¿Protegen los ácidos grasos omega-3 contra los episodios depresivos?

Una nueva investigación sugirió que existían asociaciones “significativas” entre una mayor ingesta dietética de ácidos grasos omega-3 y un menor riesgo de episodios depresivos.

En un estudio longitudinal de más de 13.000 participantes, el consumo de ácidos grasos omega-3 (totales y subtipos) se asoció con una reducción de 2% a 65% en el riesgo de episodios depresivos en pacientes con episodios depresivos al inicio del estudio.

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Además, el consumo de ácidos grasos totales y ácido alfa-linolénico se asoció con un riesgo reducido de episodios depresivos incidentes (9% y 29%, respectivamente).

“Nuestros resultados mostraron un importante efecto protector del consumo de omega-3”, escribieron Maria de Jesus Mendes da Fonseca, de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro, en Río de Janeiro, Brasil, y sus colaboradores.

Los hallazgos se publicaron en versión electrónica el 7 de agosto en Nutrients.

Con respecto a la aparición de episodios depresivos, las estimaciones del modelo totalmente ajustado sugirieron que un mayor consumo de ácidos omega-3 (totales y subtipos) se asocia con un menor riesgo de episodios depresivos, con asociaciones significativas para omega-3 y alfa-ácido linolénico.

Los investigadores señalaron que las fortalezas del estudio incluyen “su originalidad, ya que es el primero en evaluar asociaciones entre el mantenimiento y la incidencia de episodios depresivos y el consumo de omega-3, además del uso de datos del ELSA-Brasil, con rigurosos protocolos de recolección de datos e instrumentos confiables y validados, que garantizaron la calidad de la muestra y de los datos”.

Sin embargo, una limitación fue que la muestra del ELSA-Brasil está compuesta solo por empleados públicos, con el potencial de un sesgo de selección, como el fenómeno del trabajador sano, observaron los investigadores. Otro fue el uso del Food Frequency Questionnaire, que puede subestimar la ingesta diaria de alimentos y depende del recuerdo individual de los participantes, todo lo cual podría conducir a un sesgo de clasificación diferencial.

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Interpretar con cautela

Al comentar el estudio para Medscape Noticias Médicas, el Dr. David Mischoulon, Ph. D., profesor de psiquiatría de la Harvard Medical School y director del Programa de Depresión Clínica e Investigación en el Massachusetts General Hospital, Boston, Estados Unidos, dijo que los datos sobre omega-3 en la depresión son “demasiado mixtos”.

“Muchos de los estudios no necesariamente concuerdan entre sí. Ciertamente, en los estudios que intentan buscar una asociación entre el uso de omega-3 y la depresión siempre es complicado porque puede ser difícil controlar todas las variables que podrían estar contribuyendo al resultado que obtienes”, dijo el Dr. Mischoulon, quien también es miembro de la Anxiety and Depression Association of America y no participó en la investigación.

 

Ansiedad, dolor, depresión: ¡entra en trance!

El trance, una práctica tradicional de los chamanes de Mongolia, fascina a los neurocientíficos. Ahora se enseña en una universidad parisina e incluso podría constituir una nueva oferta de atención en oncología o en dolor crónico, junto con la hipnosis y la meditación. A continuación las explicaciones de tres científicos.

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Viajes a Mongolia

Sus pacientes aún no lo saben, pero en los próximos años es posible que un médico o un psicólogo les sugiera entrar en trance. ¿Cómo podrían estas prácticas chamánicas, a priori muy alejadas de nuestra cultura occidental, entrar en el campo del cuidado?

Todo comenzó con la experiencia de Corine Sombrun, una etnomúsica que experimentó el trance durante un viaje a Mongolia en 2001. De regreso a Francia, entró en contacto con científicos y en 2019 fundó el TranceScience Research Institute, cuyo propósito es fundamentar esta práctica con bases científicas sólidas. Este instituto ahora colabora con neurocientíficos, especialistas en estados alterados de conciencia, en particular el equipo GIGA-Consciousness de la Université de Liège en Lieja, Bélgica, dirigido por el neurólogo Steven Laureys. Una carrera universitaria incluso recibió a sus primeros estudiantes en noviembre de 2021, en la Université Paris 8, en Saint-Denis, Francia, bajo la dirección de un especialista en hipnosis, el profesor Antoine Bioy, psicólogo clínico y profesor de psicología clínica y psicopatología en la Université Paris 8.

Trance, hipnosis, meditación: ¿cuáles son las diferencias?

El trance le permite experimentar un “estado alterado de conciencia” como la hipnosis o la meditación. “El trance se caracteriza por cambios en la autoconciencia y la conciencia del entorno. Esta conciencia puede ser más amplia, más extensa”, explica la Dra. Audrey Vanhaudenhuyse, neuropsicóloga, investigadora del Interdisciplinary Algology Center del Centre Hospitalier Universitaire (CHU) de Liège y directora de GIGA-Consciousness: Sensation & Perception Research Group.

Publicado en 2017, un estudio sobre el trance chamánico, dirigido por un equipo de psiquiatras canadienses y Corine Sombrun, analizó no solo los detalles del electroencefalograma en estado de trance, sino también los relatos de un voluntario. Se trata de distorsiones temporales, aumento de la fuerza muscular, desaparición del dolor… “Estos trabajos, con muestras pequeñas, deben ser verificados por estudios más robustos y de mayor tamaño. Y eso es precisamente lo que estamos haciendo en la Universidad y en el CHU de Lieja”, especificó la Dra. Vanhaudenhuyse.

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Cada trance es diferente

Para entrar en un estado alterado de conciencia se necesita un inductor. En el caso de la hipnosis, el psicoterapeuta desempeña este papel. Por la fuerza de la sugestión, atrae la atención del sujeto hacia un elemento visual o una sensación corporal, por ejemplo, de ligereza o pesadez. En la meditación, esta atención se centra en el flujo de pensamientos, en la respiración o en un objeto.

Entrar en trance es diferente. “El trance es como una cerradura. Distintos juegos de teclas pueden inducirlo”, observó Bioy. Puede desencadenarse por un sonido, una vocalización o un simple movimiento del cuerpo. Cada uno tiene que encontrar su propia llave. Las primeras sesiones se realizan con la ayuda de un “facilitador”, una persona iniciada que, según Bioy, “animará con su presencia a soltarse a lo que viene”.

Según él, también se puede “poner una intención” en el trance, por ejemplo, redescubriendo un recuerdo de la infancia o dejando el propio cuerpo. La experiencia, siempre poderosa, no es necesariamente agradable. “El trance suscita muchas emociones al principio y luego se va aclarando con el tiempo y la práctica”, especificó la Dra. Vanhaudenhuyse quien no dudó en probarlo. Su colega, la Dra. Olivia Gosseries, cualificada investigadora del Fonds de la recherche scientifique (FNRS) y codirectora del Coma Science Group(laboratorio de GIGA-Consciousness), recuerda sus ganas de vomitar, “como si no hubiera digerido algo, como si tuviera que salir para sentirme mejor después”.

Trance, una habilidad innata

Según el TranceScience Institute, unos pocos días de aprendizaje son suficientes para iniciar lo que Corine Sombrun llama “trance cognitivo autoinducido”, un estado en el que uno entra voluntariamente, sin ayuda externa. “Cuanto más practiques, más fácil será entrar en él. Es una habilidad innata. Todos somos capaces de entrar en trance o hipnosis, pero con diferentes sensibilidades”, observó la Dra. Vanhaudenhuyse.

El trance no está reservado para unos pocos iniciados. La mayoría de las personas pueden experimentar esto. “Según Corine Sombrun, 80% de las personas logran entrar en trance en el primer intento, 90% en el segundo intento. Estas cifras, que quedan por confirmar, son comparables a las de la hipnosis, que también tiene 10% de personas resistentes”, estimó Bioy.

Sin embargo, los investigadores siguen siendo cautelosos. Por su carga emocional, es probable que el trance pueda desequilibrar una mente frágil. “No es raro. En caso de trastornos psicológicos, es necesaria la autorización de un médico antes de experimentar el trance. Como con la hipnosis”, confirmó la Dra. Vanhaudenhuyse.

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¿Qué aplicaciones terapéuticas tiene?

El equipo belga está realizando actualmente dos estudios científicos sobre el trance. El primero cuenta con una veintena de participantes-expertos, todos iniciados en trance cognitivo autoinducido por el TranceScience Institute. “Hemos evaluado la percepción de la fuerza muscular y empezamos a trabajar en el dolor”, comentó la Dra. Gosseries.

El segundo estudio incluye a pacientes con cáncer, después del final de su tratamiento. Se formaron tres grupos de 40 personas, dependiendo de sus afinidades por diferentes prácticas. El primer grupo optó por la autohipnosis; el segundo, por la autocompasión consciente (una forma de meditación), y el tercero, por el trance cognitivo autoinducido. “El objetivo es evaluar sus respectivas experiencias y analizar el contenido informado”, continuó la Dra. Gosseries. Se realizan electroencefalogramas periódicamente y se les ofrecen cuestionarios sobre ansiedad, depresión, dolor, fatiga, trastornos cognitivos percibidos o gestión emocional. El protocolo está previsto para cuatro años. Comenzó en enero de 2021 con la ayuda de una estudiante de posdoctorado, Charlotte Grégoire, y una estudiante de doctorado, Nolwenn Marie. Esta investigación está financiada por Télévie (operación benéfica belga y luxemburguesa), la fundación contra el cáncer y la fundación Bial.

El equipo científico espera resaltar las diferencias entre hipnosis, trance y meditación, en términos de mejora de la calidad de vida. Uno puede imaginar que en el futuro se ofrecerá a los pacientes la técnica que más les convenga, dependiendo de sus síntomas.

Formación universitaria

El trance ya está despertando cierto interés. Lo demuestra el lanzamiento de un título universitario, “Estudio de trances y estados modificados de conciencia”, en noviembre de 2021 en la Université Paris 8. “Es el primero en Europa”, se regocijó Bioy, uno de sus iniciadores. De unas 130 solicitudes, 35 estudiantes fueron admitidos. Su perfil: médicos, paramédicos, psicólogos o investigadores. La convocatoria 2021-2022 les permite adquirir bases teóricas sobre el trance en los ámbitos histórico, antropológico y neurocientífico.

Para la práctica será necesario esperar la apertura de un diploma de estudios superiores universitarios en el próximo inicio del año escolar. “Es necesario evaluar el trance cognitivo autoinducido y probarlo antes de proponérselo a los terapeutas”, insistió la Dra. Gosseries. Todavía es demasiado pronto para decir que el trance ha dejado el dominio del esoterismo para entrar en el campo de la atención clínica de apoyo.

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Un informe internacional señala la depresión como crisis global desatendida

La depresión debe considerarse un problema de salud pública que tiene que afrontarse como una crisis global relevante. Esta conclusión forma parte del informe más completo publicado sobre este tema en la revista The Lancet. Se calcula que 5% de la población adulta mundial sufre depresión, aunque existen diferencias regionales.

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El artículo publicado el martes 15 de febrero fue elaborado por 25 especialistas de 11 países que forman la Lancet-World Psychiatric AssociationCommission para la depresión. Este grupo, que comprende disciplinas de neurociencia para la salud global y varios profesionales con experiencia en depresión, investigó y revisó estudios durante casi cuatro años para llegar a las recomendaciones presentadas.

El Dr. Christian Kieling, psiquiatra y profesor asociado de la Universidade Federale do Rio Grande do Sul, en Porto Alegre, Brasil, y copresidente de la comisión internacional, afirmó que “no hay otra enfermedad tan frecuente, tan onerosa, tan universal ni tan tratable como la depresión, pero recibe poca atención y recursos públicos”.

Los mitos y los prejuicios que siguen interfiriendo en la compresión de esta enfermedad y la falta de recursos psicosociales y económicos preocupan a los comisionados. En los países con renta alta no se diagnostican ni reciben tratamiento al menos 50% de las personas con depresión. Esta situación se complica en los países con una renta media o baja como Brasil, donde el porcentaje de pacientes sin diagnosticar alcanza 80% a 90%. Este panorama empeoró por la pandemia de COVID-19, que provocó dificultades adicionales como aislamiento social, luto, incertidumbre, dificultades y acceso limitado a los servicios sanitarios.

Todo esto subió el costo elevado que supone esta enfermedad. Los comisionados creen que incluso antes de la pandemia de COVID-19 la pérdida de productividad económica ligada a la depresión costaba a la economía global casi 1 billón de dólares estadounidenses al año.

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La inmersión en este tema llevó a los comisionados a proponer que el diagnóstico de la depresión sea una prioridad e implique más especialidades aparte de la psiquiatría y la psicología. La intención es que la identificación de los signos y los síntomas forme parte de las consultas de varias especialidades, igual que sucede con la diabetes y la hipertensión, enfermedades que deben ser comprobadas por todos los médicos.

La comisión también señaló que es preciso formar e implicar en la atención a esta enfermedad a una red todavía más amplia. “Debemos preparar a las personas con experiencia en depresión junto a las familias, los profesionales, los políticos y la sociedad civil para enfrentarse a la avalancha de necesidades desatendidas, además de compartir sus experiencias para prevenir la estigmatización, apoyar a otras personas con informaciones sobre la enfermedad y posibilidades de ayuda y dedicar más recursos para programas basados en evidencias científicas”, explicó el coautor Dr. Charles Reynolds, del Departamento de Psiquiatría de la University of Pittsburgh School of Medicine, en Pittsburgh, Estados Unidos.

Los comisionados argumentan que la implicación de personal no especialista reclutado localmente, con amplia disponibilidad y costo bajo, como agentes comunitarios de salud y consejeros sin experiencia, sería una forma de afrontar la escasez de profesionales sanitarios cualificados y de superar los obstáculos económicos.

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Método más amplio

Los comisionados revisaron también el sistema actual de clasificación de las personas con síntomas de depresión. Llegaron a la conclusión de que usar solo dos categorías (depresión clínica o no) es una simplificación que no tiene en cuenta la variedad de síntomas y de manifestaciones ni tampoco es suficiente para iniciar el tratamiento. Por estos motivos recomiendan un método más personalizado y por etapas.

“De manera parecida al tratamiento del cáncer, el método por etapas analiza la depresión a lo largo de una evolución continua, del bienestar al sufrimiento transitorio, hasta un trastorno depresivo real y proporciona una estructura para recomendar intervenciones proporcionadas desde el inicio de la enfermedad”, observó el Dr. Vikram Patel, Ph. D., y profesor adjunto de Salud global del Departamento de Salud Global y Medicina Social de la Harvard Medical School, en Boston, Estados Unidos.

A pesar de que es una enfermedad frecuente, la depresión sigue siendo objeto de mucha desinformación y prejuicio. Por este motivo, el informe insiste en que es una enfermedad marcada por su persistencia y por la repercusión notable en el funcionamiento diario y sus consecuencias para la salud a largo plazo. Puede afectar a cualquier persona, con independencia del sexo, origen, clase social o edad y existen variaciones en los tipos y en la prevalencia de los signos y los síntomas depresivos entre culturas y poblaciones. El riesgo aumenta en circunstancias adversas, como pobreza, violencia, desarraigo y género, raza u otras formas de discriminación y es más alto en adolescentes y adultos jóvenes.

El avance de la depresión sin tratamiento puede tener un desenlace trágico. Los estudios indican que 70% a 80% de las personas que se suicidan en los países con renta alta y casi 50% de las que se suicidan en los países con renta media o baja presentan enfermedades psiquiátricas y la más frecuente es la depresión. La depresión está ligada también a enfermedades somáticas y crónicas.

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La prevención es el aspecto menos valorado del problema según los autores del informe. Básicamente faltan políticas públicas con ese objetivo. Para este grupo de especialistas las sociedades deben concienciarse de que atender la depresión es una necesidad que no puede retrasarse más.

“Ante los efectos prolongados de la depresión en la adolescencia, desde dificultades escolares y en relaciones futuras hasta el riesgo de drogadicción, automutilación y suicidio, invertir en la prevención de la depresión es muy rentable. Es fundamental que pongamos en práctica intervenciones basadas en evidencias científicas que apoyen la paternidad, disminuyan la violencia en la familia o el acoso escolar, además de promover la salud mental en el trabajo y de abordar la soledad de las personas de edad avanzada”, consideró la coautora, Dra. Lakshmi Vijayakumar, de Sneha, Suicide Prevention Centre andVoluntary Health Services, en Chenai, India.

La desigualdad es otro factor de riesgo potente. “Las políticas que disminuyen las desigualdades raciales o étnicas, las desventajas sistemáticas de las mujeres y que apoyan la distribución justa de la renta mediante una cobertura sanitaria universal y la ampliación de las oportunidades educativas pueden ser medidas preventivas muy poderosas”, concluyó la Dra. Helen Herrman de Orygen, National Centre for Excellence in Youth Mental Health y de la University of Melbourne, en Australia, y presidenta de la comisión.

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