La diversidad de bacterias intestinales en los lactantes se relaciona con reducción de las alergias alimentarias

Los lactantes con mayor diversidad de bacterias en las heces tienen menos tendencia a presentar alergias a alimentos como huevo, leche o cacahuate, dijeron los investigadores.

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Los hallazgos podrían dar lugar a nuevas estrategias para prevenir la alergia alimentaria mediada por inmunoglobulina E, según Christine Joseph, Ph. D., maestra en salud pública, epidemióloga del Henry Ford Health System, en Detroit, Estados Unidos, y sus colaboradores.

“La colonización bacteriana es un factor que puede ser modificable en la trayectoria causal a la alergia alimentaria mediada por inmunoglobulina E”, escribieron en su artículo publicado en Pediatric Allergy and Immunology.

Las alergias alimentarias pueden presentarse cuando la exposición a alimentos específicos activa las células cebadas y los basófilos. Las alergias pueden causar eccema atópico en lactantes y rinitis y asma a una edad posterior.

En los lactantes sanos las proteínas alimentarias interactúan con células presentadoras de antígeno, pero las células T reguladoras suprimen las respuestas inmunitarias, previniendo las alergias, señalan los investigadores.

La relación entre bacterias intestinales y alergias es compleja. Los oligosacáridos de la leche humana inducen la producción de interleucina-10 e inmunoglobulina A y también estimulan el desarrollo de Bifidobacterium y Lactobacillus, de acuerdo con los investigadores. Clostridia activa la liberación de factor de crecimiento transformante beta-1 que ayuda a inducir a las células T reguladoras a suprimir las reacciones inmunitarias indeseables. Las bacterias intestinales también ayudan a fermentar carbohidratos complejos al generar ácidos grasos de cadena corta, lo que influye en la célula B y la función de barrera intestinal.

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Estudios previos han revelado asociaciones entre la composición de la microbiota intestinal y las sensibilidades alimentarias. Han indicado que el retraso de la colonización de las bacterias en el intestino puede provocar irregularidades en el desarrollo de los tejidos linfoides asociados al intestino.

Para comprender mejor esta relación, Joseph y sus colaboradores analizaron los datos del Programa de Investigación sobre Microbios, Alergia, Asma y Mascotas de la cohorte de nacimiento del Estudio Longitudinal de Alergia y Asma del Entorno Sanitario del Condado Wayne.

Los investigadores reclutaron a mujeres embarazadas de 21 a 45 años en el área metropolitana de Detroit que recibían atención prenatal en las clínicas obstétricas del Henry Ford Health System entre septiembre de 2003 y noviembre de 2007. Obtuvieron muestras de sangre de los lactantes en las visitas domiciliarias a los 6 y 12 meses. En una consulta en la clínica a los 24 meses, determinaron inmunoglobulina E sérica específica de alérgenos, administraron pruebas de alergias por punción cutánea y entrevistaron a los padres para indagar los antecedentes personales patológicos de sus hijos, los alimentos que evitaban, los síntomas digestivos y las reacciones a los alimentos. Los investigadores obtuvieron muestras de heces a 1 mes y a los 6 meses de edad.

Un panel de dos alergólogos certificados revisó los datos clínicos y de las entrevistas desde el nacimiento hasta los 3 a 5 años de edad para clasificar a los lactantes en categorías de probabilidad o no probabilidad de tener alergia alimentaria mediada por inmunoglobulina E. Un tercer alergólogo dictaminó en los casos de desacuerdo.

De los 447 niños con datos suficientes, a 44 se les diagnosticó alergia alimentaria mediada por inmunoglobulina E. De ellos, 59% era alérgico a un alimento, 30% a dos alimentos y 11% a tres alimentos. La alergia más común era al huevo (en 73% de los niños alérgicos), seguida de la alergia al cacahuate (59%) y a la leche (20%).

En los niños de 3 a 5 años las muestras de heces de los alérgicos mostraban una diversidad sustancialmente menor de la microbiota intestinal, en comparación con los no alérgicos, sobre todo a la leche y al cacahuate. La diferencia fue estadísticamente significativa (todos los valores de p ajustados con respecto a covariables para las métricas alfa < 0,007).

Al analizar las bacterias específicas de los lactantes de 6 meses, los investigadores encontraron menos abundancia de 20 unidades taxonómicas operativas individuales en los niños alérgicos, principalmente de los órdenes Bacteroidales y Clostridiales. Por otra parte, estos niños tenían más abundancia de Bifidobacteriales.

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El hallazgo podría dar lugar a nuevas estrategias para prevenir las alergias a los alimentos, señaló la Dra. Vivian Hernández-Trujillo, directora de alergias e inmunología en el Nicklaus Children’s Hospital, en Miami, Estados Unidos, quien no intervino en el estudio.

“Es un poco prematuro, pero no hay duda de que es necesario continuar la investigación en este campo dado que sería increíble la posibilidad de intervención en las alergias alimentarias mediadas por inmunoglobulina A”, comentó a Medscape Noticias Médicas. “Estudios como este nos brindan la esperanza de que podremos prevenir las alergias a los alimentos”.

Todavía no contamos con suficientes datos para recomendar algún tratamiento (como probióticos) que pudiera influir en la microbiota intestinal de los lactantes, destacó.

Hasta ahora la mejor estrategia para prevenir las alergias al cacahuate es comenzar a introducir alimentos sólidos en general y productos derivados del cacahuate específicamente, a una edad temprana del lactante, dijo la Dra. Hernández-Trujillo, citando las Addendum Guidelines for the Prevention of Peanut Allergy in the United States: Report of the National Institute of Allergy and Infectious Diseases.

La Dra. Hernández-Trujillo refiere relaciones económicas con DBV Technologies y Kaléo. Joseph ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Los lactantes respiran mejor cuando sus madres hicieron ejercicio durante el embarazo

La función pulmonar en la lactancia temprana puede estar influida por el grado de actividad física de la madre durante el embarazo, señalan los resultados de un estudio realizado en Suecia.

La función pulmonar deficiente a los 3 meses de edad, según se midió mediante el cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio fue más frecuente en niños cuyas madres eran físicamente inactivas durante la primera mitad del embarazo, en comparación con las que hacían ejercicio moderado o extenuante, informó la Dra. Hrefna Katrin Gudmundsdottir, pediatra y candidata a Ph. D. en la University of Oslo, en Oslo, Noruega. Los resultados se basaron en un estudio observacional prospectivo de 841 binomios madre-niño.

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“El vínculo potencial entre la inactividad materna y la baja función pulmonar en la lactancia señala la importancia de recomendar a las mujeres embarazadas y las mujeres en edad de procrear que realicen actividad física”, dijo en un resumen oral presentado durante el Congreso Internacional de la European Respiratory Society (ERS) de 2021 que tuvo lugar de forma virtual.

El Dr. Jonathan Grigg, profesor de medicina respiratoria pediátrica y ambiental en la Queen Mary University of London, en Londres, Reino Unido, quien no intervino en el estudio, comentó que “ofrece un indicio fascinante de que la mayor actividad física de las madres conlleva mejor función pulmonar en sus lactantes y, por consiguiente, posiblemente en su salud a una edad posterior. Se necesita más investigación para confirmar este vínculo, pero es importante que las mujeres sientan que son respaldadas por sus médicos para mantenerse activas de una forma que sea cómoda y accesible a ellas”.

La alteración de la función pulmonar en la lactancia se relaciona con sibilancias y asma en la infancia y función pulmonar más deficiente a una edad posterior, destacó la Dra. Gudmundsdottir. También señaló que las alteraciones de la función pulmonar comienzan in utero y están relacionadas con el tamaño fetal y del lactante, el antecedente familiar de asma o el tabaquismo materno.

Se ha demostrado que la actividad física durante el embarazo reduce el riesgo de nacimientos prematuros y partos por cesárea, y de que los niños nazcan anormalmente pequeños o anormalmente grandes para su edad gestacional, explicó.

Para determinar si la inactividad física durante la primera mitad del embarazo se asociaba con una menor función pulmonar en lactantes de 3 meses por lo demás sanos, la Dra. Gudmundsdottir y sus colaboradores analizaron los datos de una cohorte materno-infantil del estudio prospectivo basado en la población PreventADALL que fue diseñado para estudiar la prevención de dermatitis atópica y alergias en niños de Noruega y Suecia.

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Un total de 814 lactantes (49% de sexo femenino) contó con medidas de volumen de flujo corriente en el estado de vigilia a los 3 meses, así como datos notificados por la madre sobre la actividad física a las 18 semanas del embarazo.

Los investigadores clasificaron a las madres como inactivas, con actividad física nula o solo de intensidad baja, “bastante” activas, o “muy” activas con base en la autonotificación.

El valor promedio de cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio entre todos los lactantes en el estudio fue de 0,391. El valor promedio para 290 lactantes nacidos de madres inactivas fue de 0,387, en comparación con 0,394 para 299 lactantes nacidos de madres muy activas, una diferencia que no fue estadísticamente significativa.

El nivel de actividad física materna no se relacionó significativamente con el cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio continuo, pero los investigadores observaron que la descendencia de madres inactivas tenía significativamente más probabilidades que la de madres bastante o muy activas de tener un cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio por debajo de 0,25 en el análisis univariable (odds ratio [OR]: 2,15; p = 0,011) y en el análisis multivariable en que se efectuó el ajuste con respecto a edad materna, escolaridad, paridad, índice de masa corporal previo al embarazo, atopia parental y exposición in utero a la nicotina (OR: 2,18; p = 0,013).

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En el análisis univariable, pero no en el multivariable, los niños de madres inactivas tuvieron significativamente más probabilidades que los lactantes de madres más activas de tener valores de cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio inferiores al centil 50 (OR: 1,35; p = 0,042).

“Observamos una tendencia que se suma a la importancia de aconsejar a las mujeres en edad de procrear y a las mujeres embarazadas en torno a la actividad física. Sin embargo, puede haber factores que afecten la actividad física materna y la función pulmonar en la descendencia que no hemos tenido en cuenta y que podrían afectar los resultados, por lo que se necesita más investigación”, declaró la Dra. Gudmundsdottir.

El Dr. Grigg puntualizó que “vale la pena tener presente que lo más importante que las madres pueden hacer para su propia salud y la de su bebé es asegurarse de no fumar o utilizar otros productos del tabaco antes, durante y después del embarazo. Un hogar libre de humo tiene el máximo impacto sobre la función pulmonar y la salud en la infancia y a una edad posterior”.

El estudio fue financiado por la Universidad de Oslo. Gudmundsdottir y Grigg han declarado no tener relaciones económicas pertinentes.

Neil Osterweil, periodista médico galardonado, es un antiguo y frecuente colaborador de Medscape.