Pacientes con virus de inmunodeficiencia humana mostraron una prevalencia más alta de enfermedad renal crónica

La región Occidente de México, específicamente el estado de Jalisco, es la zona del país con más prevalencia de enfermedad renal crónica, por lo que un equipo de investigadores médicos publicó un estudio sobre la prevalencia de esta enfermedad en 120 pacientes con virus de inmunodeficiencia humana.

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“Encontramos una prevalencia mayor, más alta de la media que esperábamos, pues fue de 15,8%”, comentó a Medscape en español la Dra. Luz Alicia Hernández González, jefa de la Unidad de VIH del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara “Fray Antonio Alcalde”, y coautora del estudio.

De acuerdo con la investigación, la prevalencia global de enfermedad renal crónica, que varía bastante entre las poblaciones, es de 8% a 16%, en tanto que en un estudio enfocado en el noroeste de México se reportó una prevalencia de 11,7%, superior a la informada para Norteamérica y Europa, de 4,7% y 9,7%, respectivamente.

Los investigadores encontraron entre los factores de riesgo que pueden predisponer a presentar mayor daño renal tener un conteo de linfocitos CD4 en menos de 350 células por microlitro y cargas virales muy altas, es decir, partículas virales en sangre de más de 100.000 copias por mililitro y tener una coinfección con el virus de hepatitis C.

“Algo muy importante que encontramos fue que la población que atendemos es todavía muy joven, de un promedio de 33 años; no es lo mismo hablar de enfermedad renal crónica a los 55 o 65 años que a los 33, son personas jóvenes que van a padecer por mucho tiempo y que en algún momento van a requerir alguna terapia de sustitución renal o trasplante renal”, explicó.

La experta mencionó que las guías Kidney Disease: Improving GlobalOutcomes (KDIGO) de tratamiento nefrológico marcan la infección por virus de inmunodeficiencia humana como un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedad renal crónica. “Esto lo vimos en nuestro estudio y es algo muy importante como conocimiento propio”.

Otra aportación de la investigación fue que haber tenido una infección por Mycobacterium tuberculosis también fue uno de los principales factores de riesgo para desarrollar la enfermedad renal crónica en pacientes con virus de inmunodeficiencia humana.

“Esto es algo que como país nos impacta mucho porque la enfermedad por tuberculosis sigue siendo una de las primeras causas de hospitalización y de mortalidad en los pacientes que viven con virus de inmunodeficiencia humana”, detalló la Dra. Hernández, agregando que mientras la población mexicana en general tiene 10% de probabilidad de presentar una tuberculosis activa en toda su vida, las personas con virus de inmunodeficiencia humana tienen una probabilidad anual de 10% de una activación por tuberculosis.

El Dr. Eduardo Becerril Vargas, médico infectólogo, jefe del Laboratorio de Microbiología Clínica del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), quien no participó en el estudio, señaló a Medscape en español que no existen muchas investigaciones como estas acerca de enfermedades renales en pacientes mexicanos.

“La prevalencia de casi 20% de enfermedad renal en personas que viven con virus de inmunodeficiencia humana es un dato interesante”, indicó el Dr. Becerril, quien resaltó que la investigación tiene el mérito de ser un estudio prospectivo, ya que es difícil tener el seguimiento a lo largo del tiempo en los pacientes.

Desafortunadamente la muestra no es representativa a nivel nacional, “solamente es representativa de una población y como bien lo mencionan las prevalencias de enfermedad renal, depende mucho de la localización y del tipo de población que se va a estudiar”, argumentó como limitante del estudio el Dr. Becerril.

El clínico aseguró que sería interesante realizar un estudio multicéntrico para conocer la frecuencia o qué tanto impacto tiene la enfermedad renal en las personas que viven con virus de inmunodeficiencia humana en México.

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Los beneficios de esta investigación

El estudio consideró los factores de riesgo reconocidos para el desarrollo de la enfermedad renal crónica notificados en estudios previos, como el uso de fármacos nefrotóxicos, como los antirretrovirales, principalmente con fumarato de tenofovir de disoproxilo, lamivudina/abacavir y atazanavir. Los investigadores tomaron en cuenta los tratamientos antirretrovirales de los pacientes, donde 87,5% de los participantes inició con un esquema de tableta única.

“Evidentemente esto da pie a que seamos mucho más cuidadosos al momento de empezar un tratamiento para los pacientes con virus de inmunodeficiencia humana y elegir, entre las múltiples opciones terapéuticas que tenemos, fármacos que sean nobles para el riñón, tratar de elegir fármacos lo menos nefrotóxicos para tratar de mitigar el daño renal que puede producir a futuro algún fármaco que ya se conoce que tiene impacto en la función renal”, sugirió la Dra. Hernández.

El Dr. Becerril coincidió en que se debe tener una estricta vigilancia en el tratamiento de las personas que viven con virus de inmunodeficiencia humana por las múltiples comorbilidades que desarrollan o la presencia de otras coinfecciones.

“Como médicos tratantes de personas que viven con virus de inmunodeficiencia humana, es importante tomar en cuenta si en algún momento desarrollan enfermedad renal, tratar de evitar los fármacos antirretrovirales que se asocian o que pueden desencadenar como efecto secundario un deterioro de la tasa de filtrado glomerular que pueden desencadenar una enfermedad renal crónica”, recomendó.

Otro aspecto relevante para identificar esta afección en los pacientes es su implicación en la salud pública, incluso en el diseño de nuevos hospitales. “Obviamente, entre más conocimientos tengamos en nuestra región, por ejemplo, si nuestra prevalencia es mayor, el sector salud tiene que prepararse con el desarrollo de áreas para la atención de este tipo de pacientes”, concluyó la Dra. Hernández.

La Dra. Hernández y el Dr. Becerril han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. 

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Qué es el golpe de calor, sus síntomas y cómo atenderlo

Los llamados golpes de calor suelen ser uno de los enemigos invisibles de los atletas.

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De acuerdo al portal de información de la Clínica Mayo, el golpe de calor es un trastorno ocasionado por el exceso de calor en el cuerpo, generalmente como consecuencia de la exposición prolongada a altas temperaturas o del esfuerzo físico en altas temperaturas.

Eso es lo que le sucedió recientemete al liniero ofensivo de los Cowboys d Dallas, Ty Nsekhe, quien debió ser hospitalizado tras una práctica del equipo en Frisco, Texas.

El jugador de 35 años de edad, que entrenó en una temperatura mayor a los 90 grados Farenheit y con una humedad en el ambiente del 50 %, no reaccionó bien a la terapia de rehidratación por lo que debió ser hospitalizado.

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Los signos y síntomas del golpe de calor incluyen los siguientes:

  • Fiebre de 104 °F (40 °C) o más
  • Cambios en el estado mental o el comportamiento, como confusión, agitación, dificultad en el habla
  • Calor, piel seca o sudoración excesiva
  • Náuseas y vómitos
  • Piel enrojecida
  • Pulso acelerado
  • Respiración agitada
  • Dolor de cabeza
  • Desmayos, que pueden ser el primer signo en los adultos mayores
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Qué hacer

Si sospecha que alguien esta siendo víctima un golpe de calor, saque a la persona del calor inmediatamente, quítale el exceso de ropa y enfríela con lo que tenga a mano, por ejemplo:

  • Ponla en una bañera con agua fría o dale una ducha fría.
  • Rocíala con una manguera de jardín.
  • Pásale una esponja con agua fría.
  • Abanícala mientras la rocías con agua fría.
  • Colócale compresas de hielo o toallas húmedas frías en el cuello, las axilas y la ingle.
  • Cúbrela con sábanas húmedas frías.
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Haga que la persona beba agua fría para rehidratarse, si puede hacerlo. 

No ofrezcas bebidas azucaradas, con cafeína o alcohólicas a una persona con golpe de calor.

Evite también las bebidas muy frías, ya que pueden provocar calambres estomacales.

Comience la reanimación cardiopulmonar si la persona pierde el conocimiento y no muestra signos de circulación, como respiración, tos o movimiento.