El consumo excesivo de alcohol a los 20 años tiene un impacto duradero en el riesgo de cáncer

El consumo excesivo de alcohol durante los primeros años de la vida adulta puede aumentar el riesgo de tumores malignos relacionados con el alcohol, incluso después de dejar de beber o disminuir la bebida a una edad madura, según un nuevo estudio realizado en Australia.

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Si bien se sabe que el alcohol es un factor de riesgo de cáncer, por lo general no se espera que su consumo excesivo en los primeros años de la vida adulta afecte al riesgo de cáncer muchos años después, declaró para Medscape Noticias Médicas el autor principal, Dr. Harindra Jayasekara, Ph. D., del Cancer Council Victoria y la University of Melbourne en Australia. Pero en este análisis, “encontramos datos congruentes con el inicio temprano y la progresión crónica de la carcinogénesis vinculada al alcohol y sus metabolitos tóxicos”.

En el estudio, publicado en versión electrónica el 19 de febrero en International Journal of Cancer, se evaluaron las trayectorias de consumo de alcohol en el curso de la vida y el riesgo de cáncer relacionado con el alcohol utilizando datos de 22.756 mujeres y 15.701 hombres reclutados en el estudio prospectivo Melbourne Collaborative Cohort Study de 1990 a 1994. Se consideró que el consumo excesivo de alcohol era una ingesta media de al menos 60 g/día, lo que equivale al contenido de alcohol de seis bebidas estándar.

Durante 485.525 años-persona de seguimiento en las mujeres, se diagnosticaron 2.303 nuevos tumores malignos relacionados con el alcohol, de entre los cuales los más frecuentes fueron el de mama (64%) y el colorrectal (31%).

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Efecto sobre el riesgo de cáncer

Para los hombres, en relación con la abstención de por vida, las trayectorias de consumo excesivo de alcohol se asociaron con un mayor riesgo de cáncer relacionado con el alcohol en general.

Las asociaciones más fuertes fueron para la trayectoria intensa descendente temprana (hazard ratio [HR]: 1,75) y la trayectoria intensa descendente tardía (HR: 1,94), con la trayectoria intensa creciente no muy rezagada (HR: 1,45).

La fuerza de estas asociaciones no cambió de forma ostensible en los análisis en que se excluía a los fumadores activos al inicio.

En los hombres, las trayectorias de ingesta intensa decreciente temprana e intensa decreciente tardía se asociaron de forma similar con un mayor riesgo de cáncer colorrectal (HR: 1,56 para la temprana; HR: 1,74 para la tardía). El hazard ratio correspondiente a la trayectoria intensa creciente fue de 1,36.

En el caso de las mujeres, en comparación con la abstención de por vida, la trayectoria de consumo de alcohol clasificada como moderada creciente (30 a 59 g/día) se asoció con un mayor riesgo de cáncer relacionado con el alcohol en general (HR: 1,25). La fuerza de esta asociación se debilitó ligeramente cuando se excluyó a las fumadoras activas.

En comparación con la abstención de por vida, la trayectoria moderada creciente en las mujeres se relacionó igualmente con un mayor riesgo de cáncer de mama (HR: 1,30) y de cáncer colorrectal (HR: 1,23).

Sobre el alcohol, la recomendación global para la prevención del cáncer de 2018, del World Cancer Research Fund y el American Institute for Cancer Research, es “evitar cualquier tipo de bebida alcohólica”, compartió con Medscape Noticias Médicas la investigadora del estudio Julie Bassett, Ph. D., M. Sc., del Cancer Council Victoria. “Por mucho que sea importante limitar la ingesta de alcohol durante la edad media para prevenir el cáncer, hemos demostrado que limitar la ingesta durante la edad adulta temprana también es importante”.

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Hallazgos “notables”

El Dr. Timothy Brennan, maestro en salud pública, jefe de los servicios clínicos del Addiction Institute of Mount Sinai en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, comentó para Medscape Noticias Médicas que es “sorprendente” que el consumo excesivo de alcohol en la edad adulta temprana conduzca a un mayor riesgo de cánceres relacionados con el alcohol, incluso en personas que beben mucho menos a una mediana edad.

“Hace décadas que sabemos que el alcohol no es inocuo, pero estos datos se suman al creciente conjunto de estudios publicados sobre los importantes peligros del consumo excesivo de alcohol durante la edad adulta temprana”, mencionó el Dr. Brennan, quien no participó en el estudio.

El Dr. Brennan advirtió, sin embargo, que los autores estudiaron los tumores malignos relacionados con el alcohol y “es probable que haya muchos otros factores de riesgo de cáncer que no se analizaron en esta serie de datos”.

No obstante, estas pruebas ayudan a contrarrestar la “preocupante noción” de que “de alguna manera es normal y seguro beber en exceso en la edad adulta joven”.

“Desde luego, no es seguro. Vemos en el estudio que beber en exceso en la juventud puede aumentar el riesgo de cáncer a una edad mucho más posterior”, concluyó el Dr. Brennan.

El estudio no tuvo financiación comercial. Bassett, la Dra. Jayasekara y el Dr. Brennan manifestaron no tener ninguna relación económica pertinente.

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Alcohol: especialistas instan a sustituir la fórmula “consumo moderado” por “de bajo riesgo” y contextualizar sus efectos

El consumo de alcohol causa el fallecimiento de dos millones de personas al año en todo el mundo, siendo 20% de estas muertes atribuible a enfermedades cardiovasculares; además la ingesta habitual de esta sustancia es el principal factor de riesgo de muertes prematuras entre los 15 y los 49 años, se expuso en la mesa redonda sobre Alcohol y riesgo cardiovascular.

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Estos y otros datos se dieron a conocer durante el 42 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), en la que se analizó la evidencia científica más reciente disponible en relación al consumo de alcohol y el desarrollo de patologías cardiovasculares en general y de la fibrilación auricular en particular.

“Además del conocido efecto sobre la miocardiopatía alcohólica y la hipertensiónarterial, el consumo de alcohol, aunque sea a dosis equivalentes a un vaso de vino o una cerveza al día, incrementa el riesgo de fibrilación auricular. Así, los estudios epidemiológicos muestran claramente que este consumo, incluso en bajas cantidades, supone un factor de riesgo independiente de fibrilación auricular”, declaró a Medscape en español el Dr. Miguel Marcos Martín, coordinador del Grupo de Alcohol y Alcoholismo de la Sociedad Española de Medicina Interna.

“Este mensaje se refuerza con datos como los arrojados por un ensayo clínico que mostró cómo dejar de beber completamente tras un primer episodio de fibrilación auricular fue eficaz para reducir las recurrencias y, por tanto, es la medida preventiva más efectiva que podemos recomendar si aparece esta arritmia. Asimismo, el consumo de alcohol en pacientes que ya tienen fibrilación auricular está asociado a un mayor riesgo de ictus”, añadió el especialista.

En base a estas evidencias y respecto a su potencial impacto en el caso concreto de los jóvenes, teniendo en cuenta los altos índices de ingesta alcohólica que existen en este segmento de edad de la población española, el Dr. Marcos señaló que el consumo actual en la juventud sigue un patrón de consumo intensivo o binge drinking, “que desde hace tiempo sabemos que está asociado con el desarrollo de arritmias o ‘corazón del día de fiesta’. Sin embargo, aunque con toda seguridad su efecto es perjudicial, dado que es más habitual en jóvenes y que la fibrilación auricular aparece en edades más avanzadas, no tenemos datos a largo plazo para cuantificar este impacto”.

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Contextualizando el efecto “positivo-preventivo”

En la mesa también se abordó el potencial beneficio cardiosaludable del alcohol y el manejo que se debe hacer de los datos e informaciones al respecto.

“La revisión de la evidencia científica disponible ha revelado que el consumo de cantidades moderadas de alcohol se asocia a menor mortalidad total y menor mortalidad cardiovascular, así como a menor incidencia de cardiopatía isquémica o de arritmias, siguiendo una curva en J, la cual refleja que en cantidades bajas el alcohol podría tener un papel ‘protector’, pero también que con el aumento de consumo se elevan la mortalidad total, la mortalidad cardiovascular y la incidencia de enfermedades cardiovasculares”, explicó la Dra. Candelaria Martín, médica adjunta de Medicina Interna del Hospital Universitario de Canarias.

“Sin embargo, al evaluar estos estudios se han encontrado múltiples limitaciones, por ejemplo, que estos trabajos no diferencian el patrón de consumo, no eliminan del análisis a los antiguos bebedores o no ajustan los resultados por algunos factores de confusión. Por el contrario, muchos estudios que sí tienen en cuenta estos factores no encuentran que el consumo de alcohol a dosis bajas o moderadas disminuya el riesgo de muerte o el desarrollo de enfermedades cardiovasculares”, agregó.

En esta línea el Dr. Marcos destacó la necesidad de trasladar a la población los resultados de estas investigaciones que apuntan a los “beneficios saludables” del alcohol de una forma contextualizada, para evitar así que se perciban como una posible justificación del consumo: “Un mensaje que transmito habitualmente es que si vamos a usar el alcohol como un fármaco para prevenir o tratar ciertas enfermedades, también hay que tener en cuenta los efectos secundarios. Los riesgos son ciertos, incluso a bajas dosis, mientras que los beneficios son potenciales y no claramente demostrados”.

“El alcohol no es como el tomate o las zanahorias, que se pueden recomendar sin miedo a los efectos secundarios. Las bebidas alcohólicas deberían verse igual que otros alimentos que claramente no son saludables y por este motivo nadie piensa en recomendar su consumo, por ejemplo los pasteles o alimentos muy ricos en grasas, como el tocino”, añadió el especialista.

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A vueltas con el “consumo ideal”

En este sentido, los especialistas hicieron hincapié en la necesidad de una mayor precisión en las recomendaciones respecto a las cantidades de ingesta alcohólica, concretando qué se entiende realmente por “consumo moderado” o “a bajas dosis”. El Dr. Marcos destacó que el término “consumo moderado” debería sustituirse por el de “consumo de bajo riesgo”, insistiendo en la evidencia de que incluso pequeñas cantidades de alcohol se asocian con un bajo pero significativo incremento del riesgo de determinadas patologías.

“En todo caso, el límite para este consumo de bajo riesgo o moderado se ha ido reduciendo en los últimos años, y en la actualidad se considera que es de 20 g de alcohol al día para los hombres y 10 g para las mujeres. Para definir más esta cantidad, 10 g equivalen a un vaso de vino o una cerveza, como se consumen habitualmente en España”, precisó.

Respecto a si sería necesario hacer más esfuerzos por transmitir el mensaje de evitar la ingesta de alcohol o si por el contrario, esta estrategia es poco realista, teniendo en cuenta los hábitos de la población española, el Dr. Marcos afirmó que la pauta de “alcohol cero” es imprescindible en caso de embarazo, menores de edad, conducción o manejo de maquinaria peligrosa y en presencia de enfermedades o consumo de fármacos que contraindiquen su consumo.

“En el resto de situaciones, el mensaje más adecuado (y menos utópico) es el de ‘alcohol, cuanto menos, mejor’. De esta forma, no debe animarse al consumo a quien no lo hace, bajo ninguna circunstancia y en caso de que ya se tome alcohol, debe indicarse que la mejor opción es no consumirlo o si se quiere mantener la ingesta, limitarla a 1 a 2 bebidas alcohólicas al día”, añadió.

Esta opinión fue compartida por la Dra. Martín, quien recordó que además del impacto a nivel cardiovascular se ha descrito que el consumo de alcohol a dosis bajas incrementa la incidencia de otras patologías como las neoplasias y de los accidentes. “Por tanto, en abstemios nunca debe recomendarse empezar a tomar alcohol (por ejemplo, en base a su hipotético ‘papel protector’) y en los bebedores la pauta a transmitir debe ser que cesen o reduzcan el consumo a la menor dosis posible”.

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Medidas de protección frente a la publicidad “engañosa”

Los participantes en la mesa también pusieron de manifiesto el hecho de que con frecuencia la prensa pone mucho más el foco en los supuestos efectos beneficiosos del alcohol que en los perjuicios que ocasiona en la salud. En este sentido, Julio Basulto, dietista-nutricionista de la Universidad de Vic, en Barcelona, comentó que la publicidad, directa, indirecta y encubierta del alcohol, actualmente “campa a sus anchas”, cuando se sabe que “cualquier consumo de cualquier bebida alcohólica y cualquier patrón de consumo, suponen un elevado riesgo poblacional de desarrollar una adicción a esta sustancia, de contraer enfermedades agudas y crónicas, de sufrir accidentes y de producir daños a terceros, de ahí la necesidad de que los gobiernos implementen políticas públicas que protejan a la población del marketing depredador del lobby del alcohol”.

Basulto incidió en que buena parte de la publicidad de bebidas alcohólicas que recibe la población es a través de titulares periodísticos que pretenden asociar su consumo con supuestos beneficios, principalmente cardiovasculares: “Parte de dichos titulares se apoya en investigaciones observacionales que correlacionan el consumo ‘moderado’ de estas bebidas con una menor incidencia de eventos cardiovasculares. Se trata de investigaciones que obvian que correlación no es causalidad, es decir, que dos hechos sucedan a la vez no prueba que uno cause el otro. Por obvias razones de salud pública, el único mensaje que debe recibir la población es: cuanto menos alcohol, mejor”.

El Dr. Marcos, la Dra. Martín y Basulto han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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La gravedad de la enfermedad hepática relacionada con el alcohol aumentó durante el COVID-19

Durante el transcurso de la pandemia de COVID-19, la enfermedad hepática relacionada con el alcohol ha aumentado en gravedad, un hallazgo que probablemente esté relacionado con un mayor consumo de alcohol y una atención reducida. La diferencia fue notable en las puntuaciones más altas del modelo de enfermedad hepática en etapa terminal: sodio (MELD-Na), más signos de descompensación hepática y tasas de mortalidad más altas. “El consumo de alcohol durante la pandemia de COVID-19 provocó un aumento de la morbilidad y la mortalidad, específicamente en pacientes que ya tenían una enfermedad hepática subyacente. Se enfatiza la importancia del abandono del alcohol, el asesoramiento y la vigilancia estrecha del médico, dado que el consumo de alcohol continuo o en recaída puede afectar significativamente calidad de vida, esperanza de vida y candidatura a trasplante de hígado “, dijo en una entrevista Lindsay A. Sobotka, DO, miembro del equipo de investigación. Sobotka es profesora asistente de gastroenterología, hepatología y nutrición en el Centro Médico Wexner de la Universidad Estatal de Ohio en Columbus.
La investigación fue presentada por Ayushi Jain, MD, en la reunión anual del Colegio Americano de Gastroenterología. Jain es residente del Centro Médico Wexner de la Universidad Estatal de Ohio.

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Jain señaló que las ventas de alcohol aumentaron durante la pandemia, con un aumento de las ventas mensuales del 14% al 44% entre febrero y septiembre de 2020, en comparación con los mismos meses de años anteriores.
Las tasas de descompensación aumentaron

Los investigadores analizaron datos de pacientes con cirrosis alcohólica o hepatitis alcohólica que fueron atendidos en el Centro Médico de la Universidad Estatal de Ohio entre marzo y agosto de 2019, y entre marzo y agosto de 2020.
Durante la pandemia, el número de ingresos hospitalarios casi se duplicó entre los pacientes con hepatitis alcohólica (86 a 162), pero disminuyó ligeramente entre los pacientes con cirrosis alcohólica (613 a 528), posiblemente debido a los esfuerzos para manejar la descompensación y evitar las hospitalizaciones durante la pandemia, según a Jain. En total, 4 de 162 pacientes con hepatitis alcohólica y 14 de 528 pacientes con cirrosis alcohólica tenían COVID-19 en el momento de la admisión.
Se observaron tasas de mortalidad más altas durante la pandemia, aunque esto solo fue significativo para la cirrosis alcohólica: 14,8% versus 7% para la hepatitis alcohólica (p = 0,06) y 13,5% versus 7,4% para la cirrosis alcohólica (p = 0,001).
Entre las personas con hepatitis alcohólica, no hubo un cambio significativo en la función discriminante mediana de Maddrey durante la pandemia (p = 0,51), pero los investigadores notaron una disminución significativa en el uso de esteroides, de 27 pacientes a 23 (p = 0,001). “Esto puede deberse a un aumento estadísticamente significativo de hemorragias gastrointestinales y disfunción renal que notamos durante la pandemia”, dijo Jain. La descompensación hepática y las necesidades de cuidados intensivos aumentaron entre los pacientes ingresados ​​con hepatitis alcohólica, incluida encefalopatía hepática (p = 0,037), hemorragia gastrointestinal (p = 0,01), necesidad de aumento de oxígeno (p = 0,024), soporte vasopresor (p = 0,005) e inicio de hemodiálisis (p = 0,007). La mediana de la puntuación MELD-Na más alta durante el ingreso también fue más alta durante la pandemia (24 frente a 23, p = 0,04).


Los pacientes con cirrosis alcohólica tuvieron una mayor descompensación medida por ascitis (p = 0,01), paracentesis terapéutica (p = 0,04), titulación de diuréticos (p = 0,005), lesión renal aguda (p = 0,005), síndrome hepatorrenal ( P = 0,002) y peritonitis bacteriana espontánea (p = 0,04). También tenían mayor necesidad de soporte vasopresor (9% a 14%; p = 0,006), tenían más probabilidades de iniciar hemodiálisis (7% a 11%; p = 0,015) y tenían una mayor mortalidad (7% a 14% ; P = 0,001).
En total, 212 pacientes informaron un aumento en la ingesta de alcohol, 161 informaron pocos cambios durante el año pasado y 253 dijeron que estaban en abstinencia. Las puntuaciones MELD-Na fueron más altas en el grupo con aumento (27), en comparación con el grupo sin cambios (24) y el grupo abstinente (23) (p = 0,001).

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Se necesita un soporte más sólido

“Esto resalta que el aumento en el consumo de alcohol parece estar asociado con tasas más altas de hepatitis alcohólica más severa, y vamos a necesitar que todos conozcamos e intervengamos en estas personas, y tratemos de no solo hacer que la atención médica sea más accesible, pero ayude a las personas con trastorno por consumo de alcohol a volver a participar en algunos sistemas de apoyo [y] medidas de reducción de daños, para tratar de reducir el número de estos episodios de admisiones con hepatitis alcohólica grave “, dijo Paul Kwo, MD, quien coordinó la sesión. Kwo, profesor de medicina en la Universidad de Stanford (California), sugirió que la pandemia ha presentado desafíos duales para los pacientes con enfermedad hepática relacionada con el alcohol. Una es que los hospitales se han llenado debido a la afluencia de casos de COVID-19, lo que les dificulta competir por recursos limitados. La otra es que los encierros y las interrupciones sociales pueden haber interferido con los sistemas de apoyo que normalmente les ayudan a mantenerse sobrios y mantener la atención médica.
“La pandemia realmente interrumpió sustancialmente el ecosistema de todos, y algunas de estas personas, a medida que sus ecosistemas se desmoronan, no tienen otros recursos para dedicarse a la atención, y luego presentan muchos más comorbilidades avanzadas de las que podríamos haber visto antes de la pandemia “, dijo Kwo.
Los hallazgos subrayan al menos una lección que se puede extraer de la pandemia. “Ahora sabemos que tenemos que desarrollar sistemas más sólidos para brindar soporte a todas estas personas”, dijo Kwo.


La moderadora Patricia D. Jones, MD, estuvo de acuerdo y expresó optimismo. “Nos vimos obligados a desarrollar redes más remotas o virtuales, así que creo que hay muchas personas que se están aprovechando tal vez de [Alcohólicos Anónimos] virtuales, y eso no era algo que necesariamente hicieran [antes de la pandemia]. Y entonces al menos hemos desarrollado algunos sistemas paralelos de los que esperamos que la gente se beneficie “, dijo Jones, quien es profesor asistente de medicina en la Universidad de Miami.
Sugirió que lo

s médicos deberían hacer preguntas sobre los pacientes con enfermedad hepática relacionada con el alcohol y sus situaciones sociales, y podrían considerar intentar conectarlos con un trabajador social si se les solicita. “Creo que hablar realmente con la persona sobre dónde se encuentra sería beneficioso”, dijo Jones.
Sobotka, Jain, Kwo y Jones no tienen divulgaciones financieras relevantes.


Este artículo apareció originalmente en MDedge.com, parte de Medscape Professional Network.