Múltiples trastornos concomitantes parecen empeorar los desenlaces de mortalidad en pacientes con cirrosis. Aquellos pacientes con cirrosis compensada y tres trastornos concomitantes tienen una tasa de mortalidad similar a la de los pacientes con cirrosis descompensada, según un nuevo análisis de una cohorte basada en la población de la región metropolitana Dallas-Forth Worth metroplex.
“Creo que es un mensaje bastante fuerte que la mera existencia de estas enfermedades crónicas tiene un efecto considerable a largo plazo. Al menos contribuyen a la mortalidad en alguna medida. Es muy importante centrarse en estas enfermedades crónicas como objetivos en una fase temprana de la atención que prestamos a estos pacientes con cirrosis para asegurarnos de que las controlamos, con el fin de que a largo plazo podamos disminuir el fallecimiento prematuro y la mortalidad en estos pacientes”, señaló el Dr. Mohammad Amin Fallahzadeh, maestro en salud pública, quien presentó los resultados en el Congreso de la American Association for the Study of Liver Diseases (AASLD) de 2021.
En el estudio participaron 35.361 pacientes con cirrosis. La media de edad de los participantes era de 59,5 años, 41,8% era de sexo femenino, 29,7% no era de raza blanca y 17,5% era hispanoamericano. La comorbilidad era común y se presentó en cerca de 25% de los pacientes. Cuarenta y cinco por ciento de los trastornos concomitantes lo constituían enfermedades cardiovasculares, 28,9% de los individuos tenía un trastorno concomitante, 17,5% tenía dos y 12,6% tenía tres.
Una curva de Kaplan-Meier mostró que los pacientes con cirrosis compensada y sin trastornos concomitantes tenían la mayor sobrevida en el curso del tiempo, mientras que los pacientes descompensados con trastornos concomitantes tenían la menor sobrevida (p = 0,01). La curva mostró una sobrevida similar entre los pacientes con cirrosis compensada y tres trastornos concomitantes y los pacientes descompensados sin comorbilidad.
El riesgo de fallecimiento aumentó con un trastorno concomitante (hazard ratio [HR]: 2,5; intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 2,23 a 2,8), dos trastornos concomitantes (HR: 3,27; IC 95%: 2,9 a 3,69), y tres trastornos concomitantes (HR: 4,52; IC 95%: 3,99 a 5,12).
La mortalidad aumentó con el número de trastornos concomitantes en pacientes compensados lo mismo que en descompensados; en pacientes con hepatitis C, hepatopatía alcohólica y esteatosis hepática no alcohólica; por raza (blanca, negra y otros) y en diferentes grupos de edad. Se observó un efecto más potente de los trastornos concomitantes en los compensados (HR: 6,4 frente a 4,1), pacientes de sexo femenino (HR: 5,2 frente a 4,1) y en mayores de 65 años de edad (HR: 7,2 frente a 3,7 de los de 45 a 64 años de edad y 5,0 en los menores de 45 años).
Los investigadores también observaron un efecto sinérgico evidente de la nefropatía crónica y las enfermedades cardiovasculares. Los dos tipos de trastorno se relacionaron con más riesgo por sí mismos, pero cuando un paciente tenía enfermedad cardiovascular y nefropatía crónica al mismo tiempo, la mortalidad fue mayor que con solo el riesgo añadido de los dos tipos de trastornos.
Los hallazgos confirman que los pacientes con cirrosis y trastornos concomitantes parecen tener peor calidad de vida y una mayor mortalidad. “No esperaba que hubiera un efecto tan importante, hacer que un paciente compensado fuera como si estuviera descompensado, pero definitivamente lo vemos en nuestra práctica diaria”, destacó el Dr. Fallahzadeh, quien es residente de segundo año de medicina interna en el Baylor University Medical Center, en Dallas, Estados Unidos.
“Cuando un hepatólogo o un especialista en medicina interna atienden a un paciente a quien le han diagnosticado cirrosis, deben examinarlo para detectar otras afecciones crónicas, como diabetes, insuficiencia renal crónica y enfermedades cardiovasculares; así se asegurarán de que si tiene alguna de estas afecciones esté controlada o si necesita derivación a otra especialidad para un mejor tratamiento. Por ejemplo, si necesitan una derivación a nefrología, debe hacerse lo antes posible para que se pueda minimizar la carga que estas enfermedades representan a largo plazo para estos pacientes. Y también tenemos que educar a los pacientes sobre el control de estos problemas crónicos”, añadió el Dr. Fallahzadeh.
Los hallazgos podrían hacer que los investigadores se replanteen cómo clasificar la cirrosis compensada y la descompensada. “Cuando hablamos de hepatopatía descompensada nos referimos a hemorragia por varices, ascitis y encefalopatía. En este caso se afirma que si un paciente está compensado y tiene tres de estos trastornos médicos asociados, podría estar peor que si su cirrosis está descompensada. Es un verdadero cuestionamiento de la situación actual sobre la forma en que pensamos acerca de estas entidades patológicas. Se las considera de forma muy diferente en lo que respecta a la mortalidad. Hay que seguir aclarando esto”, dijo el Dr. Mayur Brahmania, profesor adjunto de medicina en la Western University, en Londres, Canadá, quien moderó la sesión.
Una limitación clave del estudio fue que los investigadores no tuvieron acceso a datos sobre el uso de medicación, por lo que no se pudo determinar si se estaban controlando los trastornos concomitantes. Asimismo, no se controlaron el índice de masa corporal y la mayoría de los factores relacionados con el estilo de vida.
El Dr. Fallahzadeh y el Dr. Brahmania han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
Este contenido fue originalmente publicado en MDEdge, parte de la Red Profesional de Medscape.
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