La lactancia materna se asocia con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular en la vejez

En un metanálisis de más de 1 millón de madres, quienes amamantaron a sus hijos tenían un riesgo de 11% a 17% menor de desarrollar enfermedad cardiovascular, enfermedad coronaria o ictus y de fallecer por enfermedad cardiovascular en la vejez, en comparación con las madres que no amamantaron.

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En promedio, las mujeres tenían dos hijos y habían amamantado durante 15,9 meses en total. La lactancia materna más prolongada se asoció con un mayor beneficio para la salud cardiovascular.

Este metanálisis de ocho estudios de diferentes países se publicó en versión electrónica el 11 de enero en una edición del Journal of the American Heart Association dedicada al impacto del embarazo en la salud cardiovascular de la madre y el niño.

Se sabe que la lactancia materna se asocia con un menor riesgo de fallecimiento por enfermedades infecciosas y con menos infecciones respiratorias en los bebés, escribieron los investigadores, pero lo que no es tan conocido es que también se asocia con un menor riesgo de cáncer de ovario y de mama y diabetes de tipo 2 en las madres.

El estudio actual mostró una clara asociación entre la lactancia materna y la reducción del riesgo de enfermedad cardiovascular en la vejez, comentaron a Medscape Noticias Médicas los autores principales, Lena Tschiderer, Ph. D., y el Dr. Peter Willeit, Ph. D.

Específicamente, las madres que habían amamantado a sus hijos en cualquier momento tenían 11% menos riesgo de enfermedad cardiovascular, 14% menos riesgo de cardiopatía coronaria, 12% menos riesgo de ictus y 17% menos riesgo de fallecer por enfermedad cardiovascular en el futuro, en comparación con otras madres.

Con base en la evidencia existente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna exclusiva hasta que el bebé tenga 6 meses, seguida de la lactancia materna más alimentación complementaria hasta que el bebé tenga 2 años o más, escribieron los investigadores.

“Creemos que los beneficios de la lactancia materna para la madre se comunican mal”, señalaron Tschiderer y el Dr. Willeit, de la University of Innsbruck, en Innsbruck, Austria.

“Los efectos positivos de la lactancia materna en las madres deben comunicarse de manera efectiva, debe aumentar la conciencia sobre las recomendaciones de lactancia materna y deben implementarse y reforzarse las intervenciones para promover y facilitar la lactancia materna”, concluyeron los investigadores.

“No debe ser ignorado”

Dos cardiólogos invitados a comentar, que no participaron en la investigación, señalaron que este estudio proporciona información sobre un tema importante.

“Este es otro cuerpo de evidencia y con la población más grande hasta la fecha, que muestra que la lactancia materna protege a las mujeres y puede brindar importantes efectos beneficiosos en términos de riesgo cardiovascular“, comentó a Medscape Noticias Médicas la Dra. Roxana Mehran.

“Las reducciones de riesgo fueron de 11% para los eventos de enfermedad cardiovascular y de 14% para los eventos de enfermedad coronaria; estos son números impresionantes”, señaló la Dra. Mehran, de la Icahn School of Medicine en Mount Sinai, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos.

“La advertencia es que estos son datos de varios ensayos, no obstante, esta es una observación muy importante que no debe ignorarse”, destacó.

El estudio no abordó la cantidad definitiva de tiempo de lactancia y su correlación con la mejora del riesgo de enfermedad cardiovascular, pero mostró que para toda la vida, cuanto más tiempo es mejor.

“Los efectos beneficiosos pueden tener relación con las hormonas durante la lactancia, así como la pérdida de peso asociada con la lactancia y el restablecimiento del metabolismo materno, como sugieren los autores”, añadió.

Los médicos y los empleadores “deben proporcionar formas de educar a las mujeres sobre la lactancia materna y facilitar que las mujeres que están en el lugar de trabajo se extraigan y proporcionarles recursos cuando sea posible”, destacó la Dra. Mehran.

La Dra. Michelle O’Donoghue, maestra en salud pública, señaló que en los últimos años ha habido un gran interés en los posibles beneficios para la salud de la lactancia materna tanto para la madre como para el niño.

Hay plausibilidad biológica para algunos de los posibles beneficios maternos porque los efectos cardiovasculares favorables de la prolactina y la oxitocina apenas comienzan a entenderse mejor, indicó la Dra. O’Donoghue, del Brigham and Women’s Hospital y Harvard Medical School, en Boston, Estados Unidos.

“El metanálisis actual proporciona un gran conjunto de datos que ayuda a respaldar el concepto de que la lactancia materna podría ofrecer algún beneficio cardiovascular para la madre”, estuvo de acuerdo.

“Sin embargo, en última instancia, será necesaria más investigación, ya que este método de combinación de datos entre ensayos depende de la solidez del método estadístico en cada estudio. Aplaudo a los autores por destacar este importante tema”, agregó.

Aunque los beneficios de amamantar parecen continuar con el tiempo, “es increíblemente difícil para las mujeres continuar amamantando una vez que regresan al trabajo. Las mujeres en algunos países fuera de Estados Unidos tienen una ventaja debido a la mayor duración de la licencia por maternidad”, puntualizó.

“Si queremos fomentar la lactancia materna debemos asegurarnos de implementar los apoyos adecuados. Las mujeres necesitan lugares protegidos para amamantar en el lugar de trabajo y lugares para almacenar su leche. Lo que es más importante, las mujeres necesitan que se les permita dedicar tiempo para que esto suceda”, enfatizó la Dra. O’Donoghue.

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Primer estudio grande de enfermedad cardiovascular en madres

Los estudios individuales emergentes sugieren que las madres que amamantan pueden tener un menor riesgo de enfermedad cardiovascular en el futuro, pero los estudios han sido inconsistentes y no está claro si una lactancia más prolongada fortalecería este beneficio, señalaron los autores.

Para examinar esto combinaron datos de los siguientes ocho estudios (con el acrónimo del estudio, el país y las fechas de inscripción de referencia entre paréntesis): 45&Up (Australia, 2006-2009), China Kadoorie Biobank (CKB, China, 2004-2008), European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition (EPIC, multinacional, 1992-2000), Gallagher y colaboradores (China, 1989-1991), Nord-Trøndelag Health Survey 2 (HUNT2, Noruega, 1995-1997), Japan Public Health Center-based Prospective Study (JPHC, Japón, 1990-1994), Nurses’ Health Study (NHS, Estados Unidos, 1986) y Woman’s Health Initiative (WHI, Estados Unidos, 1993-1998).

En promedio, las mujeres tenían 51,3 años (rango: 40 a 65 años) cuando se inscribieron en el estudio, y fueron monitoreadas durante una mediana de 10,3 años (rango: 7,9 a 20,9 años, en los estudios individuales).

En promedio, tuvieron su primer hijo a los 25 años y tuvieron de dos a tres hijos (media: 2,3); 82% había amamantado en algún momento (desde 58% de las mujeres en los dos estudios estadounidenses hasta 97% en CKB y HUNT2).

Las mujeres habían amamantado durante una media de 7,4 a 18,9 meses durante su vida (excepto las mujeres del estudio CKB, que habían amamantado durante una mediana de 24 meses).

Entre las 1’192.700 mujeres hubo 54.226 incidentes de enfermedad cardiovascular, 26.913 incidentes de enfermedad coronaria, 30.843 incidentes de ictus y 10.766 decesos por enfermedad cardiovascular durante el seguimiento.

Los investigadores reconocieron que las limitaciones del estudio incluyen el hecho de que podría haber un sesgo de publicación, ya que había menos de 10 estudios disponibles para agrupar. Hubo una heterogeneidad significativa entre los estudios para los resultados de enfermedad cardiovascular, enfermedad coronaria e ictus.

También faltaban datos a nivel de participantes y la lactancia materna fue autoinformada. Es posible que haya habido factores de confusión residuales no contabilizados y los beneficios de la lactancia materna durante más de 2 años a lo largo de toda la vida no están claros, porque pocas mujeres en esta población amamantaron tanto tiempo.

La investigación fue financiada por Austrian Science Fund. Los investigadores y Mehran y la Dra. O’Donoghue han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Factores de riesgo relacionados con el deterioro de la salud en mujeres

Para las mujeres de mediana edad, tener problemas de salud específicos, incluidos síntomas depresivos y enfermedades cardiovasculares, se asoció con experimentar deterioros clínicamente importantes en la salud más adelante en la vida.

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Los parámetros más predictivos de una peor salud a los 65 años fueron las enfermedades cardiovasculares, los síntomas depresivos clínicamente significativos y el tabaquismo actual. La osteoartritis, tener un menor nivel educativo y un índice de masa corporal más alto también se asociaron con un estado de salud más deficiente 10 años después, escribieron el Dr. Daniel H. Solomon, maestro en salud pública, y sus colaboradores, en su estudio observacional, que se publicó en JAMA Network Open.

Determinar la puntuación del paciente en una medida de calidad de vida relacionada con la salud basada en estas variables podría ser útil en la práctica clínica para reconocer a las pacientes de mediana edad con mayor riesgo de deterioro de la salud posterior, manifestó el Dr. Solomon, de la División de Reumatología, Inflamación e Inmunidad de Brigham and Women’s Hospital, en Boston, Estados Unidos. Este cuestionario se llama Short Form 36(SF-36) y los investigadores se centraron específicamente en la puntuación resumida del componente físico (PCS) de este instrumento. El SF-36 es similar a la puntuación de predicción del riesgo de enfermedad coronaria a 10 años de Framingham, según el Dr. Solomon, profesor de medicina en Harvard Medical School, también en Boston, Estados Unidos.

De acuerdo a sus puntajes de riesgo, las mujeres podrían enfocarse de manera preventiva en los factores de riesgo modificables antes de llegar a la vejez, escribieron los investigadores.

“La década de 55 a 65 años puede ser una etapa crítica. La salud y los factores de una persona durante este periodo pueden ponerlos en el camino para sus años adultos posteriores, señaló el Dr. Solomon. La buena noticia es que una gran proporción de mujeres en la mediana edad es muy estable y no experimentará deterioro. Pero identificar a las mujeres con mayor riesgo podría ayudar a llevar a cabo intervenciones dirigidas a ellas”.

Detalles del estudio

El estudio incluyó una cohorte de 1.091 mujeres del Study of Women’s Health Across the Nation (SWAN) de 3.302 participantes, un grupo racial y étnicamente diverso inscrito en seis sitios de Estados Unidos que estaban inmediatamente antes de la transición a la menopausia o en esta, con un seguimiento durante 10 años desde las edades de 55 a 65 años. La muestra del estudio, compuesta por 24,6% de raza negra, 24% de japoneses o chinos y 51,9% de raza blanca, tenía una mediana de edad inicial de 54,8 años y una mediana de 27 kg/m2 al ingreso. La mediana de la puntuación inicial del componente de resumen físico fue de 53,1 (rango intercuartil [RIC]: 46,8 a 56,7).

A lo largo de 10 años, 206 (18,9%) mujeres del estudio experimentaron disminuciones clínicamente importantes de al menos 8 puntos en las características iniciales alrededor de los 55 años. Lo siguiente se asoció significativamente con estas disminuciones:

  • Tener un índice de masa corporal más alto.
  • Tener osteoartritis.
  • Tener un menor nivel educativo.
  • Ser fumador actual.
  • Tener síntomas depresivos clínicamente significativos.
  • Tener una enfermedad cardiovascular.
  • Tener una mejor (o más alta) puntuación de salud física y función en el componente de resumen físico.

La asociación entre un puntaje del componente de resumen físico más alto y una mayor disminución puede parecer una anomalía, dijo el Dr. Solomon, pero una interpretación de este hallazgo es que las mujeres con puntajes más altos o mejores al inicio tienen más probabilidades de caer una vez que otros factores de riesgo surten efecto.

Con datos analizados desde octubre de 2020 hasta marzo de 2021, la mediana del cambio de 10 años en el puntaje del componente de resumen físico fue de -1,02 puntos, pero 206 mujeres experimentaron disminuciones de 8 puntos o más.

Quienes tenían problemas de salud tenían más probabilidades de ser negras y menos probabilidad de ser japonesas. También tenían más probabilidades de tener otras comorbilidades como diabetes, hipertensión y osteoporosis y de reportar menos actividad física.

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El sistema de puntuación no debe reemplazar la evaluación individualizada, dijo una experta externa

Al comentar sobre los hallazgos, la Dra. Margaret J. Nachtigall, profesora clínica asociada en el Departamento de Obstetricia y Ginecología de Langone Health en New York University, en Nueva York, Estados Unidos, advirtió que un sistema de puntuación generalizado no debe reemplazar la evaluación individualizada de las mujeres en la mediana edad.

“A diario evalúo a mujeres de alrededor de 55 años en busca de factores de riesgo para la salud en el futuro. Y si bien un número como el índice de masa corporal puede ser útil, me preocupa que confiar en un puntaje descuide el tratar a la persona”, comentó la Dra. Nachtigall. Por ejemplo, una mujer puede tener un índice de masa corporal alto debido a una mayor masa muscular, que es pesada, mientras que otra puede tener un índice de masa corporal más bajo, con más peso relacionado con la grasa, además de afecciones exacerbadas, como la hipertensión que elevarían su riesgo. “Hay que hacer el cálculo por cada persona”.

La Dra. Nachtigall, que no participó en el análisis SWAN, señaló: “Sin embargo, un sistema de puntuación de datos masivos podría ser un complemento útil para la evaluación de pacientes individuales en el sentido de que haría que los médicos observaran todos estos factores de riesgo para identificar a aquellos propensos al declive”.

El estudio incluye población racialmente diversa

Según los autores, mientras otros estudios han identificado factores de riesgo similares y otros factores, como la falta de sueño, la mayoría no ha incluido a una población tan diversa racialmente y se ha centrado en mujeres que ya están en la tercera edad cuando la ventana de oportunidad ya puede haberse cerrado.

“Como médico clínico y epidemiólogo a menudo pienso en la ventana de oportunidad de la mediana edad, cuando las personas son más activas, comprometidas y resilientes. Si podemos identificar los factores de riesgo y determinar quién está en riesgo, es posible que podamos encontrar intervenciones que puedan evitar el deterioro de la salud y ayudar a poner a las personas en una mejor trayectoria de salud”, señaló el Dr. Solomon.

El Dr. Eric M. Ascher, quien practica medicina familiar en Lenox Hill Hospital, en Nueva York, Estados Unidos, y no participó en la investigación SWAN, estuvo de acuerdo con el Dr. Solomon.

“Los médicos que tratan enfermedades crónicas a menudo conocen a los pacientes cuando ya están sufriendo de un problema médico. Es clave disminuir sus factores de riesgo antes de que sea demasiado tarde”, continuó.

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El especialista agregó que muchos proveedores de atención primaria ya dependen en gran medida de los sistemas de puntuación para determinar el nivel de riesgo y el tipo de intervención. “Cualquier sistema adicional de puntuación de factores de riesgo que sea fácil de implementar y prevenga enfermedades crónicas sería algo que los proveedores querrían usar con sus pacientes”.

Se necesitan análisis detallados de poblaciones en riesgo más grandes para validar estos factores de riesgo e identificar otros, concluyeron los autores.

SWAN recibió apoyo del National Institute on Aging, National Institute of Nursing Research y National Institutes of Health’s Office of Research on Women’s Health. El Dr. Solomon informó tener vínculos financieros con Amgen, AbbVie y Moderna, UpToDate y Arthritis & Rheumatology; además de participar en la junta directiva de la Childhood Arthritis and Rheumatology Research Alliance y en un comité asesor de la Food and Drug Administration fuera de este trabajo. La Dra. Nachtigall y el Dr. Ascher han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

Este contenido fue originalmente publicado en MDEdge, parte de la Red Profesional de Medscape. 

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Las pruebas del virus del papiloma humano más la citología detectan el doble de lesiones cervicouterinas

La combinación de cribado basado en el virus del papiloma humano de alto riesgo con el triaje citológico detectó el doble de casos de neoplasia intraepitelial cervical de grado 2 que la citología sola, según un nuevo estudio.

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El estudio, en que se analizaron los datos del programa de cribado del virus del papiloma humano en la población de México en el transcurso de 6 años, confirma la importancia del cribado del virus del papiloma humano para la detección temprana de las lesiones cervicouterinas de alto grado.

“Nuestros resultados proporcionan evidencia de que la prueba del virus del papiloma humano de alto riesgo es la mejor estrategia para un diagnóstico oportuno de las lesiones de neoplasia intraepitelial cervical de grado 2 y evita al mismo tiempo el sobretratamiento de las mujeres jóvenes. Muchos países utilizan ahora la prueba del virus del papiloma humano de alto riesgo como método de cribado primario, dado que tiene más sensibilidad y detecta más lesiones precursoras de cáncer cervicouterino, como la neoplasia intraepitelial cervical de grado 2″, escribieron los autores del estudio.

De acuerdo con Erik Jansen, M. Sc., el análisis apoya las recientes actualizaciones de las normas de cribado de Estados Unidos y confirma los hallazgos de estudios previos que muestran que la prueba del virus del papiloma humano mejora significativamente la prevención del cáncer cervicouterino.

“La importancia de este estudio radica en que los datos comunicados proceden de un seguimiento prolongado en un país en que se implantó el cribado del virus del papiloma humano a gran escala”, comentó a Medscape Noticias Médicas Jansen, Ph. D., doctorando en el Departamento de Salud Pública del Erasmus University Medical Center, en Róterdam, Países Bajos.

En el estudio, realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública de México, se analizaron los datos de cribado del programa público de prevención del cáncer cervicouterino en el país entre 2010 y 2015. Se incluyeron más de 2 millones de mujeres con edades entre 34 y 65 años que se sometieron a pruebas de cribado basadas en virus del papiloma humano de alto riesgo, seguidas de un triaje citológico si eran positivas para el virus, así como 2,8 millones de mujeres de la misma edad en las que solo se efectuaron pruebas citológicas.

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En el grupo que se sometió a pruebas de cribado de virus del papiloma humano de alto riesgo, 1,2% de las mujeres (n = 24.276) fue derivado a colposcopia frente a 3,1% de las mujeres (n = 90.980) del grupo asignado a citología. Y de todas las mujeres, solo 0,8% de las que tuvieron resultados anormales (n = 16.459) durante la prueba de detección del virus del papiloma humano se sometió a una colposcopia frente a 1,5% (n = 43.638) del grupo asignado a citología.

En general los autores descubrieron que se necesitaban 13,3 colposcopias para detectar un solo caso de neoplasia intraepitelial cervical de grado 2 en el grupo asignado a citologías, en comparación con 5,7 colposcopias en el grupo asignado a la prueba del virus del papiloma humano de alto riesgo más triaje histológico.

Los autores también señalaron que el costo de las colposcopias fue tres veces menor en el grupo que se sometió a pruebas de cribado del virus del papiloma humano de alto riesgo y que el valor predictivo positivo de la prueba más el triaje citológico fue 17,5% frente a 7,5% para la citología sola.

“El valor predictivo positivo no cambió con ninguna de las dos estrategias de cribado, independientemente de que se tuvieran en cuenta las mujeres en las que se perdió el seguimiento”, escribieron los autores.

Aunque Jansen observó que los resultados son importantes, también señaló varias limitaciones, a saber, la pérdida significativa de seguimiento en el grupo con prueba del virus del papiloma humano.

Las pruebas del virus del papiloma humano y el triaje citológico se realizaron en consultas separadas; un protocolo de dos consultas con el que más de 50% de las mujeres que resultaron con positividad en la prueba del virus del papiloma humano no volvieron para citología. Una pérdida de seguimiento tan significativa puede cuestionar algunos de los resultados, señaló Jansen.

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Por ejemplo, la tasa de remisiones a colposcopia no tiene en cuenta las mujeres positivas para virus del papiloma humano que omitieron la citología. Suponiendo el mismo riesgo del virus del papiloma humano para las mujeres que se sometieron al estudio citológico y las que no lo hicieron, Jansen calculó que, sin ninguna pérdida de seguimiento, la tasa de remisión a colposcopia habría aumentado notificaciones de 1,2% a 2,6%, lo que está mucho más cerca del porcentaje en las mujeres remitidas en el grupo sometido a citología (3,1%).

Los menores costos de la colposcopia en el grupo con prueba de virus del papiloma humano también se debieron probablemente, en parte, a la pérdida de seguimiento, lo que no es necesariamente bueno, destacó Jansen.

“Aún así, este estudio confirma el hallazgo de que un programa de cribado primario del virus del papiloma humano es más eficaz que la citología sola”, finalizó Jansen.

El coautor, Eduardo Franco, declaró haber recibido subvenciones y honorarios personales de MSD y tiene una patente pendiente, “Marcadores de Metilación en el Cáncer Cervicouterino”. Todos los demás autores han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Datos poblacionales informan cambios de menos de 1 día en la duración del ciclo menstrual tras la vacuna contra la COVID-19

Las personas menstruantes pueden estar un poco más tranquilas gracias a los resultados de un estudio que muestra que la vacunación contra el virus SARS-CoV-2 casi no tiene impacto en el ciclo menstrual. El problema es importante, ya que la menstruación regular es un signo de salud y fertilidad, y los temores de que hubiera alteraciones podrían aumentar la vacilación hacia la vacunación a medida que continúan aumentando los casos de COVID-19.

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La Dra. Alison Edelman, maestra en salud pública, profesora de obstetricia y ginecología en la Oregon Health & Science University, en Portland, Estados Unidos, dirigió un grupo que estudió datos prospectivos sobre casi 24.000 ciclos menstruales informados por 3.959 personas menstruantes estadounidenses.

Un ligero aumento en la duración del ciclo después de la vacunación

Los investigadores encontraron que la vacuna contra la COVID-19 se asoció con cambios de menos de 1 día en la duración del ciclo para los ciclos menstruales después de la primera y segunda dosis, en comparación con los ciclos anteriores a la vacuna. La vacunación no tuvo ningún efecto sobre el número real de días que duró el sangrado menstrual.

El estudio analizó los patrones menstruales de mujeres de 18 a 45 años con ciclos normales de 24 a 38 días durante los tres ciclos consecutivos antes de la primera dosis de vacuna y durante tres ciclos consecutivos posteriores a la vacuna. La muestra final incluyó 2.403 mujeres vacunadas y 1.556 no vacunadas.

En las mujeres vacunadas el estudio encontró inicialmente un ligero aumento promedio en la duración del ciclo después de la primera dosis de 71% de un día y de 91% de un día después de la segunda dosis. Después de los ajustes, esos aumentos se redujeron a 64% de un día después de la primera dosis y a 79% de un día después de la segunda dosis.

El estudio analizó seis ciclos en mujeres no vacunadas durante un periodo similar y no encontró cambios significativos con respecto al valor inicial.

“La vacunación contra la enfermedad del coronavirus 2019 se asocia con un pequeño cambio en la duración del ciclo, pero no en la duración de la menstruación”, concluyó el equipo de la Dra. Edelman en Obstetrics and Gynecology.

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En el raro caso de que una mujer recibiera dos dosis de la vacuna dentro del mismo ciclo menstrual, el cambio en la duración podría aumentar a 2 días. Estas variaciones parecen resolverse con rapidez, posiblemente tan pronto como el siguiente ciclo después de la vacunación y no indican ninguna causa de preocupación a largo plazo sobre la salud física o reproductiva, según los autores.

Variaciones de menos de 8 días en el ciclo se consideran normales

Sin embargo, los informes de mujeres en las redes sociales han sugerido que los problemas menstruales posteriores a la vacuna son más frecuentes, por ejemplo, con sangrados más abundantes e intensos.[2] Pero parece que esos cambios son temporales y se resuelven rápidamente.

“Estos hallazgos son reconfortantes y validados”, comentó la Dra. Edelman. A nivel de población, los cambios no indican ningún motivo de preocupación para la salud física o reproductiva a largo plazo y ningún motivo para evitar la vacunación. “A nivel personal, las mujeres quieren esta información para saber qué esperar cuando se vacunen y no preocuparse por un posible embarazo o una decepción si estaban intentando una gestación”.

Según la International Federation of Gynecologists and Obstetricians, las variaciones en la duración del ciclo de menos de 8 días se consideran normales, indicó Christine Metz, Ph. D., bióloga investigadora y profesora de medicina molecular en Feinstein Institutes for Medical Research, en Manhasset, Estados Unidos. “Por tanto, las 17 horas adicionales agregadas a la duración del ciclo menstrual en el grupo de mujeres vacunadas en este estudio están dentro del rango ‘normal'”.

“Muchos factores afectan la duración del ciclo menstrual”

En un grupo de alrededor de 1.600 personas menstruantes que están siendo estudiadas en el centro de Metz, algunas han informado anecdóticamente cambios transitorios del ciclo después de la vacunación contra la COVID-19, incluidos retrasos en el inicio de la menstruación y cambios en los patrones de sangrado.

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No se conoce exactamente cómo la vacuna podría alterar la duración del ciclo menstrual y no se ha estudiado con la vacunación contra otras infecciones como influenza y meningococo.

“Se sabe que muchos factores afectan la duración del ciclo menstrual, incluidos los cambios en la dieta, el sueño y el ejercicio, así como las enfermedades, los viajes y el estrés”, agregó Metz. Las vacunas contra la COVID-19 han afectado a las personas de diferentes maneras, con efectos secundarios que van desde dolor en el lugar de la inyección hasta náusea, dolores, fiebre y fatiga. “Los efectos secundarios de la vacunación, especialmente si son graves, pueden provocar cambios en la dieta, el ejercicio y el sueño y sensación de enfermedad o estrés”.

Estos factores estresantes pueden alterar la producción y estabilidad de hormonas, así como la respuesta del cuerpo a hormonas como estrógeno, progesterona, hormona estimulante del folículohormona luteinizante y otras hormonas asociadas con la reproducción femenina. “Debido a que estas hormonas regulan el ciclo menstrual, sus variaciones pueden acortar o alargar el ciclo”, explicó Metz.

Según los autores necesario realizar más investigaciones a nivel mundial. “Quedan dudas sobre otros posibles cambios en los ciclos menstruales, como los síntomas menstruales, el sangrado fuera del ciclo y los cambios en la calidad y cantidad del sangrado menstrual”, concluyeron.

Esta investigación fue financiada por Eunice Kennedy Shriver National Institute of Child Health and Human Development y la Oficina de Investigación sobre la Salud de la Mujer de los Institutos Nacionales de Salud. La Dra. Edelman informó recibir apoyo del American College of Obstetrics and Gynecology, la Organización Mundial de la Salud, Gynuity y Karolinska Institute, así como regalías de UpToDate. Otros autores del estudio informaron relaciones similares con empresas del sector privado y sin fines de lucro. Tres coautores son empleados de Natural Cycles, un dispositivo de seguimiento de la fertilidad que se utilizó en el estudio. Metz ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

Más evidencia vincula algunos antipsicóticos con un mayor riesgo de cáncer de mama

Una nueva investigación proporciona más evidencia de que los antipsicóticos que aumentan los niveles de prolactina están asociados con un riesgo significativamente mayor de cáncer de mama.

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El riesgo relativo de cáncer de mama fue un 62% más alto en las mujeres que tomaron antipsicóticos de categoría 1 asociados con niveles altos de prolactina. Estos incluyen haloperidolpaliperidona y risperidona. Además, el riesgo fue un 54% más alto en quienes que tomaban antipsicóticos de categoría 2 que tienen efectos de rango medio sobre la prolactina. Estos incluyen iloperidonalurasidona y olanzapina.

Por el contrario, los antipsicóticos de categoría 3 que tienen un efecto menor sobre los niveles de prolactina no se asociaron con ningún aumento en el riesgo de cáncer de mama. Estos medicamentos incluyen aripiprazol, asenapina, brexpiprazol, cariprazina, clozapina, quetiapinay ziprasidona.

Si bien el riesgo “absoluto” de cáncer de mama de estos medicamentos no está claro, “podemos argumentar que los niveles altos de prolactina circulante están asociados con el riesgo de cáncer de mama. Esto sigue lo que ya se sabe sobre la prolactina en estudios anteriores, en particular los estudios de salud de las enfermeras”, dijo a Medscape Noticias Médicas el Dr. Tahir Rahman, profesor asociado de psiquiatría de Washington University School of Medicine, en San Luis, Estados Unidos.

“No queremos alarmar a los pacientes que toman medicamentos antipsicóticos por problemas de salud mental que amenazan la vida, pero también creemos que es hora de que los médicos hagan un seguimiento de los niveles de prolactina y monitoreen a sus pacientes que están siendo tratados con antipsicóticos”, agregó el Dr. Rahman en un comunicado de prensa.

El estudio fue publicado en versión electrónica el 3 de diciembre en Journal of Clinical Psychopharmacology.

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Evalúe los niveles de prolactina

Utilizando datos de reclamaciones administrativas, los investigadores evaluaron el riesgo de cáncer de mama en mujeres de 18 a 64 años expuestas a medicamentos antipsicóticos en comparación con anticonvulsivos o litio.

Identificaron 914 casos de cáncer de mama invasivo entre 540.737 mujeres.

Aproximadamente el 52% de la población del estudio surtió al menos una receta de un agente antipsicótico de categoría 3, mientras que el 15% surtió al menos una receta de un agente de categoría 1; el 49% de las mujeres surtieron al menos una receta de un medicamento anticonvulsivo durante el periodo de estudio.

La exposición a todos los antipsicóticos se asoció de forma independiente con un 35% más de riesgo de cáncer de mama (hazard ratioajustado [HRa]: 1,35; intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 1,14 a 1,61).

En comparación con los anticonvulsivos o el litio, el riesgo de cáncer de mama aumentó significativamente para los antipsicóticos con alto contenido de prolactina (categoría 1) (HRa: 1,62; IC 95%, 1,30 a 2,03) y para los medicamentos de prolactina media (categoría 2) (HRa: 1,54 ; IC 95%: 1,19 a 1,99), sin aumento del riesgo para los antipsicóticos de categoría 3.

“Nuestra investigación es, obviamente, de interés para prevenir el cáncer de mama en pacientes tratadas con antipsicóticos. Evaluar los niveles de prolactina en sangre es barato y fácil” y un valor alto es “bastante simple de manejar”, dijo el Dr. Rahman.

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Una cuestión de debate

El Dr. Christoph Correll, profesor de psiquiatría y medicina molecular, de la Zucker School of Medicine en Hofstra/Northwell, en Hempstead, Estados Unidos, dijo: “La posible elevación del riesgo de cáncer de mama depende de la dosis y el tiempo de tratamiento con antipsicóticos, además los medicamentos tienen diversos grados de propiedades que aumentan la prolactina, lo que ha sido un tema de investigación y de debate”.

Este nuevo estudio “agrega otro punto de datos que indica que los antipsicóticos asociados con un efecto de aumento de prolactina más alto que otros antipsicóticos hasta cierto punto pueden aumentar el riesgo de cáncer de mama en las mujeres”, dijo el Dr. Correll, que no participó en el estudio.

Sin embargo, advirtió que “los datos naturalistas siempre son vulnerables a factores de confusión residuales, por ejemplo, efectos no medidos que también podrían explicar, al menos parcialmente, los resultados, y el tiempo de seguimiento de solo 4 años (máximo 6 años) en este estudio fue relativamente corto”.

“Sin embargo, dada la disponibilidad de muchos antipsicóticos diferentes con diversos grados de potencial de aumento de prolactina, en las mujeres que requieren tratamiento antipsicótico pueden ser preferibles los antipsicóticos que aumentan menos la prolactina”, agregó el Dr. Correll.

“En las mujeres que reciben antipsicóticos que aumentan la prolactina como terapia de mantenimiento a mediano y largo plazo, se deben monitorear los niveles de prolactina”, recomendó.

Cuando se detecta un nivel elevado de prolactina, esto debe abordarse “ya sea mediante una reducción de la dosis, un cambio a un antipsicótico alternativo que no aumente los niveles de prolactina de manera significativa o la adición de un agonista D2 parcial o total cuando se debe continuar administrando el antipsicótico que aumenta la prolactina basándose en una evaluación de riesgos individualizada”, aconsejó el Dr. Correll.

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Este trabajo fue apoyado por un premio de Alvin J. Siteman Cancer Center; National Cancer Institute, National Center for Advancing Translational Sciences of the National Institutes of Health, Taylor Family Institute for Innovative Psychiatric Research y Center for Brain Research in Mood Disorders. Los autores han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. El Dr. Correll ha recibido regalías de UpToDate y tiene acciones de LB Pharma.

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La importancia de implementar programas de duelo perinatal

“La experiencia de una muerte prenatal durante el embarazo o el parto es una tragedia que no se aborda de manera suficiente en las agendas, las políticas ni los programas financiados a nivel mundial” considera la Organización Mundial de la Salud (OMS), que estima que cada año se producen casi 2 millones de muertes prenatales en el mundo, una cada 16 segundos.

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La OMS establece el periodo de muerte perinatal desde la semana 22 de gestación (154 días) hasta el término de las primeras 4 semanas de vida neonatal (28 días). Tiene consecuencias psicológicas para las mujeres y sus familias, entre las que se encuentran, entre otros, el trastorno por estrés postraumático o la sintomatología depresiva, y puede considerarse un tema tabú que necesita ser visibilizado y requiere una atención sanitaria multidisciplinar.

Para hablar sobre el duelo perinatal, desde Univadis España hemos entrevistado a Anna Torres Giménez, psicóloga clínica y perinatal, quien se formó como Psicólogo Interno Residente en el Hospital Clínic y empezó a trabajar en Perinatal en el año 2009. Actualmente desempeña su labor en la Unidad de Salud Mental Perinatal del Hospital Clínic de Barcelona, España, tanto en consultas externas como en el Hospital de Día Madre-Bebé del mismo centro. De forma más estructurada ejerce desde 2019, año en el que se instauró el modelo integral de atención al duelo perinatal, ofreciendo tratamientos intensivos y multidisciplinares. Su misión es tratar a aquellas mujeres con duelo perinatal en riesgo de desarrollar un trastorno depresivo o postraumático.

¿Tenemos datos de cuántas muertes perinatales se producen al año en España?

Uno de los problemas para estimar las muertes perinatales es que no existen a nivel internacional unos criterios homogéneos de definición de muerte perinatal. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, se estimó una tasa de mortalidad perinatal de 4,2 por 1.000 nacimientos en el año 2018, en este caso se incluyen todos los fallecidos desde las 22 semanas de gestación hasta los 7 días de vida.

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¿Qué efectos psicológicos sufren los padres ante esta pérdida?

La pérdida perinatal es un duelo, por lo tanto se manifiestan las características propias de la pérdida de un ser querido: tristeza, sentimientos de anhelo, alteraciones en el apetito o el sueño. El duelo es una respuesta normal, pero a veces puede complicarse por ser muy duradero y/o muy intenso. También puede alargarse por la aparición de algún trastorno, como un trastorno depresivo o por estrés postraumático.

¿Cuánto tiempo puede durar este duelo?

En general, cuando se habla de duelos se estima una duración aproximada de un año. Cuando hablamos de un año, estamos hablando de estadística y de medias, ni todo el mundo va a tardar un año, ni todas las personas tienen las mismas vivencias, ni el hecho de tardar más de un año es necesariamente patológico. Del mismo modo, también de media, los primeros seis meses tienden a ser los de mayor intensidad del duelo. El duelo perinatal, al igual que el resto de duelos, también debería guiarse por estos mismos tiempos.

¿En qué consiste un programa de duelo gestacional perinatal? ¿Qué profesionales sanitarios están implicados?

Algunos hospitales realizan una atención específica a las situaciones de pérdida perinatal con el fin de facilitar el proceso de duelo, legitimarlo y no invisibilizarlo o desautorizarlo. Todos los profesionales sanitarios que atienden los partos están implicados. En estas situaciones es muy importante tanto el lenguaje que se emplea, como el facilitar la despedida en un lugar en que se minimice el ruido ambiental (por ejemplo, llantos de bebés) y el poder tener cajas de recuerdos, que son unas cajas en que se guardan objetos físicos de recuerdo del bebé o de la estancia en hospitalización, como fotografías o huellas de las manos o de los pies. La atención psicológica puede resultar de ayuda tanto para acompañar el duelo normal, como para identificar situaciones en las que ya se requiere una intervención.

¿Hay algún protocolo sanitario establecido en caso de duelo perinatal?

Actualmente, en España no existe una atención sanitaria protocolizada para atender el duelo perinatal. En Cataluña existe la Guía de acompañamiento al duelo perinatal del Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya. También hay otras guías como la de Atención profesional a la pérdida y duelo durante la maternidad del Servicio Extremeño de Salud, publicada en abril de 2015 para orientar a los profesionales que trabajan en este área o la guíarealizada por la Asociación de apoyo para la muerte perinatal y neonatal, Umamanita, y la entidad El Parto es Nuestro. A nivel internacional, hay recomendaciones recogidas en las Guías de Práctica Clínica de Salud Mental Perinatal, como la guía del National Institute for Health and Care Excellence(NICE) del Reino Unido.

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Según su experiencia ¿por qué es importante la implantación de este tipo de programas?

Para autorizar un duelo que está desautorizado, es decir, que a pesar de conllevar una pérdida no recibe la misma comprensión por parte del entorno social que otros procesos. Este tipo de programas son necesarios para facilitar el proceso del duelo. No existe una evidencia clara de que el empleo de buenas prácticas (despedirse del bebé, cajas de recuerdos, etc.,) prevenga los efectos posteriores en salud mental. Sin embargo, los estudios subrayan que las madres y padres perciben como una experiencia positiva la atención en unidades especializadas en pérdida fetal (con tratamiento individualizado y percepción de accesibilidad y disponibilidad).

¿Cree que tenemos una sociedad que le da la espalda a la muerte? ¿Cree que la sociedad no comprende, ni reconoce, e invisibiliza este duelo?

Sí, vivimos en una sociedad que le da la espalda a la muerte, la niega. Existen muchos ejemplos de incomprensión, frases como “ya tendrás otro hijo” o “tienes que superarlo”, “estas triste, ¿todavía es por eso?”, no ayudan. Tenemos que evitarlas.

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A los padres que sufren la pérdida de un hijo se les da una baja por depresión o ansiedad, pero no por duelo. Solo Nueva Zelanda, India y Filipinas ofrecen una baja por duelo gestacional. En España, el permiso de maternidad por muerte perinatal existe cuando el tiempo de gestación es superior a los 180 días y el bebé pesa más de 500 gramos. El duelo perinatal caería dentro de esta categoría. ¿Es esta medida suficiente especialmente en casos de abortos espontáneos y duelo perinatal?

No es suficiente e invisibiliza todas las pérdidas que no cumplen los requisitos para el permiso por maternidad. En el momento actual, si una madre necesita un tiempo para recuperarse y su pérdida es menor a 180 días su baja es por enfermedad común (depresión o ansiedad). Esto es muy discutible, puesto que no necesariamente tienen un trastorno mental por el que tienen que estar de baja. Todas las personas en situación de duelo necesitan un tiempo para recuperarse, pero esto no está contemplado en nuestro sistema. Además, en el caso concreto del duelo perinatal, la madre necesita un tiempo para recuperación psicológica y física. Una de las consecuencias de empezar antes de tiempo sería que el trabajo podría emplearse como una estrategia de evitación, que funciona a corto plazo, pero a largo plazo no ayuda a procesar el duelo.

Este contenido fue originalmente publicado en Univadis, parte de la Red Profesional de Medscape.

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Regulador de medicamentos de la UE: No se encontró vínculo entre los cambios menstruales y las vacunas COVID

El regulador de medicamentos de la UE dijo el martes que no había establecido un vínculo entre los cambios en los ciclos menstruales y las vacunas COVID-19, luego de que un estudio en Noruega sugiriera que algunas mujeres tenían períodos más abundantes después de ser inoculadas.

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El estudio del Instituto Noruego de Salud Pública (FHI) publicado el martes preguntó a casi 6.000 mujeres de entre 18 y 30 años sobre sus ciclos menstruales y patrones de sangrado antes y después de la vacunación. El artículo aún no ha sido revisado por pares. Los primeros resultados mostraron que el 7,6% reportó períodos más abundantes antes de la primera vacunación, aumentando al 13,6% después; y el 8,2% antes de la segunda vacuna, que se elevó al 15,3% después de la segunda. “Se necesitarán más estudios en los que midamos los niveles hormonales, etc. para determinar completamente eso”, dijo en una rueda de prensa Georgy Genov, jefe de farmacovigilancia de la Agencia Europea de Medicamentos.

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Dijo que era importante señalar que cualquier trastorno menstrual observado en los estudios emergentes había sido transitorio. El instituto noruego dijo que las mujeres jóvenes que experimentaron sangrado menstrual abundante y persistente después de recibir una vacuna COVID-19 pueden necesitar posponer la aplicación de otra inyección hasta que se investigue la causa y los síntomas hayan desaparecido. También deben consultar a su médico para descartar otras enfermedades que puedan requerir tratamiento.


Con cualquier cambio menstrual temporal en un ciclo regular, la siguiente dosis de vacuna se puede administrar según lo planeado. Aún así, dijo el FHI, los cambios fueron efectos secundarios temporales para la mayoría y no deberían evitar que las mujeres se vacunen.
“La vacunación brinda protección al individuo contra un curso severo de COVID-19, además de contribuir a reducir la transmisión en la sociedad”, dijo.


Genov, de la EMA, dijo que la agencia no tenía datos que mostraran que las vacunas, incluidas las de COVID-19, afecten la fertilidad de las personas.

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La pandemia presenta riesgos a corto y largo plazo para bebés, especialmente varones

La pandemia ha creado un entorno hostil para las embarazadas y sus bebés.

Los niveles de estrés entre las mujeres embarazadas se han disparado. Las embarazadas con COVID-19 tienen cinco veces más probabilidades que las que no lo están de necesitar cuidados intensivos y 22 veces más probabilidades de morir. Las madres infectadas tienen cuatro veces más probabilidades de tener un óbito.

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Sin embargo, es posible que algunas de las mayores amenazas de la pandemia para la salud de los bebés no se manifiesten durante años o incluso décadas.

Esto se debe a que los bebés de madres con COVID-19 tienen 60% más de probabilidades de ser muy prematuros, lo que aumenta el peligro de mortalidad infantil y discapacidades a largo plazo como parálisis cerebral, asma y pérdida de audición, así como el riesgo de que un niño desarrolle enfermedades de adultos como depresión, ansiedad, enfermedades cardíacas y renales.[3]

Estudios han relacionado la fiebre y la infección durante el embarazo con afecciones psiquiátricas y del desarrollo como el autismo, la depresión y la esquizofrenia.

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“Algunas de estas afecciones no aparecen hasta la niñez media o la adultez temprana, pero tienen su origen en la vida fetal”, dijo la Dra. Evdokia Anagnostou, neuróloga y profesora de pediatría de la University of Toronto, en Toronto, Canadá.

Para los fetos expuestos a SARS-CoV-2, el mayor peligro no suele ser el coronavirus en sí, sino el sistema inmunológico de la madre.

Tanto las infecciones graves por SARS-CoV-2 como las variantes de la pandemia pueden exponer a los fetos a una inflamación dañina, que puede ocurrir cuando el sistema inmunológico de la madre está combatiendo un virus o cuando las hormonas del estrés envían señales de alarma sin parar.[8]

La inflamación prenatal “cambia la forma en que se desarrolla el cerebro y, según el momento de la infección, puede cambiar la forma en que se desarrollan el corazón o los riñones”, agregٚó la Dra. Anagnostou.

Aunque autoridades de salud han recomendado enérgicamente las vacunascontra COVID-19 para las embarazadas, solo 35% están completamente vacunadas.

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Al menos 150.000 embarazadas han sido diagnosticadas con COVID-19; de ellas, más de 25.000 han sido hospitalizadas y 249 han muerto, según Centers for Control Disease and Prevention  (CDC).

Aunque la mayoría de los bebés estarán bien, incluso un pequeño aumento en el porcentaje de niños con necesidades médicas o educativas especiales podría tener un gran efecto en la población, dada la gran cantidad de infecciones por SARS-CoV-2, dijo la Dra. Anagnostou.

“Si alguien tiene un bebé que está bien, eso es en lo que debe concentrarse”, dijo la Dra. Anagnostou. “Pero desde el punto de vista de la salud pública, debemos hacer un seguimiento de las mujeres que experimentaron COVID-19 grave y de sus bebés para comprender el impacto”.

Aprendiendo de la historia

Investigadores de Estados Unidos y otros países ya están estudiando a “la generación COVID-19” para ver si estos niños tienen más problemas de saludque los concebidos o nacidos antes de 2020.

Crisis anteriores han demostrado que los desafíos que enfrentan los fetos en el útero, como infecciones maternas, hambre, estrés y sustancias químicas que alteran las hormonas, pueden dejar una huella duradera en su salud, así como en la de sus hijos y nietos, dijo el Dr. Frederick Kaskel, director de nefrología pediátrica del Children’s Hospital en Montefiore, Estados Unidos.[9,10]

Por ejemplo, las personas cuyas madres estaban embarazadas durante las distintas olas de la pandemia de influenza de 1918, tuvieron una salud más precaria a lo largo de sus vidas, en comparación con los estadounidenses nacidos en otras épocas, dijo John McCarthy, estudiante de medicina en la Albert Einstein College of Medicine y coautor junto con Kaskel de una revisión reciente en JAMA Pediatrics.[11]

Los investigadores no saben exactamente qué madres se infectaron con la gripe pandémica, dijo McCarthy. Pero las que estaban embarazadas durante las grandes olas, cuando la infección estaba generalizada, tuvieron hijos con tasas más altas de enfermedades cardíacas o diabetes. Estos niños también tuvieron menos éxito en la escuela, fueron menos productivos económicamente y tuvieron más probabilidades de vivir con una discapacidad.

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Debido a que los sistemas de órganos se desarrollan durante diferentes períodos del embarazo, los fetos expuestos durante el primer trimestre pueden enfrentar riesgos diferentes a los expuestos hacia el final del embarazo, dijo McCarthy. Por ejemplo, las personas nacidas en el otoño de 1918 tuvieron un 50% más de probabilidades que otras de desarrollar una enfermedad renal; que puede reflejar una exposición a la pandemia en el tercer trimestre, mientras los riñones aún se estaban desarrollando.[13]

Casi dos años después de la pandemia de COVID-19, investigadores han comenzado a publicar observaciones preliminares de bebés expuestos a infecciones por SARS-CoV-2 y a estrés antes del nacimiento.[13]

Aunque la Dra. Anagnostou señaló que es demasiado pronto para conclusiones definitivas, “hay evidencia de que los bebés que nacen de madres con infecciones graves por COVID-19 tienen cambios en su sistema inmunológico. Es suficiente para preocuparnos un poco”.

Dañar un sistema de seguridad fetal

La buena noticia sobre el coronavirus es que rara vez atraviesa la placenta, el órgano encargado de proteger al feto en desarrollo de las infecciones y de proporcionarle oxígeno. Entonces, las mamás con COVID-19 rara vez transmiten el virus a sus hijos antes del nacimiento.

Eso es importante, porque algunos virus que infectan directamente al feto, como el Zika, pueden causar defectos de nacimiento devastadores, dijo la Dra. Karin Nielsen-Saines, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas de la David Geffen School of Medicine de la UCLA.

Pero estudios también sugieren que la inflamación de la infección por SARS-CoV-2 de la madre puede dañar la placenta, dijo el Dr. Jeffery Goldstein, profesor asistente de patología en la Feinberg School of Medicine de la Northwestern University. En un estudio publicado el año pasado, el Dr. Goldstein y sus coautores encontraron que las placentas de las mamás con COVID-19 tenían más vasos sanguíneos anormales que las placentas de pacientes sin la infección, lo que dificultaba el suministro suficiente de oxígeno al feto.

El daño placentario también puede causar preeclampsia, una complicación grave del embarazo que puede provocar un aumento repentino de la presión arterial de la madre.

La preeclampsia ocurre cuando los vasos sanguíneos de la placenta no se desarrollan o no funcionan correctamente, lo que obliga al corazón de la madre a trabajar más para llevar sangre al feto, que puede no recibir suficiente oxígeno y nutrientes. La preeclampsia también predispone a las mujeres a sufrir infartos e ictus en el futuro.

Reiniciando el sistema inmunológico

En algunos casos, COVID-19 también parece reconfigurar la respuesta inmune de un bebé, dijo la Dra. Nielsen-Saines.

En un estudio de octubre en  Cell Reports Medicine,  la Dra. Nielsen-Saines y sus coautores encontraron que los bebés nacidos de personas con COVID-19 graves por COVID-19 tenían una combinación diferente de células inmunitarias y proteínas que otros bebés. Ninguno de los recién nacidos dio positivo para el coronavirus.[14]

Los cambios inmunes son preocupantes, agregó la Dra. Nielsen-Saines, porque este patrón de células y proteínas inmunes se ha encontrado anteriormente en bebés con problemas respiratorios y, en algunos casos, desarrollo neurológico deficiente.

En particular, todos los bebés en su estudio parecen saludables, dijo la Dra. Nielsen-Saines, quien planea monitorearlos durante tres años para ver si estas señales tempranas se traducen en retrasos en el desarrollo, como problemas para hablar, caminar o interactuar con otros.

“¿Qué diferencia tiene todo esto en el bebé?”, se preguntó la Dra. Anagnostou. “No lo sabremos hasta dentro de unos años. Todo lo que podemos hacer es tratar de estar lo más preparados posible”.

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Aumento del riesgo para los varones

Los bebés varones podrían enfrentar mayores riesgos por COVID-19, incluso antes del nacimiento.

En general, son más vulnerables que las bebas como fetos y recién nacidos; tienen más probabilidades de nacer prematuramente y morir cuando son bebés. Los niños prematuros también tienen un mayor riesgo de discapacidad y muerte.

Pero la infección por coronavirus presenta peligros especiales, dijo Sabra Klein, profesora de microbiología molecular e inmunología en la Bloomberg School of Public Health de Johns Hopkins.

Eso se debe a que los niños se ven afectados de manera desproporcionada por afecciones relacionadas con las infecciones maternas. Por ejemplo, los niños tienen cuatro veces más probabilidades que las niñas de ser diagnosticados con autismo o trastorno por déficit de atención con hiperactividad, mientras que los hombres tienen un 75% más de probabilidades que las mujeres de desarrollar esquizofrenia.

Los científicos no comprenden completamente por qué los niños parecen más frágiles en el útero, aunque la testosterona, que puede amortiguar la respuesta inmunitaria, puede desempeñar un papel, dijo la doctora Kristina Adams Waldorf, profesora de obstetricia y ginecología en la Universidad of Washington.

Los hombres generalmente desarrollan respuestas inmunes más débiles que las mujeres y con más frecuencia desarrollan COVID-19 graveInvestigaciones recientes sugieren que los niños con covid tienen más probabilidades que las niñas de enfermarse gravemente o desarrollar una afección inflamatoria poco común llamada síndrome inflamatorio multisistémico.

Una nueva investigación sobre covid podría ayudar a esclarecer esta vulnerabilidad.

En un estudio publicado en octubre, investigadores encontraron que el sexo de un feto influye en la forma en que su placenta responde al covid, y en cómo responde el sistema inmune de su madre.[15]

Las embarazadas infectadas con SARS-COV-2 produjeron menos anticuerpos contra el coronavirus si sus fetos eran masculinos. Las madres también transfirieron menos anticuerpos a los niños que a las niñas, dijo la Dra. Andrea Edlow, autora principal del estudio y especialista en medicina materno-fetal en el Massachusetts General Hospital.

Al examinar las placentas de los fetos masculinos después del parto, los investigadores encontraron cambios que podrían dejar a los niños menos protegidos contra la inflamación dañina.

El sexo de un feto también puede influir en la respuesta de su madre a otras enfermedades.

Por ejemplo, la investigación muestra que las mujeres embarazadas con asma tienen peores síntomas si el feto es femenino. Las mujeres embarazadas de varones tienen un poco más de probabilidad de desarrollar diabetes gestacional.

Edlow dijo que sus hallazgos plantean preguntas sobre el “diálogo” entre la madre y el bebé. “El sistema inmunológico de la madre detecta que hay un feto masculino”, dijo la Dra. Edlow. “Y el feto se está comunicando activamente con el sistema inmunológico de la madre”.

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Impulsando el estrés tóxico

Las tasas de depresión y estrés entre las mujeres embarazadas han aumentado drásticamente durante la pandemia.

Esto es preocupante porque el estrés crónico puede provocar inflamación, y afectar a los bebés de mujeres infectadas y no infectadas, dijo la Dra. Anagnostou.

Los estudios muestran de manera consistente que los bebés nacidos de madres que experimentan un estrés significativo durante el embarazo tienen tasas más altas de daños a la salud a corto y largo plazo, incluidos defectos cardíacos y obesidad, que los bebés nacidos de mujeres con menos estrés.

“Sabemos que la inflamación influye directamente en la forma en que se desarrolla el cerebro de un bebé”, dijo la Dra. Elinor Sullivan, profesora asociada de psiquiatría en la Oregon Health And Science University.

Las cuarentenas, las restricciones de viajes y el distanciamiento físico dejaron a muchas mujeres embarazadas sin el apoyo de familiares y amigos. El estrés de perder a un ser queridoun trabajo o una casa aumenta aún más los riesgos para las mamás y los bebés, dijo Sullivan, quien está haciendo un seguimiento de niños nacidos durante la pandemia durante cinco años.

En una investigación que aún no se ha publicado, Sullivan encontró que los bebés de mujeres que estaban embarazadas durante la pandemia mostraron más tristeza y emociones negativas en el primer año de vida en comparación con los bebés de mujeres que estaban embarazadas antes de la pandemia.

Los hallazgos muestran la importancia de ayudar y proteger a las personas embarazadas antes y después del parto, dijo Sullivan, quien realizó otro estudio que encontró que las mujeres que recibían más apoyo social estaban menos deprimidas.

Investigadores italianos también están estudiando el efecto del estrés maternoen el comportamiento de los bebés, así como la forma en que se regulan sus genes.

Aunque la inflamación relacionada con el estrés no altera la estructura de los genes de un bebé, puede influir en su activación o desactivación, dijo Livio Provenzi, psicólogo de la Fundación del Instituto Nacional de Neurología C. Mondino en Pavia, Italia.

En el estudio de 163 parejas de madres y bebés, Provenzi halló diferencias en cómo se activaban los genes que regulan la respuesta al estrés. Los genes que ayudan a las personas a responder al estrés tenían más probabilidades de apagarse en los bebés cuyas madres informaron más estrés durante el embarazo. Las mismas mamás también informaron que sus bebés lloraban más y estaban más inquietos cuando tenían 3 meses.

Los investigadores generalmente prefieren hacer observaciones en persona de los bebés mientras interactúan con sus madres, dijo Provenzi. Pero debido a la pandemia, le pidió a las madres que llenaran cuestionarios sobre el comportamiento infantil. Planea observar a las madres y los bebés en persona cuando los niños tengan 12 meses.

Si bien vacunar a las embarazadas es la mejor manera de protegerlas a ellas y a sus fetos del virus, dijo Anagnostou, la sociedad debe hacer más para preservar la salud mental de las mujeres embarazadas.

“No podemos escapar del hecho de que hemos vivido dos años de una pandemia”, dijo la Dra. Anagnostou. “Pero podemos pensar en oportunidades para reducir el riesgo”.

KHN (Kaiser Health News) es la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud. Junto con Análisis de Políticas y Encuestas, KHN es uno de los tres principales programas de KFF. KFF es una organización sin fines de lucro que brinda información sobre temas de salud a la nación.

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