El deterioro cognitivo por COVID-19 podría aumentar las tasas globales de demencia

El deterioro cognitivo es frecuente después de la infección por COVID-19; nuevos hallazgos brindan información muy necesaria sobre la trayectoria dinámica a largo plazo de los cambios cognitivos después de COVID-19.

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“Descubrimos que la COVID-19, especialmente la COVID-19 grave, se asoció con un mayor riesgo de deterioro cognitivo posterior a la infección y una velocidad más rápida de deterioro cognitivo longitudinal”, compartió con Medscape Noticias Médicas el Dr. Yan-Jiang Wang, Ph. D, profesor y director del Departamento de Neurología y el Center for Clinical Neuroscience del Daping Hospital, en Chongqing, China.

Lo que es “más preocupante”, comentó el Dr. Wang, es que la COVID-19 “aumentaría significativamente la carga mundial de demencia en la era posterior a COVID-19”.

El estudio fue publicado en versión electrónica el 8 de marzo en JAMA Neurology.

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Consecuencias cognitivas

Los hallazgos se basan en 1.438 sobrevivientes de COVID-19 (48% hombres; mediana de edad: 69 años), incluidos 260 con enfermedad grave y 1.178 con enfermedad no grave, dados de alta de tres hospitales designados para COVID-19 en Wuhan, China. así como 438 controles no infectados (51% hombres; mediana de edad: 67 años).

Antes de infectarse con COVID-19, ninguno de los participantes del estudio tenía deterioro cognitivo, un trastorno neurológico concomitante o antecedentes familiares de demencia, o enfermedad o malignidad cardiaca, hepática o renal grave.

A los 12 meses posteriores al alta, 12,5% de los sobrevivientes de COVID-19 habían desarrollado deterioro cognitivo, definido por una puntuación de 20 o menos en la entrevista telefónica del estado cognitivo-40 (TICS-40).

A los seis meses, 10% de las personas con COVID-19 grave tenían demencia y a los 12 meses, 15% tenía demencia. A los seis y 12 meses, alrededor de 26% de los pacientes que sobrevivieron a la COVID-19 grave tenían un deterioro cognitivo leve.

La incidencia de demencia y deterioro cognitivo leve fue significativamente mayor en estos casos graves de COVID-19 que en los casos y controles no graves.

En un análisis ajustado, COVID-19 grave se asoció con un mayor riesgo de deterioro cognitivo de aparición temprana (odds ratio [OR]: 4,87; intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 3,30 a 7,20), deterioro cognitivo de aparición tardía (OR: 7,58; IC 95%: 3,58 a 16,03) y deterioro cognitivo progresivo (OR: 19,00; IC 95%: 9,14 a 39,51), y la COVID-19 no grave se asoció con un mayor riesgo de deterioro cognitivo de aparición temprana ( OR: 1,71; IC 95%: 1,30 a 2,27).

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Las complicaciones cognitivas son comunes en la fase aguda de COVID-19; sin embargo, las consecuencias a largo plazo de COVID-19 en la cognición siguen sin estar claras. Este estudio agrega información novedosa sobre el cambio dinámico en la cognición de los sobrevivientes de COVID-19, comentó el Dr. Wang a Medscape Noticias Médicas.

Es de destacar, escribieron los investigadores, el hecho de que 21% de las personas con COVID-19 grave tuvieron un deterioro cognitivo progresivo, lo que sugiere que COVID-19 puede causar daños duraderos en la cognición.

“Estos hallazgos implican que la pandemia podría contribuir sustancialmente a la carga mundial de demencia en el futuro”, agregaron.

“Dado que los sobrevivientes de COVID-19 grave tienen un alto riesgo de desarrollar deterioro cognitivo a largo plazo, se deben tomar medidas para proteger el cerebro en la etapa aguda de la infección y prevenir el deterioro cognitivo después del alta hospitalaria”, concluyó el Dr. Wang.

Este estudio recibió el apoyo de la Fundación Nacional de Ciencias Naturales de China. Los autores han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Un informe internacional señala la depresión como crisis global desatendida

La depresión debe considerarse un problema de salud pública que tiene que afrontarse como una crisis global relevante. Esta conclusión forma parte del informe más completo publicado sobre este tema en la revista The Lancet. Se calcula que 5% de la población adulta mundial sufre depresión, aunque existen diferencias regionales.

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El artículo publicado el martes 15 de febrero fue elaborado por 25 especialistas de 11 países que forman la Lancet-World Psychiatric AssociationCommission para la depresión. Este grupo, que comprende disciplinas de neurociencia para la salud global y varios profesionales con experiencia en depresión, investigó y revisó estudios durante casi cuatro años para llegar a las recomendaciones presentadas.

El Dr. Christian Kieling, psiquiatra y profesor asociado de la Universidade Federale do Rio Grande do Sul, en Porto Alegre, Brasil, y copresidente de la comisión internacional, afirmó que “no hay otra enfermedad tan frecuente, tan onerosa, tan universal ni tan tratable como la depresión, pero recibe poca atención y recursos públicos”.

Los mitos y los prejuicios que siguen interfiriendo en la compresión de esta enfermedad y la falta de recursos psicosociales y económicos preocupan a los comisionados. En los países con renta alta no se diagnostican ni reciben tratamiento al menos 50% de las personas con depresión. Esta situación se complica en los países con una renta media o baja como Brasil, donde el porcentaje de pacientes sin diagnosticar alcanza 80% a 90%. Este panorama empeoró por la pandemia de COVID-19, que provocó dificultades adicionales como aislamiento social, luto, incertidumbre, dificultades y acceso limitado a los servicios sanitarios.

Todo esto subió el costo elevado que supone esta enfermedad. Los comisionados creen que incluso antes de la pandemia de COVID-19 la pérdida de productividad económica ligada a la depresión costaba a la economía global casi 1 billón de dólares estadounidenses al año.

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La inmersión en este tema llevó a los comisionados a proponer que el diagnóstico de la depresión sea una prioridad e implique más especialidades aparte de la psiquiatría y la psicología. La intención es que la identificación de los signos y los síntomas forme parte de las consultas de varias especialidades, igual que sucede con la diabetes y la hipertensión, enfermedades que deben ser comprobadas por todos los médicos.

La comisión también señaló que es preciso formar e implicar en la atención a esta enfermedad a una red todavía más amplia. “Debemos preparar a las personas con experiencia en depresión junto a las familias, los profesionales, los políticos y la sociedad civil para enfrentarse a la avalancha de necesidades desatendidas, además de compartir sus experiencias para prevenir la estigmatización, apoyar a otras personas con informaciones sobre la enfermedad y posibilidades de ayuda y dedicar más recursos para programas basados en evidencias científicas”, explicó el coautor Dr. Charles Reynolds, del Departamento de Psiquiatría de la University of Pittsburgh School of Medicine, en Pittsburgh, Estados Unidos.

Los comisionados argumentan que la implicación de personal no especialista reclutado localmente, con amplia disponibilidad y costo bajo, como agentes comunitarios de salud y consejeros sin experiencia, sería una forma de afrontar la escasez de profesionales sanitarios cualificados y de superar los obstáculos económicos.

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Método más amplio

Los comisionados revisaron también el sistema actual de clasificación de las personas con síntomas de depresión. Llegaron a la conclusión de que usar solo dos categorías (depresión clínica o no) es una simplificación que no tiene en cuenta la variedad de síntomas y de manifestaciones ni tampoco es suficiente para iniciar el tratamiento. Por estos motivos recomiendan un método más personalizado y por etapas.

“De manera parecida al tratamiento del cáncer, el método por etapas analiza la depresión a lo largo de una evolución continua, del bienestar al sufrimiento transitorio, hasta un trastorno depresivo real y proporciona una estructura para recomendar intervenciones proporcionadas desde el inicio de la enfermedad”, observó el Dr. Vikram Patel, Ph. D., y profesor adjunto de Salud global del Departamento de Salud Global y Medicina Social de la Harvard Medical School, en Boston, Estados Unidos.

A pesar de que es una enfermedad frecuente, la depresión sigue siendo objeto de mucha desinformación y prejuicio. Por este motivo, el informe insiste en que es una enfermedad marcada por su persistencia y por la repercusión notable en el funcionamiento diario y sus consecuencias para la salud a largo plazo. Puede afectar a cualquier persona, con independencia del sexo, origen, clase social o edad y existen variaciones en los tipos y en la prevalencia de los signos y los síntomas depresivos entre culturas y poblaciones. El riesgo aumenta en circunstancias adversas, como pobreza, violencia, desarraigo y género, raza u otras formas de discriminación y es más alto en adolescentes y adultos jóvenes.

El avance de la depresión sin tratamiento puede tener un desenlace trágico. Los estudios indican que 70% a 80% de las personas que se suicidan en los países con renta alta y casi 50% de las que se suicidan en los países con renta media o baja presentan enfermedades psiquiátricas y la más frecuente es la depresión. La depresión está ligada también a enfermedades somáticas y crónicas.

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La prevención es el aspecto menos valorado del problema según los autores del informe. Básicamente faltan políticas públicas con ese objetivo. Para este grupo de especialistas las sociedades deben concienciarse de que atender la depresión es una necesidad que no puede retrasarse más.

“Ante los efectos prolongados de la depresión en la adolescencia, desde dificultades escolares y en relaciones futuras hasta el riesgo de drogadicción, automutilación y suicidio, invertir en la prevención de la depresión es muy rentable. Es fundamental que pongamos en práctica intervenciones basadas en evidencias científicas que apoyen la paternidad, disminuyan la violencia en la familia o el acoso escolar, además de promover la salud mental en el trabajo y de abordar la soledad de las personas de edad avanzada”, consideró la coautora, Dra. Lakshmi Vijayakumar, de Sneha, Suicide Prevention Centre andVoluntary Health Services, en Chenai, India.

La desigualdad es otro factor de riesgo potente. “Las políticas que disminuyen las desigualdades raciales o étnicas, las desventajas sistemáticas de las mujeres y que apoyan la distribución justa de la renta mediante una cobertura sanitaria universal y la ampliación de las oportunidades educativas pueden ser medidas preventivas muy poderosas”, concluyó la Dra. Helen Herrman de Orygen, National Centre for Excellence in Youth Mental Health y de la University of Melbourne, en Australia, y presidenta de la comisión.

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Trastornos alimentarios: pacientes con trastorno de atracón, los más afectados por la pandemia y el confinamiento

Numerosas las evidencias indican que la situación generada por el SARS-CoV-2 en general y el confinamiento en particular han tenido un impacto significativo en la salud mental de la población. Y también hay datos que reflejan que las personas con trastornos de la conducta alimentaria han sido particularmente vulnerables a esta circunstancia.

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Con la intención de profundizar sobre este impacto, un grupo de especialistas (principalmente psiquiatras, endocrinólogos y fisiólogos) puso en marcha una investigación internacional cuyo objetivo principal fue determinar cómo ha sido la adaptación de estos pacientes a las situaciones creadas por la pandemia.

“En el estudio se evaluó una amplia muestra clínica (829 participantes en total) conformada por individuos con trastornos de la conducta alimentaria procedentes de varios países de Europa (España, Portugal, Austria, Alemania, Rusia, Lituania, República Checa y Ucrania) y Asia (China, Corea y Japón), teniendo en cuenta los diferentes trastornos de la conducta alimentaria y un amplio rango de edad, que incluía población adolescente y adulta. El objetivo fue examinar la sintomatología alimentaria y el estado psicopatológico general de estos pacientes durante la situación de confinamiento a través del uso de un método validado y homogéneo de evaluación, como la COVID-19 Isolation Eating Scale (CIES)”, declaró a Medscape en español Isabel Baenas, del Departamento de Psiquiatría del Hospital Universitario de Bellvitge-IDIBELL de Barcelona, y una de las autoras de la investigación.

Edad, geografía y subtipo de trastorno

Los resultados pusieron en evidencia diferencias en los cambios psicopatológicos asociados principalmente a tres variables: edad, procedencia geográfica y tipo de trastorno de la conducta alimentaria.

Respecto a por qué se seleccionaron específicamente estos tres parámetros para determinar el impacto en estos pacientes, Baenas explicó: “Basándonos en la literatura existente relativa a trastornos de la conducta alimentaria y en los estudios surgidos en relación con la situación de pandemia y confinamiento, se consideró imprescindible evaluar los cambios psicopatológicos a nivel alimentario y general en función del tipo de trastorno alimentario, teniendo en cuenta, por un lado, las diferencias clínicas entre los distintos tipos de trastorno y por otro, los datos que apuntaban a un impacto diferencial de esta situación excepcional entre los diferentes trastornos de la conducta alimentaria”.

“A esto se añade una posible influencia de la edad y factores socio-demográficos, como la procedencia geográfica. Así, en el estudio se hipotetizaron diferencias en cuanto a la personalidad y estrategias de afrontamiento descritas entre individuos de diferentes procedencias geográficas como posibles factores moduladores de la adaptación a una situación adversa estresante, como la pandemia de COVID-19 y el confinamiento asociado”, añadió la experta.

Baenas destacó las principales conclusiones aportadas por esta investigación: “Dentro de los tipos de trastornos de la conducta alimentaria, las personas con un diagnóstico de trastorno por atracón reportaron una mayor repercusión en la sintomatología alimentaria frente a los sujetos con otros trastornos específicos de la conducta alimentaria, en los que se describió una mayor afectación a nivel de psicopatología general (p. ej., ansiedad, síntomas depresivos). Asimismo, en el caso de los pacientes con anorexia nerviosa, la situación pandémica ha podido exacerbar la tendencia al control de la ingesta, describiéndose el patrón restrictivo como el predominante en algunos casos durante este periodo”.

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Mayor sintomatología y aumento de peso

En opinión de Baenas, las razones que explican este mayor impacto en el caso del trastorno de atracón respecto a otros subgrupos de trastornos de la conducta alimentaria son varias: “La alteración del estilo de vida y de las rutinas junto con los cambios en hábitos alimentarios relacionados con el miedo a la falta de provisiones durante el confinamiento (p. ej., almacenar comida en casa), la tendencia al picoteo entre horas, etc., han podido favorecer el aumento de peso en estos pacientes y también en otros, como los que tienen bulimia nerviosa“.

Por su parte, el Dr. Francisco J. Tinahones, director científico del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga, IBIMA, y presidente saliente de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), que también participó en el estudio, puso de relieve otro factor importante: la mayor vulnerabilidad frente al aumento del peso de aquellos individuos que ya presentan sobrepeso y obesidad (afecciones frecuentemente comórbidas en los casos de trastorno por atracón), que también podrían haber influido en los cambios de peso observados en las personas con este trastorno, así como en el mayor impacto de la psicopatología alimentaria respecto a otro tipo de trastornos de la conducta alimentaria.

“De hecho, en muchos pacientes con obesidad el trastorno por atracón está en la génesis de su problema. El estudio refleja que los pacientes con trastorno por atracón son en los que más se han incrementado los síntomas relacionados con la ansiedad y la depresión y a su vez esto puede haber generado más conductas relacionadas con la ingesta compulsiva de alimentos y, por tanto, favorecer un mayor aumento de peso”, comentó el Dr. Tinahones a Medscape en español.

El estudio también demostró que en general los pacientes jóvenes/adolescentes tuvieron una mejora significativa en sus hábitos alimentarios, en comparación con las personas con trastornos de la conducta alimentaria de más edad, que reportaron cambios significativos en su peso o en su índice de masa corporal y también un mayor impacto psicológico. Estos datos difieren de los descritos en la población en general, en que los pacientes más jóvenes se adaptaron peor al confinamiento.

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Factor “juventud” y diferencias Europa-Asia

“Una posible explicación de estos resultados podría ser que las personas más jóvenes pudieron estar supervisadas y acompañadas con más frecuencia durante este periodo, lo que constituye un posible factor de protección. Asimismo, la familiarización de los jóvenes con las redes sociales podría implicar una mejor adaptación a la modalidad de tratamiento en línea, favoreciendo el cumplimiento terapéutico y el mantenimiento de las rutinas académicas o laborales, así como el contacto social”, apuntó Baenas.

Respecto a que al igual que el “factor juventud”, ha habido alguna otra circunstancia relacionada con estos trastornos en que la pandemia haya revelado un impacto positivo, el Dr. Tinahones destacó el hecho de que se ha apreciado una disminución del abuso de alcohol y de drogas, fundamentalmente en el caso de Europa, “sin duda, un dato favorable tanto en el caso de estos pacientes como de la población en general”.

En cuanto a que se hayan observado diferencias significativas entre los resultados de los pacientes europeos y los asiáticos, los autores destacaron que al igual que en el caso de los jóvenes, quienes procedían de Asia, manifestaron una mayor resiliencia. “Aunque los individuos de ambos grupos experimentaron un aumento de peso durante el confinamiento, los sujetos asiáticos reportaron una mejora de la sintomatología alimentaria en este periodo”, destacó Baenas.

El Dr. Tinahones señaló que lo más destacable en este sentido se refiere a la sintomatología relacionada con el estado anímico, que se acrecentó más en Europa que en Asia. “Además de un aumento de peso y del índice de masa corporal, en los pacientes europeos se observó un incremento significativo de los síntomas de depresión y ansiedad (CIES-F3)”.

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La vía del abordaje en línea y otras lecciones aprendidas

En relación a qué lecciones se pueden extraer de estas evidencias de cara tanto al abordaje de estos pacientes en la etapa pos-COVID-19 como en relación a los enfoques terapéuticos actuales, Baenas reconoció que la necesidad de implementar las estrategias de abordaje diagnóstico y terapéutico en situaciones adversas como la pandémica, que supone un cambio radical y abrupto, no solo en la forma de vida cotidiana, sino también en el modo tradicional del abordaje de estos trastornos, ha representado todo un reto tanto para estos pacientes como para los especialistas que los tratan.

“En estas circunstancias se considera de vital importancia poder adaptar los formatos convencionales, por ejemplo, a la modalidad en línea, preservando el cumplimiento terapéutico y la alianza con el paciente. Por otro lado, buscar el apoyo externo del entorno socio-familiar de los pacientes y su implicación proactiva (consiguiendo que estén motivados en estas situaciones adversas) también es un punto clave que se podría considerar como un aprendizaje de esta situación, así como la necesidad de fomentar y difundir pautas psicoeducativas, una medida que ha demostrado ser muy relevante”, apuntó Baenas.

Por su parte, el Dr. Tinahones hizo hincapié en que al hilo de estos resultados, la conclusión más clara que se puede extraer de la situación vivida en el marco de la COVID-19 es que la pandemia en general y el confinamiento en particular han empeorado la salud mental a nivel global.

Finalmente, sobre la intención de continuar con este estudio o de iniciar una nueva investigación en esta línea, Baenas puso de relieve que este trabajo surge de una colaboración multicéntrica de diferentes grupos de investigación con amplia experiencia clínica en trastornos de la conducta alimentaria a niveles europeo y asiático, “de ahí que la posibilidad de establecer y mantener redes de colaboración a este nivel, disponiendo de resultados clínicos no solo a nivel nacional, sino internacional, sea de gran relevancia. Por otro lado, conocer la magnitud del impacto de situaciones adversas, como la vivida en el marco de la pandemia de COVID-19, en estos pacientes es importante no solo a corto, sino también a medio y largo plazos, motivo por el que muchas investigaciones actuales están centrando sus esfuerzos en profundizar en estos aspectos mediante diseños longitudinales”.

El Dr. Tinahones y Baenas han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Pesadillas: ¿qué tratamientos se encuentran disponibles actualmente?

Una pesadilla se define como un sueño desagradable que puede despertar al durmiente, que la persona recuerda al despertar y que generalmente implica amenazas vitales para la seguridad o la integridad física.

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Este es un fenómeno común que afecta a todas las culturas, a todas las edades. Pero cuando las pesadillas se repiten, cuando repercuten en el sueño, la calidad de vida, el estado de ánimo y la salud mental, esta parasomnia se convierte en una enfermedad: “el trastorno de pesadillas”.

Durante una sesión del Congreso Encéphale de 2022, la Dra. Julia Maruani, psiquiatra y médica especializada en sueño del Hôpital Bichat, en París, Francia, brindó una actualización sobre esta patología y sobre las terapias que pueden romper el círculo vicioso.

Este trastorno, que afecta principalmente al sueño de movimientos oculares rápidos (MOR) y, por tanto, más bien a la segunda parte de la noche, es muy frecuente. Afecta de 2% a 8% de los adultos en la población general y a más mujeres que hombres. El trastorno de pesadillas puede ser idiopático o estar asociado a otras patologías como trastornos psiquiátricos (38,1%). Afecta a 70% de los pacientes con trastornos postraumáticos, a 16,5% de los pacientes con depresión unipolar y de 9% a 55% de los pacientes con trastornos psicóticos.

El trastorno de pesadillas puede estar asociado con otras parasomnias, pero también con el abuso de sustancias o la abstinencia de drogas, así como con el uso de ciertos fármacos como los beta-bloqueantes, los antagonistas de la dopamina, ciertos somníferos o antirretrovirales.

La gravedad del trastorno puede variar. Con menos de un episodio por semana, el trastorno es calificado como leve por la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), moderado si hay al menos una pesadilla por semana y grave más allá de eso. El trastorno de pesadillas es agudo si los episodios han estado presentes por menos de un mes, subagudos si están presentes entre uno y seis meses y persistentes si están presentes por más de 6 meses.

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Hay que tratarlo

“Es muy importante diagnosticar y tratar el trastorno de pesadillas, porque las complicaciones son graves. Estas incluyen un factor de riesgo independiente para la ideación suicida y el intento de suicidio, la depresión y el consumo de sustancias”, destacó la Dra. Maruani.

Los tratamientos psicoterapéuticos son los tratamientos de referencia para las pesadillas, entre los que la repetición de imágenes mentales positivas es el tratamiento que ha mostrado un alto nivel de evidencia.

Además de la repetición de imágenes mentales positivas, otros tratamientos psicoterapéuticos tienen un nivel de evidencia bajo a moderado: la terapia de exposición clásica, la desensibilización sistemática, la terapia de exposición, relajación y reprogramación y la terapia de sueño lúcido.

Un estudio publicado en 2021 mostró que las tres terapias, repetición de imágenes mentales positivas, la terapia de exposición y las imágenes positivas, funcionan muy bien a las 4 semanas con un tamaño de efecto mayor de repetición de imágenes mentales positivas e imágenes positivas, en comparación con la terapia de exposición, pero sin diferencias significativas. A las 8 semanas los tres tratamientos siguen siendo muy efectivos con un tamaño de efecto mayor para repetición de imágenes mentales positivas y terapia de exposición.

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“Si no tiene acceso a repetición de imágenes mentales positivas puede hacer la terapia de exposición clásica. Por otro lado, la hipnosis y la terapia psicodinámica aún no han mostrado un nivel de evidencia suficiente y la desensibilización y reprocesamiento por medio de movimiento ocular no es un tratamiento para las pesadillas”, señaló la Dra. Maruani.

¿Podemos ayudar con fármacos?

El enfoque farmacológico del trastorno de pesadillas sigue siendo controversial.[8]El único tratamiento que ha demostrado eficacia es prazosina, que es un antagonista de los receptores alfa adrenérgicos centrales cuya eficacia ha sido probada en las pesadillas asociadas al trastorno por estrés postraumático. Las dosis promedio utilizadas son de 3,1 a 20 mg por día durante 3 a 26 semanas. Los otros tratamientos (trazodona, clinidina, risperidona, gabapentina, benzodiazepinas) no mostraron niveles de evidencia suficientes.

Para finalizar, la Dra. Maruani insistió en la necesidad de tratar no solo el trastorno de pesadillas, sino también las causas/comorbilidades cuando están presentes (narcolepsia, trastornos del estado de ánimo, síndrome de apnea del sueño, etcétera).

“Por ejemplo, a veces tratar el síndrome de apnea del sueño puede hacer que desaparezca el trastorno de pesadillas”, concluyó.

La Dra. Maruani ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Boosters 90% Effective at Preventing Omicron Hospitalizations

Booster shots of the Pfizer and Moderna COVID-19 vaccines appear to be highly effective at preventing hospitalizations due to the Omicron variant, according to three new CDC studies published on Friday.

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The extra doses were 90% effective at keeping people out of the hospital after infection and 82% effective at preventing emergency department and urgent care visits.

“These reports add more evidence to the importance of being up to date with COVID vaccinations,” Rochelle Walensky, MD, director of the CDC, said Friday during a news briefing by the White House COVID-19 Response Team.

Data from Israel and other countries have suggested that booster shots can prevent severe illness and hospitalization, but it hasn’t been clear until now whether extra doses would have the same effect in the U.S. In the three CDC studies, researchers reviewed millions of cases and tens of thousands of hospitalizations and deaths during the Delta and Omicron waves.

In one study, researchers analyzed hospitalizations and visits to emergency departments and urgent care clinics in 10 states between the end of August 2021 and beginning of January 2022. Vaccine effectiveness against hospitalization with Omicron fell to 57% for those who had received their second dose more than 6 months earlier. A booster shot restored protection to 90%.

In a second study, researchers analyzed nearly 10 million COVID-19 cases and more than 117,000 deaths reported at 25 state and local health departments between April and December 2021. Cases and deaths were lower among people who had received a booster dose, as compared with those who were fully vaccinated but not boosted. Cases and deaths were even lower among boosted Americans than among those who were unvaccinated.

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In a third study, which was published in JAMA, the journalof the American Medical Association, researchers looked at data from more than 70,000 people who got tested for COVID-19. A third dose provided more protection against infections with symptoms than two doses or no doses. Full vaccination and boosters protected less against the Omicron variant than against the Delta variant.

The CDC also released data on Thursday that showed unvaccinated adults ages 65 and older who are infected with COVID-19 are 49 times more likely to be hospitalized than those who are vaccinated and have received booster shots. Among ages 50 and older, unvaccinated adults are 45 times more likely to be hospitalized than those who are vaccinated and boosted.

“There are still millions of people who are eligible for a booster dose and have not yet received one,” Walensky said Friday. “As we continue to face the Omicron variant, representing over 99% of infections in the United States today, I urge all who are eligible to get their booster shot to get it as soon as possible.”

Sources 

White House: “Press Briefing by White House COVID-19 Response Team and Public Health Officials,” Jan. 21, 2022.

Cómo la pandemia condujo a la confusión y al descubrimiento

En marzo de 2020, cuando el mundo entraba al inicio de una pandemia global, 61 miembros del Coro de Skagit Valley, en el noroeste del estado de Washington, Estados Unidos, se reunieron para un ensayo de 2 horas. Siguieron las precauciones recomendadas por los funcionarios de salud locales, evitando el contacto físico, usando desinfectante para manos y manteniendo la distancia social.

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En cuestión de semanas 52 miembros del coro fueron diagnosticados con COVID-19, varios fueron hospitalizados y dos fallecieron. Inicialmente los expertos estaban desconcertados acerca de las razones.

“Sabías que solo había algo que habían compartido todos los que estaban en esa habitación y era el aire. Sin duda, eso es lo que condujo a la propagación”, señaló Kimberly Prather, Ph. D., profesora en la Scripps Institution of Oceanography, en San Diego, Estados Unidos, especialista en química de aerosoles.

Fue un momento crucial en una pandemia que ha creado cambios tectónicos en nuestras vidas en el hogar, el trabajo y el ocio. La pandemia también ha provocado cambios importantes en el mundo de la salud, la medicina y la ciencia, algunos de los cuales probablemente seguirán presentes una vez que el virus ya no domine los titulares de las noticias diarias.

El dogma de las gotas

Durante la mayor parte del siglo pasado hubo un amplio consenso entre los expertos en salud pública de que la propagación de enfermedades respiratorias, como los resfriados comunes y la gripe ocurrían en gran medida cuando las personas entraban en contacto con gotas más grandes, pesadas y cargadas de partículas víricas expulsadas por las personas al toser o estornudar.

Según esta teoría, tenías que estar lo suficientemente cerca de una persona enferma cuando tosía o estornudaba para contagiarte o debías tocar una superficie donde recientemente habían caído algunas de estas gotas grandes.

Este dogma de las gotas formó el fundamento de las medidas de salud iniciales con las que muchas personas se familiarizaron en los primeros días de la pandemia, como el distanciamiento social de 1,5 metros y la limpieza frecuente de las superficies del hogar y el lugar de trabajo, que condujeron a una escasez de toallitas y espray antibacterial.

Se pensaba que la verdadera propagación de infecciones por el aire era escasa. El experto en enfermedades infecciosas, Jeffrey Shaman, Ph. D., escuchó los primeros consejos de los expertos en salud y los presentadores de noticias sobre cómo se transmitía COVID-19 por gotas y se mostró incrédulo.

“Estoy sentado allí, volviéndome loco, gritando al televisor y diciendo: ‘¿Cómo sabemos esto? ¡Es un virus nuevo!'”, comentó Shaman, director del Programa de Clima y Salud de la Columbia University, en Nueva York, Estados Unidos, cuyo trabajo se centra en el modelado de la propagación de enfermedades infecciosas.

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Siguieron más brotes, como el del estado de Washington, Estados Unidos. Gradualmente se hizo más claro que cantar y hablar en voz alta, como lo haría la gente en una iglesia o en un restaurante o bar concurrido, eran escenarios óptimos para generar la propagación de diminutos aerosoles flotantes del virus SARS-CoV-2 que podrían permanecer en el aire durante horas. Las iglesias fueron duramente golpeadas, probablemente porque son un lugar donde la gente se para cerca y canta.

Pronto quedó claro que la COVID-19 no era la única enfermedad infecciosa que depende de los aerosoles para propagarse. Cuando el uso de mascarillas se convirtió en una norma social en muchas partes de Estados Unidos, los casos de influenza y virus sincitial respiratorio o resfriados comunes, casi desaparecieron. Estas enfermedades regresaron en 2021, después de que Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos recomendó que las personas vacunadas podían quitarse las mascarillas y su uso disminuyó.

La pandemia de COVID-19 ha llevado a los científicos a reevaluar el papel y la frecuencia de la transmisión por aerosol.

“Realmente creo que nunca habría habido una pandemia si solo fuera por el rociado de gotas, las personas rociando y tosiendo entre sí. Esto está siendo impulsado por compartir el aire en el interior”, destacó Prather.

Métodos de prueba puestos a prueba

Otra idea importante que surgió de la pandemia es el concepto de que una prueba rápida puede decirle si podría ser contagioso.

Al comienzo de la pandemia la mayoría de las pruebas para el virus SARS-CoV-2 se realizó con reacción en cadena de la polimerasa, que es muy sensible y precisa para detectar COVID-19. La justificación de este enfoque en las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa fue que debido a su sensibilidad podían detectar el virus en una etapa temprana, por lo que los pacientes podían buscar tratamiento y limitar la propagación de la enfermedad a otros.

Los esfuerzos en ese momento se centraron en hacer que las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa estuvieran más disponibles, con tiempos de respuesta más rápidos.

Pero algunos expertos, como Michael Mina, Ph. D., jefe de diagnóstico de virología molecular en Brigham and Women’s Hospital, en Boston, Estados Unidos, vieron fallas en esta estrategia. Por un lado, las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) eran demasiado escasas para detectar a la mayoría de las personas que tenían el virus y no eran una herramienta útil para los funcionarios de salud pública que intentaban evitar la transmisión mediante el rastreo de contactos.

“De 1 de cada 10 diagnosticados, la mayoría se diagnostica después de que es infecciosa”, explicó en un pódcast en julio de 2020.

Los estudios de Mina mostraron que las personas infectadas con SARS-CoV-2 tenían los niveles más altos de virus en sus cuerpos al principio de la infección, a menudo antes de que mostraran algún síntoma y las cargas virales altas están estrechamente relacionadas con la transmisión.

Lo que se necesitaba era una prueba “suficientemente buena” que fuera relativamente económica y fácil de usar, para que las personas con el virus supieran rápidamente cuándo podrían ser un riesgo para los demás, señaló Mina.

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Mina ha sido un defensor del tipo de pruebas rápidas de antígenos que la gente compra ahora en farmacias, cuando pueden encontrarlas. Un resultado positivo significa que hay que quedarse en casa porque podría transmitir la infección a otras personas. Un resultado negativo no descarta COVID-19, pero sugiere que no representa un riesgo para los demás.

Estados Unidos ha llegado a adoptar las pruebas rápidas, aunque aún no ha producido suficientes ni las ha hecho lo bastante baratas para que las personas las usen con frecuencia. La administración de Biden lanzó un sitio web que ofrece cuatro pruebas gratuitas para todos los hogares del país. Ahora también se requiere que las compañías de seguros de salud reembolsen las pruebas compradas por el público.

Stephen Kissler, Ph. D., becario posdoctoral en la Harvard T. H. Chan School of Public Health, en Boston, Estados Unidos, comentó que darse cuenta de esto fue un momento decisivo para los epidemiólogos.

“Hasta este punto, muchos de nosotros, incluso los que somos epidemiólogos, hemos pensado en estas discretas fases separadas en las que una persona es susceptible a enfermedades, se infecta y luego se recupera. Y pasas de una etapa a la otra de manera muy predecible”, agregó.

“La cantidad de virus que se produce y durante cuánto tiempo se produce es realmente importante en términos de su capacidad para propagar el virus y para detectar el virus en alguien que ha sido infectado”, puntualizó Kissler.

Una vez que termine la pandemia es muy probable que la autoevaluación de patógenos se mantenga y se vuelva más sofisticada, señaló Shaman, de Columbia University, en Nueva York, Estados Unidos.

“Esta idea de poder evaluarse a sí mismo se está moviendo hacia algo tipoStar Trekkie en la que vamos a tener dispositivos que nos permitan evaluar múltiples patógenos y nos brinden la información sobre lo que tenemos para que no tengamos que salir y exponer a otras personas a ellos”, dijo Shaman.

Publicación rápida: “Bendición y maldición”

La pandemia también aceleró rápidamente la forma en que se comparte la información científica.

Hace apenas unos años, si un científico hacía un nuevo descubrimiento importante escribía un estudio y lo enviaba a una revista académica revisada por pares. A partir de ahí el manuscrito tenía que pasar por una serie de revisiones por parte de científicos, editores y otros, que consumían mucho tiempo antes de su publicación final.

Debido a que las revistas más destacadas son muy selectivas, la norma era que un investigador enviara su trabajo a varias revistas antes de que su artículo fuera aceptado y finalmente publicado. El proceso podría llevar meses o incluso años.

Después de que el SARS-CoV-2 surgiera y se propagara rápidamente, tales demoras en compartir la investigación de científicos de todo el mundo se convirtieron en un obstáculo para comprender la ciencia detrás de la pandemia. Miles de personas fallecían cada día y el mundo necesitaba urgentemente respuestas sobre este virus altamente destructivo.

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Los servidores de preimpresión que publican versiones preliminares de manuscritos científicos, antes de la revisión por pares, como medRxiv(pronunciado med-archive, por el nombre de la letra griega X), se convirtieron en la forma preferida de compartir hallazgos biomédicos rápidamente con otros investigadores, funcionarios de salud y el público.

Los documentos enviados a medRxiv tampoco se editan, aunque se analizan en busca de contenido dañino o no científico, según el sitio web del servidor. La eliminación de esos pasos reduce el tiempo que lleva publicar de meses o años a 4 o 5 días. La revisión por pares a veces, pero no siempre, llega más tarde, después de que el artículo haya sido aceptado por una revista científica.

Mientras tanto, las universidades y otras instituciones se han unido a la estampida, produciendo comunicados de prensa sobre nuevas investigaciones de COVID-19 por parte de miembros de la facultad, a menudo antes de que esos hallazgos hayan sido examinados adecuadamente. Ese cambio ha creado dilemas para periodistas, investigadores y otras personas que intentan comprender la calidad de la evidencia.

El resultado ha sido desordenado. Según Retraction Watch, un sitio web que sigue las publicaciones científicas, se han retractado o retirado más de 206 artículos sobre COVID-19 desde el comienzo de la pandemia. En algunos casos, las remociones involucraron mala práctica; en otros, los resultados no fueron fiables por otras razones.

Uno de los más dañinos fue una preimpresión publicada en el servidor de Research Square que promocionaba la eficacia y seguridad de ivermectina, un tratamiento antiparasitario, para prevenir y tratar COVID-19.

Tanto ese estudio como un metanálisis que se basó en gran medida en él fueron retirados “debido a datos fraudulentos”, comentó el editor de la revista que publicó el artículo. Otro estudio ampliamente citado sobre ivermectina, de Argentina, fue cuestionado después de que los reporteros de BuzzFeed Newsintentaran profundizar en algunas de sus afirmaciones.

Desafortunadamente, el retiro se produjo después de que los políticos y otras personas promocionaran el uso de ese fármaco como tratamiento para COVID-19, según la cobertura de Retraction Watch.

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Su editor también retiró otro artículo que afirmaba que los casos de miocarditis en adolescentes aumentaron después de que se aprobó la vacuna COVID-19 para ese grupo de edad. Uno de sus coautores, el Dr. Peter McCullough, cardiólogo y maestro en salud pública, fue retirado de las facultades de varias universidades y hospitales de Texas después de que promoviera el uso de tratamientos no probados para la enfermedad y cuestionara la eficacia de las vacunas contra la COVID-19.

Pero el ritmo acelerado de publicación no ha sido del todo malo. Los logros significativos (nuevas vacunas creadas, probadas y distribuidas en menos de un año) florecieron en un tiempo récord. A los pocos días de su identificación, los investigadores publicaban preimpresiones sobre la capacidad de ómicron para escapar de la inmunidad y transmitirse rápidamente, dando a los países un tiempo crítico para prepararse.

“Ha habido un lado bueno. Teníamos que obtener las soluciones para algunas de estas cosas rápidamente, y esa era la única manera”, señaló Prather. Muchos expertos creen que es probable que la publicación de estudios no revisados por pares seguirá siendo una parte importante de cómo se difunda la ciencia en el futuro.

Michael Osterholm, Ph. D., que dirige el Center for Infectious Disease Research and Policy de la University of Minnesota, consideró que el cambio general en las publicaciones científicas podría ser un arma de doble filo.

“Creo que es una bendición y una maldición, todo en el mismo paquete. Creo que eso ha llevado a una rápida difusión de información muy importante, pero también creo que ha llevado a información errónea no intencional”, concluyó Osterholm.

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Los usuarios de cigarrillos electrónicos corren el riesgo de tener más síntomas de COVID-19

Los usuarios de cigarrillos electrónicos infectados con SARS-CoV-2 pueden tener más probabilidades que los no usuarios infectados de experimentar síntomas de COVID-19, según una investigación publicada en Journal of Primary Care & Community Health.

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Los investigadores compararon a 289 usuarios de cigarrillos electrónicos con 1.445 personas de edad y sexo similares que no usaban cigarrillos electrónicos ni fumaban tabaco, todos los cuales tenían un resultado positivo de infección por SARS-CoV-2 en las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa.

En comparación con los infectados no usuarios y después de considerar otros factores de riesgo de los participantes, los usuarios de cigarrillos electrónicos infectados experimentaron tasas más altas de dolor u opresión en el pecho (16% frente a 10%), escalofríos (25% frente a 19%), dolor corporal (39% frente a 32%), dolor de cabeza (49% frente a 41%), problemas con el olfato y el gusto (37% frente a 30%), náusea/vómito/dolor abdominal (16% frente a 10%), diarrea (16% frente a 10%) y mareo (16% frente a 9%).

“Nuestra investigación no se diseñó para probar si el uso de cigarrillos electrónicos aumenta el riesgo de contraer la infección por COVID-19, pero indica claramente que la carga de síntomas en los pacientes con COVID-19 que vapean es mayor que en los que no vapean”, señaló el coautor del estudio, Dr. Robert Vassallo, de la Mayo Clinic, en Rochester, Estados Unidos.

La inflamación provocada por el coronavirus y la inflamación inducida por el vapeo podrían combinarse para empeorar la probabilidad de inflamación en todo el cuerpo, generando un aumento de los síntomas, sugirieron el Dr. Vassallo y sus colaboradores.

Traducido y adaptado por el equipo de Medscape en español.

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El ácido úrico demasiado bajo podría no ser lo mejor para la gota erosiva

Reducir el objetivo de urato sérico a menos de 0,20 mmol/l (< 3,6 mg/dl) en los pacientes con gota erosiva no logra mejores desenlaces de la gota y da lugar a más uso de medicación y efectos secundarios subsiguientes, según los hallazgos de un estudio de dos años, con doble enmascaramiento, aleatorizado y controlado.

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La Dra. Nicola Dalbeth, del grupo de investigación sobre huesos y articulaciones del Departamento de Medicina de la Facultad de ciencias médicas y de la salud de la University of Auckland, en Nueva Zelanda, y sus coautores señalaron que es difícil conseguir una reducción intensiva del ácido úrico sérico con el tratamiento reductor de urato oral y sus hallazgos señalan que menos no siempre es mejor.

Sus datos, publicados en Arthritis & Rheumatology, señalan que el objetivo estándar menos intensivo de 0,30 mmol/l (< 5,4 mg/dl), recomendado actualmente por las guías de reumatología, es suficiente.

El objetivo más intensivo conlleva una elevada carga de medicación y no mejora la puntuación de la erosión ósea en la gota erosiva, según los autores. El reumatólogo Dr. Angelo Gaffo, profesor asociado de medicina en la University of Alabama en Birmingham, Estados Unidos, quien no fue parte del estudio, dijo que las puntuaciones de erosión son la mejor manera de probar los resultados y este estudio proporciona apoyo a los enfoques actuales de tratamiento de la gota.

El Dr. Gaffo declaró “Tranquiliza que el enfoque de tratar el objetivo es un buen enfoque. Los objetivos muy, muy bajos no fueron mejores que el objetivo estándar”.

En el ensayo se incluyó a 104 participantes con gota erosiva que tomaban tratamiento reductor de uratooral y que fueron aleatorizados a un objetivo de urato sérico inferior a 0,20 mmol/l o inferior a 0,30 mmol/l.

Noventa participantes concluyeron el estudio: 44 (85%) del grupo con objetivo intensivo y 46 (88%) del grupo con objetivo estándar. Todos fueron incluidos en el análisis primario por intención de tratar. Los participantes en su mayoría eran hombres con una media de edad de 61 años. El periodo promedio de la enfermedad fue 19 años y cerca de la mitad tuvo un brote de gota en los 3 meses anteriores a la incorporación en el estudio.

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Menos pacientes del grupo intensivo alcanzaron el objetivo

Los investigadores descubrieron que el ácido úrico sérico en el segundo año era significativamente menor en el grupo asignado al objetivo intensivo, en comparación con el nivel del grupo asignado al objetivo estándar (p = 0,002), pero menos participantes del grupo intensivo alcanzaron su objetivo, en comparación con los del grupo estándar (62% frente a 83%; p < 0,05).

El grupo intensivo también necesitó más medicación. Los participantes de este grupo necesitaron dosis más altas del fármaco para el tratamiento de primera línea alopurinol (media: 746 mg/día frente a 496 mg/día; p = 0,001). También utilizaron más tratamiento combinado (p = 0,0004).

Las puntuaciones de erosión ósea fueron ligeramente mejores en ambos grupos en el transcurso de 2 años, pero no hubo diferencias entre los grupos (p = 0,20).

Las tasas de efectos adversos y graves fueron similares entre los grupos.

Los autores señalaron que un estudio anterior ha demostrado que el incremento de las dosis de alopurinol para alcanzar el objetivo inferior a 0,36 mmol/l (6,48 mg/dl) puede reducir la progresión de la erosión ósea en la gota.

“Sin embargo, en este estudio no se observó una mejora en las puntuaciones de erosión”, señalaron los autores.

Los autores afirmaron que los datos emergentes sobre la reducción intensiva del urato sérico “pueden dar por resultado la curación de la erosión en la gota”, en particular con pegloticasa (Krystexxa), un fármaco que produce intensas reducciones del urato sérico.

Destacaron un pequeño estudio longitudinal de pacientes tratados con pegloticasa en los que los investigadores observaron la resolución de las erosiones óseas en un año.

Pegloticasa no está disponible fuera de Estados Unidos

Sin embargo, los autores explicaron que es poco probable que el uso de pegloticasa se generalice para la gota erosiva debido a su falta de disponibilidad fuera de Estados Unidos y a la necesidad de realizar infusiones cada dos semanas. Por consiguiente, se necesitan estrategias más viables.

Las guías recomiendan un objetivo de urato sérico inferior a 0,30 mmol/l (5,4 mg/dl) para las personas con gota grave, incluidas las que padecen artropatía crónica.

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El tratamiento de la gota es un proceso a largo plazo

El Dr. Herbert S. B. Baraf, reumatólogo de un gran grupo de consultorios en el área de Washington, D. C., y profesor clínico de medicina en la George Washington University, en Washington, D. C., Estados Unidos, quien no formó parte de este estudio, dijo que no llegaría a la conclusión que algunos médicos podrían sacar de que no tiene sentido tratar de reducir continuamente el ácido úrico.

“El tratamiento de la gota es una propuesta a largo plazo, y el beneficio a largo plazo de la reducción continua del ácido úrico sigue acumulándose durante un periodo”, agregó el Dr. Baraf. Coincidió con la Dra. Dalbeth y sus colaboradores en que intentar que el ácido úrico sérico sea inferior a 0,20 mmol/l es muy difícil de lograr con fármacos orales.

“El estudio no pudo mostrar un cambio en las erosiones porque la cantidad de disminución del ácido úrico no fue lo suficientemente extensa en un periodo lo suficientemente corto para demostrarlo, pero en un periodo más largo bien podría mostrarlo”, señaló el Dr. Baraf.

El Dr. Baraf mencionó que los fármacos orales funcionan más lentamente que los tratamientos basados en enzimas, como la pegloticasa, pero estuvo de acuerdo en que hay barreras para el uso de pegloticasa.

“Un fármaco como pegloticasa cuesta unos 26.000 dólares por infusión cada 2 semanas por un periodo de 6 meses. No es práctico y tendemos a utilizarlo en personas con graves problemas funcionales”, dijo Baraf.

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El objetivo sigue siendo evitar mediante el uso de fármacos orales que la artritis avance.

“No denigraría el hecho de que los fármacos orales son eficaces para disminuir los brotes con el tiempo, disminuir los depósitos topáceos y probablemente, en un periodo más largo, permitir la curación del hueso. Pero 2 años no es tiempo suficiente para demostrarlo”. El Dr. Baraf señaló que mostrar un beneficio en las erosiones puede en cambio llevar de 5 a 10 años.

Los autores del estudio señalaron que los resultados del ensayo “no son relevantes para quienes no padecen la enfermedad erosiva, ni para los sistemas sanitarios que no tienen acceso a una amplia gama de fármacos reductores del ácido úrico”.

La Dra. Dalbeth ha declarado haber recibido honorarios personales (todos ellos inferiores a 10.000 dólares) de AstraZeneca, Dyve BioSciences, Selecta, Arthrosi, Horizon, AbbVie, JW Pharmaceuticals y PK Med ajenos al estudio presentado. Los demás autores no han declarado ningún conflicto de intereses. El Dr. Gaffo no declaró ninguna relación económica pertinente. El Dr. Baraf ha sido investigador/consultor y ponente de Horizon Therapeutics, productor de pegloticasa; es investigador y consultor de Selecta Biosciences; y ha sido investigador, conferenciante y consultor de Takeda.

Este artículo se publicó originalmente en MDEdge.com parte de la Red Profesional de Medscape.

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