La pandemia presenta riesgos a corto y largo plazo para bebés, especialmente varones

La pandemia ha creado un entorno hostil para las embarazadas y sus bebés.

Los niveles de estrés entre las mujeres embarazadas se han disparado. Las embarazadas con COVID-19 tienen cinco veces más probabilidades que las que no lo están de necesitar cuidados intensivos y 22 veces más probabilidades de morir. Las madres infectadas tienen cuatro veces más probabilidades de tener un óbito.

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Sin embargo, es posible que algunas de las mayores amenazas de la pandemia para la salud de los bebés no se manifiesten durante años o incluso décadas.

Esto se debe a que los bebés de madres con COVID-19 tienen 60% más de probabilidades de ser muy prematuros, lo que aumenta el peligro de mortalidad infantil y discapacidades a largo plazo como parálisis cerebral, asma y pérdida de audición, así como el riesgo de que un niño desarrolle enfermedades de adultos como depresión, ansiedad, enfermedades cardíacas y renales.[3]

Estudios han relacionado la fiebre y la infección durante el embarazo con afecciones psiquiátricas y del desarrollo como el autismo, la depresión y la esquizofrenia.

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“Algunas de estas afecciones no aparecen hasta la niñez media o la adultez temprana, pero tienen su origen en la vida fetal”, dijo la Dra. Evdokia Anagnostou, neuróloga y profesora de pediatría de la University of Toronto, en Toronto, Canadá.

Para los fetos expuestos a SARS-CoV-2, el mayor peligro no suele ser el coronavirus en sí, sino el sistema inmunológico de la madre.

Tanto las infecciones graves por SARS-CoV-2 como las variantes de la pandemia pueden exponer a los fetos a una inflamación dañina, que puede ocurrir cuando el sistema inmunológico de la madre está combatiendo un virus o cuando las hormonas del estrés envían señales de alarma sin parar.[8]

La inflamación prenatal “cambia la forma en que se desarrolla el cerebro y, según el momento de la infección, puede cambiar la forma en que se desarrollan el corazón o los riñones”, agregٚó la Dra. Anagnostou.

Aunque autoridades de salud han recomendado enérgicamente las vacunascontra COVID-19 para las embarazadas, solo 35% están completamente vacunadas.

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Al menos 150.000 embarazadas han sido diagnosticadas con COVID-19; de ellas, más de 25.000 han sido hospitalizadas y 249 han muerto, según Centers for Control Disease and Prevention  (CDC).

Aunque la mayoría de los bebés estarán bien, incluso un pequeño aumento en el porcentaje de niños con necesidades médicas o educativas especiales podría tener un gran efecto en la población, dada la gran cantidad de infecciones por SARS-CoV-2, dijo la Dra. Anagnostou.

“Si alguien tiene un bebé que está bien, eso es en lo que debe concentrarse”, dijo la Dra. Anagnostou. “Pero desde el punto de vista de la salud pública, debemos hacer un seguimiento de las mujeres que experimentaron COVID-19 grave y de sus bebés para comprender el impacto”.

Aprendiendo de la historia

Investigadores de Estados Unidos y otros países ya están estudiando a “la generación COVID-19” para ver si estos niños tienen más problemas de saludque los concebidos o nacidos antes de 2020.

Crisis anteriores han demostrado que los desafíos que enfrentan los fetos en el útero, como infecciones maternas, hambre, estrés y sustancias químicas que alteran las hormonas, pueden dejar una huella duradera en su salud, así como en la de sus hijos y nietos, dijo el Dr. Frederick Kaskel, director de nefrología pediátrica del Children’s Hospital en Montefiore, Estados Unidos.[9,10]

Por ejemplo, las personas cuyas madres estaban embarazadas durante las distintas olas de la pandemia de influenza de 1918, tuvieron una salud más precaria a lo largo de sus vidas, en comparación con los estadounidenses nacidos en otras épocas, dijo John McCarthy, estudiante de medicina en la Albert Einstein College of Medicine y coautor junto con Kaskel de una revisión reciente en JAMA Pediatrics.[11]

Los investigadores no saben exactamente qué madres se infectaron con la gripe pandémica, dijo McCarthy. Pero las que estaban embarazadas durante las grandes olas, cuando la infección estaba generalizada, tuvieron hijos con tasas más altas de enfermedades cardíacas o diabetes. Estos niños también tuvieron menos éxito en la escuela, fueron menos productivos económicamente y tuvieron más probabilidades de vivir con una discapacidad.

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Debido a que los sistemas de órganos se desarrollan durante diferentes períodos del embarazo, los fetos expuestos durante el primer trimestre pueden enfrentar riesgos diferentes a los expuestos hacia el final del embarazo, dijo McCarthy. Por ejemplo, las personas nacidas en el otoño de 1918 tuvieron un 50% más de probabilidades que otras de desarrollar una enfermedad renal; que puede reflejar una exposición a la pandemia en el tercer trimestre, mientras los riñones aún se estaban desarrollando.[13]

Casi dos años después de la pandemia de COVID-19, investigadores han comenzado a publicar observaciones preliminares de bebés expuestos a infecciones por SARS-CoV-2 y a estrés antes del nacimiento.[13]

Aunque la Dra. Anagnostou señaló que es demasiado pronto para conclusiones definitivas, “hay evidencia de que los bebés que nacen de madres con infecciones graves por COVID-19 tienen cambios en su sistema inmunológico. Es suficiente para preocuparnos un poco”.

Dañar un sistema de seguridad fetal

La buena noticia sobre el coronavirus es que rara vez atraviesa la placenta, el órgano encargado de proteger al feto en desarrollo de las infecciones y de proporcionarle oxígeno. Entonces, las mamás con COVID-19 rara vez transmiten el virus a sus hijos antes del nacimiento.

Eso es importante, porque algunos virus que infectan directamente al feto, como el Zika, pueden causar defectos de nacimiento devastadores, dijo la Dra. Karin Nielsen-Saines, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas de la David Geffen School of Medicine de la UCLA.

Pero estudios también sugieren que la inflamación de la infección por SARS-CoV-2 de la madre puede dañar la placenta, dijo el Dr. Jeffery Goldstein, profesor asistente de patología en la Feinberg School of Medicine de la Northwestern University. En un estudio publicado el año pasado, el Dr. Goldstein y sus coautores encontraron que las placentas de las mamás con COVID-19 tenían más vasos sanguíneos anormales que las placentas de pacientes sin la infección, lo que dificultaba el suministro suficiente de oxígeno al feto.

El daño placentario también puede causar preeclampsia, una complicación grave del embarazo que puede provocar un aumento repentino de la presión arterial de la madre.

La preeclampsia ocurre cuando los vasos sanguíneos de la placenta no se desarrollan o no funcionan correctamente, lo que obliga al corazón de la madre a trabajar más para llevar sangre al feto, que puede no recibir suficiente oxígeno y nutrientes. La preeclampsia también predispone a las mujeres a sufrir infartos e ictus en el futuro.

Reiniciando el sistema inmunológico

En algunos casos, COVID-19 también parece reconfigurar la respuesta inmune de un bebé, dijo la Dra. Nielsen-Saines.

En un estudio de octubre en  Cell Reports Medicine,  la Dra. Nielsen-Saines y sus coautores encontraron que los bebés nacidos de personas con COVID-19 graves por COVID-19 tenían una combinación diferente de células inmunitarias y proteínas que otros bebés. Ninguno de los recién nacidos dio positivo para el coronavirus.[14]

Los cambios inmunes son preocupantes, agregó la Dra. Nielsen-Saines, porque este patrón de células y proteínas inmunes se ha encontrado anteriormente en bebés con problemas respiratorios y, en algunos casos, desarrollo neurológico deficiente.

En particular, todos los bebés en su estudio parecen saludables, dijo la Dra. Nielsen-Saines, quien planea monitorearlos durante tres años para ver si estas señales tempranas se traducen en retrasos en el desarrollo, como problemas para hablar, caminar o interactuar con otros.

“¿Qué diferencia tiene todo esto en el bebé?”, se preguntó la Dra. Anagnostou. “No lo sabremos hasta dentro de unos años. Todo lo que podemos hacer es tratar de estar lo más preparados posible”.

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Aumento del riesgo para los varones

Los bebés varones podrían enfrentar mayores riesgos por COVID-19, incluso antes del nacimiento.

En general, son más vulnerables que las bebas como fetos y recién nacidos; tienen más probabilidades de nacer prematuramente y morir cuando son bebés. Los niños prematuros también tienen un mayor riesgo de discapacidad y muerte.

Pero la infección por coronavirus presenta peligros especiales, dijo Sabra Klein, profesora de microbiología molecular e inmunología en la Bloomberg School of Public Health de Johns Hopkins.

Eso se debe a que los niños se ven afectados de manera desproporcionada por afecciones relacionadas con las infecciones maternas. Por ejemplo, los niños tienen cuatro veces más probabilidades que las niñas de ser diagnosticados con autismo o trastorno por déficit de atención con hiperactividad, mientras que los hombres tienen un 75% más de probabilidades que las mujeres de desarrollar esquizofrenia.

Los científicos no comprenden completamente por qué los niños parecen más frágiles en el útero, aunque la testosterona, que puede amortiguar la respuesta inmunitaria, puede desempeñar un papel, dijo la doctora Kristina Adams Waldorf, profesora de obstetricia y ginecología en la Universidad of Washington.

Los hombres generalmente desarrollan respuestas inmunes más débiles que las mujeres y con más frecuencia desarrollan COVID-19 graveInvestigaciones recientes sugieren que los niños con covid tienen más probabilidades que las niñas de enfermarse gravemente o desarrollar una afección inflamatoria poco común llamada síndrome inflamatorio multisistémico.

Una nueva investigación sobre covid podría ayudar a esclarecer esta vulnerabilidad.

En un estudio publicado en octubre, investigadores encontraron que el sexo de un feto influye en la forma en que su placenta responde al covid, y en cómo responde el sistema inmune de su madre.[15]

Las embarazadas infectadas con SARS-COV-2 produjeron menos anticuerpos contra el coronavirus si sus fetos eran masculinos. Las madres también transfirieron menos anticuerpos a los niños que a las niñas, dijo la Dra. Andrea Edlow, autora principal del estudio y especialista en medicina materno-fetal en el Massachusetts General Hospital.

Al examinar las placentas de los fetos masculinos después del parto, los investigadores encontraron cambios que podrían dejar a los niños menos protegidos contra la inflamación dañina.

El sexo de un feto también puede influir en la respuesta de su madre a otras enfermedades.

Por ejemplo, la investigación muestra que las mujeres embarazadas con asma tienen peores síntomas si el feto es femenino. Las mujeres embarazadas de varones tienen un poco más de probabilidad de desarrollar diabetes gestacional.

Edlow dijo que sus hallazgos plantean preguntas sobre el “diálogo” entre la madre y el bebé. “El sistema inmunológico de la madre detecta que hay un feto masculino”, dijo la Dra. Edlow. “Y el feto se está comunicando activamente con el sistema inmunológico de la madre”.

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Impulsando el estrés tóxico

Las tasas de depresión y estrés entre las mujeres embarazadas han aumentado drásticamente durante la pandemia.

Esto es preocupante porque el estrés crónico puede provocar inflamación, y afectar a los bebés de mujeres infectadas y no infectadas, dijo la Dra. Anagnostou.

Los estudios muestran de manera consistente que los bebés nacidos de madres que experimentan un estrés significativo durante el embarazo tienen tasas más altas de daños a la salud a corto y largo plazo, incluidos defectos cardíacos y obesidad, que los bebés nacidos de mujeres con menos estrés.

“Sabemos que la inflamación influye directamente en la forma en que se desarrolla el cerebro de un bebé”, dijo la Dra. Elinor Sullivan, profesora asociada de psiquiatría en la Oregon Health And Science University.

Las cuarentenas, las restricciones de viajes y el distanciamiento físico dejaron a muchas mujeres embarazadas sin el apoyo de familiares y amigos. El estrés de perder a un ser queridoun trabajo o una casa aumenta aún más los riesgos para las mamás y los bebés, dijo Sullivan, quien está haciendo un seguimiento de niños nacidos durante la pandemia durante cinco años.

En una investigación que aún no se ha publicado, Sullivan encontró que los bebés de mujeres que estaban embarazadas durante la pandemia mostraron más tristeza y emociones negativas en el primer año de vida en comparación con los bebés de mujeres que estaban embarazadas antes de la pandemia.

Los hallazgos muestran la importancia de ayudar y proteger a las personas embarazadas antes y después del parto, dijo Sullivan, quien realizó otro estudio que encontró que las mujeres que recibían más apoyo social estaban menos deprimidas.

Investigadores italianos también están estudiando el efecto del estrés maternoen el comportamiento de los bebés, así como la forma en que se regulan sus genes.

Aunque la inflamación relacionada con el estrés no altera la estructura de los genes de un bebé, puede influir en su activación o desactivación, dijo Livio Provenzi, psicólogo de la Fundación del Instituto Nacional de Neurología C. Mondino en Pavia, Italia.

En el estudio de 163 parejas de madres y bebés, Provenzi halló diferencias en cómo se activaban los genes que regulan la respuesta al estrés. Los genes que ayudan a las personas a responder al estrés tenían más probabilidades de apagarse en los bebés cuyas madres informaron más estrés durante el embarazo. Las mismas mamás también informaron que sus bebés lloraban más y estaban más inquietos cuando tenían 3 meses.

Los investigadores generalmente prefieren hacer observaciones en persona de los bebés mientras interactúan con sus madres, dijo Provenzi. Pero debido a la pandemia, le pidió a las madres que llenaran cuestionarios sobre el comportamiento infantil. Planea observar a las madres y los bebés en persona cuando los niños tengan 12 meses.

Si bien vacunar a las embarazadas es la mejor manera de protegerlas a ellas y a sus fetos del virus, dijo Anagnostou, la sociedad debe hacer más para preservar la salud mental de las mujeres embarazadas.

“No podemos escapar del hecho de que hemos vivido dos años de una pandemia”, dijo la Dra. Anagnostou. “Pero podemos pensar en oportunidades para reducir el riesgo”.

KHN (Kaiser Health News) es la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud. Junto con Análisis de Políticas y Encuestas, KHN es uno de los tres principales programas de KFF. KFF es una organización sin fines de lucro que brinda información sobre temas de salud a la nación.

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La ingesta moderada de cafeína en el embarazo se relaciona con un riesgo cardiometabólico reducido

Las mujeres embarazadas con un consumo de cafeína bajo a moderado pueden tener un riesgo menor de diabetes gestacional, niveles más bajos de glucosa y un mejor perfil de riesgo cardiometabólico que sus contrapartes que evitan la cafeína por completo, sugiere un nuevo estudio.

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Los investigadores examinaron datos de 2.802 mujeres embarazadas sin comorbilidades importantes que formaron parte del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Fetal Growth Studies-Singletons de 2009 a 2013. Ingesta diaria total de cafeína a las 10 a 13 semanas y a las 16 a 22 semanas de el embarazo se calculó sobre la base del consumo autoinformado de café, té, refrescos y bebidas energéticas; las mujeres también proporcionaron muestras de sangre para medir la cafeína y la paraxantina entre las 10 y 13 semanas de gestación.


Al principio del embarazo, entre las 10 y 13 semanas de gestación, hubo 1.073 mujeres (41,5%) que informaron que no consumían cafeína. Un total de 1317 mujeres (51,0%) informaron una ingesta de 1 mg a 100 mg al día, mientras que 173 mujeres (6,7%) dijeron que consumían de 101 mg a 200 mg por día, la cantidad máxima recomendada durante el embarazo. Otras 20 mujeres (0,8%) consumieron más de 200 mg al día.


Más adelante en el embarazo, entre las semanas 16 y 22 de gestación, hubo 599 mujeres (23,6%) que dijeron que no consumían bebidas con cafeína; 1734 (68,3%) que dijeron que tenían de 1 mg / da 100 mg / d, 186 (7,3%) que dijeron que su ingesta fue de 101 mg / d a 200 mg / d; y 20 (0,8%) informaron consumir más de 200 mg / d de bebidas con cafeína.
El bajo consumo de cafeína de 1 mg a 100 mg al día se asoció con un menor riesgo de diabetes gestacional al principio del embarazo (riesgo relativo 0,71) y más tarde en el embarazo (RR 0,53).


El consumo moderado de cafeína de 101 mg a 200 mg al día también se asoció con un menor riesgo de diabetes gestacional más adelante en el embarazo (RR 0,54). Sin embargo, un mayor consumo de cafeína se asoció con un mayor riesgo de diabetes gestacional al principio del embarazo (RR 1,87).


Los resultados, publicados en JAMA Network Open, están en línea con las pautas actuales del Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) de que las mujeres embarazadas limitan su consumo de cafeína a menos de 200 mg por día, dijo la autora principal del estudio, Stefanie Hinkle, una profesor asistente en el Departamento de Bioestadística, Epidemiología e Informática de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia.

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“Estos hallazgos son consistentes con estudios que han encontrado que la cafeína en sí misma se ha asociado con un mejor balance energético y una disminución de la masa grasa, lo que puede explicar los hallazgos observados”, dijo Hinkle por correo electrónico.


Sin embargo, es posible que los resultados se hayan visto influenciados por otros componentes del café y el té, como los fitoquímicos, que pueden afectar la inflamación y la resistencia a la insulina, lo que lleva a un menor riesgo de diabetes gestacional, dijo Hinkle.


“Se necesita investigación adicional para comprender completamente los mecanismos de los hallazgos observados en este estudio”, dijo Hinkle.


Una limitación del estudio es que fue demasiado pequeño para evaluar las diferencias en los resultados según el tipo de bebida con cafeína que consumían las mujeres o cómo se preparaba. Los investigadores también carecían de datos sobre el momento exacto de cualquier diagnóstico de diabetes gestacional.


Si bien los médicos y los pacientes deben estar tranquilos por los resultados del estudio de que las pautas actuales sobre el embarazo y la cafeína son sensatas, los resultados no deben alentar a las mujeres a comenzar a beber bebidas con cafeína por primera vez durante el embarazo, dijo Hinkle.


“No sería prudente que las mujeres que no beben inicien el consumo de bebidas con cafeína con el propósito de reducir el riesgo de DMG y mejorar el metabolismo de la glucosa”, dijo Hinkle. “Sin embargo, estos hallazgos pueden brindar cierta tranquilidad a las mujeres que ya consumen niveles bajos a moderados de cafeína de que tal consumo probablemente no aumentará su riesgo de diabetes gestacional”.


FUENTE: https://bit.ly/3C0MwKi JAMA Network Open, en línea el 8 de noviembre de 2021.

El tabaquismo materno se asocia a un peor desenlace del parto mediante cambios en la metilación del ADN de la placenta

Un nuevo estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, en colaboración con la Emory Universityen Atlanta, Estados Unidos, y otros centros del consorcio Pregnancy and Childhood Epigenetics (PACE), exploró los posibles mecanismos epigenéticos que tienen lugar en la placenta y que podrían explicar el efecto del consumo de tabaco en el embarazo sobre la salud infantil.

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Las exposiciones ambientales pueden producir cambios epigenéticos, esto es, modificaciones químicas en el genoma que modulan la activación e inactivación de los genes. Una de estas modificaciones es la metilación del ADN, que usualmente se produce en sitios del genoma donde hay una citosina seguida de una guanina (sitios CpG). Por ejemplo, el consumo de tabaco en adultos se ha relacionado con cambios en la metilación del ADN en sangre y en otros tejidos, los cuales pueden revertirse en los exfumadores, pero muy lentamente.

En el embarazo se ha visto que el consumo de tabaco durante el embarazo afecta el epigenoma de la descendencia. La mayoría de estos estudios han analizado la metilación del ADN en sangre del cordón del recién nacido. El mayor estudio que explora el efecto en sangre de cordón se realizó en el contexto del consorcio PACE. Tanto en este estudio como en similares se mostró que los efectos del consumo de tabaco materno en el epigenoma de sangre continuaban hasta la infancia, e incluso revelaron efectos persistentes en la edad adulta.

El estudio de ISGlobal identificó 433 sitios CpG de la placenta cuya metilación estaba asociada con tabaquismo durante el embarazo. Además, la metilación de casi la mitad de estos sitios también estaba asociada a un mayor riesgo de parto prematuro o a un menor peso o estatura al nacer.

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Aunque hay algunos estudios previos en placenta, el estudio de ISGlobal multiplica por diez el tamaño de la muestra, incluyendo 1.700 binomios de madres-niño de siete países diferentes (Australia, Francia, España, Canadá y Estados Unidos), aumentando así la potencia estadística y la posibilidad de detectar asociaciones más robustas.

El estudio también muestra que “los efectos sobre la metilación de la placenta son mayores si la madre fuma durante todo el embarazo que si deja de fumar al principio”, explicó a Univadis España, Mariona Bustamante, Ph. D., científica de ISGlobal e investigadora principal de este estudio publicado en Nature Communications. Además, Bustamante y sus colaboradores han incorporado otros análisis complementarios para la interpretación biológica que han mostrado que el tabaco activa la respuesta inflamatoria, la detoxificación o la señalización por factores de crecimiento en la placenta.

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Nuevos hallazgos epigenéticos

“Nos ha sorprendido el gran número de posiciones del genoma, la metilación de las cuales se asocia tanto al consumo de tabaco como a las variables reproductivas del bebé”, dijo la investigadora.

Pero además, el estudio ha desvelado diferencias considerables en las regiones del genoma cuya metilación está afectada por el tabaco entre la placenta y la sangre de cordón, lo que “sugiere que, en respuesta al tabaco, se activan unas funciones u otras según el tejido o bien se activan las mismas funciones, pero estas se regulan a nivel epigenético de forma diferente en cada tejido”, puntualizó Bustamante.

Otro de los hallazgos que han sorprendido a los investigadores es que las posiciones del genoma cuya metilación cambia con el consumo de tabaco suelen estar cerca de regiones donde hay variantes genéticas asociadas al peso del recién nacido. Lo que significa que “hay una confluencia en las mismas regiones del genoma de las señales ambientales (tabaco) y las señales genéticas asociadas al peso al nacer. En el futuro sería interesante investigar el efecto combinado del ambiente y la genética en la metilación de la placenta (interacciones gene-ambiente)”.

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Algunas limitaciones del estudio

Las relaciones estadísticas (consumo de tabaco durante el embarazo –alteración de la metilación del ADN de la placenta– menor peso del recién nacido) que observaron los investigadores del ISGlobal no tienen por qué ser causales. Es decir, pueden estar enmascaradas por otros factores (por ejemplo, consumo de tabaco durante el embarazo –consumo de alcohol durante el embarazo) o ser debidas a causalidad inversa (menor peso del recién nacido conlleva una alteración de la metilación del ADN de placenta). Bustamante explicó que “para inferir causalidad el estudio debería complementarse con otros diseños epidemiológicos —por ejemplo, control negativo, aleatorización mendeliana— o estudios en modelos celulares o animales, los cuales también tienen sus propias limitaciones”.

Otra limitación del estudio es que la información sobre consumo del tabaco está auto-reportada por las mujeres del estudio con lo que puede haber problemas de mala clasificación de las mujeres en los grupos: fumadoras/no fumadoras.

Para medir la metilación, los investigadores usaron un microarreglo que analiza 0,4 millones de posiciones del genoma. Aunque este número es alto comparado con otros estudios, sigue siendo solo 1% de todas las posibles posiciones del genoma que pueden ser metiladas. Además, los datos de expresión génica en la placenta utilizados para interpretar los resultados de los cambios de metilación solo estaban disponibles en unos pocos individuos

Finalmente, todavía no se conocen los compuestos exactos presentes en el tabaco que promueven los cambios de metilación del ADN de la placenta.

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¿Se hará seguimiento a largo plazo sobre los bebés en los que se ha demostrado la metilación del ADN?

Bustamante comentó que el estudio se basa en datos recogidos en siete cohortes de nacimiento. En las cohortes de nacimiento se recluta a las mujeres al principio del embarazo, se recopila información sobre las exposiciones ambientales y la salud de la mujer durante la gestación, posteriormente, cuando nace el bebé, se evalúa su salud durante años. Por ejemplo, “en la cohorte Infancia y Medio Ambiente (INMA) que coordinamos desde ISGlobal, hemos seguido a los bebés hasta la adolescencia y nos gustaría poder seguirlos más tiempo si se consigue la financiación”.

Desde el ISGlobal tienen previsto realizar nuevos estudios para investigar cómo la metilación del ADN de la placenta se asocia a varios fenotipos de los niños/niñas, por ejemplo el neurodesarrollo (más allá de los cambios debidos al tabaco).

Este contenido fue originalmente publicado en Univadis, parte de la Red Profesional de Medscape.

Los lactantes respiran mejor cuando sus madres hicieron ejercicio durante el embarazo

La función pulmonar en la lactancia temprana puede estar influida por el grado de actividad física de la madre durante el embarazo, señalan los resultados de un estudio realizado en Suecia.

La función pulmonar deficiente a los 3 meses de edad, según se midió mediante el cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio fue más frecuente en niños cuyas madres eran físicamente inactivas durante la primera mitad del embarazo, en comparación con las que hacían ejercicio moderado o extenuante, informó la Dra. Hrefna Katrin Gudmundsdottir, pediatra y candidata a Ph. D. en la University of Oslo, en Oslo, Noruega. Los resultados se basaron en un estudio observacional prospectivo de 841 binomios madre-niño.

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“El vínculo potencial entre la inactividad materna y la baja función pulmonar en la lactancia señala la importancia de recomendar a las mujeres embarazadas y las mujeres en edad de procrear que realicen actividad física”, dijo en un resumen oral presentado durante el Congreso Internacional de la European Respiratory Society (ERS) de 2021 que tuvo lugar de forma virtual.

El Dr. Jonathan Grigg, profesor de medicina respiratoria pediátrica y ambiental en la Queen Mary University of London, en Londres, Reino Unido, quien no intervino en el estudio, comentó que “ofrece un indicio fascinante de que la mayor actividad física de las madres conlleva mejor función pulmonar en sus lactantes y, por consiguiente, posiblemente en su salud a una edad posterior. Se necesita más investigación para confirmar este vínculo, pero es importante que las mujeres sientan que son respaldadas por sus médicos para mantenerse activas de una forma que sea cómoda y accesible a ellas”.

La alteración de la función pulmonar en la lactancia se relaciona con sibilancias y asma en la infancia y función pulmonar más deficiente a una edad posterior, destacó la Dra. Gudmundsdottir. También señaló que las alteraciones de la función pulmonar comienzan in utero y están relacionadas con el tamaño fetal y del lactante, el antecedente familiar de asma o el tabaquismo materno.

Se ha demostrado que la actividad física durante el embarazo reduce el riesgo de nacimientos prematuros y partos por cesárea, y de que los niños nazcan anormalmente pequeños o anormalmente grandes para su edad gestacional, explicó.

Para determinar si la inactividad física durante la primera mitad del embarazo se asociaba con una menor función pulmonar en lactantes de 3 meses por lo demás sanos, la Dra. Gudmundsdottir y sus colaboradores analizaron los datos de una cohorte materno-infantil del estudio prospectivo basado en la población PreventADALL que fue diseñado para estudiar la prevención de dermatitis atópica y alergias en niños de Noruega y Suecia.

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Un total de 814 lactantes (49% de sexo femenino) contó con medidas de volumen de flujo corriente en el estado de vigilia a los 3 meses, así como datos notificados por la madre sobre la actividad física a las 18 semanas del embarazo.

Los investigadores clasificaron a las madres como inactivas, con actividad física nula o solo de intensidad baja, “bastante” activas, o “muy” activas con base en la autonotificación.

El valor promedio de cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio entre todos los lactantes en el estudio fue de 0,391. El valor promedio para 290 lactantes nacidos de madres inactivas fue de 0,387, en comparación con 0,394 para 299 lactantes nacidos de madres muy activas, una diferencia que no fue estadísticamente significativa.

El nivel de actividad física materna no se relacionó significativamente con el cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio continuo, pero los investigadores observaron que la descendencia de madres inactivas tenía significativamente más probabilidades que la de madres bastante o muy activas de tener un cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio por debajo de 0,25 en el análisis univariable (odds ratio [OR]: 2,15; p = 0,011) y en el análisis multivariable en que se efectuó el ajuste con respecto a edad materna, escolaridad, paridad, índice de masa corporal previo al embarazo, atopia parental y exposición in utero a la nicotina (OR: 2,18; p = 0,013).

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En el análisis univariable, pero no en el multivariable, los niños de madres inactivas tuvieron significativamente más probabilidades que los lactantes de madres más activas de tener valores de cociente tiempo hasta el flujo espiratorio corriente máximo a tiempo espiratorio inferiores al centil 50 (OR: 1,35; p = 0,042).

“Observamos una tendencia que se suma a la importancia de aconsejar a las mujeres en edad de procrear y a las mujeres embarazadas en torno a la actividad física. Sin embargo, puede haber factores que afecten la actividad física materna y la función pulmonar en la descendencia que no hemos tenido en cuenta y que podrían afectar los resultados, por lo que se necesita más investigación”, declaró la Dra. Gudmundsdottir.

El Dr. Grigg puntualizó que “vale la pena tener presente que lo más importante que las madres pueden hacer para su propia salud y la de su bebé es asegurarse de no fumar o utilizar otros productos del tabaco antes, durante y después del embarazo. Un hogar libre de humo tiene el máximo impacto sobre la función pulmonar y la salud en la infancia y a una edad posterior”.

El estudio fue financiado por la Universidad de Oslo. Gudmundsdottir y Grigg han declarado no tener relaciones económicas pertinentes.

Neil Osterweil, periodista médico galardonado, es un antiguo y frecuente colaborador de Medscape.

La deficiencia de hierro en el embarazo es común pero en muchos casos no se evalúa

A muchas mujeres y personas embarazadas no se les efectúa detección de deficiencia de hierro pese a que es una causa común de anemia en el embarazo que podría aumentar el riesgo de muerte materna y del lactante.

Los investigadores analizaron datos de 44.552 pacientes embarazadas de Ontario, Canadá, obtenidos entre 2013 y 2018, para determinar la prevalencia de pruebas de ferritina, la prueba estándar para la deficiencia de hierro, en el curso de 5 años.

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Su estudio, publicado en Blood Advances, reveló que solo 59,4% de las personas embarazadas se sometían a una prueba de ferritina, la prueba estándar para la deficiencia de hierro. De estas mujeres embarazadas, 25,2% tenían insuficiencia de hierro y 52,8% tuvieron deficiencia de hierro por lo menos una vez durante el embarazo.

También observaron que 71% de estas pruebas de hierro fueron ordenadas durante el primer trimestre, cuando es más bajo el riesgo de deficiencia de hierro.

“No solo estamos pasando por alto una proporción muy grande de mujeres que tienen deficiencia de hierro cuando se embarazan, sino que estamos omitiendo a las que presentan deficiencia de hierro en etapas más avanzadas de sus embarazos”, dijo en una entrevista la autora principal Dra. Jennifer Teichman, residente de hematología en la University of Toronto, en Toronto, Canadá. Los investigadores dijeron que la deficiencia de hierro durante el embarazo se asocia con fatiga materna, disfunción cognitiva, depresión, bajo peso al nacer y desarrollo deficiente del cerebro del infante.

La Dra. Teichman explicó que si se identificara la deficiencia de hierro lo suficientemente temprano durante el embarazo, los médicos tendrían suficiente tiempo para tratar el trastorno con suplementos de hierro antes de que la paciente llegue al parto. También explicó que las vitaminas prenatales, que contienen algo de hierro, no aportan suficiente cantidad del mineral para corregir la deficiencia de hierro.

“Un aspecto muy importante es que la cantidad de hierro que contienen los suplementos vitamínicos prenatales realmente es baja”, explicó la Dra. Teichman. “Es suficiente para compensar la diferencia del hierro adicional que necesitan para mantener su embarazo, pero no es suficiente para tratar a una mujer que ya tiene un nivel bajo de hierro al comenzar el embarazo. Así que existe una diferencia entre una vitamina prenatal y un verdadero suplemento de hierro”.

Los investigadores también observaron que las personas provenientes de un hogar con bajos ingresos anuales tenían incluso menos probabilidades de someterse a una prueba de ferritina, lo cual fue un hallazgo preocupante pues las mujeres de posición económica más baja tienen más probabilidades de presentar deficiencia de hierro durante el embarazo.

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“Esto dice algo sobre cómo los médicos estamos contribuyendo a esta brecha en la atención”, dijo la Dra. Teichman. “Las mujeres de una posición socioeconómica más baja reciben una especie de triple golpe. Tienen más probabilidades de padecer deficiencia de hierro, menos probabilidades de que se les diagnostique y menos probabilidades de que se les corrija.”

La Dra. Teichman y sus colaboradores adoptaron un enfoque único al analizar niveles de ferritina aislados en contraposición a hematimetrías completas, que es la prueba de detección típica de la anemia durante el embarazo, dijo la Dra. Lissette Tanner, maestra en salud pública, quien no intervino en el estudio.

“Las que cumplen los criterios para el diagnóstico de anemia se han de evaluar para determinar la causa con la sospecha inicial de una anemia por deficiencia de hierro, pues es la causa más frecuente”, dijo la Dra. Tanner, profesora asistente de ginecología y obstetricia en la Emory University, en Atlanta, Estados Unidos.

Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos recomienda la detección sistemática de anemia ferropénica en personas embarazadas, además de los suplementos de hierro generales para satisfacer las necesidades de hierro durante el embarazo.

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Así mismo, el American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) recomienda que a todas las mujeres embarazadas se les efectúen pruebas de detección sistemática de anemia con una biometría hemática completa en el primer trimestre y una vez más entre las 24 y 28 semanas del embarazo.

Sin embargo, la deficiencia de hierro es omitida completamente en las recomendaciones del ACOG, dijo el Dr. Michael Auerbach, del Departamento de Medicina en la Georgetown University, en Washington D. C., Estados Unidos.

“Recomiendan una biometría hemática completa en todas las mujeres embarazadas, pero no recomiendan parámetros de hierro, como la prueba de ferritina, a menos que la madre este anémica”, dijo el Dr. Auerbach, quien no intervino en el estudio. “Creo que esas guías deben revisarse”.

La Dra. Teichman espera que los hallazgos de su equipo motiven a cambiar las guías obstétricas y hematológicas que recomiendan las pruebas prenatales sistemáticas.

“Creo que la ferritina debería ser parte de una prueba prenatal sistemática”, agregó la Dra. Teichman. “Y también creo que es necesario que las pacientes puedan preguntar cuáles son sus niveles de hierro en el embarazo y los médicos deben saber cuál es el nivel de hierro normal”.

Ninguno de los expertos entrevistados para esta noticia declaró conflictos de interés económico.

Este artículo fue publicado originalmente en MDEdge.com, parte de la Red Profesional de Medscape.