La llegada de la pandemia, hace ya más de un año, no ha detenido el diagnóstico de cáncer de seno, uno de los de mayor incidencia en la población femenina de la isla. Esto, con el agravante de que, por unos meses, muchas mujeres pusieron en pausa las pruebas de cernimiento para detectar a tiempo cualquier riesgo.
De hecho, parte de la campaña de este año de Susan G. Komen -organización que lidera los esfuerzos de educación sobre cáncer de seno, atención médica y tratamientos- apela a que las personas se hagan sus estudios a tiempo.
“No queremos encontrar cánceres más avanzados y en una etapa más tardía, lo que complica el escenario de tratamiento”, advierte la presidenta de Susan G. Komen, Eva Cruz Jové, quien destaca que parte del lema es que “la pandemia no nos detenga”.
Además del autoexamen de los senos, destaca la radióloga, en términos de imágenes, estas pruebas de cernimiento -como mamografía y sonomamografía- han probado ser las únicas herramientas que pueden detectar lesiones tan pequeñas que no son palpables ni evidentes clínicamente.
“La meta de todo médico es identificar el cáncer cuando solamente se ve en imágenes. Y la mamografía es el estudio que nos ayuda a detectar estas lesiones”, reitera la doctora Cruz, al indicar que se ha logrado demostrar que la mamografía puede bajar hasta casi un 30% las muertes por cáncer de seno.
Más aún, destaca que cuando son lesiones muy pequeñas, se puede decir que son curables casi todas. De hecho, dice que más de un 90% de las pacientes que tienen una detección temprana, eventualmente se curan y muchas no requieren tratamientos más agresivos como quimioterapia o cirugías más complicadas.
Precisamente, aunque la radióloga indica que hoy la mujer está más educada sobre la importancia de las pruebas, todavía necesitan llegar a sitios donde las personas no tienen acceso a estas pruebas, como Vieques y Culebra. “Ya sea con unidades móviles o con alianzas con otros centros radiológicos queremos llegar a estos sitios porque todavía hay lugares que no tienen máquinas de mamografías”.
“Hicimos lo que tenía que hacer”
Con esa frase, resume Maribel Villegas su empinado camino para vencer el cáncer de seno invasivo en estadio dos, con metástasis en el sistema linfático, diagnosticado cuando apenas tenía 30 años.
La sobreviviente cuenta que su madre fue diagnosticada con cáncer de seno a los 45 años. Por eso, ella tenía que hacerse su primera mamografía al cumplir los 35 años, diez años antes del diagnóstico de su progenitora.
“Palparme una masa en el seno derecho mientras me bañaba fue una gran sorpresa. Rápido fui a chequearme y a hacerme mi mamografía y el radiólogo me dijo que no me fuera, que iban a tomar otras muestras. Me hicieron una sonomamografía y ese mismo día me enviaron a un cirujano”, cuenta Maribel, mientras resalta que todo fue tan rápido que no tuvo oportunidad de procesar bien lo que estaba pasando. Más bien, solo pensaba en sus dos hijos, de cuatro y seis años y los deseos que tenía de verlos crecer.
“Hicimos lo que tenía que hacer. Fui al cirujano y él me dijo que había que sacar el tumor y esa misma semana estaba en sala de operaciones. A la semana, cuando salieron los resultados (del tumor) y el doctor me dijo ‘tenemos cáncer’, ahí fue cuando en realidad me di cuenta de que era más serio de lo que pensaba”, recuerda Maribel, hoy de 44 años.
“En ese momento le pregunté al doctor qué tenía que hacer y me dijo que debía regresar a sala de operaciones. Fue muy difícil, sabíamos que empezaba un nuevo camino, que todo iba a ser distinto y que iba a haber muchos cambios. Hubo dos cirugías adicionales y después de eso comencé quimioterapia”.
Luego de 16 sesiones de quimioterapia, se encontró que todavía había un área que había que “limpiar un poco más para asegurarnos que todo estuviese bien”. Fue cuando, junto a su oncólogo y el cirujano, tomó la decisión de someterse a una mastectomía bilateral (cirugía para eliminar ambos senos).
“El proceso de la mastectomía, luego de las quimioterapias, fue muy duro físicamente, muy doloroso. Pero una vez completada esa etapa, uno siente que, aunque no quedaste igual, estoy viva, estoy bien”, asegura. Añade que el proceso de reconstrucción también ha sido cuesta arriba, sobre todo porque su organismo comenzó a rechazar los implantes y hasta hace apenas cinco meses, ha tenido ocho cirugías para remover y cambiarlos.
Durante todos estos años, afirma Maribel, esa oportunidad de vida que ha tenido, de poder contar y hablar sobre el tema, la motivó a ser voluntaria en Susan G. Komen. “La organización me dio la herramienta de conocimiento para entender el proceso de la enfermedad. Pude canalizar la energía dentro de todo lo que tenía que hacer para mi recuperación, ayudando a otros, llevando charlas educativas aún durante el proceso de quimioterapia, sin mi pelito y, gracias a Dios, ya son 13 años y lo podemos contar y, si una sola persona se hace esa mamografía a tiempo y recibe su tratamiento, pues valió la pena, era la razón de ser”, agrega la también corredora de Bienes Raíces.
“Este trabajo de crear conciencia en la población es importante. No es lo mismo encontrar un cáncer en un estadio cero o uno, a encontrarlo ya en estadio tres o cuatro”, explica la voluntaria.
Y aunque Maribel acepta que su vida ha cambiado radicalmente, dice que también ha tenido la oportunidad de ver “todas las bendiciones que ha tenido”.
“A mí me define la fuerza y la voluntad que uno tiene para sobrellevar esto”, reitera, mientras destaca la labor de Susan G. Komen para ayudar a pacientes que, en muchas ocasiones, no pueden costear los tratamientos. “El llamado es a que ese trabajo continúe, que nos apoyen para poder seguir ayudando a esos pacientes que lo necesitan”.
Diagnóstico en medio de la pandemia
Para la maestra Iris Pérez, el 2020 fue un año muy difícil, pero no necesariamente fue a causa del COVID-19. Específicamente, recuerda la noche del 13 de enero, cuando se bañaba y notó algo extraño en uno de sus senos.
“Noté que la parte del medio del seno se hundía. Cuando me toqué lo sentí duro y en ese momento, me dije, qué es esto, tengo cáncer, me voy a morir, y empecé a llorar. Al otro día fui rápido al ginecólogo, me chequeó y me dijo que sí, que efectivamente tenía algo ahí”, relata Pérez.
“Da la casualidad de que el radiólogo es amigo mío y me dijo que veía algo que no le gustaba y ahí mismo me dijo que me iba a hacer una biopsia. Todo fue muy rápido, papá Dios es grande y ya en abril me estaban operando. Así que nos movimos superrápido”, recuerda Pérez, mientras comenta que cuando el radiólogo la llamó para decirle que tenía cáncer ya ella lo presentía.
“Se me aguaron un poco los ojos, pero la realidad es que lloré más cuando me palpé la masa por primera vez. Parece que de ahí en adelante fui asimilando todo. En ese momento, cuando estaba el COVID-19 en su apogeo, lo único que quería era que me sacaran el tumor”, comenta la maestra, quien trabajó de forma virtual.
“Me operaron el 13 de abril, el día antes de mi cumpleaños y tomé la decisión de sacarme los dos senos porque ya yo había tenido una masa benigna en el seno izquierdo y la masa maligna era en el derecho. Se suponía que me hicieran reconstrucción, pero el cirujano plástico decidió no ponerme los expansores porque la piel había sufrido mucho y todavía no me he reconstruido”, rememora Iris, quien luego recibió la quimioterapia.
“Fueron ocho sesiones de quimio. Era un cáncer en estadio uno, pero me tuvieron que sacar un nódulo de la axila”, añade la mujer de 47 años, tras aceptar que escuchar que se tiene cáncer no es fácil, pero su hijo, que tenía seis años en ese momento, fue el motor que la mantuvo durante todo el proceso.
“Yo me decía, tengo que vivir por este nene, sino quién lo va a criar. Mi familia también fue muy importante. El cambio mayor es valorar más la familia, el trabajo, la vida misma, reflexiona Iris, a quien recientemente le dieron la buena noticia de que estaba libre de cáncer.
Para tener en cuenta
La Sociedad Americana Contra el Cáncer (ACS en inglés) ofrece las siguientes recomendaciones para la detección temprana del cáncer de seno en mujeres con riesgo promedio (si no tiene antecedentes de cáncer de seno, un familiar cercano con la enfermedad, o una mutación genética -como el gen BRCA- que aumente el riesgo):
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- De 40 a 44 años, las mujeres tienen la opción de iniciar la detección temprana con una mamografía anual.
- De 45 a 54 años deben someterse a una mamografía todos los años.
- A partir de los 55 años, las mujeres pueden hacerse la mamografía cada dos años, pero también pueden optar por continuar haciéndolo anualmente.
- A las mujeres que están en alto riesgo de cáncer de seno, la ACS recomienda someterse a una imagen de resonancia magnética (MRI) de los senos y a una mamografía anual, por lo general, a partir de los 30.