Están aumentando los casos pediátricos de COVID-19, por lo que no es sorprendente que empiece a incrementarse el número de síntomas persistentes en este grupo etario. ¿Quiénes son estos pacientes pediátricos con COVID-19 persistente y en qué se distinguen de sus contrapartes adultas? La respuesta dista mucho de ser clara debido a que no están bien definidos los términos COVID-19 persistente y síntomas prolongados de COVID-19. Sin embargo, sospecho que descubriremos que serán similares en muchos aspectos.
En un reciente ensayo invitado en The New York Times, dos profesores de la Harvard Medical School, en Boston, Estados Unidos, Dr. Adam Gaffney y Dr. Zackary Berger, tratan de inyectar sentido común en el fenómeno del paciente con COVID-19 persistente.
Los autores dividen a los pacientes con COVID-19 persistente en tres categorías:
- La primera incluye a los que presentan tos persistente y fatiga hasta por 3 meses, una evolución inesperada para los que se recuperan de una enfermedad respiratoria importante, como neumonía.
- La segunda incluye a los pacientes que desarrollaron síndrome de dificultad respiratoria aguda durante el curso de su infección. Estos individuos desafortunados probablemente sufrieron daño pulmonar que puede haber desencadenado daño renal y delirium, y es posible que nunca recuperen la función completa.
- El tercer grupo incluye a los pacientes que refieren una amplia variedad de síntomas menos específicos que incluyen, pero no se limitan a, fatiga intensa, niebla cerebral, disnea, síntomas digestivos, dolor crónico y palpitaciones.
Los autores del ensayo hacen referencia a varios estudios en los cuales hubo escasa correlación, en el mejor de los casos, entre las manifestaciones de estos pacientes y sus niveles de anticuerpo. De hecho, en un estudio de adolescentes se descubrió que en un grupo con síntomas similares muchos de los individuos no tenían datos serológicos de infección por SARS-CoV-2.
Lamentablemente el lego, los medios de comunicación y algunos médicos no hacen diferenciaciones entre estos tres grupos y los combinan todos bajo el término general de COVID-19 persistente. La confusión resultante siembra ansiedad injustificada en el primero y el tercer grupo, y puede evitar que algunos individuos reciban la atención adecuada que merecen.
Sospecho que como yo, muchos de ustedes ven algunas similitudes entre este tercer grupo de pacientes con COVID-19 persistente y adolescentes cuyos síntomas persistentes no encajan muy bien con su enfermedad primaria. Me vienen a la mente de inmediato los pacientes etiquetados con el diagnóstico de síndrome posconmoción o enfermedad de Lyme crónica. En los dos trastornos muchos pacientes tenían algún dato de daño grave por el episodio inicial, pero continuaron presentando diversos síntomas, como fatiga grave y niebla cerebral.
Hemos hecho un trabajo muy insatisfactorio en el manejo asistencial adecuado de estos pacientes. Y hay muchos de ellos. Una gran parte del problema es el etiquetado. En los viejos tiempos se podría haber dicho que estos pacientes tenían síntomas “psicosomáticos”. Sin embargo, aunque puede ser una descripción precisa, como el término “retraso”, se ha manchado permanentemente. Por suerte, la mayoría somos lo suficientemente inteligentes para evitar decir a estos pacientes que todo esto es cuestión mental.
Sin embargo, puede ser difícil convencer a una persona de que muchos de sus síntomas pueden ser resultado de la lesión psicológica por la enfermedad original en combinación con otras tensiones y factores relativos al estilo de vida. La tarea puede dificultarse en particular cuando sigue habiendo médicos que omiten o ignoran lo evidente y se enfrascan en iniciar tratamientos que no solo son ineficaces, sino que pueden distraer del verdadero trabajo de escuchar y hacer participar a estos pacientes, cuyo sufrimiento puede ser tan real como el de las personas con COVID-19 persistente con daño estructural.
El Dr. Wilkoff ejerció como pediatra de atención primaria en Brunswick, Maine, durante casi 40 años. Ha sido autor de varios libros sobre pediatría conductual, incluyendo “Cómo decir no a tu preescolar”. Aparte de un estetoscopio de Littman que aceptó como estudiante de primer año de medicina en 1966, el Dr. Wilkoff ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
Este contenido fue originalmente publicado en MDEdge, parte de la Red Profesional de Medscape.