¿Los corticoesteroides orales en el eccema atópico aumentan el riesgo de fracturas?

Los corticoesteroides orales no parecen ser un factor que conduzca a fracturas osteoporóticas importantes en adultos con eccema atópico, según un estudio grande de cohorte de Reino Unido.

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“La evidencia sugiere que los adultos con eccema atópico tienen un mayor riesgo de fracturas. Sin embargo, no está claro si los corticoesteroides orales explican esta asociación”, señalaron el primer autor, Julian Matthewman, de London School of Hygiene and Tropical Medicine, en Londres, Inglaterra, y sus colaboradores, en Journal of Allergy and Clinical Immunology: In Practice.

Para investigar, el equipo del estudio identificó a más de 526.000 adultos con eccema atópico utilizando registros de admisión hospitalaria y de atención primaria y los comparó con 2,6 millones de adultos sin eccema atópico.

Los adultos con y sin eccema atópico eran similares en términos de edad, sexo, índice de masa corporal, tabaquismo e índices de privación múltiple. Aquellos con eccema atópico tenían más probabilidades de tener asma (28% frente a 15%) y de tener al menos una prescripción de corticoesteroides orales (28% frente a 14%).

El equipo encontró una asociación entre el eccema atópico y las fracturas osteoporóticas mayores de la columna (hazard ratio [HR]: 1,15; intervalo de confianza de 99% [IC 99%]: 1,08 a 1,22) y cadera (HR: 1,11; IC 99%: 1,08 a 1,15) que persistió después de ajustar según el uso de corticoesteroides (HR de la columna: 1,09; IC 99%: 1,03 a 1,16 y HR de la cadera: 1,09; IC 99%: 1,06 a 1,12).

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Las tasas de fractura fueron más altas en los adultos con eccema atópico grave, en comparación con quienes no lo tenían, incluso después de ajustar según el uso de corticoesteroides orales, informaron.

“De acuerdo con las guías actuales de manejo del eccema atópico, que reservan el uso de corticoesteroides orales para circunstancias excepcionales, los médicos deben continuar evitando los corticoesteroides orales para el eccema atópico”, destacaron los autores.

Señalaron que las guías clínicas actuales recomiendan la detección del riesgo de fracturas en adultos que toman corticoesteroides orales, pero no hacen referencia específica al eccema atópico.

“Nuestros resultados indican que el eccema atópico, especialmente el eccema atópico grave, debe considerarse para su inclusión en las guías de cribado del riesgo de fracturas. Futuras investigaciones deben explorar por qué existe una asociación entre el eccema atópico y las fracturas, incluyendo el papel de los corticoesteroides tópicos”, concluyeron.

Traducido y adaptado por el equipo de Medscape en español.

Vacuna contra la COVID-19: ¿cuándo deberíamos hablar de una tercera dosis y cuándo de una dosis de refuerzo?

A principios de septiembre la Comisión de Salud Pública de España aprobaba una vacuna adicional en pacientes inmunodeprimidos, entre los que se incluían personas que hubieran recibido trasplantes, pacientes con linfoma y esclerosis múltiple entre otras enfermedades. Una semana después, el grupo de expertos del del Ministerio de Sanidad comunicaba que esa inyección extra contra la COVID-19 se ampliaría a pacientes en tratamiento de hemodiálisis, en tratamiento por un tumor, mayores de 40 con síndrome de Down y mayores en residencia. Mientras algunos países como Israel o Chile han comenzado ya a administrar una tercera dosis de la vacuna a toda la población mayor de 12 años, tras un informe, expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos, concluían que no es necesario una tercera dosis para reforzar la inmunidad de personas sanas ya vacunadas.

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En España la tercera dosis solo se inoculará, de momento, a personas en las que exista un riesgo elevado de que se produzca una respuesta inmune inadecuada con la pauta convencional de la vacunación. Según Matilde Cañelles, inmunóloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), “la decisión del Gobierno es la correcta con base a los datos disponibles y se refuerza tras el estudio israelí que señala cómo la tercera dosis ha reducido en un mes las tasas de contagio y de infecciones graves entre los mayores de 60 años”. La investigación, publicada en The New England Journal of Medicine, arroja entre otras conclusiones, que la inyección de refuerzo elevaría la protección frente a la COVID-19 hasta el 95 %. Para la experta, “aunque esta investigación evidencie que incluso en la población joven se puede ir perdiendo la inmunidad, los nuevos datos no justificarían poner una tercera en menores de 60”.

El Ministerio de Sanidad acaba de ampliar el rango de población a la que inyectar una tercera dosis, como mayores en residencias, pero no incluye a otros colectivos que otros países están teniendo en cuenta, como, por ejemplo, está haciendo Reino Unido con los sanitarios.

Es un debate complicado, pero a mí me parece muy bien cómo lo estamos haciendo. Yo me centraría en vacunar a mayores y completar la pauta en personas que tienen problemas para generar la respuesta inmune. De momento, no hay datos que demuestren que una persona joven y sana que ya tenga dos dosis necesite otra más.

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¿Existen evidencias suficientes que justifiquen vacunar a toda la población mayor de 65 años?

Los inmunólogos sabemos desde hace mucho tiempo que a las personas mayores de 65 años les cuesta crear memoria inmunológica. Por eso se les vacuna de la gripe cada año. Su sistema inmune está envejecido y no puede hacer las mismas cosas que uno joven, como, por ejemplo, a la hora de crear las células de memoria, las T, que en el proceso de envejecimiento inmunitario van desapareciendo con la edad. Por eso no sabemos si realmente van a necesitar cada año una dosis nueva.

De hecho, en un estudio reciente publicado en Science, los autores han encontrado unas células T específicas contra cualquier coronavirus que se reactivan cuando nos infectamos con el SARS-CoV-2 o nos vacunamos contra la COVID-19. Esto pasa sobre todo en personas jóvenes y menos en los mayores, porque probablemente ya las han perdido y tienen muy limitada la capacidad de generarlas. Esto explicaría por qué las personas jóvenes responden tan fuerte a la primera dosis de la vacuna y ayudaría a entender las diferencias de la respuesta entre jóvenes y mayores. Lo mismo que pasa con el cerebro, que perdemos la memoria, pasa con ese sistema inmune…

¿Es correcto utilizar el término “vacuna de refuerzo” cuando nos referimos a pacientes en los que por sus condiciones de inmunosupresión, por ejemplo, no han desarrollado una buena respuesta inmune, o sería mejor hablar de una tercera dosis?

En aquellos casos en que no se ha desarrollado una buena respuesta sí se trataría simplemente de una tercera dosis. Pero como los americanos no distinguen y las llaman a todas booster, aquí hemos adaptado el término “vacuna de refuerzo”. Yo creo que en el futuro las llamaremos terceras dosis.

¿Considera que se debería priorizar la tercera dosis a ciertos colectivos o centrarnos mejor en la cobertura de vacunación mundial?

La producción de vacunas se está acelerando mucho, sobre todo ahora que van a aprobar nuevos fármacos. En lo que se debería estar pensando ahora es poner una tercera a los mayores de 65 años y seguir enviando dosis a países sin acceso a fármacos para continuar con la cobertura mundial. No se debe pensar en las dosis de refuerzo como dosis que “robamos” a países desfavorecidos; se pueden producir dosis suficientes para ambos objetivos. Por lo tanto, deberíamos centrarnos en la logística de hacer las dos cosas y no tener que elegir entre una y otra. Otra cuestión sería administrar una tercera dosis a la población general, decisión que dejaría desprotegida a esa población que no ha recibido ni una primera.

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Al margen de la cuestión logística y moral, ¿qué efectos contraproducentes podría tener una tercera dosis en un organismo sano?

Un estudio del CSIC plantea que poner otra dosis con la misma vacuna que se utilizó para la variante original podría crear un tipo de inmunidad muy dirigida a esa variante y no hacia las nuevas que van apareciendo. Incluso en ese aspecto sería beneficioso esperar un poco para inyectar la tercera dosis a personas más jóvenes cuando ya estén incorporadas las defensas contra las nuevas variantes en la vacuna.

A finales de agosto España alcanzaba 70% de su población vacunada y parecía que estábamos más cerca de conseguir esa meta tan ansiada: la inmunidad de grupo. ¿Qué cerca estamos del objetivo de conseguir la protección de grupo?

Existen dos factores claves que tener en cuenta cuando hablamos de la inmunidad de grupo. Hasta hace poco no se sabía si las vacunas iban a parar la transmisión del virus, y ya se ha evidenciado que no lo frenan. Entonces, aunque las personas estemos vacunadas, no actuamos como barrera. Y esto hace que la inmunidad de grupo acabe siendo un concepto difícil de alcanzar. Por otro lado, el surgimiento de nuevas variantes empeora la situación y complica conseguir la protección de grupo.

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El Gobierno acaba de anunciar que España registra la menor incidencia desde hace más de un año con 91 casos por 100.000 habitantes ¿Qué probabilidades existen de que las nuevas variantes cambien este escenario tan alentador?

Estamos en un terreno completamente nuevo y hay que ser prudentes. Sí existe el peligro de que lleguemos a una situación de inmunidad media que prolongada en el tiempo pueda dar lugar a la aparición de variantes. No obstante, esto solo puede pasar cuando existe una alta transmisión comunitaria del virus, que no es lo que está sucediendo en países en los que se ha vacunado masivamente, como en España, donde hemos pasado la ola de la variante delta con una bajada muy acusada de las transmisiones.

Luego está Estados Unidos. Pero este es un caso aparte, donde la aceptación de vacunación está muy polarizada según las zonas. En las de voto republicano, por ejemplo, se están vacunando menos, y a efectos de investigación estamos comprobando cómo en un país culturalmente muy parecido al nuestro se observan tantas diferencias en la hospitalización. Sorprende mucho que Estados Unidos fuera el primero en desarrollar la vacuna contra la COVID-19 y sea el país que más la rechaza, con las unidades de cuidados intensivos saturadas y con tanta gente muriéndose.

A raíz de la pandemia han surgido muchas “voces expertas” en la inmunología, ¿qué piensa de que se generen tantas opiniones alrededor de la crisis sanitaria que estamos enfrentando?

Como en muchos otros ámbitos, todo el mundo quiere opinar. Y eso está bien. Pero hay gente que resulta muy peligrosa y algunas de sus declaraciones son muy cuestionables. Los que tratamos de contribuir con la divulgación de temas científicos, de salud, buscamos transmitir tranquilidad y confianza a través del conocimiento. Luego están los manipuladores que solo buscan atención y lo hacen a costa de provocar miedo en la gente. Pero creo que esto es algo inevitable, y por eso a mí me gustaría destacar los aspectos positivos en torno a cómo está reaccionando la sociedad, como la buena aceptación que tenemos en España de las vacunas. Junto a Portugal, ¡estamos siendo un gran ejemplo en el mundo!

Este contenido fue originalmente publicado en Univadis, parte de la Red Profesional de Medscape.

“Hay que elevar las expectativas”: nueva declaración sobre la diabetes de tipo 1 en adultos

Una declaración de consenso recientemente publicada sobre el manejo de la diabetes de tipo 1 en adultos aborda las necesidades clínicas únicas de la población, en comparación con las de los niños con diabetes de tipo 1 o los adultos con diabetes de tipo 2.

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“El enfoque en los adultos es algo nuevo y es importante. Creo que es una población un poco olvidada. Siempre que hablamos de diabetes en adultos se asume que se trata del tipo 2”, comentó a Medscape Noticias Médicas la coautora del documento, Dra. M. Sue Kirkman.

El documento cubre el diagnóstico de diabetes de tipo 1, metas y objetivos, programas de atención, educación y estilo de vida para el autocuidado por el paciente, monitoreo de glucosa, tratamiento con insulina, hipoglucemia, atención psicosocial, cetoacidosis diabética, trasplante de páncreas/trasplante de células de los islotes, terapias complementarias, poblaciones especiales (embarazadas, adultos mayores, hospitalizados) y perspectivas emergentes y futuras.

Presentado inicialmente como un borrador en junio en el Congreso de la American Diabetes Association (ADA) 2021, la versión final de la declaración conjunta de American Diabetes Association/European Association for the Study of Diabetes se presentó el 1 de octubre en el Congreso de la European Association for the Study of Diabetes (EASD) 2021 y fue publicado simultáneamente en Diabetologia y Diabetes Care.

“Somos conscientes de los muchos y rápidos avances en el diagnóstico y tratamiento de la diabetes de tipo 1. Sin embargo, a pesar de estos avances también hay un reconocimiento creciente de la carga psicosocial de vivir con diabetes de tipo 1”, escribió el copresidente del grupo de redacción, Dr. Richard I. G. Holt, B. Chir., Ph. D., profesor de diabetes y endocrinología en University of Southampton, en Southampton, Reino Unido, al presentar la sesión de 90 minutos.

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“Aunque existe una guía para el manejo de la diabetes de tipo 1, el objetivo de este informe es resaltar las áreas principales que los profesionales de la salud deben considerar cuando tratan a adultos con diabetes de tipo 1”, agregó.

Al señalar que el informe de consenso conjunto de la American Diabetes Association/European Association for the Study of Diabetes sobre la diabetes de tipo 2 ha sido “muy influyente, ya que reconocieron la necesidad de desarrollar un informe de consenso comparable que aborde específicamente la diabetes de tipo 1”, destacó el Dr. Holt.

Los objetivos primordiales son “ayudar a las personas con diabetes de tipo 1 a vivir una vida larga y saludable” con cuatro estrategias específicas: administración de insulina para mantener los niveles de glucosa lo más cerca posible del objetivo para prevenir complicaciones mientras se minimiza la hipoglucemia y se previene cetoacidosis diabética, manejo de factores de riesgo cardiovascular, minimizar la carga psicosocial y promover el bienestar psicológico, agregó el especialista.

Algoritmo de diagnóstico

Otro coautor, el Dr. J. Hans DeVries, Ph. D., profesor de medicina interna en University of Amsterdam, en Ámsterdam, Países Bajos, explicó el enfoque recomendado para distinguir la diabetes de tipo 1 de la diabetes de tipo 2 o diabetes monogénica en adultos, que a menudo es un desafío clínico.


Este fue el tema que generó más preguntas durante el congreso.

“Especialmente en los adultos, el diagnóstico erróneo del tipo de diabetes es frecuente y ocurre hasta en 40% de los pacientes diagnosticados después de los 30 años”, indicó el Dr. DeVries.

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Entre las muchas razones de la confusión se encuentra que los niveles de péptido C, un reflejo de la secreción de insulina endógena, aún pueden ser relativamente altos en el momento del inicio clínico de la diabetes de tipo 1, pero los anticuerpos de los islotes no tienen un valor predictivo positivo de 100%.

La obesidad y la diabetes de tipo 2 se observan cada vez más a edades más tempranas y la cetoacidosis diabética puede ocurrir en la diabetes de tipo 2 (“propensa a la cetosis”). Además las formas monogénicas de diabetes también pueden ser disfrazadas como diabetes de tipo 1.

“Así, pensamos que era necesario un algoritmo de diagnóstico”, señaló el Dr. DeVries, agregando que el algoritmo, que se muestra como un gráfico en el comunicado, es solo para adultos en los que se sospecha diabetes de tipo 1, no para otros tipos. Además se basa en datos de poblaciones europeas blancas.

El primer paso es probar los autoanticuerpos de los islotes. Si es positivo se puede hacer el diagnóstico de diabetes de tipo 1. Si es negativo y la persona es menor de 35 años y no presenta signos de diabetes de tipo 2, se recomienda realizar la prueba del péptido C. Si está por debajo de 200 pmol/l, el diagnóstico es diabetes de tipo 1. Si es superior a 200 pmol/l se recomiendan pruebas genéticas para diabetes monogénica. Si hay signos de diabetes de tipo 2 y/o la persona tiene más de 35 años, la diabetes de tipo 2 es el diagnóstico más probable.

Si persiste la incertidumbre, la recomendación es probar la terapia sin insulina y volver a probar el péptido C nuevamente en 3 años, ya que para ese momento estará por debajo de 200 pmol/l en una persona con diabetes de tipo 1.

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Sobre el algoritmo, la Dra. Kirkman comentó: “Parte desde la perspectiva de la población europea. De alguna manera eso es una limitación, especialmente en Estados Unidos, donde la población es diversa, pero creo que sigue siendo útil para ayudar a guiar a las personas sobre cómo abordar a alguien que se presenta como un adulto donde no es evidente que sea tipo 2 o de tipo 1. Hay muchas cosas intermedias”.

Apoyo psicosocial: esencial pero a menudo omitido

Frank J. Snoek, Ph. D., profesor de psicología en Amsterdam University Medical Centers, Vrije Universiteit, presentó la sección sobre atención psicosocial y conductual. Señaló que 20% a 40% de los adultos con diabetes de tipo 1 informan angustia emocional relacionada con la diabetes y que el riesgo de tal angustia es especialmente alto en el momento del diagnóstico y cuando se desarrollan complicaciones.

Aproximadamente 15% de las personas con diabetes de tipo 1 tiene depresión, que está relacionada con niveles elevados de hemoglobina glucosilada, mayor riesgo de complicaciones y mortalidad. La ansiedad también es muy común y se relaciona con miedos específicos de la diabetes, incluida la hipoglucemia. Los trastornos alimentarios también son más frecuentes entre las personas con diabetes de tipo 1 que entre la población general y pueden complicar aún más el control de la diabetes.

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Las recomendaciones incluyen la evaluación periódica de la salud psicológica y las barreras sociales para el autocuidado y tener vías claras de derivación y acceso a la atención psicológica o psiquiátrica para las personas que lo necesiten. Además, “Todos los miembros del equipo de atención para la diabetes tienen la responsabilidad de ofrecer apoyo psicosocial como parte de la atención continua y educación en diabetes”.

La Dra. Kirkman había identificado esta sección como digna de mención: “Creo que es importante centrarse en la atención psicosocial y hacer que sea una parte continua de la atención y la evaluación de la diabetes”.

Se necesitan más datos sobre dietas y muchas otras áreas

Durante la discusión varios asistentes preguntaron acerca de las dietas bajas en carbohidratos, adoptadas por muchas personas con diabetes de tipo 1.

El documento afirma: “Si bien los patrones de alimentación bajos en carbohidratos y muy bajos en carbohidratos se han vuelto cada vez más populares y reducen los niveles de hemoglobina glucosilada a corto plazo, es importante incorporarlos junto con las pautas de alimentación saludable. Los componentes adicionales de la comida, incluidos los altos en grasas y/o con alto contenido de proteínas, pueden contribuir a la hiperglucemia retardada y la necesidad de ajustar la dosis de insulina. Dado que esto es muy variable entre los individuos, es posible que se necesiten mediciones de glucosa posprandial de hasta 3 horas o más para determinar los ajustes de la dosis inicial”.

Más allá de eso, el Dr. Tomasz Klupa, Ph. D., profesor del Departamento de Enfermedades Metabólicas de Jagiellonian University, en Cracovia, Polonia, respondió: “No tenemos muchos datos sobre las dietas bajas en carbohidratos en la diabetes de tipo 1. el apego a esas dietas es bastante deficiente. No tenemos un seguimiento a largo plazo y los estudios simplemente no son concluyentes. Los resultados iniciales muestran reducciones en el peso corporal y la hemoglobina glucosilada, pero con el tiempo el apego disminuye drásticamente”.

“Ciertamente, cuando pensamos en dietas bajas en carbohidratos, tenemos que encontrarnos con nuestros pacientes donde están”, comentó Amy Hess-Fischl, nutricionista y especialista certificada en educación y cuidado de la diabetes de University of Chicago, en Illinois, Estados Unidos. “No tenemos suficientes datos para decir realmente que hay evidencia positiva a largo plazo. Pero podemos encontrar un punto medio para encontrar algunos beneficios en el control de la glucemia y el peso; realmente es esa colaboración con esa persona para identificar lo que va a funcionar para ellos de una manera saludable”.

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El congreso concluyó con la presentación de la copresidenta del grupo de redacción, Dra. Anne L. Peters, directora de programas de diabetes clínica en University of Southern California, en Los Ángeles, Estados Unidos, resumiendo las muchas otras lagunas de conocimiento, incluida la personalización del uso de la tecnología de la diabetes, los problemas de disparidades de salud y falta de acceso a la atención y viabilidad de la prevención y/o cura.

La especialista comentó: “No existe un enfoque único para el cuidado de la diabetes y cuanto más individualicemos nuestros abordajes, más probabilidades tenemos de ser exitosos. Con suerte esta declaración de consenso ha elevado las expectativas un poco más, manifestando que las personas con diabetes de tipo 1 necesitan y merecen lo mejor”.

“Tenemos un largo camino por recorrer antes de que todos nuestros pacientes alcancen sus metas y se logre la equidad en la salud. Necesitamos brindar a todas y cada una de las personas el acceso a la atención que describimos en esta declaración de consenso, para que todos puedan prosperar y esperar una vida larga y saludable con diabetes de tipo 1”.

El Dr. Holt es orador y recibe apoyo de investigación de Novo Nordisk. Es orador de Abbott, Eli Lilly, Otsuka y Roche. También se desempeñó como editor en jefe de Diabetic Medicine hasta diciembre de 2020. El Dr. DeVries recibió fondos para investigación de Afon, Eli Lilly y Novo Nordisk. Formó parte de los consejos asesores de Adocia, Novo Nordisk y Zealand Pharma y fue orador de Novo Nordisk. Hess-Fischl es auditora del Programa de Reconocimiento Educativo de la ADA. Es oradora para Abbott Diabetes Care y Xeris. Es miembro del consejo asesor de Xeris. El Dr. Klupa se ha desempeñado en juntas asesoras de Abbott, Ascensia, Bioton, Boehringer Ingelheim, Dexcom, Eli Lilly, Medtronic, Roche, Sanofi e Ypsomed. Ha recibido financiación para investigación de Medtronic y es orador de Abbott, Ascensia, Bioton, Boehringer Ingelheim, Eli Lilly, Medtronic, Novo Nordisk, Roche, Sanofi y Servier. Snoek es consultor de Abbott, Eli Lilly, Sanofi y Novo Nordisk y es orador de Abbott, Eli Lilly, Sanofi y Novo Nordisk. Ha recibido financiación para investigación de Sanofi y Novo Nordisk. Peters es miembro de las juntas asesoras de Abbott Diabetes Care, Eli Lilly, Novo Nordisk, Medscape y Zealand Pharmaceuticals. Ha recibido apoyo para la investigación de Dexcom e Insulet y ha recibido dispositivos donados de Abbott Diabetes Care. Tiene acciones en Omada Health y Livongo y es empleada gubernamental especial de la Food and Drug administration.

Miriam E. Tucker es periodista independiente en el área de Washington, DC. Colabora con regularidad en Medscape, y otros de sus artículos aparecen en The Washington Post, NPR’s Shots blog, y la revista Diabetes Forecast.

COVID-19: la mayor mortalidad en pacientes psiquiátricos sigue siendo un misterio

Los antipsicóticos no son la causa del aumento de la tasa de mortalidad relacionada con COVID-19 en pacientes con enfermedades mentales graves, demuestra nueva investigación.

El aumento importante de la mortalidad por COVID-19 que continúa registrándose en pacientes con esquizofrenia y trastorno esquizoafectivo “subraya la importancia de medidas protectoras para este grupo, incluida la vacunación prioritaria”, comentó a Medscape Noticias Médicas la investigadora del estudio, Dra. Katlyn Nemani, profesora adjunta de investigación del Departamento de Psiquiatría en la New York University (NYU) Grossman School of Medicine, en Nueva York, Estados Unidos.

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El estudio fue publicado el 22 de septiembre en la versión electrónica de JAMA Psychiatry.

Incremento de tres tantos en la mortalidad

En investigación previa se ha relacionado un diagnóstico de un trastorno del espectro de la esquizofrenia, que incluye esquizofrenia y trastorno esquizoafectivo, con un aumento de casi tres tantos en la mortalidad de pacientes con COVID-19.

En alguna investigación basada en la población también se ha notificado un vínculo entre el uso de medicación antipsicótica y un aumento del riesgo de mortalidad relacionada con COVID-19, pero en estos estudios no se tuvieron en cuenta los diagnósticos psiquiátricos.

“Esto planteó la duda de que el aumento del riesgo observado en esta población esté relacionado con la enfermedad psiquiátrica subyacente o su tratamiento”, señaló la Dra. Nemani.

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El estudio retrospectivo de cohortes incluyó 464 adultos (media de edad: 53 años) a los que se diagnosticó COVID-19 entre el 3 de marzo de 2020 y el 17 de febrero de 2021 y a los que previamente se les había diagnosticado trastorno del espectro de la esquizofrenia o trastorno bipolar. De estos, a 42,2% se le trató con un fármaco antipsicótico.

El criterio principal de valoración fue el fallecimiento al cabo de 60 días de establecido el diagnóstico de COVID-19. Las covariables consistieron en características sociodemográficas, como raza y grupo étnico declarados por los pacientes, así como edad y tipo de seguro, un diagnóstico psiquiátrico, trastornos médicos concomitantes y antecedente de tabaquismo.

Del total, 41 pacientes (8,8%) fallecieron. La tasa de mortalidad a 60 días fue de 13,7% en pacientes con un trastorno del espectro de la esquizofrenia (n = 182) y 5,7% en pacientes con trastorno bipolar (n = 282).

El tratamiento con antipsicótico no se relacionó significativamente con la mortalidad (odds ratio [OR]: 1,00; intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 0,48 a 2,08; p = 0,99).

“Esto parece indicar la improbabilidad de que la medicación antipsicótica sea la causa del mayor riesgo que observamos en esta población, aunque este hallazgo debe reproducirse”, indicó la Dra. Nemani.

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Hallazgo sorprendente

Un diagnóstico de un trastorno del espectro de la esquizofrenia se relacionó con un incremento de casi tres tantos en el riesgo de mortalidad, en comparación con un trastorno bipolar (OR: 2,88; IC 95%: 1,36 a 6,11; p = 0,006).

“Este fue un hallazgo sorprendente. Una posible explicación sería la relacionada a las diferencias en la función inmunitaria asociadas a la enfermedad del espectro de la esquizofrenia”, destacó la Dra. Nemani.

Señaló que existen datos que indican que el sistema inmunitario puede desempeñar un papel en la patogenia de la esquizofrenia y la investigación ha demostrado que la neumonía y la infección son algunas de las principales causas de mortalidad prematura en esta población.

Asimismo, varios posibles factores de riesgo afectan desproporcionadamente a las personas con enfermedades mentales graves, entre ellos, un incremento en la prevalencia de trastornos médicos concomitantes, como las enfermedades cardiovasculares y la diabetes, desventajas socioeconómicas y obstáculos para acceder a la atención de forma oportuna. Estudios previos también han revelado que las personas con enfermedades mentales graves tienen menos probabilidades de recibir intervenciones de atención preventiva, incluida la vacunación, agregó la Dra. Nemani.

Sin embargo, es improbable que estos factores expliquen por completo el mayor riesgo observado en el estudio, añadió.

“La población de nuestro estudio se limitó a personas que habían recibido tratamiento dentro del NYU Langone Health System. Tuvimos en cuenta una lista exhaustiva de factores de riesgo sociodemográficos y médicos y nuestra investigación se llevó a cabo antes de la disponibilidad de las vacunas contra COVID-19″, comentó.

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Se necesita más investigación para comprender lo que subyace al incremento de la susceptibilidad a las infecciones graves en pacientes con esquizofrenia y para identificar intervenciones que puedan mitigar el riesgo, resaltó la especialista.

“Esto incluye evaluar factores a nivel de sistemas, como el acceso a intervenciones preventivas y tratamiento, así como investigar mecanismos inmunitarios subyacentes que pueden contribuir a las infecciones graves y mortales”, indicó.

Los investigadores no pudieron validar los diagnósticos psiquiátricos ni captar los decesos no documentados en los registros clínicos electrónicos. Además, el tamaño limitado de la muestra impidió el análisis del uso de fármacos antipsicóticos individuales, los cuales pueden tener efectos secundarios diferentes.

“Es posible que fármacos antipsicóticos individuales se relacionen con efectos dañinos o protectores”, finalizó la Dra. Nemani.

Los autores han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

Intervenciones nutricionales bajas en carbohidratos contribuyen a revertir la diabetes de tipo 2 incluso sin restricción calórica

Investigadores de University of Oxford y University of Surrey, ambas en Reino Unido, realizaron una revisión sobre la restricción de carbohidratos con o sin restricción de calorías en pacientes con diabetes de tipo 2, los resultados muestras que estudios con restricción de carbohidratos y restricción de calorías no producen resultados superiores que aquellos sin restricción de calorías.

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La diabetes de tipo 2 tiene una alta prevalencia entre la población adulta, 8,5% a nivel global y es una de las principales causas de ceguera, eventos cerebrovasculares, infartos y amputación de miembros inferiores. “No se ha hecho énfasis suficiente a que la diabetes puede revertirse”, comentó uno de los autores de la revisión, Dr. Adrian Soto-Mota, médico e investigador adscrito del Instituto de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), en la Ciudad de México. “Sabemos que existen intervenciones que ayudan a revertir la diabetes, entre ellas las dietas bajas en carbohidratos y la restricción de calorías”.

El Dr. Soto, quien cuenta con un doctorado en fisiología, anatomía y genética por la University of Oxford, nos compartió que la idea de realizar esta revisión sistemática surge en “gran parte por el descontento con las revisiones sistemáticas que ya existían; vale la pena mencionar que no es la primera revisión sistemática, pero es la primera que usa una definición de bajo carbohidrato con un fundamento fisiológico”. No hay una sola definición de dieta baja en carbohidratos, es un término poco estandarizado.

“Nos urge, como campo, poder definir qué es ‘bajo en carbohidratos’, porque hacerlo con base en porcentajes de las calorías no tiene sentido. Sin embargo, en esta revisión elegimos como punto de corte para definir bajo en carbohidrato 130 g, pues al ser la cantidad que consume el cerebro, sin duda una restricción menor a esto produce cambios fisiológicos”, agregó el Dr. Soto.

Recientemente el interés por las dietas bajas en carbohidratos para el tratamiento de diabetes de tipo 2 ha cobrado mayor atención. Los autores informaron que durante los últimos 5 años se han realizado al menos 10 metanálisis con la finalidad de responder si las dietas bajas en carbohidratos son superiores a otras dietas sin restricción de carbohidratos para el control glucémico de los pacientes con diabetes de tipo 2. Los resultados de estos metanálisis tienden hacia el beneficio de las dietas bajas en carbohidratos, aunque muchos no han encontrado diferencias significativas.

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Comparar dietas bajas en carbohidratos con y sin restricción calórica

Existe el debate de que los resultados positivos de este tipo de intervenciones se atribuyan a la restricción de carbohidratos o a la restricción calórica. La revisión realizada por el Dr. Soto y el equipo de investigadores de las universidades de Oxford y Surrey reconoce que estas dos características suelen estar entrelazadas. Para contribuir a responder ese cuestionamiento, “vimos la oportunidad de comparar las dietas bajas en carbohidratos con y sin restricción calórica”, comentó el Dr. Soto.

Es así que se planteó el objetivo de realizar una revisión sistemática para identificar, caracterizar y comparar los efectos en el peso y glucemia, de intervenciones “bajas en carbohidratos” (definidas como < 130 g de carbohidratos) en ensayos realizados en pacientes con diabetes de tipo 2.

Realizar una revisión sistemática la metodología resulta clave, pues gracias a ella es que los autores podrán realmente llegar a la mayor cantidad de evidencia científica disponible. Con la finalidad de generar un trabajo de calidad, los investigadores utilizaron las guías de Cochrane y la declaración PRISMA (Preferred Reporting Items for Systematic reviews and Meta-Analyses), que presenta una serie de 27 ítems para presentar la información de forma completa, precisa y transparente.

Se realizó la búsqueda en diversas bases de datos electrónicas utilizando palabras clave como diabetes de tipo 2, dietas bajas en calorías, dietas bajas en carbohidratos, desenlaces glucémicos y ensayos clínicos. Asimismo, para ampliar los artículos evaluados buscaron manualmente en las referencias de otras revisiones sistematizadas relevantes.

Las características que determinaron la elegibilidad de los artículos fueron: ensayos clínicos controlados de dietas bajas en carbohidratos (< 130 g/día o < 26% de la energía total) en adultos con diagnóstico de diabetes de tipo 2 y que informaran el impacto en el peso corporal y la glucemia medida por hemoglobina glucosilada, fructosamina, glucosa sérica en ayuno o variabilidad glicémica.

Para comparar los desenlaces en el peso y la hemoglobina glucosilada entre estudios, se calculó el porcentaje de pérdida de peso y el cambio de hemoglobina glucosilada al final del estudio y a los 3, 6, 12 y 24 meses cuando existiera la información.

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Se evaluó la elegibilidad de 586 estudios, de los cuales 91 fueron considerados para ser evaluados. De ellos, solo 15 fueron incluidos en el análisis.

Estos artículos fueron publicados entre 2006 y 2020 y la duración de la intervención fue de 3 hasta 24 meses, solo 7 de ellos con un seguimiento mayor a 6 meses. con un número igual de variable de participantes, con estudios que incluyeron 12 participantes en el brazo de intervención y el más grande incluyó 262 participantes.

Con la finalidad de cumplir con el objetivo de la revisión, los investigadores los categorizaron en tres grupos: alimentación sin restricción (ad libitum), con restricción moderada (1.200 a2.000 kcal/día) o restricción grave (< 1.200 kcal/día).

Los estudios incluidos presentan gran heterogeneidad en la duración, control y g de carbohidratos prescritos. Como grupo control 5 estudios usaron una dieta baja en grasa, en otros (4) el tratamiento estándar para diabetes de tipo 2, en 5 estudios usaron como control una dieta con restricción calórica y solo un estudio (con 3 grupos) utilizó como control actividad física y tratamiento estándar para diabetes de tipo 2.

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La medición al apego de planes alimenticios es un gran reto

Los estudios variaron entre dieta baja en carbohidratos y una restricción mayor correspondiente a una dieta cetogénica. La indicación de carbohidratos en la dieta fue desde < 20 g/día hasta 130 g/día.

En la mayoría de los estudios que utilizaron restricción calórica el objetivo se centró principalmente en alcanzar una pérdida de peso, usando diferentes estrategias como cambios en el estilo de vida, sustitutos de comidas, recomendaciones individualizadas, etcétera. Mientras el objetivo de los estudios que utilizaron dietas bajas en carbohidratos se centró más en el control glucémico además del peso.

La intervención varió no solo en la prescripción de carbohidratos o energía, sino también fue variable la frecuencia y la forma. Es decir, en algunos estudios se utilizó un seguimiento más cercano e individualizado y en otros solo se realizaron algunas sesiones grupales y consejo nutricional. Esto puede impactar en los resultados, pues se sabe que el apego en personas que tienen un mayor seguimiento, suele ser mejor.

La medición al apego de planes alimenticios es un gran reto, a diferencia de las intervenciones con fármacos donde se puede medir exactamente los ml o mg del fármaco en investigación, la alimentación no puede medirse de forma tan exacta. Más aún, el metabolismo de nutrimentos y el gasto energético en cada persona es variable por lo que aun cuando todos comieran exactamente lo mismo, la energía e hidratos de carbono serían metabolizados de distinta forma.

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Medir el apego de las intervenciones nutricionales es importante, para esto los estudios incluidos en la revisión usaron métodos como diario de alimentos con frecuencia variable de 1 a 7 días y otros estudios (2) usaron métodos de autonotificación por medio de cuestionarios. Algunos estudios midieron la ingesta de carbohidratos informada por los participantes, 8 de 7 informaron un consumo de carbohidratos mayor al prescrito (> 10%). Es interesante que en dos de los estudios, Iqbal (2010) y Davis (2019), con mayor restricción de carbohidratos (30 g y 20 a 25 con incremento de 5 g/semana, respectivamente) el consumo informado de carbohidratos son de los más altos: 193 y 137 g/día, respectivamente.

“Los estudios sobre alimentación son por lo general muy heterogéneos, con diseños metodológicos complejos y suelen ser muy costosos, por lo que hay poco estudios con seguimientos largos y con un número significativo de pacientes”, comentó el Dr. René Rodríguez Gutiérrez, quien realizó una pasantía posdoctoral en diabetes, obesidad y metabolismo en la Mayo Clinic, y es endocrinólogo e investigador destacado del Hospital Universitario “Dr. José E. González”, en Monterrey, México.

De los estudios incluidos en esta revisión, todos (excepto uno) mostraron reducción en los niveles de hemoglobina glucosilada, ocho de ellos mostraron significancia estadística. Se destaca que de los estudios con seguimientos más largos (24 meses) solo 2 de 5 mostraron resultados significativos al final de la intervención; sobre todo cuando la restricción fue importante se desarrollan adaptaciones metabólicas en respuesta al déficit de energía y nutrimentos que hacen que continuar con una alimentación restrictiva sea poco factible.[2]

“El gran problema con las intervenciones en la alimentación es el apego, ya que requiere un cambio en el estilo de vida y no debemos pensar en cambios extremos que los pacientes solo puedan hacer por unos meses, sino en cambios que puedan sostener toda la vida. Está muy bien descrito que el pilar principal para el tratamiento de la diabetes es la alimentación y la preocupación por la alimentación es un tema constante en la consulta”, agregó el Dr. Rodríguez.

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Usar la evidencia para acercar el mejor tratamiento posible a los pacientes

Los resultados que se desprenden de esta revisión aportan mayor evidencia sobre los resultados del uso de dietas bajas en carbohidratos para el tratamiento de la diabetes de tipo 2. Demuestran que no se necesita una restricción calórica para obtener resultados positivos en las mediciones de hemoglobina glucosilada. Sabemos que la restricción calórica o de carbohidratos funciona, “esto hace que podamos darle la opción al paciente de elegir una intervención a la que el paciente crea poder tener mayor cumplimiento”, resaltó el Dr. Soto.

También podemos observar que los beneficios se dan en los estudios que no necesariamente aplicaron una restricción tan grave en carbohidratos, a lo que el Dr. Soto comentó: “No es necesaria una restricción tan estricta de carbohidratos. El simple hecho de disminuir el consumo poco a poco permite que el hígado recupere sus funciones, pues el hígado tiene una función sumamente importante en el desarrollo de diabetes, como se ha descrito ampliamente en la literatura”.

“Como médicos tenemos que reconocer que la conversación del tratamiento no es unilateral, estudiamos para conocer toda la literatura y poder interpretar los estudios correctamente, pero al final los expertos en cómo se siente la enfermedad y cómo pueden manejarla en el día al día, son los pacientes”, comentó el Dr. Rodríguez.

No se trata de tratar de replicar los resultados de los estudios, sino de usar la evidencia que hay para acercar el mejor tratamiento posible a los pacientes, tomando en cuenta sus posibilidades, preferencias y entorno. Es importante tomar decisiones compartidas junto con los pacientes, aplicando la evidencia y tomando en cuenta qué intervención tiene más posibilidades de funcionar para el paciente. Esta revisión ayuda a aportar mayor claridad en el uso de las dietas bajas en carbohidratos en pacientes con diabetes de tipo 2.

Los doctores Soto y Rodríguez han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

¿Cómo afecta a la salud las emisiones del volcán de La Palma?

El pasado domingo 19 de septiembre, entró en erupción el volcán de la isla de La Palma en las islas Canarias, cubriendo de lava centenares de hectáreas del archipiélago y provocando la evacuación de la población. Aunque entre los expertos existe una preocupación generalizada por las consecuencias de la liberación de los contaminantes, todavía resulta difícil concluir los efectos a corto y largo plazo que las emisiones tendrán para la salud.

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“La niebla volcánica puede provocar complicaciones a nivel ocular y dermatológicos, pero los efectos más nocivos son los respiratorios”, explica a Univadis España la Dra. Olga Mediano, coordinadora la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) y miembro del Grupo 35 del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Respiratorias (CIBERES), dependiente del Instituto de Salud Carlos III.

“No existe duda de que la contaminación atmosférica tiene efectos nocivos sobre la salud en general, y sobre todo a nivel cardiovascular. Numerosos artículos científicos han descrito los mecanismos deletéreos de los contaminantes, sobre todo relacionados con el estrés oxidativo y fenómenos de vasoconstricción y protrombóticos”, afirma el portavoz de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y la Fundación Española del Corazón, el Dr. Jordi Bañeras.

Las emisiones del volcán se constituyen de vapor de agua, sulfuro de hidrógeno, cloruro de hidrógeno, dióxido de carbono y dióxido de azufre. Este último es un gas irritante y tóxico que afecta sobre todo a las mucosidades y los pulmones. Y que, como advierten desde el SEPAR, inhalado en altas concentraciones puede resultar muy dañino y provocar irritaciones en las mucosas, lagrimeo, inflamaciones pulmonares o incluso bronquitis, alveolitis y neumonitis. “De momento las mediciones de gases que reflejan los últimos informes señalan que no se están detectando niveles preocupantes de las emisiones”, explica la neumóloga, que, como recuerda, además de los gases, la erupción expulsa piroclastos, fragmentos de magma en suspensión o cenizas volcánicas, “lo que sí resultaría una amenaza para la salud”.

“El sistema respiratorio está preparado para acabar con todo cuerpo extraño. Las partículas de mayor tamaño las eliminamos con nuestros mecanismos naturales de defensa: la tos, la mucosidad, los estornudos”, expone la experta, para quien “el problema son las partículas pequeñas, de menos de 2 milímetros, que llegan a la vía respiratoria inferior, llegan a los bronquios. Se produce el cierre del bronquio provocando broncoespasmos y dando lugar a síntomas como sensación de falta de aire, ruidos respiratorios y tos”, agrega.

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Los pacientes con asma, pacientes con COPD, adultos mayores y niños conforman el colectivo más vulnerable ante la ceniza volcánica

Como explica la neumóloga, “con una adecuada protección las emisiones del volcán no tienen por qué causar problemas en la población general. Pero existen grupos vulnerables, como los pacientes con asma que, al inhalar el dióxido de azufre y más partículas aumentan la posibilidad de desarrollar una crisis o un broncoespasmo”, destaca la Dra. Mediano. Los adultos mayores y los niños también constituyen otro grupo de riesgo. “En otras ocasiones se ha visto que la exposición de los más pequeños tiene consecuencias tales como la broncoconstricción y otros problemas respiratorios, así como los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas o con enfermedad pulmonar obstructiva crónica pueden sufrir reagudizaciones y llegar al ingreso hospitalario. Por eso este tipo de pacientes deben protegerse mucho más”, aclara la experta.

Aunque los efectos a corto plazo en el tracto respiratorio son previsibles, ahora mismo resulta difícil valorar los riesgos reales para la salud en el tiempo. “Hay muy pocos estudios sobre los efectos de las emisiones a largo plazo”, advierte la coordinadora del SEPAR. Si bien se han realizado ensayos in vitrode los efectos de la ceniza en la salud y su relación con el desarrollo de fibrosis pulmonar, según la Dra. Mediano “lamentablemente no existen suficientes estudios que evidencien la alteración de la función pulmonar a largo plazo”.

Entre los efectos más perjudiciales en la salud respiratoria ocasionados por la precipitación de ceniza volcánica a lo largo del tiempo destaca la silicosis, causada por inhalar polvo de sílice. “Esta enfermedad pulmonar, frecuente en la profesión minera por su exposición, es un tipo de fibrosis pulmonar que produce enfermedad pulmonar obstructiva crónica y que aumenta el riesgo de padecer cáncer”, explica la neumóloga a Univadis España. No obstante, “en el caso del volcán de La Palma, la intensidad de exposición al sílice es relativamente baja y, por lo tanto, resulta un problema que puedan desarrollar a largo plazo los habitantes”, aclara.

Como señala el cardiólogo, “a nivel científico, escasos estudios observacionales han recogido la experiencia de erupciones como la del volcán Kilauea en Hawái, Guagua Pichincha en Ecuador y el Eyjafjalla en Islandia, focalizándose en la emisión de dióxido de azufre volcánico”. Aunque la preocupación por los efectos a largo plazo de la exposición crónica a estos contaminantes está latente, “no disponemos de suficientes datos para que se pueda estudiar la evidencia de estos efectos sobre la salud cardiovascular”. Para el Dr. Bañeras, “aunque sí parece que esta exposición aguda pueda incrementar las visitas a urgencias por patologías respiratorias, tampoco se pueden sacar conclusiones a corto plazo del efecto de la exposición a emisiones volcánicas sobre la salud cardiovascular. De momento no disponemos de datos que nos puedan llevar a pensar que existe una asociación entre la contaminación generada por erupciones volcánicas y las enfermedades cardiovasculares”, afirma el portavoz de SEC. “Además, existen varios factores de confusión como el estrés que se vive en estas situaciones, que si podría estar relacionado con la génesis y reagudización de estas enfermedades”, añade.

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Medidas de protección contra la ceniza volcánica

A más de diez días de la erupción del volcán la lava se ha expandido hasta alcanzar el mar y el Cabildo de La Palma mantiene sus recomendaciones a la población: protegerse la nariz y la boca, no realizar actividades físicas al aire libre, tapar todos los recipientes de agua y no dejar alimentos a la intemperie con el objetivo de evitar su contaminación, cerrar las puertas y las ventanas de las viviendas y sellar con trapos húmedos las ventanillas. Los expertos también insisten en la importancia de beber abundantes líquidos y mantenerse hidratados. “Nuestro mecanismo de defensa es el moco que se produce dentro de los bronquios y es el que elimina toda sustancia extraña. Si la mucosa está bien hidratada se irrita menos y, por lo tanto, no se cierra tanto. ¡Cuanto más moco produzcamos más capacidad de eliminar los cuerpos extraños! Por eso para que en el pulmón se produzca una mejor limpieza es muy importante que estemos bien hidratados”, expone la coordinadora del SEPAR.

“Aunque las mascarillas FFP2 no son específicas contra los gases emitidos por el volcán, y lo ideal sería que los ciudadanos llevaran unas específicas para el polvo, el equipo con el que contamos para la COVID-19 nos protege bastante bien contra la ceniza y el polvo”, dice la Dra. Mediano. “Normalmente se recomienda usar una tela que cubra tanto la nariz como la boca, si es húmeda mejor. Pero ahora contamos con la ventaja de que todo el mundo está provisto de mascarillas y esto ¡va a ser un factor aliado para reducir el impacto en la salud!”, asegura.

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Las emisiones volcánicas también son una fuente contaminación atmosférica 

La activación o reactivación de un volcán resulta uno de los fenómenos naturales más temidos e imprevisibles en la salud pública y en el medio ambiente. Aunque sea de origen natural, este tipo de emisiones suponen también una fuente de contaminación atmosférica, la cual provoca la muerte de millones de personas cada año, representando el mayor factor de riesgo de mortalidad prematura en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 9 de cada 10 personas respiran aire que excede los niveles de contaminantes, causados sobre todo, por los combustibles fósiles.

“Los riesgos por exposición a la contaminación ambiental producida por un volcán son muy distintos a los industriales, pero conocerlos puede ayudar a crear conciencia sobre la problemática”, afirma la Dra. Mediano, que no se muestra muy optimista ante un cambio en los hábitos de los ciudadanos para mejorar la calidad del aire que respiramos. “La gente tendría que cambiar el modo de vida y no parecemos estar muy dispuestos a hacerlo. Solo hay que observar lo que ha pasado con el coronavirus. Veíamos cómo se moría la gente y aun así nos costaba mucho cambiar nuestro estilo de vida. ¿Vamos a ser capaces de hacer cambios tan relevantes en nuestra vida si los efectos negativos de la contaminación son mucho menos tangibles que los de esta pandemia?”, concluye.

Este contenido fue originalmente publicado en Univadis, parte de la Red Profesional de Medscape.

La densidad de la mama también aumenta el riesgo de cáncer de mama en mujeres mayores

La densidad de la mama en mujeres de edad igual o mayor a 65 años puede aumentar el riesgo de cáncer de mama invasivo de una manera muy parecida a como ocurre en mujeres de 40 a 65 años, señala un gran estudio prospectivo de cohortes.

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Los hallazgos, basados en un análisis de datos del Breast Cancer SurveillanceConsortium del 1 de enero de 1996 al 31 de diciembre de 2012, tienen potenciales implicaciones para las decisiones de mamografía de cribado en mujeres mayores, en particular las de 75 años y más para quienes la orientación sobre el cribado es limitada por la escasez de datos, comunicaron en JAMA Network Open Dejana Braithwaite, Ph. D., del University of Florida Health Cancer Center, en Gainesville, Estados Unidos, y sus colaboradores.

Los investigadores analizaron 221.714 mamografías de cribado de 193.787 mujeres de 65 años y más en Estados Unidos. Aproximadamente 65% de las mamografías era de mujeres de 65 a 74 años de edad y casi 35% de 75 años y más, que comprendían 38% de la población del estudio.

Durante una media de seguimiento de 6,3 años se diagnosticaron 5.069 cánceres de mama invasivos, señalaron los autores.

La incidencia acumulada a 5 años de cáncer de mama invasivo aumentó en tándem con la densidad creciente de la mama en personas de 65 a 74 años y en aquellas de 75 años y más: la incidencia acumulada por 1.000 mujeres de 65 a 74 años fue de 11,3 para aquellas con mamas casi completamente adiposas, 17,2 para aquellas con densidades fibroglandulares difusas y 23,7 para aquellas con mamas extremada o heterogéneamente densas. Las tasas de incidencia acumulada para las de edad igual o mayor a 75 años fueron de 13,5, 18,4 y 22,5 por cada 1.000 mujeres, respectivamente, observaron los investigadores.

La densidad extrema o heterogénea de la mama conllevó un aumento del riesgo de cáncer de mama, en comparación con la densidad fibroglandular difusa de la mama, en las dos categorías de edad (hazard ratio [HR]: 1,39 y 1,23 para las de 65 a 74 años de edad y para las de 75 años y más, respectivamente), mientras que el riesgo de cáncer de mama invasivo fue casi 30% más bajo en las mujeres con mamas casi completamente adiposas, en comparación con las mujeres con densidad fibroglandular difusa de la mama (HR: 0,66 y 0,73 para los grupos de edad de 65 a 74 y de 75 y más, respectivamente.)

Las relaciones entre la densidad de la mama y el cáncer de mama fueron estadísticamente significativas después del ajuste respecto al índice de masa corporal y otros factores de riesgo.

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Sin embargo, no se observaron diferencias significativas entre la densidad de la mama y el riesgo de cáncer de mama con base en el índice de masa corporal, señalaron los autores, quienes investigaron esta potencial asociación como parte de su empeño en identificar subpoblaciones de mujeres mayores que pudieran beneficiarse del cribado, “en especial porque la guía de la Comisión de Servicios Preventivos de Estados Unidos (USPSTF) señala que la evidencia actual se considera insuficiente para recomendar el cribado sistemático de cáncer de mama en mujeres de 75 años de edad o más”, escribieron.

Además, aunque la densidad mamaria es importante para la evaluación del riesgo y se podría evaluar en mujeres mayores, algunos modelos de predicción del riesgo excluyen mujeres de edad igual o mayor a 75 años en las evaluaciones del riesgo, señalaron, añadiendo que esto es preocupante dado “el envejecimiento de la población en Estados Unidos y en todo el mundo”.

“Las relaciones positivas encontradas en este estudio entre la densidad de la mama y el cáncer de mama en mujeres de 75 años de edad o más indican que la densidad de la mama y la esperanza de vida han de considerarse de forma conjunta al analizar los beneficios y los daños potenciales de continuar la mamografía de cribado en esta población”, concluyeron.

Los nuevos hallazgos complementan los de estudios previos y resaltan “la intersección de dos temas que han atraído considerable interés de lego, políticas sanitarias y sector académico” en años recientes: la mamografía para cribado en mujeres mayores y el riesgo de cáncer de mama a consecuencia de la densidad mamaria en mujeres mayores, escribió en un comentario publicado con el estudio la Dra. Catherine M. Tuite, del ChristianaCare Helen F. Graham Cancer Center & Research Institute, en Newark, Estados Unidos.

“Aunque existe una relación lineal entre la edad y la densidad mamográfica, la edad no es un sustituto perfecto de esta última y hay una cantidad significativa de mujeres mayores con tejido mamario denso en las mamografías”, dijo, señalando que una mujer de 75 años en Estados Unidos tiene una esperanza de vida de 12 a 14 años adicionales y que “la continuación de la mamografía de cribado en mujeres sanas de edad igual o mayor a 75 años puede ofrecer una oportunidad importante para evitar la morbilidad y la mortalidad por cáncer de mama en este grupo de edad”.

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Sin embargo, el sobrediagnóstico sigue siendo una preocupación, añadió.

“La densidad mamaria y la edad solo son algunos de los múltiples factores que en la actualidad se están investigando en el impulso hacia el cribado de cáncer de mama en función del riesgo o personalizado. Debemos mantenernos cautos en la aplicación del cribado restrictivo de mujeres de cualquier edad con un riesgo supuestamente más bajo que el promedio. En última instancia, la decisión para suspender el cribado es personal y cada mujer tiene el derecho de ponderar sus propios deseos, valores y experiencias de vida con un análisis preciso y no sesgado de riesgos y beneficios de la mamografía de cribado al tomar la decisión”, agregó.

Este estudio fue financiado por becas del National Cancer Institute y el Breast Cancer Surveillance Consortium. La recolección de datos sobre cáncer y estado vital fue financiada en parte por varios departamentos de salud pública estatales y registros de cáncer. Braithwaite y la Dra. Tuite han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

Este contenido fue originalmente publicado en MDEdge, parte de la Red Profesional de Medscape.