El consumo de vitamina D no afecta la incidencia de cáncer ni de enfermedad cardiovascular

La suplementación con vitamina D no pareció influir en la incidencia de cáncer o eventos de enfermedad cardiovascular importantes en adultos mayores que en gran medida ya tenían niveles adecuados de vitamina D, según un nuevo estudio controlado aleatorizado.

Advertisements

En la cohorte de casi 2500 individuos sanos, los investigadores no encontraron diferencias en la incidencia de cáncer o enfermedades cardiovasculares durante 5 años entre los grupos asignados aleatoriamente a la suplementación con vitamina D y al placebo.

Los hallazgos, publicados en versión electrónica el 4 de enero en American Journal of Clinical Nutrition, pueden estar influenciados por el hecho de que la mayoría de los participantes tenían suficientes niveles de vitamina D al inicio y, por lo tanto, recibieron dosis de vitamina D más altas que las recomendadas durante el estudio.

“La suplementación con vitamina D3 con 1.600 o 3.200 UI/día durante 5 años no redujo la incidencia de eventos importantes de enfermedad cardiovascular, ningún cáncer invasivo ni la mortalidad entre los adultos mayores generalmente sanos y con niveles adecuados de vitamina D en Finlandia”, escribieron los autores, dirigidos por Jyrki Virtanen, nutriólogo, Ph. D., profesor asociado de nutrición y salud pública en University of Eastern Finland, en Kuopio, Finlandia.

“El bajo número de sujetos con concentraciones bajas de vitamina D también nos sorprendió un poco, pero probablemente refleja la política de enriquecimiento de alimentos que es bastante exitosa en Finlandia”, declaró Virtanen a Medscape Noticias Médicas.

Advertisements

Investigaciones anteriores han encontrado que la insuficiencia de vitamina D está asociada con un mayor riesgo de casi todas las enfermedades. Aunque la evidencia sobre los beneficios de la suplementación con vitamina D sigue siendo más limitada, tres metanálisis publicados en 2019 informaron una reducción constante y significativa de 13% en la mortalidad por cáncer en quienes recibieron suplementos de vitamina D.

En este estudio, Virtanen y sus colaboradores investigaron los efectos de la suplementación con vitamina D3 sobre la incidencia de cáncer y enfermedades cardiovasculares en una cohorte de 2.495 participantes sanos.

Los hombres de edad igual o mayor a 60 años y las mujeres de edad igual o mayor a 65 años fueron asignados aleatoriamente a uno de tres grupos: placebo, 40 microgramos (1.600 UI) de vitamina D3 diaria u 80 microgramos (3.200 UI) de vitamina D3 diaria.

Los datos recopilados al inicio y durante todo el ensayo incluyeron: concentraciones séricas de 25(OH)D, nutrición, exposición al sol, uso de medicamentos, salud mental y otros factores que podrían afectar el riesgo de enfermedad.

Los desenlaces primarios del estudio fueron incidentes de enfermedad cardiovascular mayor y cáncer invasivo. Los criterios de desenlace secundarios incluyeron la incidencia de infarto de miocardioictus y mortalidad por enfermedad cardiovascular, así como cánceres específicos y muerte por cáncer.

El seguimiento se realizó a través de cuestionarios de estudio anuales y datos del registro nacional. Una subcohorte representativa de 551 participantes tuvo evaluaciones en persona más detalladas. En la subcohorte, la concentración sérica media de 25(OH)D fue de 75 nmol/l (30 ng/ml) al inicio del estudio; 9,1% tenía concentraciones < 50 nmol/l (20 ng/ml) y 50,0% tenía concentraciones ≥ 75 nmol/l (30 ng/ml).

Los autores no identificaron diferencias importantes entre los tres grupos al inicio, pero notaron que, en comparación con la población general del estudio, los de la subcohorte eran más jóvenes, más propensos a usar sus propios suplementos de vitamina D y más propensos a calificar su salud como buena o excelente.

Advertisements

Entre los 503 participantes que tenían datos completos desde el inicio, el aumento promedio de la 25(OH)D sérica en los participantes que recibieron 1.600 UI/día de vitamina D3 fue de 23,4 nmol/l (9,4 ng/ml) y 43,6 nmol/l (17,4 ng/ml) en el grupo que recibió 3.200 UI/día entre el inicio y los 6 meses. Los autores observaron un pequeño aumento adicional en los niveles entre los seguimientos de los 6 y los 12 meses, pero pocos cambios en los niveles de vitamina D3 en el grupo de placebo.

A los 5 años de seguimiento, se produjeron eventos de enfermedad cardiovascular importantes en el 4,9% de los participantes en el grupo de placebo, 5% en el grupo de 1.600 UI/d (hazard ratio [HR]: 0,97) y 4,3% en el grupo de 3.200 UI/día (HR: 0,84; p = 0,44). Se diagnosticó cáncer invasivo durante el seguimiento en el 4,9% de los que recibieron placebo, 5,8% de los que recibieron suplementos de 1.600 UI/día (HR: 1,14; p = 0,55) y 4,8% en el grupo de 3.200 UI/d (HR: 0,95; p = 0,81). No se observaron diferencias significativas en los desenlaces secundarios ni en la mortalidad total.

Los autores no realizaron un subanálisis en los participantes que tenían concentraciones bajas de 25(OH)D al inicio porque “había muy pocos participantes para hacer análisis significativos”, dijo Virtanen, quien señaló que las muestras de sangre estaban disponibles para un subgrupo representativo de 550 sujetos y solo 9% de ellos tenían concentraciones bajas de 25(OH)D al inicio.

Virtanen sugirió que los futuros ensayos de administración de suplementos de vitamina D deben enfocarse en reclutar participantes con niveles bajos de vitamina D.

Para más contenido siga a Medscape en FacebookTwitterInstagram y YouTube.

Los suplementos de vitamina D y omega-3 reducen el riesgo de enfermedades autoinmunes

Para quienes no podemos sentarnos al sol y pescar todo el día, lo mejor para prevenir enfermedades autoinmunes podría ser la suplementación con vitamina D y ácidos grasos omega-3 derivados del aceite de pescado, sugieren los resultados de un ensayo prospectivo aleatorizado a gran escala.

https://pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js?client=ca-pub-8720674443233719 (adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});

Entre casi 26.000 adultos inscritos en un ensayo aleatorizado diseñado principalmente para estudiar los efectos de la suplementación con vitamina D y omega-3 sobre la incidencia de cáncer y enfermedad cardiovascular, 5 años de suplementación con vitamina D se asociaron con una reducción de 22% en el riesgo de enfermedades autoinmunes confirmadas y la suplementación con ácidos grasos omega-3 por 5 años se asoció con una reducción de 18% en las enfermedades autoinmunes incidentes confirmadas y probables, informó la Dra. Karen H. Costenbader, maestra en salud pública del Brigham & Women’s Hospital, en Boston, Estados Unidos.

“La importancia clínica de estos resultados es muy alta, dado que se trata de suplementos no tóxicos y bien tolerados y que no se conocen otras terapias efectivas para reducir la incidencia de enfermedades autoinmunes”, comentó durante el Congreso Anual del American College of Rheumatology Convergence 2021.

“Las personas tienen que tomar los suplementos durante mucho tiempo para comenzar a ver la reducción del riesgo, especialmente con la vitamina D, pero tiene sentido biológicamente y las enfermedades autoinmunes se desarrollan lentamente con el tiempo, por lo que tomarlos hoy no reducirá el riesgo de desarrollar algo mañana”, manifestó la Dra. Costenbader a Medscape Noticias Médicas.

“Estos suplementos tienen otros beneficios para la salud. Obviamente, el aceite de pescado es antiinflamatorio y la vitamina D es buena para la prevención de la osteoporosis, especialmente en pacientes que toman glucocorticoesteroides. Las personas que por lo demás están sanas y tienen antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes también podrían considerar empezar a tomar estos suplementos”, destacó.

Después de ver su presentación, el comoderador de la sesión, Dr. Gregg Silverman, de la NYU Langone School of Medicine, en Nueva York, Estados Unidos, que no participó en el estudio, comentó: “Voy a la tienda de nutrición GNC para obtener algunas vitaminas”.

Cuando se le pidió un comentario, otra moderadora de la sesión, la Dra. Tracy Frech, de la Vanderbilt University, en Nashville, Estados Unidos, dijo: “Creo que el trabajo de la Dra. Costenbader es muy importante y su presentación excelente. Mi práctica actual es la suplementación con vitamina D en pacientes con enfermedades autoinmunes con niveles bajos y de acuerdo con las guías clínicas de salud ósea. Además, hablo de la suplementación con omega-3 con los pacientes con síndrome de Sjögren como consideración”.

Evidencia

La Dra. Costenbader señaló que en un estudio observacional de 2013 en Francia, la vitamina D derivada de la exposición a la luz ultravioleta se asoció con un menor riesgo de enfermedad de Crohn incidente, pero no de colitis ulcerosa y en dos análisis de datos en 2014 del Nurses’ Health Study, tanto los altos niveles plasmáticos de 25-hidroxivitamina D [25(OH)D] como la residencia geográfica en áreas de alta exposición a los rayos ultravioleta se asociaron con una menor incidencia de artritis reumatoide.

Otros estudios observacionales han respaldado a los ácidos grasos omega-3 por sus propiedades antiinflamatorias, incluido un estudio de cohorte prospectivo danés de 2005 que mostró un menor riesgo de artritis reumatoide en los participantes que informaron niveles más altos de ingesta de pescado graso.[5] En un estudio separado realizado en 2017, los voluntarios sanos con proporciones más altas de ácidos grasos omega-3/lípidos totales en las membranas de los glóbulos rojos tenían una menor prevalencia de anticuerpos antipéptido citrulinado cíclico y factor reumatoide y una menor incidencia de progresión a artritis inflamatoria, añadió.

Advertisements

Estudio complementario

Sin embargo, a pesar de la evidencia no ha habido ensayos prospectivos aleatorizados para probar los efectos de la suplementación con vitamina D o ácidos grasos omega-3 sobre la incidencia de enfermedades autoinmunes a lo largo del tiempo.

Para rectificar esto, la Dra. Costenbader y sus colaboradores incorporaron un estudio complementario al ensayo de vitamina D y omega-3 (VITAL), que tuvo como desenlace primario la incidencia de cáncer y enfermedades cardiovasculares.

Se inscribió un total de 25.871 participantes, incluidos 12.786 hombres de 50 años o más y 13.085 mujeres de 55 años o más.

El estudio tuvo un diseño factorial 2 x 2, con pacientes asignados al azar a recibir 2.000 UI/día de vitamina D o placebo, y luego aleatorizados a recibir 1 g/día de ácidos grasos omega-3 o placebo en la aleatorización primaria de vitamina D y placebo.

Al inicio del estudio se evaluó a 16.956 participantes para determinar los niveles de 25-hidroxivitamina D y el índice de omega 3 en plasma, la proporción de ácido eicosapentaenoico y ácido docosahexaenoico con respecto a los ácidos grasos totales. Los participantes informaron anualmente la línea de base y las enfermedades autoinmunes incidentes, y los informes fueron confirmados por la revisión de registros médicos y los criterios de enfermedad siempre que era posible.

Resultados

A los 5 años de seguimiento se habían producido incidentes de enfermedades autoinmunes confirmadas en 123 pacientes del grupo de tratamiento con vitamina D, en comparación con 155 en el grupo placebo de vitamina D, lo que se traduce en un hazard ratio para la vitamina D de 0,78 (p = 0,045).

En el grupo de omega-3 activo, 130 participantes desarrollaron una enfermedad autoinmune, en comparación con 148 en el grupo de omega-3 de placebo, lo que se tradujo en un hazard ratio no significativo de 0,85.

No hubo interacción estadística entre ambos suplementos. Los investigadores observaron una interacción entre la vitamina D y el índice de masa corporal, con un efecto más fuerte entre los participantes con un índice de masa corporal bajo (p = 0,02). También hubo una interacción entre los ácidos grasos omega-3 y los antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes (p = 0,03).

En el análisis multivariado ajustado por edad, sexo, raza y otro grupo de suplementos, la vitamina D sola se asoció con un hazard ratio para la enfermedad autoinmune incidente de 0,68 (p = 0,02), el omega-3 solo se asoció con un hazard ratio no significativo de 0,74 y la combinación se asoció con un hazard ratio de 0,69 (p = 0,03).

La Dra. Costenbader y sus colaboradores reconocieron que el estudio estaba limitado por la falta de una población de alto riesgo o deficiente nutricionalmente, donde los efectos de la suplementación podrían ser mayores; la restricción de la muestra a adultos mayores y la dificultad de confirmar la enfermedad tiroidea autoinmune incidente a partir de los informes de los pacientes.

Cheryl Koehn, de Vancouver, Canadá, defensora de pacientes con artritis, que no participó en el estudio, comentó en la sección chat de la presentación que su reumatólogo “ha recomendado la vitamina D durante años. Dice que básicamente todo el mundo al norte de Boston tiene deficiencia de vitamina D. Tomo 1.000 UI por día. Lo he estado tomando durante años”. Koehn es la fundadora y presidenta de Arthritis Consumer Experts, un sitio web que brinda educación a las personas con artritis.

“De acuerdo. Digo a todos los pacientes que tomen un suplemento de vitamina D”, comentó la Dra. Fatma Dedeoglu, reumatóloga del Boston Children’s Hospital.

El estudio fue apoyado por National Institutes of Health. La Dra. Costenbader, el Dr. Silverman, Koehn y la Dra. Dedeoglu han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. 

Para más contenido siga a Medscape en FacebookTwitterInstagram y YouTube.

Déficit de vitamina D: aumento de las determinaciones y necesidad de más evidencias sobre su rol extraóseo

El déficit de vitamina D se ha convertido en un problema de salud pública a nivel mundial al tiempo que se le ha relacionado con enfermedades cardiovasculares, diabetes, marcadores de inflamación y otras alteraciones. Asimismo, tanto el potencial rol de este déficit en relación con el SARS-CoV-2 como las ventajas que podría tener la suplementación de esta vitamina en la prevención o el abordaje de la COVID-19 han sido cuestiones recurrentes durante la pandemia. El análisis y la actualización de estos aspectos implicados en la hipovitaminosis D centró varias sesiones celebradas en el marco del 62 Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Advertisements

“A raíz del creciente interés por el tratamiento de la hipovitaminosis D, en los últimos años se ha incrementado el número de determinaciones, aunque el cribado universal de vitamina D no está indicado en la población general (solo debe hacerse en la de riesgo). Aún no se conoce realmente su alcance, ya que la prevalencia de este déficit sigue siendo incierta, pues los datos de muchos países son escasos”, explicó la Dra. María Rosa Alhambra, especialista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Reina Sofía, de Córdoba.

Hipovitaminosis… ¿de moda?

La Dra. Alhambra comentó que se estima que este déficit puede afectar a todos los grupos étnicos y de edad, incluso en países con exposición solar todo el año. “En la población española la prevalencia del déficit de vitamina D (niveles de calcidiol por debajo de 20 ng/ml) oscila entre 30% en los jóvenes y 87% en los adultos de edad avanzada institucionalizados, siendo en las edades intermedias y en adultos mayores no institucionalizados entre 50% y 70%”.

“Se ha demostrado que tanto la exposición solar como el consumo de alimentos ricos en vitamina D son insuficientes para proporcionar la dosis adecuada diaria de esta vitamina, aunque es la recomendación inicial para la población”, añadió la especialista, quien puso en contexto la “tendencia” actual de recomendar suplementos.

“Por el momento sabemos que este déficit se asocia con un mayor riesgo de fracturas osteoporóticas y los estudios demuestran que unos niveles adecuados pueden reducir cerca de 30% el riesgo de fractura, de ahí la importancia de asegurar un aporte óptimo de vitamina D en pacientes con riesgo de osteoporosis. Esta suplementación, sin embargo, no está tan clara en el caso de otras enfermedades”, destacó la especialista.

La Dra. Alhambra recordó que la pauta actual respecto a la suplementación indica que los pacientes con déficit de vitamina D (menos de 12 ng/ml) o insuficientes (menos de 20 ng/ml) deben recibir suplementación para tratar la deficiencia/insuficiencia, mientras que en pacientes sin deficiencia/insuficiencia solo se debe suplementar en caso de presentar osteoporosis.


En su análisis de los datos más recientes respecto a los efectos de la vitamina D más allá de la salud esquelética, la Dra. Alhambra explicó que el sistema endocrino de la vitamina D regula un gran número de genes (aproximadamente 200) en células y tejidos no relacionados con la homeostasis del calcio, los cuales a su vez están involucrados en la regulación de procesos de crecimiento y maduración celular, la inhibición del eje renina-angiotensina-aldosterona y la secreción/sensibilidad a la insulina, “de ahí que en los últimos tiempos hayan proliferado publicaciones que relacionan a la vitamina D con la enfermedad cardiovascular, la función muscular, el cáncer o la diabetes”.

Advertisements

Efectos extraesqueléticos: hipótesis y certezas 

La Dra. Alhambra hizo un repaso a las últimas evidencias arrojadas por estas investigaciones. “En cuanto a la salud cardiovascular, la relación entre el déficit de vitamina D y la arteriosclerosis es compleja. Al parecer ese déficit produce un aumento de la paratohormona, la cual incide sobre las células pancreáticas, produciendo una disfunción y una insulinorresistencia que favorecen el síndrome metabólico. El aumento de la paratohormona también da lugar a un aumento de la inflamación en sí misma y actúa sobre el eje renina-angiotensina-aldosterona, produciendo la hipertrofia del ventrículo izquierdo. Todo esto en su conjunto favorecería la arteriosclerosis y, por tanto, aumentaría el riesgo cardiovascular”.

“Asimismo, en múltiples estudios se ha visto una asociación entre los niveles de vitamina D y la hipertensión arterial, tanto en personas normotensas como hipertensas, pero los trabajos que valoran el efecto de la suplementación sobre la hipertensión arterial han arrojado resultados heterogéneos. Por tanto, y a pesar de estas aproximaciones, no hay evidencias que avalen el uso de la suplementación para prevenir el riesgo cardiovascular, entendiendo por tal el ictus o el infarto agudo de miocardio, ni tampoco de que mejore los factores de riesgo, como la glucosa, los lípidos o la tensión arterial”.

Más consistentes son los datos respecto al impacto de la suplementación en la fuerza muscular y la prevención de caídas, aunque, según la Dra. Alhambra, es un tema en el que aún hay cuestiones por dilucidar, “pues los resultados son discordantes en la multitud de ensayos clínicos publicados, en los que hay diferencias en cuanto a criterios de inclusión, niveles iniciales de vitamina D y esquemas de dispensación de la vitamina”.

“Sin embargo, parece claro que hay mayor beneficio sobre la fuerza muscular cuando los niveles iniciales de vitamina D están por debajo de 10 ng/ml y también, según concluye la mayoría de los ensayos, que los suplementos diarios de vitamina D en personas de edad avanzada con déficit pueden mejorar modestamente la función muscular, el equilibrio y disminuir el riesgo de caídas, pero no están definidas las dosis ni la frecuencia de administración asociadas a estos beneficios”.

Beneficios respiratorios y menor mortalidad

También hay evidencias respecto a los beneficios a nivel de las infecciones respiratorias y el riesgo de mortalidad. “La vitamina D está implicada en la respuesta inmune, tanto innata como adquirida, con un efecto positivo en la prevención de infecciones respiratorias. En este sentido se ha visto que la suplementación es segura y que tiene un efecto protector leve y también que los mayores beneficios se obtienen cuando se administran dosis diarias o semanales frente al empleo de bolos, siendo los principales beneficiarios los pacientes con hipovitaminosis D. Asimismo, hay estudios epidemiológicos que sugieren que tener niveles bajos (menores de 10 a 20 ng/ml) se asocia a una mayor mortalidad”.

En cuanto al nexo entre esta vitamina y el riesgo de desarrollar determinados tipos de tumores, la Dra. Alhambra comentó que solo se han obtenido resultados consistentes que asocien el déficit de vitamina D con el cáncer de colon. “En los de mama y próstata, en los que se había sugerido esta asociación, los resultados no son tan consistentes. Respecto a la prevención y tratamiento del cáncer, tampoco hay evidencias que lleven a suplementar vitamina D. Está claro que hay que tratar la deficiencia (pacientes con niveles de 25-hidroxivitamina D [25(OH)D] inferiores a 20 ng/ml), pero sin plantear esta suplementación con un objetivo preventivo”.

Recopilando todos estos datos, la especialista incidió en que hasta el momento no existe una asociación causal entre los niveles bajos de vitamina D y las enfermedades cardiovasculares, las metabólicas o el cáncer. “Hay que tener en cuenta que la mayoría de estudios de los que se dispone es observacional, lo que no permite confirmar este tipo de relación. Además, tampoco existen estudios prospectivos que definan los niveles óptimos de 25-hidroxivitamina Dnecesarios para mantener la salud extraesquelética”, afirmó la Dra. Alhambra.

Advertisements

SARS-CoV-2 y calcifediol: lecciones pandémicas

Por su parte, el Dr. José Manuel Quesada, especialista del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) y del Hospital Universitario Reina Sofía, en Córdoba, abordó en su ponencia sobre el sistema endocrino de la vitamina D y la COVID-19, los principales hallazgos extraídos de la pandemia en relación con el papel tanto de la hipovitaminosis D como de la suplementación en los pacientes infectados por el SARS-CoV-2.

“Al referirnos a la vitamina D tenemos que hablar de un sistema endocrino en el que calcifediol es el marcador que nos indica cuál es la reserva en el organismo de esta vitamina, que tiene un amplio espectro de efectos sobre la salud. En el contexto de la COVID-19, lo que más interesaba era su impacto en el sistema inmune y la función pulmonar y en este sentido disponemos de datos básicos y preclínicos que muestran que el sistema endocrino de la vitamina D podría tener efectos beneficiosos sobre la gravedad de la infección por SARS-CoV-2″, afirmó el Dr. Quesada.

El especialista comentó cómo al principio de la pandemia se describieron correlaciones inversas entre las concentraciones de medias históricas de los niveles de 25-hidroxivitamina D y la incidencia y mortalidad por COVID-19 en distintos países europeos. “También se publicó que el riesgo relativo de ser positivo en COVID-19 es 1,77 veces mayor en los pacientes con estatus deficientes de 25-hidroxivitamina D en relación a los que no presentan ese déficit”.

“Otras evidencias fueron que la prevalencia del virus era muy alta en pacientes con niveles de menos de 20 ng/ml; que la deficiencia de 25-hidroxivitamina D sérica (menos de 30 ng/ml) reduce el riesgo de resultados clínicos adversos en pacientes con infección por COVID-19 y que la gravedad clínica, después de ajustar otros factores, persistía en aquellos pacientes con niveles por debajo de 30 ng/ml. Asimismo, la deficiencia de 25-hidroxivitamina D se asoció con una mortalidad significativamente mayor, con unas tasas más altas de ingresos y también con estancias hospitalarias más prolongadas”, añadió el Dr. Quesada.

Estrategia terapéutica potencial

En cuanto al rol terapéutico/preventivo de la suplementación, el especialista, que es profesor honorífico de la Universidad de Córdoba, comentó los resultados de los estudios que se llevan a cabo respecto al tratamiento con calcifediol (25-hidroxivitamina D), que muestran sus ventajas respecto a colicalciferol (vitamina D3):[1]“Se ha visto que calcifediol recupera los niveles normales de25-hidroxivitamina D más rápido, tiene una potencia entre 3,5 y 5 veces mayor para elevar los niveles séricos de 25-hidroxivitamina D, ofrece una respuesta más predecible y una mayor tasa de absorción intestinal, especialmente en los casos de mala absorción, evita el paso hepático (algo importante en los pacientes con insuficiencia hepática avanzada) y es más hidrofílico que colicalciferol, lo que se traduce en una menor tasa de secuestro en el tejido adiposo”.

Según el Dr. Quesada, en base a las implicaciones de evidencia disponibles se puede decir que mejorar rápida y precozmente el estatus de la vitamina D (niveles séricos de 25-hidroxivitamina D) con calcifediol en pacientes hospitalizados por COVID-19 puede disminuir la morbilidad y la mortalidad asociadas a esta infección.

“Este tratamiento es costo-efectivo y su amplia disponibilidad podría tener implicaciones terapéuticas para el tratamiento de esta enfermedad en todo el mund; por otro lado, el tratamiento con calcifediol para mantener niveles adecuados de 25-hidroxivitamina D podría ser un enfoque terapéutico rentable, accesible y seguro para la prevención de la COVID-19”, concluyó el Dr. Quesada.

La Dra. Alhambra y el Dr. Quesada han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

Siga a Carla Nieto de Medscape en español en Twitter @carlanmartinez.

Para más contenido siga a Medscape en FacebookTwitterInstagram y YouTube.