El tratamiento enzimático sustitutivo es clave en pacientes de cirugía gástrica en general y tras duodenopancreatectomía en particular

fEl desarrollo de la insuficiencia pancreática exocrina es altamente frecuente en las cirugías gástricas y se puede decir que se trata de la norma tras la pancreatectomía total y la duodenopancreatectomía cefálica, por lo que estos pacientes siempre requieren tratamiento enzimático sustitutivo.

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Así lo manifestó el Dr. Juan Enrique Domínguez-Muñoz, jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, España, durante su intervención en la sesión sobre actualización en nutrición en patología digestiva en el marco del 62 Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), celebrado en Sevilla entre el 13 y el 15 de octubre de 2021.

El Dr. Domínguez-Muñoz hizo un repaso a los cambios anatómicos derivados de la cirugía gástrica y la duodenopancreática y las alteraciones en la fisiología digestiva que producen estas intervenciones: “Este tipo de cirugía da lugar a una situación de ‘nueva anatomía’ a la que al páncreas le cuesta adaptarse, haciendo que por lo general sea incapaz de mantener una digestión normal”.

“Esto va acompañado de una reducción de la secreción pancreática posprandial y de una asincronía entre el tránsito de la secreción biliopancreática y los nutrientes, que es el origen de la insuficiencia pancreática exocrina”.

Según el especialista, la evidencia ha demostrado que tras el procedimiento, 92% de los pacientes intervenidos de una duodenopancreatectomía cefálica desarrolla insuficiencia pancreática exocrina. “Además se sabe que en los meses posteriores a la intervención la secreción pancreática sigue disminuyendo, de ahí que los pocos pacientes que no presentan una insuficiencia pancreática exocrina después de la cirugía acaban padeciéndola a los pocos meses”.

Mala absorción y déficits nutricionales

El Dr. Domínguez-Muñoz hizo hincapié en el importante impacto clínico de la insuficiencia pancreática exocrina: “Estos pacientes desarrollan síntomas de mala absorción (distensión abdominal, flatulencia, dolor crónico abdominal y diarrea en el caso de la mala absorción de hidratos de carbono y diarrea en la de grasas y proteínas) y déficits nutricionales, que tienen como consecuencia una mala calidad de vida”.

“Asimismo, los pacientes con insuficiencia pancreática exocrina, sea cual sea la causa, presentan un perfil bioquímico caracterizado por déficits nutricionales de aminoácidos esenciales, ácidos grasos, proteínas, lipoproteínas, micronutrientes y vitaminas liposolubles, que a su vez los pone en una situación de mayor riesgo de osteoporosis y fracturas, sarcopenia, riesgo cardiovascular y mortalidad”.

El médico también puso de relieve la necesidad de que los especialistas tengan en cuenta la alta prevalencia de la insuficiencia pancreática exocrina y aportó algunos datos al respecto: tras una cirugía pancreática la insuficiencia pancreática exocrina se presenta en 100% de los casos de pancreatectomía total, en más de 90% de las duodenopancreatectomías cefálicas y en 18% a 80% de los casos de pancreatectomía izquierda.

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Además, en las cirugías gástricas la insuficiencia pancreática exocrina aparece en 64% a 70% de la gastrectomía total o subtotal y en 20% a 40% de los bypass gástricos.

“Sin embargo, a pesar de la alta probabilidad de desarrollarla, la insuficiencia pancreática exocrina es una situación frecuentemente infradiagnosticada y, por tanto, infratratada en la práctica clínica habitual, lo que tiene consecuencias relevantes sobre el estado nutricional, la calidad de vida y el riesgo de complicaciones en estos pacientes”.

El Dr. Domínguez-Muñoz añadió que con base en estas evidencias y teniendo en cuenta la elevada probabilidad de insuficiencia pancreática exocrina, se puede decir que el tratamiento enzimático sustitutivo está indicado en todos los pacientes sometidos a una cirugía gástrica.

“Tras una pancreatectomía total o una duodenopancreatectomía cefálica, este tratamiento debe instaurarse desde la primera comida después de la intervención, sin necesidad de diagnóstico, mientras que en el resto de los pacientes el diagnóstico para determinar la necesidad o no de este tratamiento se puede basar en los síntomas, en la evaluación nutricional y en la prueba de función pancreática (elastasa fecal en nuestro medio)”.

Respecto a la sintomatología, el experto advirtió que no siempre debe considerarse como un parámetro determinante en estos casos, dado que para que aparezcan síntomas es necesario que la cantidad ingerida exceda a la capacidad digestiva del páncreas, “pero teniendo en cuenta que por lo general estos pacientes tienden a limitar la ingesta, es habitual que muchos casos sean asintomáticos y esto tiene el riesgo de que no se les prescriba tratamiento sustitutivo de enzimas y en consecuencia sufran desnutrición”.

Papel de las enzimas en el abordaje nutricional

El Dr. Domínguez-Muñoz recordó que el tratamiento de la insuficiencia pancreática exocrina en estos pacientes se basa, por un lado, en el soporte nutricional y las recomendaciones dietéticas y por otro, en la terapia enzimática oral sustitutiva. “Disponemos de abundante evidencia científica que define lo que se puede esperar del tratamiento enzimático en el abordaje nutricional de estos pacientes: mejora de la digestión y de la absorción de nutrientes, alivio sintomático, ganancia ponderal, mejora del estado nutricional y de la calidad de vida y una mayor sobrevida”.

“Esta terapia ha demostrado beneficios a todos los niveles, pero es importante destacar el impacto que tiene la sobrevida. Así, hay estudios que han reflejado una sobrevida a largo plazo significativamente más baja en aquellos pacientes a los que no se les administraba terapia enzimática tras la cirugía”, apuntó el especialista.[2]

En España esta terapia se comercializa en dosis de 10.000, 25.000 y 35.000 unidades y la dosis depende de la patología: “Si la enfermedad es benigna (pancreatitis crónica o aguda) y el paciente no ha sido intervenido quirúrgicamente, la pauta son 50.000 UPh/comida y 25.00 UPh/snack. En los pacientes con cáncer de páncreas y tras cirugía pancreática, la dosis mínima de inicio son 70.000 a 75.000 UPh en las comidas y 35.000 a 50.000 en snack“.

“Está indicado hacer una reevaluación sintomática y nutricional a los 3 a 6 meses del inicio del tratamiento, manteniéndolo si el paciente es respondedor y si no es así o si la respuesta es incompleta, incrementar la dosis hasta el máximo de duplicarla. Si a pesar de ello la respuesta no es la adecuada, hay que descartar otras causas de la mala absorción”, agregó.

Finalmente, el Dr. Domínguez-Muñoz destacó la importancia de que este tratamiento enzimático sea lo más individualizado posible para favorecer que cumpla su objetivo, “esto es, conseguir la ausencia de síntomas de mala absorción y lograr un estado nutricional normal en estos pacientes”.

La microbiota y el eje intestino-hígado

Durante esta sesión también se hizo un repaso a las últimas evidencias respecto al papel de la microbiota a nivel metabólico, con especial atención a su papel en las funciones hepáticas.

Antonio Gil Gómez, Ph. D. en biología molecular, biomedicina e investigación clínica, del Grupo SeLiver del Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBIS), durante su intervención comentó que el hígado está en contacto estrecho con todos los productos de la digestión y subproductos bacterianos a través del conocido eje intestino-hígado. “Aunque hay otros factores a tener en cuenta, se sabe que seguir un estilo de vida adecuado mantiene el hígado sano y ‘nutrido’, reforzando su capacidad de desarrollar todas sus funciones y manteniendo el control de la homeostasis energética corporal, previniendo por tanto la aparición de diversas enfermedades”, destacó.

Gil Gómez resumió las pautas de lo que se ha definido como “estilo de vida saludable” en el contexto de mantener una microbiota en buen estado y evitar la disbiosis, recordando que la microbiota de cada individuo es única y su composición está influenciada por numerosos factores siendo, en cierto grado, modificable. “Adoptar hábitos saludables y seguir una dieta rica en fibras y alimentos fermentados, baja en grasas saturadas y proteínas de origen animal promueve la diversidad y la estabilidad de la microbiota, con una relación bacteroidetes/firmicutes alta. Esto hará que disminuya la susceptibilidad a la obesidad y a la inflamación, ya que produce una mejora de la integridad de la barrera intestinal y previene los trastornos metabólicos”.

Respecto a la posibilidad de modificar la microbiota para “nutrir” mejor al hígado, Gil Gómez recordó que la cantidad y el contenido de la dieta impactan sobre la composición y función de la microbiota intestinal a través de una compleja interacción entre los nutrientes, los microorganismos y el hospedero.

“Por eso, además de los nutrientes ingeridos a través de la dieta, que son absorbidos directamente, las bacterias producen una serie de compuestos fruto de su metabolismo, que pueden tener un gran impacto sobre la salud. En el caso concreto del hígado hay ciertas bacterias que son capaces de fermentar fibras no digeribles produciendo ácidos grasos de cadena corta que han demostrado un efecto sobre el epitelio intestinal y sobre el metabolismo de lípidos y de glucosa en el hígado. Otras bacterias pueden inducir la secreción de hormonas gastrointestinales, ayudando aún más en el control de la homeostasis energética”.

Gil Gómez también se refirió a la importancia creciente de la nutrición personalizada en base a la microbiota, “un área emergente que permite vislumbrar dietas a medida de cada paciente en diversos contextos clínicos, que incluyan probióticos y prebióticos de nueva generación o el trasplante de microbiota intestinal para el tratamiento de enfermedades metabólicas y proteger principalmente (aunque no solo) al hígado”.

“No obstante, son necesarios más estudios para aclarar y definir ciertas controversias respecto a determinados nutrientes/microorganismos específicos. En cualquier caso, los tratamientos dirigidos a la microbiota siempre deberán ser específicos en el contexto de la enfermedad a tratar y de la microbiota basal del paciente”, concluyó el experto.

El Dr. Domínguez-Muñoz y Gil Gómez, Ph. D., han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Consenso sobre el tratamiento de la infección por Helicobacter pylori

Helicobacter pylori es una bacteria que infecta alrededor de 50% de la población española, cuya presencia se relaciona con cuadros gastrointestinales como úlcera péptica, gastritis crónica y cáncer gástrico.

Este es un resumen breve de las recomendaciones para el tratamiento del H. pylori a raíz de las conclusiones obtenidas de la IV Conferencia Española de Consenso sobre el tratamiento de la infección por Helicobacter pylori.

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Actualmente considera que un tratamiento erradicador es efectivo cuando es capaz de curar la infección por H. pylori en un porcentaje próximo o preferiblemente superior a 90% de los pacientes.

Tratamientos de primera línea

Como tratamiento de primera línea de la infección por H. pylori se recomienda una pauta cuádruple concomitante sin bismuto, compuesta de un inhibidor de la bomba de protones, claritromicina, amoxicilina y metronidazol, cuya eficiencia dependerá de la tasa de cepas de H. pylori resistentes a la vez a claritromicina y a metronidazol (resistencia dual o doble). Y se recomienda que la duración del tratamiento sea de 10 o 14 días.

La terapia cuádruple con bismuto (inhibidor de la bomba de protones, bismuto, tetraciclina y metronidazol), con duración similar, podría ser en el futuro una alternativa como tratamiento erradicador de primera línea, una vez que su eficacia sea probada en nuestra población. 

Se descarta la terapia triple como tratamiento de primera línea al existir otras alternativas terapéuticas, como las anteriores, capaces de obtener tasas de curación significativamente mejores; esto debido a la alta tasa de resistencia y por lo tanto, porcentajes de curación subóptimos (alrededor de 75%).

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Probióticos

Los probióticos están actualmente indicados en el tratamiento de la gastroenteritis aguda y la diarrea por antibióticos y sus potenciales efectos beneficiosos incluyen la regulación de la microbiota intestinal, la estimulación de la respuesta del sistema inmune y la potencial actividad inhibitoria frente a H. pylori demostrada in vivo e in vitro. Sin embargo, por ahora no se recomienda asociar probióticos al tratamiento erradicador de manera generalizada.

En caso de fracaso al tratamiento de primera línea

En caso fracaso de un primer tratamiento que incluya claritromicina (triple o cuádruple) se recomienda una pauta con levofloxacino, preferiblemente cuádruple (inhibidor de la bomba de protones, amoxicilina, levofloxacino y bismuto). Otra alternativa es la terapia cuádruple con bismuto (inhibidor de la bomba de protones, bismuto, tetraciclina y metronidazol).

Tras el fracaso de un primer tratamiento con una terapia cuádruple con bismuto (inhibidor de la bomba de protones, bismuto, tetraciclina y metronidazol) se recomienda una pauta triple o cuádruple con levofloxacino (inhibidor de la bomba de protones, amoxicilina, levofloxacino ± bismuto).

En caso de fracaso de los tratamientos de segunda línea

Tras el fracaso de un primer tratamiento con claritromicina y una segunda línea con levofloxacino se recomienda un tratamiento cuádruple con bismuto (inhibidor de la bomba de protones, bismuto, tetraciclina y metronidazol).

Tras el fracaso de un primer tratamiento con claritromicina y una segunda línea cuádruple con bismuto (inhibidor de la bomba de protones, bismuto, tetraciclina y metronidazol) se recomienda un tratamiento con levofloxacino.

Tras el fracaso de un primer tratamiento cuádruple con bismuto (inhibidor de la bomba de protones, bismuto, tetraciclina y metronidazol) y una segunda línea con levofloxacino se sugiere un tratamiento cuádruple concomitante (inhibidor de la bomba de protones, amoxicilina, claritromicina y metronidazol).

Tras el fracaso de un tercer tratamiento se sugiere reevaluar cuidadosamente la necesidad de erradicar la infección y, de ser necesario, indicar una cuarta línea con rifabutina (inhibidor de la bomba de protones, amoxicilina y rifabutina).

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Pacientes alérgicos a penicilina

En pacientes alérgicos a la penicilina se recomienda de primera línea una pauta cuádruple con bismuto (inhibidor de la bomba de protones, bismuto, tetraciclina y metronidazol).

Tras el fracaso de un primer tratamiento triple (inhibidor de la bomba de protones, claritromicina y metronidazol) se sugiere emplear una terapia cuádruple con bismuto (inhibidor de la bomba de protones, bismuto, tetraciclina y metronidazol). Tras el fracaso del anterior como primer tratamiento se sugiere una terapia triple con inhibidor de la bomba de protones, levofloxacino y claritromicina.

Recomendaciones para pacientes con úlceras

En los pacientes con úlcera duodenal no complicada que no requieren antiinflamatorios no esteroideos (AINE) o ácido acetilsalicílico no se recomienda mantener el tratamiento antisecretor tras haber finalizado el tratamiento erradicador de H. pylori.

En los pacientes con úlcera gástrica que no requieren antiinflamatorios no esteroideos o ácido acetilsalicílico se recomienda mantener el tratamiento antisecretor durante 4 a 8 semanas tras haber finalizado el tratamiento erradicador de H. pylori.

En los pacientes con hemorragia digestiva por úlcera péptica, la erradicación de H. pylori elimina la probabilidad de recidivas; por tanto, una vez confirmada la erradicación y en ausencia de toma de antiinflamatorios no esteroideos o ácido acetilsalicílico, se recomienda no administrar tratamiento de mantenimiento con antisecretores.

Este contenido fue originalmente publicado en Univadis, parte de la Red Profesional de Medscape.

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Qué dieta deberías seguir si tienes piedras en la vesícula

La vesícula es un órgano que ayuda en la digestión de las grasas. Es una bolsa situada debajo del hígado y que almacena y concentra la bilis, que es liberada por la vesícula biliar en la parte superior del intestino delgado en respuesta a un alimento, especialmente las grasas. Sin embargo, en ocasiones, esta se obstruye o inflamadadando lugar a enfermedades como la colecistitis (inflamación de la vesícula biliar) o la colelitiasis (cálculos biliares). Es difícil prevenir la aparición de estos problemas, pero sí existen una serie de recomendaciones nutricionales que se pueden seguir para mejorar la salud de la vesícula.

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Tal y como informa Salvador Morales Conde, jefe de Servicio de Cirugía General y Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón, de Sevilla, “aquellos pacientes que presenten una colelitiasis sintomática es recomendable evitar dietas que favorezcan el desarrollo de síntomas”. 

En función de esto, el experto aconseja “reducir en general la ingesta de grasas, teniendo en cuenta que las grasas vegetales crudas (aceite de oliva) se toleran mejor que las fritas y que las de origen animal”. Además es importante “limitar el aporte de colesterol, el consumo de hidratos de carbono complejos (tales como pan, cereales, pasta y arroz) y evitar los azúcares simples”. 

Por último, “deberían evitar la ingesta de productos de pastelería o repostería y las bebidas con gas y los alimentos productores de gas como los vegetales flatulentos”.

Además de estos consejos, los expertos de Endocrinología y Nutrición del Hospital General Universitario de Valencia aconsejan:

  1. Seguir una dieta con alto contenido en fibra calcio y un aporte suficiente de vitamina C, para disminuir el riesgo de saturación de la bilis, con la consiguiente prevención de la formación de cálculos.
     
  2. La condimentación de los alimentos deberá de ser suave (limón, hinojo, hierbas aromáticas y sal).
     
  3. Restringir las verduras flatulentas (col, coles de Bruselas, coliflor, alcachofas), las legumbres y los cereales integrales.
     
  4. Consumir las legumbres en forma de puré o tamizadas.
     
  5. Evitar raciones copiosas de carne, aves, huevos o pescados.
     
  6. Evitar el consumo de productos lácteos enteros, pescados en conserva o ahumados , alimentos ricos en azúcares simples y frutos secos.
     
  7. Evitar el consumo de bebidas alcohólicas y tabaco.
     
  8. Se recomienda el consumo de aceite de oliva en crudo. Los alimentos grasos que no han sido sometidos a ninguna técnica culinaria se toleran digestivamente mejor.
     
  9. Se recomienda la práctica regular de ejercicio físico moderado (caminar 30 minutos al día).
     
  10. Técnicas culinarias aconsejadas: las que menos grasas incorporen a los alimentos, como hervidos, al horno, microondas, en papillote, al vapor, al baño María.
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Síntomas de colecistitis

Como se ha mencionado antes, la colecistitis es uno de los problemas de salud que están relacionados con la salud de la vesícula. Como describe Morales Conde, “es una inflamación de las paredes de la vesícula que produce dolor abdominal, generalmente en la parte derecha y/o media alta del abdomen”.

En aproximadamente el 90-95% de los casos, “la colecistitis aguda ocurre como consecuencia de la obstrucción de la salida de la vesícula biliar por un cálculo que se ubica en el conducto cístico, en el cuello de la vesícula biliar o la bolsa de Hartman”, detalla Carlos Suárez, especialista en Aparato Digestivo del Centro Médico-Quirúrgico de Enfermedades Digestivas (CMED). “En el 5-10% restante, tal inflamación ocurre en ausencia de cálculos biliares (colecistitis acalculosa)”.

En cuanto a los síntomas, Morales Conde explica que “este cuadro suele venir acompañado de fiebre y malestar general, así como intolerancia a los alimentos”.

En opinión de Suárez, es importante saber que “hasta un 75% de los pacientes con colecistitis aguda han tenido ataques previos de dolor biliar (dolor subcostal derecho)”. Además, “cuando surge la inflamación de la pared de la vesícula biliar (colecistitis aguda), el dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen se torna mucho más intenso y, con frecuencia, se puede irradiar al resto del abdomen, espalda o escápula homolateral”. 

Otros síntomas que pueden aparecer en pacientes con colecistitis son “náuseas, vómitos y sensibilidad de rebote localizada en el área de la vesícula”, apunta Suárez. 

¿Cuándo estaría recomendado extirpar la vesícula?

Según explica Morales Conde “la extirpación de la vesícula, colecistectomía, estaría indicada en toda colelitiasis que ha producido algún síntoma por muy leve que sean estos, ya que las posibilidades de una complicación a corto o medio plazo tipo colecistitis, colangitis, coledocolitiasis o pancreatitis aguda, son elevadas”.

Por su parte existen más dudas sobre la colelitiasis asintomática, ya que un porcentaje de ellas no producen síntomas, no existiendo datos claros y evidentes que nos hagan predecir los casos que van a desarrollar síntomas o una complicación. En cambio, en pacientes con factores de riesgo de desarrollar casos más complejos de colecistitis (como una colecistitis gangrenosa), tales como los pacientes diabéticos, se recomienda la colecistectomía.

Tal y como expone Suárez, “una vesícula biliar que se inflama (colecistitis) es una vesícula enferma y seguirá enferma independientemente de que se resuelva el proceso inflamatorio con medidas conservadoras, si las condiciones del paciente lo permiten, el tratamiento debe ser la colecistectomía”.

¿Cómo se hace esta operación? Debe realizarse hoy en día por vía laparoscópica, aunque posteriormente sea preciso convertir a cirugía abierta en función de los hallazgos durante la cirugía.

Cómo saber si el dolor que tengo en el abdomen es apendicitis o un problema del colon

Solemos identificar el dolor en la parte baja del abdomen con la apendicitis. Sin embargo, hay otras enfermedades que se presentan con síntomas similares y requieren diagnósticos diferenciales. 

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La diverticulitis de colon es una de las muchas enfermedades que pueden presentarse con dolor abdominal. Aunque en Occidente la diverticulitis suele darseen el lado izquierdo, se puede producir en el cuadrante inferior derecho en personas de 20 a 40 años de edad y confundirte con la apendicitis. Pero es raro (1,5 por ciento) en los países occidentales. Esta edad más joven en el momento de la presentación contrasta fuertemente con los pacientes típicamente mayores que desarrollan diverticulitis de colon del lado izquierdo.

Las personas mayores son más vulnerables. De hecho, el 50 por ciento de la población de más de 50 años presenta divertículos, siendo más frecuente en el sexo femenino. En menos del 5 por ciento se presenta antes de los 40 años, en cuyo caso es más frecuente en varones obesos.

“Los pacientes con diverticulitis suelen presentar dolor agudo, constante, habitualmente localizado en la fosa iliaca izquierda (se le llama por esto “la apendicitis del lado izquierdo”), con irradiación hacia la espalda, fiebre acompañada de tiritona y, a veces, cambio del ritmo intestinal, desde diarrea hasta estreñimiento. También pueden aparecer náuseas, vómitos, cansancio y distensión abdominal”, explica el doctor Ramón Angós, especialista en Digestivo de la Clínica Universidad de Navarra (CUN).

Es decir, que mientras que la diverticulitis generalmente causa dolor en la parte inferior izquierda del abdomen, la apendicitis causa dolor en la parte inferior derecha del abdomen. Pero hay otras síntomas asociados que pueden inclinar la balanza a un lado y otro. Los especialistas destacan la importancia de realizar un “diagnóstico preciso y a tiempo es muy importante porque el tratamiento para cada una de estas condiciones es diferente”. También consideran fundamental que el paciente conozca las características y diferencias de cada condición para entender lo que está sucediendo dentro de su cuerpo. 

El apéndice es un órgano pequeño y tubular del tamaño y la forma del dedo meñique. Es una zona conocida como fosa ilíaca derecha que comunica con el intestino grueso. Es hueco y el contenido de su tracto gastrointestinal se mueve hacia adentro y hacia afuera libremente. Pero cuando algo lo obstruye, los resultados pueden ser muy dolorosos.

Cuando el apéndice se bloquea, las bacterias tienen un lugar para crecer. Eso causa inflamación e infección, que se convierte en apendicitis. Lo que se sentirá es dolor en el abdomen y dentro de las 12 a 24 horas, el dolor se intensifica, migra a la parte inferior derecha del abdomen y puede experimentar vómitos. Puede volverse bastante doloroso muy rápido. Así que si crees que has tenido este dolor abdominal durante un mes, es probable que no sea apendicitis.

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La diverticulitis es un poco diferente. Puede manifestarse como dolor abdominal, calambres y posible fiebre. Al igual que la apendicitis, la diverticulitis se produce cuando aparece la inflamación, pero el dolor suele estar en la parte inferior izquierda del abdomen.

Es una condición adquirida del colon donde se desarrollan pequeñas bolsas. De hecho, un divertículo es una pequeña bolsa que se forma en la pared del colon. Cuando se congestiona con alimentos no digeridos o materia fecal, las bacterias pueden crecer y causar inflamación. Eso es lo que causa el dolor.

Por tanto, la diverticulitis ocurre cuando la bolsa se infecta y/o se inflama. Además del dolor, causa fiebre y escalofríos. Es un proceso gradual que se mantiene en el tiempo y va a más o desaparece solo, pero no se produce de repente ni de manera tan intensa como la apendicitis. Si desarrolla diverticulitis, también puedes experimentar:

  • Hinchazón.
  • Diarrea.
  • Estreñimiento.
  • Sangre en las heces.
  • Sangrado por el recto.

Estas son las señales que pueden ayudarte a diferenciar una y otra dolencia. Recuerda que si se trata de un fuerte dolor abdominal que se inicia de forma repentina alrededor del ombligo y que va desplazándose a la ingle y aumentando de intensidad podría alertar de apendicitis, normalmente se produce dentro de las primeras 12-24 horas. En el caso de la diverticulitis, por norma general, suele durar entre 1 o 2 semanas de media. Pero ten en cuenta que no es conveniente esperar tanto; ante la duda, debes acudir a Urgencias lo antes posible (a ser posible sin comer antes). 

En cuando a las causas de la diverticulitis, se cree que la aparición de esas bolsas o divertículos está relacionada con la dieta occidental… alta en grasas y procesados, y baja en fibra. También es una condición altamente asociada con la obesidad, el tabaco y ciertos medicamentos como drogas esteroides y los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) tales como la aspirina y el ibuprofeno. La condición es más grave en los hombres que en las mujeres. Su riesgo para esta condición aumenta luego de los 50 años.

Es importante tener en cuenta que si no se trata, la diverticulitis puede empeorar y llevar a la formación de abscesos o a la obstrucción intestinal. Incluso es posible que ni siquiera sepas que tienes esas bolsas a menos que te sometas a una colonoscopia.

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La diverticulitis también puede crear un agujero en el colon que se conecta con otras estructuras como la vejiga o otras partes de los intestinos. Esta conexión se denomina fistula o flemón. A veces, la inflamación irrita los vasos sanguíneos circundantes y causa sangrado en el intestino grueso. Episodios repetidos de diverticulitis pueden producir la formación de tejido cicatrizal que podría angostar el intestino grueso y causar una obstrucción.

La diverticulitis no se soluciona tan fácilmente como la apendicitis (con una cirugía), y a veces puede requerir un procedimiento más invasivo para extirpar una parte del colon si es grave.

Los médicos diagnostican la diverticulitis mediante una tomografía computarizada (TC) de abdomen y pelvis. Es mejor hacer la exploración con un contraste intravenoso (IV) cuando sea posible. Muchos centros también piden un contraste oral. Ambos materiales de contraste hacen que sea más fácil ver el tracto intestinal. Los casos leves pueden tratarse con reposo, antibióticos orales y una dieta líquida. Los casos más graves podrían requerir de antibióticos a través de una vía intravenosa o de cirugía si se presentan complicaciones como una perforación intestinal, un absceso, una fistula o una obstrucción intestinal. Un radiólogo podría drenar un absceso utilizando un procedimiento mínimamente invasivo. Y el médico podría tratar cualquier sangrado activo haciendo un angiograma y bloqueando el vaso sanguíneo que está sangrando.

En todos los casos la diverticulitis provocará algunos cambios en la dieta. Para darle a un descando a tu sistema digestivo y que pueda recuperarse, tu médico podría sugerirte evitar los alimentos sólidos y seguir una dieta de líquidos claros durante unos días. Si los síntomas son leves o han comenzado a mejorar, es posible que puedas comer alimentos con bajo contenido de fibra hasta que tu condición mejore. Más adelabte, tu médico te animará a incluir en tus comidas más alimentos ricos en fibra.

Tu médico también podría alentarte a limitar el consumo de carnes rojas, productos lácteos con alto contenido de grasa y productos de granos refinados. Existen evidencias de que las personas que siguen una dieta rica en estos alimentos tienen más probabilidades de desarrollar diverticulitis que las personas que consumen una dieta rica en frutas, verduras y cereales integrales.

Los pacientes con artritis reumatoide que responden al tratamiento muestran diferencias únicas en el microbioma intestinal

El microbioma intestinal, que previamente ha demostrado tener una relación con la artritis reumatoide, también puede proporcionar señales de pronóstico para la enfermedad de un paciente, informaron investigadores de la Mayo Clinic.

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“Observamos que el microbioma intestinal está relacionado con la mejora o no de los síntomas clínicos en pacientes con artritis reumatoide”, comentó el coautor principal, Jaeyun Sung, Ph. D. “Encontramos características del microbioma intestinal que se relacionaban con la mejora y las incorporamos también en un modelo de aprendizaje automático que efectivamente puede predecir la mejora en una consulta de seguimiento”. Sung es biólogo computacional en el Mayo Clinic’s Center for IndividualizedMedicine, en Rochester, Estados Unidos.

El estudio retrospectivo observacional de cohortes incluyó 32 pacientes con diagnóstico de artritis reumatoide entre 1988 y 2014. Los investigadores realizaron secuenciación de escopeta metagenómica en 64 muestras fecales mantenidas en un biobanco y recolectadas en dos consultas diferentes a intervalos de 6 y 12 meses. Sung y sus colaboradores observaron rasgos de microbioma significativamente diferentes entre pacientes que con el tiempo mostraron una mejora mínima clínicamente importante y aquellos que no la tuvieron.

El estudio también representó una prueba experimental del uso de la tecnología de aprendizaje automático para analizar el microbioma intestinal con el fin de predecir el curso de la enfermedad, destacó Sung.

El coautor principal, Dr. John M. Davis III, reumatólogo clínico y presidente de investigación de reumatología en la Mayo Clinic, señaló que su propio estudio previo había confirmado disbiosis en personas con artritis reumatoide, en comparación con controles. “Teníamos alguna idea preliminar de que puede estar relacionado en cierta medida con el estado de la enfermedad y quizá los tratamientos. Así que esto nos llevó a hipotetizar que puede haber una relación entre el microbioma intestinal y la respuesta al tratamiento o la actividad de la enfermedad con el tiempo”, puntualizó.

El estudio demostró que la edad era el factor dominante para determinar las variaciones en la composición del microbioma intestinal, pero el siguiente factor predominante fue el estado de mejora mínima clínicamente importante que 12 de los 32 participantes en el estudio lograron en sus consultas de seguimiento. Al inicio todos los pacientes estaban recibiendo algún tipo de tratamiento, sea biofármacos o fármacos antirreumáticos modificadores de enfermedad (46,9% y 87,5%, respectivamente) convencionales o prednisona (46,9%).

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Composición del microbioma intestinal

Los pacientes que lograron una mejora mínima clínicamente importante tuvieron un deterioro promedio en el Clinical Disease Activity Index de 16,7 unidades (desviación estándar [DE]: 12,8) frente a una ganancia de 5,7 (DE: 8,9) en los pacientes restantes. El estudio encontró mayor diversidad y riqueza alfa y mayor diversidad beta a nivel de especie en el grupo que alcanzó mejora mínima clínicamente importante, en comparación con los que no la alcanzaron.

Identificaron seis taxones microbianos más abundantes en pacientes que mejoraron: Negativicutes (clase), Selenomonadales (orden), Prevotellaceae(familia), Coprococcus (género), especies de Bacteroides 3_1_19 (especies) y especies de Bilophila 4_1_30 (especies). En los pacientes que no mostraron mejora se observó que especies de Eubacterium 3_1_31 eran más abundantes (p < 0,05). También se identificaron 15 vías metabólicas que tenían abundancia diferente entre los dos grupos al inicio.

Dos cosas distinguen a este estudio de otros estudios del microbioma intestinal en artritis reumatoide, comentó Sung: no tuvo un grupo de control, solo pacientes con artritis reumatoide y no se evaluó un fármaco específico en pacientes con artritis reumatoide.

“Estamos pensando más allá de solo el fármaco o el tratamiento, independientemente del tratamiento previo, de las mediciones clínicas previas, independientemente de edad, sexo y otros factores, ¿podemos predecir la respuesta de artritis reumatoide con solo utilizar el microbioma intestinal? ¿Hay una relación entre la mejora clínica y el microbioma intestinal?”, agregó Sung.

El estudio también demostró que el microbioma puede ser un objetivo modificable en la artritis reumatoide, destacó el Dr. Davis.

“Esta investigación es atractiva, pues puede complementar el tratamiento médico de la artritis reumatoide si podemos identificar modificaciones alimentarias. Aun así, está la interrogante de que los probióticos o los prebióticos puedan influir en el intestino. ¿Podemos modificar el microbioma intestinal para mitigar más el estado de la enfermedad? Esto es algo que creo una cuestión abierta que se menciona específicamente en nuestro ensayo”, añadió.

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Este estudio incluyó pacientes con enfermedad crónica, pero la investigación actual del grupo se está enfocando en pacientes con artritis reumatoide en etapa más temprana, añadió el Dr. Davis. “Los siguientes pasos tienen que ser validar los hallazgos en poblaciones adicionales y externas y analizar pacientes con la enfermedad en etapa muy temprana donde gran parte de la toma de decisiones es muy activa y ocurre en tiempo real”.

El Dr. James T. Rosenbaum, oftalmólogo y reumatólogo en la Oregon Health & Science University, en Portland, Estados Unidos, reconoció que este es el primer estudio sobre artritis reumatoide enfocado en encontrar un efecto del microbioma intestinal utilizando el criterio de valoración de mejora mínima clínicamente importante.

“Plantea el dilema de la ‘gallina y el huevo’. ¿Mejoraron los pacientes y luego se modificó su microbioma o fue el microbioma el primer cambio que condujo a la mejora clínica? Si lo último es correcto, podríamos alterar el microbioma, por ejemplo, mediante la dieta para tratar la enfermedad reumática”, indicó el Dr. Rosenbaum.

Señaló que los estudios con trasplantes fecales para la colitis ulcerativa respaldan el potencial terapéutico de la modificación del microbioma. “Sin embargo, todavía nos falta mucho camino para poner esto en práctica”.

Cuestionada sobre el estudio, la Dra. Claudia Mauri, Ph. D., profesora de inmunología en el University College London, en Londres, Inglaterra, comentó: “El resultado es promisorio. Desde luego, si esto puede repetirse en una cohorte de pacientes muy grande, nos daría la posibilidad de poder hacerlo, con base en la composición de la microbiota, al predecir quién va a responder al tratamiento o no”.

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Señaló que aun cuando la artritis reumatoide tiene una variedad más amplia de tratamientos disponibles que otras enfermedades autoinmunitarias, algunos pacientes con artritis reumatoide no responden a su primer tratamiento biológico. “Si desde el principio pudiéramos ver quién puede no responder con base en la microbiota, podríamos preparar a los médicos para abordar mejor a estos pacientes por ejemplo, ofreciéndoles un agente biológico alternativo”, señaló la Dra. Mauri.

El Dr. Davis declaró recibir becas para investigación de Pfizer. Sung, la Dra. Mauri y otros coautores del estudio han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. El Dr. Rosenbaum informó que el National Institutes of Health apoya su investigación.

Este contenido fue originalmente publicado en MDEdge, parte de la Red Profesional de Medscape. 

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El tiempo es crucial: cuanto antes mejor para la cirugía de cáncer de recto

Los resultados de sobrevida fueron considerablemente mejores en pacientes con cáncer de recto localmente avanzado que se sometieron a cirugía dentro de las 8 semanas posteriores a no responder a la quimiorradiación inicial, en comparación con los pacientes que se sometieron a cirugía más tarde.

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De hecho, la diferencia en el tiempo en el que se realizó la cirugía fue pequeña, alrededor de 3 semanas. Los pacientes del grupo de intervalo más corto tuvieron una mediana de tiempo de espera de 7 semanas, mientras que para los del grupo de intervalo más largo fue de 10,6 semanas.

Pero esa pequeña diferencia en el tiempo marcó una gran diferencia en los resultados de sobrevida.

A los 5 años, 72% de los del grupo de intervalo más corto estaba con vida y libre de progresión, en comparación con 59,6% de los pacientes del grupo de intervalo más largo (p < 0,001).

A los 10 años las tasas de sobrevida global fueron de 58,8% frente a 40,1% (p < 0,001).

“El tiempo lo es todo en oncología”, comentó a Medscape Noticias Médicas el autor principal, Dr. Angelo Restivo, de University of Cagliari, en Cagliari, Italia.

“Existe una asociación directa entre el tiempo y los peores resultados en oncología, por lo que cuanto más esperen, peor será el resultado aunque la magnitud de la diferencia en la sobrevida libre de enfermedad y en general entre los grupos de intervalo de espera más largo y más corto fue una verdadera sorpresa”, admitió.

El estudio fue publicado en versión electrónica el 29 de septiembre en JAMA Surgery.

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Protocolo neoadyuvante

El estudio se realizó en pacientes con cáncer de recto localmente avanzado en estadios II a III que se habían sometido al protocolo de quimioterapia neoadyuvante seguido de escisión total del mesorrecto en uno de los 12 centros de referencia italianos de gran volumen.

Solo se consideraron para el análisis los pacientes con un seguimiento mínimo de 5 años. En total se incluyeron 1.064 pacientes en el análisis.

Todos los pacientes se sometieron a quimiorradioterapia de uso largo administrada durante 5 semanas en 25 fracciones de 1,8 Gy por día. Luego los pacientes se dividieron en dos grupos según el intervalo entre el momento en que terminaron la quimiorradiación y el momento real de la cirugía.

Como señalaron los autores, se considera necesario un periodo de espera de al menos 8 semanas para optimizar los efectos del tratamiento de la quimiorradiación y aumentar la tasa de respondedores, pero hubo alguna variación en el tiempo real que los pacientes esperaron para la cirugía.

“Nuestros datos mostraron que los pacientes que se sometieron a cirugía después de 8 semanas tuvieron un empeoramiento lineal de la sobrevida por cada mes adicional de espera”, informaron los investigadores.

“La magnitud del efecto perjudicial de retrasar la resección quirúrgica en estos pacientes, en términos de sobrevida global… es clínicamente relevante, alcanzando casi 20% de diferencia a los 10 años y fue de alguna manera inesperado”, indicaron los investigadores.

“Un intervalo más largo también se correlacionó con una incidencia acumulada significativamente mayor de recurrencia local, tanto a los 5 como a los 10 años”, señalaron los autores.

A los 10 años las tasas de sobrevida libre de progresión fueron de 53,9% en el grupo de intervalo más corto frente a 36,2% del grupo de intervalo más largo (p < 0,001).

Además los resultados quirúrgicos también fueron significativamente peores entre los pacientes que tuvieron un tiempo de espera de más de 8 semanas que entre los que tuvieron un tiempo de espera de menos de 8 semanas.

Desenlaces quirúrgicos: grupos de intervalo más corto frente a más largo

 Tiempo de espera > 8 semanasTiempo de espera < 8 semanasOdds ratioValor de p
Resecciones abdominales perineales33,2%21,9%1,71< 0,001
Márgenes positivos1,7%0,5%3,60,04
Morbilidad a 30 días19,6%14,8%1,40,04
Complicaciones quirúrgicas15,1%10%1,60,01
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Respuesta a la terapia neoadyuvante

La principal razón para retrasar la cirugía es esperar que el paciente responda a la quimiorradioterapia neoadyuvante. Entre 15% y 20% de los pacientes experimentan una respuesta buena o incluso completa al tratamiento neoadyuvante, pero no hay forma de saber de antemano qué pacientes responderán y cuáles no, comentó el Dr. Restivo.

“Por supuesto que sería mucho mejor si tuviéramos algo que nos dijera si los pacientes van a responder a este tratamiento, pero ahora mismo no tenemos nada”, enfatizó. Por tanto, está ampliamente aceptado que los pacientes deben esperar hasta 12 semanas después de recibir quimiorradiación antes de proceder a la cirugía, basándose en la evidencia de que la respuesta del tumor al tratamiento inicial debería haber alcanzado su efecto máximo para entonces.

Si los pacientes tienen la suerte de lograr una respuesta patológica completa, no solo pueden disfrutar de una ventaja de sobrevida, sino que también pueden ser candidatos para un abordaje quirúrgico de conservación de órganos y evitar la cirugía radical por completo: para esta afortunada minoría, retrasar la resección quirúrgica podría ser una buena opción.

“Sin embargo, nuestro estudio muestra que alargar este tiempo en la búsqueda de más respuestas patológicas se produce a expensas de un peor resultado en la mayoría de los pacientes (casi 75% en nuestra serie) que no conseguirán la respuesta patológica deseada”, comentaron los autores.

Hasta que los estudios prospectivos confirmen estos hallazgos retrospectivos, el Dr. Restivo recomendó que los cirujanos actúen sobre lo seguro y operen lo antes posible a los pacientes que no responden o que responden mal a la quimiorradiación inicial.

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Retrasos innecesarios

Cuando se le pidió que comentara sobre los hallazgos, el Dr. George Chang, presidente interino del Departamento de Cirugía de Colon y Recto en el University of Texas MD Anderson Cancer Center, en Houston, Estados Unidos, señaló que siempre debería ser el objetivo evitar retrasos innecesarios en la cirugía para los pacientes con cáncer. “Sin embargo, para los pacientes con cáncer de recto que culminan un tratamiento de radiación neoadyuvante, un intervalo más largo desde la finalización de la radiación hasta la cirugía puede aumentar las tasas logrando el resultado deseado de una mejor respuesta al tratamiento”, comentó a Medscape Noticias Médicas.

El Dr. Chang, que no participó en el estudio, también señaló que los investigadores del estudio realizaron un análisis retrospectivo para evaluar si un tiempo de espera más largo estaba asociado con la sobrevida. “Si bien los hallazgos son provocativos, hubo diferencias notables entre los dos grupos que podrían haber contribuido a peores resultados para el grupo de intervalo más largo”.

Además se excluyó a los pacientes que lograron una respuesta importante, lo que podría sesgar el grupo de intervalo más largo hacia los que respondieron peor y que se sabe que tienen un peor pronóstico, dijo el Dr. Chang. “Estos hallazgos enfatizan la necesidad de comprender mejor los factores asociados con la respuesta al tratamiento y los resultados a largo plazo”.

Los autores han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. El Dr. Chang declara que ha sido asesor científico de Medicaroid, Johnson and Johnson y Exact Science.

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Nuevos síntomas gastrointestinales relacionados con COVID-19 frecuentes en pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria

La muerte por COVID-19 no fue más probable entre los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria que tenían COVID-19 y que desarrollaron nuevos síntomas gastrointestinales después de infectarse, según datos de registros internacionales de aproximadamente 3.000 adultos.

Aunque los síntomas gastrointestinales pueden surgir en la población general de pacientes con COVID-19, los datos sobre la asociación entre esta y los síntomas gastrointestinales en pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria son limitados, al igual que los datos sobre la asociación de los síntomas gastrointestinales y los desenlaces de la COVID-19 en esta población, escribieron el Dr. Ryan C. Ungaro, de Icahn School of Medicine at Mount Sinai, en Nueva York, Estados Unidos, y sus colaboradores.

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En un estudio publicado en Inflammatory Bowel Diseases, los investigadores identificaron a 2.917 adultos con enfermedad intestinal inflamatoria que desarrollaron COVID-19 utilizando la base de datos Surveillance Epidemiology of Coronavirus Under Research Exclusion in Inflammatory Bowel Disease(SECURE-IBD), un registro global creado para comprender los desenlaces de la enfermedad por COVID-19 en pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria.

Los investigadores registraron todos los nuevos síntomas gastrointestinales experimentados por los pacientes mientras estaban infectados con COVID-19. En general, 764 (26,2%) experimentaron nuevos síntomas gastrointestinales y 2.153 no. El síntoma más común fue la diarrea, reportada por 80% de los pacientes, seguida de dolor abdominal en 34%; 24% y 12% de todos los pacientes, respectivamente, informaron náusea y vómito.

La edad promedio de los pacientes fue de 43 años para los que no presentaban nuevos síntomas gastrointestinales y de 40 para los que sí presentaban nuevos síntomas gastrointestinales; aproximadamente la mitad la constituían mujeres y tres cuartas partes eran de raza blanca. En general, 50% de los que tenían nuevos síntomas gastrointestinales estaba en remisión frente a 58,4% de los que no los tuvieron.

Los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria que desarrollaron nuevos síntomas gastrointestinales tendían a ser de raza asiática, de sexo femenino, de mayor edad o con al menos una comorbilidad.

Los investigadores no encontraron diferencias en los nuevos síntomas gastrointestinales en pacientes con enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa. “Los pacientes que tomaban cualquier fármaco, pero en particular una monoterapia con antagonistas del factor de necrosis tumoral, tenían menos probabilidades de reportar nuevos síntomas gastrointestinales”, escribieron.

Aunque los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria con nuevos síntomas gastrointestinales tenían significativamente más probabilidades que aquellos sin nuevos síntomas de ser hospitalizados por COVID-19 en análisis bivariados (31,4% frente a 19,2%; p < 0,001), no era más probable que necesitaran un ventilador o manejo de cuidados intensivos (5,8% frente a 4,6%; p < 0,18). En un análisis multivariado los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria con nuevos síntomas gastrointestinales no tenían mayor riesgo de fallecimiento por COVID-19 que aquellos sin nuevos síntomas gastrointestinales (odds ratio ajustado [ORa]: 0,72; intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 0,38 a 1,36).

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Los síntomas gastrointestinales de nueva aparición que son frecuentes en los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria con COVID-19 probablemente no sean causados por la actividad de la enfermedad subyacente, dada la cantidad de pacientes en remisión que informaron nuevos síntomas gastrointestinales, escribieron los investigadores.

Los hallazgos del estudio se vieron limitados por varios factores, incluido el diseño retrospectivo, el posible sesgo de notificación y depender de la valoración global del médico para la evaluación de la enfermedad, anotaron los investigadores. Sin embargo, los resultados se vieron reforzados por el gran tamaño de la muestra, por la capacidad de evaluar los síntomas gastrointestinales antes y después de la enfermedad por COVID-19 y por la evaluación de los síntomas gastrointestinales y los desenlaces de COVID-19.

“En resumen, presentar nuevos síntomas gastrointestinales es frecuente en los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria con COVID-19 y no están asociados con un mayor riesgo de fallecimiento debido a COVID-19. Nuestros hallazgos sugieren que un aumento de los síntomas gastrointestinales en pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria debería impulsar la consideración de un diagnóstico de COVID-19”, concluyeron.

Datos para guiar la atención clínica

“Los síntomas gastrointestinales frecuentes en pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria, como diarrea y dolor abdominal, tienen varias potenciales causas. Estos pueden ser la presentación inicial de un brote de enfermedad intestinal inflamatoria, una causa no inflamatoria como el síndrome del intestino irritable, un crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado o una infección como Clostridioides difficile o SARS-CoV-2. Cada uno de estos diagnósticos requiere diferentes tratamientos. El brote de una enfermedad intestinal inflamatoria puede requerir la intensificación de fármacos inmunosupresores, como biológicos o corticoesteroides, que pudieran causar daño en el contexto de una infección no tratada. Por tanto, cualquier guía que concientice a los proveedores de atención médica sobre las posibles causas de síntomas gastrointestinales similares es importante para el cuidado de nuestros pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria. Esto es especialmente cierto en el contexto de una entidad más nueva, como COVID-19, con la que comúnmente estamos menos familiarizados”, comentó la Dra. Shirley Cohen-Mekelburg, de la University of Michigan, en Ann Arbor, Estados Unidos.

La especialista añadió que la falta de asociación entre síntomas gastrointestinales y fallecimiento en los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria es reconfortante. “Es interesante notar que los síntomas gastrointestinales y particularmente la diarrea de nueva aparición, fueron muy frecuentes entre los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria y COVID-19”.

“Cada estudio tiene sus limitaciones, que deben tenerse en cuenta al interpretar los hallazgos. SECURE-IBD ha proporcionado una gran información en infecciones por COVID-19 entre pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria. Sin embargo, el registro se basa en el reporte de los casos por parte de las personas, por lo que existe la posibilidad de que no todos sean notificados, en particular los casos menos sintomáticos o subclínicos”, anotó la Dra. Cohen-Meckelburg.

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“Los proveedores de atención médica que tratan a pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria deben tener un alto índice de sospecha de infecciones por SARS-CoV-2 cuando los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria se presentan síntomas gastrointestinales. Los datos del estudio actual pueden ayudarnos a considerar aplicar de manera estandarizada las pruebas para descartar COVID-19 como un diagnóstico alternativo al considerar dar tratamiento a pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria que desarrollan nuevos síntomas gastrointestinales en un brote de la enfermedad. Esto sería similar a como lo hacemos actualmente con pruebas de C. difficile y otras infecciones entéricas antes de tratar los brotes de enfermedad intestinal inflamatoria”, destacó.

“Este enfoque, considerando la posibilidad de COVID-19 en el contexto de nuevos síntomas gastrointestinales, es consistente con las guías y mejores prácticas publicadas por la American Gastroenterological Association (AGA)”, indicó el Dr. David Leiman, maestro en salud pública de Duke University, en Durham, Estados Unidos y presidente del AGA’s Quality Committee.

“Los médicos también deben ser conscientes de la posibilidad de variación en la implementación de este enfoque, con algunos pacientes potencialmente en riesgo de prácticas discrepantes con respecto a las pruebas”. Como lo describe el Comité de Calidad de la American Gastroenterological Association, el seguimiento de la adherencia a este enfoque clínico a través de la mejora continua de la calidad puede limitar el desarrollo de tales brechas en la atención.

El estudio fue apoyado en parte por Helmsley Charitable Trust con fondos adicionales proporcionados por Pfizer, Takeda, Janssen, AbbVie, Lilly, Genentech, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Celtrion y Arenapharm. El autor principal, Dr. Ungaro, reveló haber trabajado como consultor o asesor de la junta de miembros de AbbVie, Bristol-Myers Squibb, Janssen, Eli Lilly, Pfizer y Takeda y recibir apoyo de investigación de AbbVie, Boehringer Ingelheim y Pfizer. Otros coautores revelaron relaciones similares con otras empresas farmacéuticas. La Dra. Cohen-Mekelburg y el Dr. Leiman han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

Longevidad: la ventaja de tener un apéndice

El papel del apéndice en los mamíferos sigue siendo un misterio. Según un nuevo estudio podría ser un reservorio de bacterias intestinales beneficiosas, promoviendo la longevidad.[1] Eric Ogier-Denis, director de investigación del Institut national de la santé et de la recherche médicale (Inserm) y autor principal nos explica.

Análisis de 258 especies de mamíferos con o sin apéndices

¿Para qué sirve el apéndice? Para nada, dijo Charles Darwin quien previó que la evolución haría desaparecer este divertículo hueco adherido al colon desprovisto de función. El gran científico estaba equivocado. Se sabe que en los seres humanos jóvenes, hasta aproximadamente los 25 años de edad, el apéndice es un órgano linfoide. Los investigadores del Inserm y el Museo Nacional de Historia Natural también acaban de demostrar que las especies de mamíferos con apéndice tienen una vida útil más larga que las que no lo tienen. Descubrieron que el apéndice habría aparecido al menos 16 veces durante la historia evolutiva de los mamíferos. Las explicaciones e hipótesis se detallan en Journal of Anatomy.

“Existe una teoría evolutiva que dice que los animales del mismo peso tienen una esperanza de vida similar. Esta es una regla generalmente verificada”, explicó Eric Ogier-Denis quien, con sus coautores, analizó datos de 258 especies de mamíferos con o sin apéndices.

“Nos dimos cuenta de que quienes tienen un apéndice viven más. Mejor aún, la presencia del apéndice es tan importante como el peso de la longevidad”, continuó el investigador del Inserm (Rennes), cuya investigación suele centrarse en los complejos vínculos entre la colitis ulcerosa y el apéndice.

Un reservorio de bacterias intestinales beneficiosas

¿Cómo explicar esta ventaja sobre la vida útil? En otras palabras, ¿cómo explicar la menor mortalidad y, por tanto, un aumento de la longevidad? El papel del órgano linfoide del apéndice se ha descartado como explicación porque “los animales sin apéndice tienen un parche cecal correspondiente a la misma función de activación de los linfocitos T”, dijo Eric Ogier-Denis a Medscape en francés.

Con sus colegas, plantea la hipótesis de que la forma del apéndice tendría una importancia hasta ahora subestimada. De hecho, los autores sugieren que esta estructura, en virtud de su forma, favorecería la constitución de un “santuario bacteriano” selectivo que permitiría reducir la mortalidad por diarreas infecciosas al promover la rápida recolonización de las especies bacterianas esenciales para el huésped.

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“En los murciélagos, cuando se compara la microbiota del apéndice y el colon, son sorprendentemente diferentes. El apéndice contiene bacterias esenciales para la síntesis de aminoácidos y ácidos grasos”, explica el investigador. Todo parece estar sucediendo, al menos en los murciélagos, como si las interesantes bacterias fueran seleccionadas y guardadas, “santificadas”, en el apéndice. Este reservorio permitiría luchar eficazmente contra la diarrea infecciosa.

Una hipótesis apoyada por la clínica

Para los autores, el mejor ejemplo que citan en su artículo es la infección por Clostridium difficile. Un estudio poblacional de la infección por C. difficile mostró una mayor recurrencia de la diarrea en los pacientes sometidos a apendicectomía.[2] “Y también se ha demostrado una asociación entre las infecciones por salmonela y la presencia o ausencia del apéndice. Esto nos demuestra el importante papel de la microbiota contenida en el apéndice”, añadió Eric Ogier-Denis.

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Dicho esto, advirtió contra cualquier conclusión apresurada con respecto a la clínica. Su trabajo no significa que una apendicectomía por apendicitis, que se realiza con mayor frecuencia en personas jóvenes, cambie la longevidad. Con todo, recuerda que “esta inflamación proporciona una inmunidad muy eficaz que permite combatir de forma más eficaz en caso de infección posterior”.

Por: Marine Cygler, Medscape