A principios de septiembre la Comisión de Salud Pública de España aprobaba una vacuna adicional en pacientes inmunodeprimidos, entre los que se incluían personas que hubieran recibido trasplantes, pacientes con linfoma y esclerosis múltiple entre otras enfermedades. Una semana después, el grupo de expertos del del Ministerio de Sanidad comunicaba que esa inyección extra contra la COVID-19 se ampliaría a pacientes en tratamiento de hemodiálisis, en tratamiento por un tumor, mayores de 40 con síndrome de Down y mayores en residencia. Mientras algunos países como Israel o Chile han comenzado ya a administrar una tercera dosis de la vacuna a toda la población mayor de 12 años, tras un informe, expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos, concluían que no es necesario una tercera dosis para reforzar la inmunidad de personas sanas ya vacunadas.
En España la tercera dosis solo se inoculará, de momento, a personas en las que exista un riesgo elevado de que se produzca una respuesta inmune inadecuada con la pauta convencional de la vacunación. Según Matilde Cañelles, inmunóloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), “la decisión del Gobierno es la correcta con base a los datos disponibles y se refuerza tras el estudio israelí que señala cómo la tercera dosis ha reducido en un mes las tasas de contagio y de infecciones graves entre los mayores de 60 años”. La investigación, publicada en The New England Journal of Medicine, arroja entre otras conclusiones, que la inyección de refuerzo elevaría la protección frente a la COVID-19 hasta el 95 %. Para la experta, “aunque esta investigación evidencie que incluso en la población joven se puede ir perdiendo la inmunidad, los nuevos datos no justificarían poner una tercera en menores de 60”.
El Ministerio de Sanidad acaba de ampliar el rango de población a la que inyectar una tercera dosis, como mayores en residencias, pero no incluye a otros colectivos que otros países están teniendo en cuenta, como, por ejemplo, está haciendo Reino Unido con los sanitarios.
Es un debate complicado, pero a mí me parece muy bien cómo lo estamos haciendo. Yo me centraría en vacunar a mayores y completar la pauta en personas que tienen problemas para generar la respuesta inmune. De momento, no hay datos que demuestren que una persona joven y sana que ya tenga dos dosis necesite otra más.
¿Existen evidencias suficientes que justifiquen vacunar a toda la población mayor de 65 años?
Los inmunólogos sabemos desde hace mucho tiempo que a las personas mayores de 65 años les cuesta crear memoria inmunológica. Por eso se les vacuna de la gripe cada año. Su sistema inmune está envejecido y no puede hacer las mismas cosas que uno joven, como, por ejemplo, a la hora de crear las células de memoria, las T, que en el proceso de envejecimiento inmunitario van desapareciendo con la edad. Por eso no sabemos si realmente van a necesitar cada año una dosis nueva.
De hecho, en un estudio reciente publicado en Science, los autores han encontrado unas células T específicas contra cualquier coronavirus que se reactivan cuando nos infectamos con el SARS-CoV-2 o nos vacunamos contra la COVID-19. Esto pasa sobre todo en personas jóvenes y menos en los mayores, porque probablemente ya las han perdido y tienen muy limitada la capacidad de generarlas. Esto explicaría por qué las personas jóvenes responden tan fuerte a la primera dosis de la vacuna y ayudaría a entender las diferencias de la respuesta entre jóvenes y mayores. Lo mismo que pasa con el cerebro, que perdemos la memoria, pasa con ese sistema inmune…
¿Es correcto utilizar el término “vacuna de refuerzo” cuando nos referimos a pacientes en los que por sus condiciones de inmunosupresión, por ejemplo, no han desarrollado una buena respuesta inmune, o sería mejor hablar de una tercera dosis?
En aquellos casos en que no se ha desarrollado una buena respuesta sí se trataría simplemente de una tercera dosis. Pero como los americanos no distinguen y las llaman a todas booster, aquí hemos adaptado el término “vacuna de refuerzo”. Yo creo que en el futuro las llamaremos terceras dosis.
¿Considera que se debería priorizar la tercera dosis a ciertos colectivos o centrarnos mejor en la cobertura de vacunación mundial?
La producción de vacunas se está acelerando mucho, sobre todo ahora que van a aprobar nuevos fármacos. En lo que se debería estar pensando ahora es poner una tercera a los mayores de 65 años y seguir enviando dosis a países sin acceso a fármacos para continuar con la cobertura mundial. No se debe pensar en las dosis de refuerzo como dosis que “robamos” a países desfavorecidos; se pueden producir dosis suficientes para ambos objetivos. Por lo tanto, deberíamos centrarnos en la logística de hacer las dos cosas y no tener que elegir entre una y otra. Otra cuestión sería administrar una tercera dosis a la población general, decisión que dejaría desprotegida a esa población que no ha recibido ni una primera.
Al margen de la cuestión logística y moral, ¿qué efectos contraproducentes podría tener una tercera dosis en un organismo sano?
Un estudio del CSIC plantea que poner otra dosis con la misma vacuna que se utilizó para la variante original podría crear un tipo de inmunidad muy dirigida a esa variante y no hacia las nuevas que van apareciendo. Incluso en ese aspecto sería beneficioso esperar un poco para inyectar la tercera dosis a personas más jóvenes cuando ya estén incorporadas las defensas contra las nuevas variantes en la vacuna.
A finales de agosto España alcanzaba 70% de su población vacunada y parecía que estábamos más cerca de conseguir esa meta tan ansiada: la inmunidad de grupo. ¿Qué cerca estamos del objetivo de conseguir la protección de grupo?
Existen dos factores claves que tener en cuenta cuando hablamos de la inmunidad de grupo. Hasta hace poco no se sabía si las vacunas iban a parar la transmisión del virus, y ya se ha evidenciado que no lo frenan. Entonces, aunque las personas estemos vacunadas, no actuamos como barrera. Y esto hace que la inmunidad de grupo acabe siendo un concepto difícil de alcanzar. Por otro lado, el surgimiento de nuevas variantes empeora la situación y complica conseguir la protección de grupo.
El Gobierno acaba de anunciar que España registra la menor incidencia desde hace más de un año con 91 casos por 100.000 habitantes ¿Qué probabilidades existen de que las nuevas variantes cambien este escenario tan alentador?
Estamos en un terreno completamente nuevo y hay que ser prudentes. Sí existe el peligro de que lleguemos a una situación de inmunidad media que prolongada en el tiempo pueda dar lugar a la aparición de variantes. No obstante, esto solo puede pasar cuando existe una alta transmisión comunitaria del virus, que no es lo que está sucediendo en países en los que se ha vacunado masivamente, como en España, donde hemos pasado la ola de la variante delta con una bajada muy acusada de las transmisiones.
Luego está Estados Unidos. Pero este es un caso aparte, donde la aceptación de vacunación está muy polarizada según las zonas. En las de voto republicano, por ejemplo, se están vacunando menos, y a efectos de investigación estamos comprobando cómo en un país culturalmente muy parecido al nuestro se observan tantas diferencias en la hospitalización. Sorprende mucho que Estados Unidos fuera el primero en desarrollar la vacuna contra la COVID-19 y sea el país que más la rechaza, con las unidades de cuidados intensivos saturadas y con tanta gente muriéndose.
A raíz de la pandemia han surgido muchas “voces expertas” en la inmunología, ¿qué piensa de que se generen tantas opiniones alrededor de la crisis sanitaria que estamos enfrentando?
Como en muchos otros ámbitos, todo el mundo quiere opinar. Y eso está bien. Pero hay gente que resulta muy peligrosa y algunas de sus declaraciones son muy cuestionables. Los que tratamos de contribuir con la divulgación de temas científicos, de salud, buscamos transmitir tranquilidad y confianza a través del conocimiento. Luego están los manipuladores que solo buscan atención y lo hacen a costa de provocar miedo en la gente. Pero creo que esto es algo inevitable, y por eso a mí me gustaría destacar los aspectos positivos en torno a cómo está reaccionando la sociedad, como la buena aceptación que tenemos en España de las vacunas. Junto a Portugal, ¡estamos siendo un gran ejemplo en el mundo!
Este contenido fue originalmente publicado en Univadis, parte de la Red Profesional de Medscape.