores de riesgo específicos ni mecanismos de las reacciones alérgicas a las vacunas contra la COVID-19, indicó la Dra. Phillips, lo cual es una limitación del estudio que los autores también reconocen. El National Institute for Allergy and Infectious Diseases de Estados Unidos en la actualidad trata de dar respuesta a algunas de estas interrogantes con un estudio multicéntrico, aleatorizado de doble enmascaramiento, que tiene como propósito ayudar a comprender por qué las personas tienen estas reacciones alérgicas, añadió la Dra. Phillip. Vanderbilt es uno de los centros en que se realiza el estudio.

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Aunque los investigadores continúan en la búsqueda de respuestas, el algoritmo desarrollado por los autores proporciona “una gran estrategia para lograr que las personas que tienen más riesgo sean vacunadas en un ámbito monitorizado. Los resultados demuestran que las personas no deberían evitar la vacunación a causa de un antecedente de anafilaxia”, señaló.

La Dra. Phillips ha recibido becas institucionales de National Institutes of Health y del National Health and Medical Research Council; regalías de UpToDate y Lixicomp y honorarios por consultoría de Janssen, Vertex, Biocryst y Regeneron.