Dispositivo experimental daría oxígeno por vía intravenosa

El cuerpo humano necesita mucho oxígeno: alrededor de una taza por minuto, solo para mantenerse con vida.

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Si no podemos obtener la cantidad que necesitamos debido a una lesión o enfermedad, como el COVID-19, nuestros cuerpos rápidamente comienzan a sufrir de falta de oxígeno. Después de unos pocos minutos, los niveles anormalmente bajos de oxígeno en la sangre pueden dañar el cerebro y otros órganos, e incluso causar la muerte.


Los médicos tienen máquinas como ventiladores que pueden ayudar a las personas que luchan por respirar a obtener suficiente oxígeno, pero tienen inconvenientes y riesgos.


Ahora, los investigadores del Boston Children’s Hospital han desarrollado un dispositivo que puede inyectar oxígeno directamente en el torrente sanguíneo a través de una vía intravenosa. Todavía no lo han probado en personas, pero un nuevo estudio describe probarlo en ratas. Si los investigadores finalmente logran que funcione para las personas, el enfoque podría prevenir la pérdida severa de oxígeno y las lesiones pulmonares de los ventiladores, dicen.


Aunque la tecnología está lejos de estar lista para probarse en personas, la prueba realizada con ratas “es una buena prueba de concepto”, dice John Kheir, MD, médico de la Unidad de Cuidados Intensivos Cardíacos del Boston Children’s Hospital que dirige el trabajo. en el nuevo dispositivo.


En la actualidad, los pacientes que necesitan ayuda para respirar obtienen oxígeno a través de una cánula nasal, un ventilador o, en los casos más graves, por ECMO, una máquina que extrae la sangre de una persona para bombear dióxido de carbono y oxígeno antes de volver a introducirla. su cuerpo.
Si bien todos estos enfoques salvan vidas, los ventiladores pueden dañar los pulmones si se usan durante mucho tiempo, y ECMO tiene un alto riesgo de infección. Si los médicos pudieran poner oxígeno directamente en la sangre de un paciente a través de una vía intravenosa, podría reducir la necesidad de otras formas de administrar oxígeno o hacerlas más seguras.


En el futuro, Kheir y su equipo esperan que esta tecnología pueda ser una forma de brindar a los pacientes el oxígeno suficiente para seguir adelante. “Le da a los pacientes más tiempo y los hace más estables para someterse a ECMO”, dice, lo que puede demorar entre 15 minutos en los mejores hospitales y más de una hora en otros.

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Cómo funciona: emulsión de oxígeno

Para preparar el oxígeno que se inyectará en el torrente sanguíneo, los investigadores lo colocaron en el dispositivo junto con un líquido que contenía fosfolípidos, un tipo de grasa que se encuentra en las membranas celulares.
El gas y el fluido se mueven a través de boquillas de tamaño decreciente para crear diminutas nanoburbujas de oxígeno con una capa de fosfolípidos, todas más pequeñas que un solo glóbulo rojo. Luego, la nueva emulsión, un líquido lleno de pequeñas burbujas, se inyecta en el torrente sanguíneo.

El empaquetamiento de fosfolípidos y el tamaño diminuto de las burbujas son fundamentales para administrar el oxígeno de manera segura.


No se puede simplemente inyectar oxígeno en el torrente sanguíneo directamente porque creará una burbuja de aire que podría bloquear un vaso sanguíneo, como sucede cuando los buzos se doblan después de regresar a la superficie demasiado rápido después de bucear, dice Peyman Benharash, MD, cirujano cardiaco y director del programa ECMO para adultos de la UCLA.
Con este nuevo enfoque de nanotecnología, “las bolas de oxígeno quedan atrapadas en la grasa y se liberan lentamente para evitar que se doblen”, dice.


La forma en que funciona la nueva tecnología “es muy sencilla, por lo que podría ser escalable”, dice Benharash.

Menos del 5% de los hospitales tienen máquinas ECMO, dice. Algo más fácil de usar, como esta tecnología, podría ofrecer oxígeno vital a más personas en lugares más remotos.
Si bien la terapia es interesante, dice Benharash, “de ninguna manera está lista para el horario de máxima audiencia o para su uso en pacientes”. Luego, dice, le gustaría ver cómo funciona el dispositivo en animales más grandes durante períodos de tiempo más largos.

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A medida que los investigadores continúan trabajando en su dispositivo, dice Kheir, necesitan ampliarlo para proporcionar al menos 10 veces más oxígeno y hacerlo más confiable.
Fuentes

Actas de la Academia Nacional de Ciencias: “Un dispositivo de microfluidos para el suministro de oxígeno intravenoso bajo demanda en tiempo real”.


John Kheir, MD, médico, Unidad de Cuidados Intensivos Cardiacos, Boston Children’s Hospital; profesor de pediatría, Facultad de Medicina de Harvard.


Peyman Benharash, MD, cirujano cardíaco, profesor asociado de cirugía y bioingeniería, director, Programa ECMO para adultos, Universidad de California, Los Ángeles.

Ejercicio de alta intensidad frente a ácidos grasos omega-3 para reducir el riesgo de insuficiencia cardiaca

Un año de entrenamiento a intervalos de alta intensidad pareció beneficiar a adultos con obesidad de mediana edad con alto riesgo de insuficiencia cardiaca, pero los suplementos de ácidos grasos omega-3 no tuvieron ningún efecto sobre los biomarcadores cardiacos medidos en un pequeño estudio prospectivo de un solo centro.

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“Un año de entrenamiento con intervalos de alta intensidad reduce la adiposidad pero no tuvo un efecto uniforme en el contenido de triglicéridos en el miocardio o en la adiposidad visceral”, afirmaron el autor principal, Christopher M. Hearon Jr., Ph. D., y sus colaboradores, en JACC: Heart Failure.

“Sin embargo, el intervalo de alta intensidad de larga duración mejora el estado físico e induce a una remodelación cardiaca favorable. No obstante, los suplementos de omega-3 no tuvieron ningún efecto independiente o aditivo”. Hearon es instructor de investigación clínica aplicada en el University of Texas Southwestern Medical Center, en Dallas, Estados Unidos.

Los investigadores de este centro y del Institute for Exercise and Environmental Medicine en el Texas Health Presbyterian Hospital de Dallas, Estados Unidos, estudiaron a 80 pacientes de 40 a 55 años clasificados en categorías de alto riesgo de insuficiencia cardiaca y obesidad, y los aleatorizaron a un año de entrenamiento a intervalos de alta intensidad con suplementos de 1,6 g de ácidos grasos omega-3 o placebo al día, o a un grupo de control dividido entre suplementos o placebo. Cincuenta y seis pacientes completaron el estudio de un año, con una tasa de cumplimiento de 90% en el grupo sujeto a intervalos de alta intensidad y de 92% en los asignados a la suplementación con ácidos grasos omega-3.

El Dr. Carl J. “Chip” Lavie, del John Ochsner Heart and Vascular Institute, en Nueva Orleans, Estados Unidos, comentó que aun cuando el estudio fue “muy bien hecho por un grupo de investigación excelente”, estuvo limitado por su pequeña población y por un seguimiento relativamente corto. En futuras investigaciones se debería evaluar el ejercicio a intervalos de alta intensidad y el ejercicio moderado y su efecto sobre los eventos clínicos a más largo plazo, así como diferentes dosis de omega-3. “Hay un enorme potencial para los omega-3 en la prevención y el tratamiento de la insuficiencia cardiaca”.

El intervalo de alta intensidad aumenta la capacidad de ejercicio, más

En el estudio el grupo asignado a intervalos de alta intensidad mostró una mejora en varios marcadores cardiacos: alrededor de 22% de mejora en la capacidad de ejercicio, medida por el consumo máximo de oxígeno absoluto y máximo relativo, incluso sin una pérdida de peso significativa. Mejoraron un promedio de 0,43 l/min (intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 0,32 a 0,53; p< 0,0001) y 4,46 ml/kg por minuto (IC 95%: 3,18 a 5,56; p < 0,0001), respectivamente.

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Los investigadores atribuyeron el aumento del consumo máximo de oxígeno a un incremento del gasto cardiaco máximo, un promedio de 2,15 l/min (IC 95%: 0,90 a 3,39; p = 0,001) y del volumen sistólico, un promedio de 9,46 ml (IC 95%: 0,65 a 18,27; p = 0,04).

Un año de entrenamiento con ejercicio también dio lugar a cambios en la remodelación cardiaca, entre ellos, aumentos en la masa del ventrículo izquierdo y del volumen telediastólico del ventrículo izquierdo, un promedio de 9,4 g (IC 95%: 4,36 a 14,44; < 0,001) y 12,33 ml (IC 95%; 5,61-19,05; < 0,001), respectivamente.

Asimismo, en el estudio se encontró que ninguna de las dos intervenciones tuvo un efecto ostensible sobre el peso corporal, el índice de masa corporal, la superficie corporal o la masa magra o los marcadores de rigidez arterial o carotídea local. El grupo asignado a ejercicio tuvo una moderada disminución de la masa grasa, un promedio de 2,63 kg (IC 95%: -4,81 a -0,46; = 0,02), pero sin ningún efecto de los suplementos de omega-3.

En el estudio se reconoció que se ha visto que los suplementos de omega-3 en dosis elevadas reducen los niveles de triglicéridos en personas con hipertrigliceridemia grave y se planteó la hipótesis de que el ejercicio con intervalos de alta intensidad solo o con suplementos de omega-3 mejoraría la condición física y los biomarcadores en personas con insuficiencia cardiaca en etapa A. “Contrariamente a nuestra hipótesis, vimos que un año de suplementación con ácidos grasos omega-3 no tuvo ningún efecto detectable en ningún parámetro relacionado con la aptitud cardiopulmonar, la remodelación/rigidez cardiovascular, la adiposidad visceral o el contenido de triglicéridos en el miocardio”, señalaron Hearon y sus colaboradores.

El estudio “demuestra que los pacientes de mediana edad con obesidad que tienen insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada pueden mejorar notablemente su condición física mediante el ejercicio con intervalos de alta intensidad y en general la condición física es uno de los factores más fuertes, si no el más fuerte, para predecir el pronóstico y la sobrevida”, destacó el Dr. Lavie.

“Se necesitan estudios sobre el ejercicio que mejora la aptitud física tanto en lo que respecta a la insuficiencia cardiaca con fracción de eyección reducida como a la insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada, pero especialmente en esta última”, finalizó el especialista.

El estudio recibió financiación de la Red de Investigación Estratégica de la American Heart Association. Hearon y sus coautores manifestaron no tener ninguna relación económica pertinente. El Dr. Lavie es conferenciante y consultor de PAI Health, la Organización Mundial de EPA y DHA Omega-3 y DSM Nutritional Products.

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Ansiedad, dolor, depresión: ¡entra en trance!

El trance, una práctica tradicional de los chamanes de Mongolia, fascina a los neurocientíficos. Ahora se enseña en una universidad parisina e incluso podría constituir una nueva oferta de atención en oncología o en dolor crónico, junto con la hipnosis y la meditación. A continuación las explicaciones de tres científicos.

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Viajes a Mongolia

Sus pacientes aún no lo saben, pero en los próximos años es posible que un médico o un psicólogo les sugiera entrar en trance. ¿Cómo podrían estas prácticas chamánicas, a priori muy alejadas de nuestra cultura occidental, entrar en el campo del cuidado?

Todo comenzó con la experiencia de Corine Sombrun, una etnomúsica que experimentó el trance durante un viaje a Mongolia en 2001. De regreso a Francia, entró en contacto con científicos y en 2019 fundó el TranceScience Research Institute, cuyo propósito es fundamentar esta práctica con bases científicas sólidas. Este instituto ahora colabora con neurocientíficos, especialistas en estados alterados de conciencia, en particular el equipo GIGA-Consciousness de la Université de Liège en Lieja, Bélgica, dirigido por el neurólogo Steven Laureys. Una carrera universitaria incluso recibió a sus primeros estudiantes en noviembre de 2021, en la Université Paris 8, en Saint-Denis, Francia, bajo la dirección de un especialista en hipnosis, el profesor Antoine Bioy, psicólogo clínico y profesor de psicología clínica y psicopatología en la Université Paris 8.

Trance, hipnosis, meditación: ¿cuáles son las diferencias?

El trance le permite experimentar un “estado alterado de conciencia” como la hipnosis o la meditación. “El trance se caracteriza por cambios en la autoconciencia y la conciencia del entorno. Esta conciencia puede ser más amplia, más extensa”, explica la Dra. Audrey Vanhaudenhuyse, neuropsicóloga, investigadora del Interdisciplinary Algology Center del Centre Hospitalier Universitaire (CHU) de Liège y directora de GIGA-Consciousness: Sensation & Perception Research Group.

Publicado en 2017, un estudio sobre el trance chamánico, dirigido por un equipo de psiquiatras canadienses y Corine Sombrun, analizó no solo los detalles del electroencefalograma en estado de trance, sino también los relatos de un voluntario. Se trata de distorsiones temporales, aumento de la fuerza muscular, desaparición del dolor… “Estos trabajos, con muestras pequeñas, deben ser verificados por estudios más robustos y de mayor tamaño. Y eso es precisamente lo que estamos haciendo en la Universidad y en el CHU de Lieja”, especificó la Dra. Vanhaudenhuyse.

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Cada trance es diferente

Para entrar en un estado alterado de conciencia se necesita un inductor. En el caso de la hipnosis, el psicoterapeuta desempeña este papel. Por la fuerza de la sugestión, atrae la atención del sujeto hacia un elemento visual o una sensación corporal, por ejemplo, de ligereza o pesadez. En la meditación, esta atención se centra en el flujo de pensamientos, en la respiración o en un objeto.

Entrar en trance es diferente. “El trance es como una cerradura. Distintos juegos de teclas pueden inducirlo”, observó Bioy. Puede desencadenarse por un sonido, una vocalización o un simple movimiento del cuerpo. Cada uno tiene que encontrar su propia llave. Las primeras sesiones se realizan con la ayuda de un “facilitador”, una persona iniciada que, según Bioy, “animará con su presencia a soltarse a lo que viene”.

Según él, también se puede “poner una intención” en el trance, por ejemplo, redescubriendo un recuerdo de la infancia o dejando el propio cuerpo. La experiencia, siempre poderosa, no es necesariamente agradable. “El trance suscita muchas emociones al principio y luego se va aclarando con el tiempo y la práctica”, especificó la Dra. Vanhaudenhuyse quien no dudó en probarlo. Su colega, la Dra. Olivia Gosseries, cualificada investigadora del Fonds de la recherche scientifique (FNRS) y codirectora del Coma Science Group(laboratorio de GIGA-Consciousness), recuerda sus ganas de vomitar, “como si no hubiera digerido algo, como si tuviera que salir para sentirme mejor después”.

Trance, una habilidad innata

Según el TranceScience Institute, unos pocos días de aprendizaje son suficientes para iniciar lo que Corine Sombrun llama “trance cognitivo autoinducido”, un estado en el que uno entra voluntariamente, sin ayuda externa. “Cuanto más practiques, más fácil será entrar en él. Es una habilidad innata. Todos somos capaces de entrar en trance o hipnosis, pero con diferentes sensibilidades”, observó la Dra. Vanhaudenhuyse.

El trance no está reservado para unos pocos iniciados. La mayoría de las personas pueden experimentar esto. “Según Corine Sombrun, 80% de las personas logran entrar en trance en el primer intento, 90% en el segundo intento. Estas cifras, que quedan por confirmar, son comparables a las de la hipnosis, que también tiene 10% de personas resistentes”, estimó Bioy.

Sin embargo, los investigadores siguen siendo cautelosos. Por su carga emocional, es probable que el trance pueda desequilibrar una mente frágil. “No es raro. En caso de trastornos psicológicos, es necesaria la autorización de un médico antes de experimentar el trance. Como con la hipnosis”, confirmó la Dra. Vanhaudenhuyse.

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¿Qué aplicaciones terapéuticas tiene?

El equipo belga está realizando actualmente dos estudios científicos sobre el trance. El primero cuenta con una veintena de participantes-expertos, todos iniciados en trance cognitivo autoinducido por el TranceScience Institute. “Hemos evaluado la percepción de la fuerza muscular y empezamos a trabajar en el dolor”, comentó la Dra. Gosseries.

El segundo estudio incluye a pacientes con cáncer, después del final de su tratamiento. Se formaron tres grupos de 40 personas, dependiendo de sus afinidades por diferentes prácticas. El primer grupo optó por la autohipnosis; el segundo, por la autocompasión consciente (una forma de meditación), y el tercero, por el trance cognitivo autoinducido. “El objetivo es evaluar sus respectivas experiencias y analizar el contenido informado”, continuó la Dra. Gosseries. Se realizan electroencefalogramas periódicamente y se les ofrecen cuestionarios sobre ansiedad, depresión, dolor, fatiga, trastornos cognitivos percibidos o gestión emocional. El protocolo está previsto para cuatro años. Comenzó en enero de 2021 con la ayuda de una estudiante de posdoctorado, Charlotte Grégoire, y una estudiante de doctorado, Nolwenn Marie. Esta investigación está financiada por Télévie (operación benéfica belga y luxemburguesa), la fundación contra el cáncer y la fundación Bial.

El equipo científico espera resaltar las diferencias entre hipnosis, trance y meditación, en términos de mejora de la calidad de vida. Uno puede imaginar que en el futuro se ofrecerá a los pacientes la técnica que más les convenga, dependiendo de sus síntomas.

Formación universitaria

El trance ya está despertando cierto interés. Lo demuestra el lanzamiento de un título universitario, “Estudio de trances y estados modificados de conciencia”, en noviembre de 2021 en la Université Paris 8. “Es el primero en Europa”, se regocijó Bioy, uno de sus iniciadores. De unas 130 solicitudes, 35 estudiantes fueron admitidos. Su perfil: médicos, paramédicos, psicólogos o investigadores. La convocatoria 2021-2022 les permite adquirir bases teóricas sobre el trance en los ámbitos histórico, antropológico y neurocientífico.

Para la práctica será necesario esperar la apertura de un diploma de estudios superiores universitarios en el próximo inicio del año escolar. “Es necesario evaluar el trance cognitivo autoinducido y probarlo antes de proponérselo a los terapeutas”, insistió la Dra. Gosseries. Todavía es demasiado pronto para decir que el trance ha dejado el dominio del esoterismo para entrar en el campo de la atención clínica de apoyo.

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El deterioro cognitivo por COVID-19 podría aumentar las tasas globales de demencia

El deterioro cognitivo es frecuente después de la infección por COVID-19; nuevos hallazgos brindan información muy necesaria sobre la trayectoria dinámica a largo plazo de los cambios cognitivos después de COVID-19.

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“Descubrimos que la COVID-19, especialmente la COVID-19 grave, se asoció con un mayor riesgo de deterioro cognitivo posterior a la infección y una velocidad más rápida de deterioro cognitivo longitudinal”, compartió con Medscape Noticias Médicas el Dr. Yan-Jiang Wang, Ph. D, profesor y director del Departamento de Neurología y el Center for Clinical Neuroscience del Daping Hospital, en Chongqing, China.

Lo que es “más preocupante”, comentó el Dr. Wang, es que la COVID-19 “aumentaría significativamente la carga mundial de demencia en la era posterior a COVID-19”.

El estudio fue publicado en versión electrónica el 8 de marzo en JAMA Neurology.

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Consecuencias cognitivas

Los hallazgos se basan en 1.438 sobrevivientes de COVID-19 (48% hombres; mediana de edad: 69 años), incluidos 260 con enfermedad grave y 1.178 con enfermedad no grave, dados de alta de tres hospitales designados para COVID-19 en Wuhan, China. así como 438 controles no infectados (51% hombres; mediana de edad: 67 años).

Antes de infectarse con COVID-19, ninguno de los participantes del estudio tenía deterioro cognitivo, un trastorno neurológico concomitante o antecedentes familiares de demencia, o enfermedad o malignidad cardiaca, hepática o renal grave.

A los 12 meses posteriores al alta, 12,5% de los sobrevivientes de COVID-19 habían desarrollado deterioro cognitivo, definido por una puntuación de 20 o menos en la entrevista telefónica del estado cognitivo-40 (TICS-40).

A los seis meses, 10% de las personas con COVID-19 grave tenían demencia y a los 12 meses, 15% tenía demencia. A los seis y 12 meses, alrededor de 26% de los pacientes que sobrevivieron a la COVID-19 grave tenían un deterioro cognitivo leve.

La incidencia de demencia y deterioro cognitivo leve fue significativamente mayor en estos casos graves de COVID-19 que en los casos y controles no graves.

En un análisis ajustado, COVID-19 grave se asoció con un mayor riesgo de deterioro cognitivo de aparición temprana (odds ratio [OR]: 4,87; intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 3,30 a 7,20), deterioro cognitivo de aparición tardía (OR: 7,58; IC 95%: 3,58 a 16,03) y deterioro cognitivo progresivo (OR: 19,00; IC 95%: 9,14 a 39,51), y la COVID-19 no grave se asoció con un mayor riesgo de deterioro cognitivo de aparición temprana ( OR: 1,71; IC 95%: 1,30 a 2,27).

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Las complicaciones cognitivas son comunes en la fase aguda de COVID-19; sin embargo, las consecuencias a largo plazo de COVID-19 en la cognición siguen sin estar claras. Este estudio agrega información novedosa sobre el cambio dinámico en la cognición de los sobrevivientes de COVID-19, comentó el Dr. Wang a Medscape Noticias Médicas.

Es de destacar, escribieron los investigadores, el hecho de que 21% de las personas con COVID-19 grave tuvieron un deterioro cognitivo progresivo, lo que sugiere que COVID-19 puede causar daños duraderos en la cognición.

“Estos hallazgos implican que la pandemia podría contribuir sustancialmente a la carga mundial de demencia en el futuro”, agregaron.

“Dado que los sobrevivientes de COVID-19 grave tienen un alto riesgo de desarrollar deterioro cognitivo a largo plazo, se deben tomar medidas para proteger el cerebro en la etapa aguda de la infección y prevenir el deterioro cognitivo después del alta hospitalaria”, concluyó el Dr. Wang.

Este estudio recibió el apoyo de la Fundación Nacional de Ciencias Naturales de China. Los autores han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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El consumo excesivo de alcohol a los 20 años tiene un impacto duradero en el riesgo de cáncer

El consumo excesivo de alcohol durante los primeros años de la vida adulta puede aumentar el riesgo de tumores malignos relacionados con el alcohol, incluso después de dejar de beber o disminuir la bebida a una edad madura, según un nuevo estudio realizado en Australia.

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Si bien se sabe que el alcohol es un factor de riesgo de cáncer, por lo general no se espera que su consumo excesivo en los primeros años de la vida adulta afecte al riesgo de cáncer muchos años después, declaró para Medscape Noticias Médicas el autor principal, Dr. Harindra Jayasekara, Ph. D., del Cancer Council Victoria y la University of Melbourne en Australia. Pero en este análisis, “encontramos datos congruentes con el inicio temprano y la progresión crónica de la carcinogénesis vinculada al alcohol y sus metabolitos tóxicos”.

En el estudio, publicado en versión electrónica el 19 de febrero en International Journal of Cancer, se evaluaron las trayectorias de consumo de alcohol en el curso de la vida y el riesgo de cáncer relacionado con el alcohol utilizando datos de 22.756 mujeres y 15.701 hombres reclutados en el estudio prospectivo Melbourne Collaborative Cohort Study de 1990 a 1994. Se consideró que el consumo excesivo de alcohol era una ingesta media de al menos 60 g/día, lo que equivale al contenido de alcohol de seis bebidas estándar.

Durante 485.525 años-persona de seguimiento en las mujeres, se diagnosticaron 2.303 nuevos tumores malignos relacionados con el alcohol, de entre los cuales los más frecuentes fueron el de mama (64%) y el colorrectal (31%).

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Efecto sobre el riesgo de cáncer

Para los hombres, en relación con la abstención de por vida, las trayectorias de consumo excesivo de alcohol se asociaron con un mayor riesgo de cáncer relacionado con el alcohol en general.

Las asociaciones más fuertes fueron para la trayectoria intensa descendente temprana (hazard ratio [HR]: 1,75) y la trayectoria intensa descendente tardía (HR: 1,94), con la trayectoria intensa creciente no muy rezagada (HR: 1,45).

La fuerza de estas asociaciones no cambió de forma ostensible en los análisis en que se excluía a los fumadores activos al inicio.

En los hombres, las trayectorias de ingesta intensa decreciente temprana e intensa decreciente tardía se asociaron de forma similar con un mayor riesgo de cáncer colorrectal (HR: 1,56 para la temprana; HR: 1,74 para la tardía). El hazard ratio correspondiente a la trayectoria intensa creciente fue de 1,36.

En el caso de las mujeres, en comparación con la abstención de por vida, la trayectoria de consumo de alcohol clasificada como moderada creciente (30 a 59 g/día) se asoció con un mayor riesgo de cáncer relacionado con el alcohol en general (HR: 1,25). La fuerza de esta asociación se debilitó ligeramente cuando se excluyó a las fumadoras activas.

En comparación con la abstención de por vida, la trayectoria moderada creciente en las mujeres se relacionó igualmente con un mayor riesgo de cáncer de mama (HR: 1,30) y de cáncer colorrectal (HR: 1,23).

Sobre el alcohol, la recomendación global para la prevención del cáncer de 2018, del World Cancer Research Fund y el American Institute for Cancer Research, es “evitar cualquier tipo de bebida alcohólica”, compartió con Medscape Noticias Médicas la investigadora del estudio Julie Bassett, Ph. D., M. Sc., del Cancer Council Victoria. “Por mucho que sea importante limitar la ingesta de alcohol durante la edad media para prevenir el cáncer, hemos demostrado que limitar la ingesta durante la edad adulta temprana también es importante”.

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Hallazgos “notables”

El Dr. Timothy Brennan, maestro en salud pública, jefe de los servicios clínicos del Addiction Institute of Mount Sinai en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, comentó para Medscape Noticias Médicas que es “sorprendente” que el consumo excesivo de alcohol en la edad adulta temprana conduzca a un mayor riesgo de cánceres relacionados con el alcohol, incluso en personas que beben mucho menos a una mediana edad.

“Hace décadas que sabemos que el alcohol no es inocuo, pero estos datos se suman al creciente conjunto de estudios publicados sobre los importantes peligros del consumo excesivo de alcohol durante la edad adulta temprana”, mencionó el Dr. Brennan, quien no participó en el estudio.

El Dr. Brennan advirtió, sin embargo, que los autores estudiaron los tumores malignos relacionados con el alcohol y “es probable que haya muchos otros factores de riesgo de cáncer que no se analizaron en esta serie de datos”.

No obstante, estas pruebas ayudan a contrarrestar la “preocupante noción” de que “de alguna manera es normal y seguro beber en exceso en la edad adulta joven”.

“Desde luego, no es seguro. Vemos en el estudio que beber en exceso en la juventud puede aumentar el riesgo de cáncer a una edad mucho más posterior”, concluyó el Dr. Brennan.

El estudio no tuvo financiación comercial. Bassett, la Dra. Jayasekara y el Dr. Brennan manifestaron no tener ninguna relación económica pertinente.

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¿Qué es la violencia obstétrica y cómo podemos prevenirla?

En el 2020 las Naciones Unidas condenaron a España por un caso de violencia obstétrica. Catalogándolo como violencia de género, fue la primera condena que un tribunal internacional llevó a cabo por la reclamación interpuesta por una mujer que había acudido a un hospital público con un embarazo normal y que, además de sufrir malos tratos, terminó en un quirófano.

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“Me parece una pena tener que llegar a imponer condenas. Lo mejor sería conseguir prevenir estas conductas. Pero evidentemente, cuando falla la prevención, es un precedente estupendo para que se hable de la violencia obstétrica con una mayor seriedad, que se comprenda que es algo estructural, y que abra la veda para que muchas más mujeres cuenten sus historias o se atrevan a denunciar”, destacó Eva Margarita García, antropóloga experta en la violencia que sufren las mujeres en el embarazo, en el parto y en el puerperio.

Para la Dra. Miriam Al Adib, ginecóloga, obstetra y autora de diversos libros, la violencia obstétrica es una práctica que se ha invisibilizado en la atención médica. “Es una realidad que existe, pero que se ha centrado en una lucha dialéctica en vez de ir a las cuestiones de fondo. En el parto, una etapa tan vulnerable de la vida como el nacimiento de tu bebé, se crean situaciones donde, a veces, se puede sufrir una deshumanización terrible”, señaló la experta, quien considera que la deshumanización de la atención sucede en todos los campos de la medicina, donde se ve al paciente de forma “muy mecánica”.

“Hay lugares donde la manera de trabajar, que implica malas prácticas, está asumida y forma parte del día a día sin que nadie se dé cuenta porque se ha normalizado, y hay otros centros donde se está trabajando para cambiar eso. Pero la violencia obstétrica existe y no se puede negar, nos guste o no el término”, coincidió la Dra. Laura Rodellar, ginecóloga y obstetra del Hospital Universitari General de Catalunya, en Barcelona.

“Eso sí, la escala de grises es infinita, no es lo mismo un mal comentario que programar una cesárea a alguien para no trabajar de madrugada. Además, también existe un componente subjetivo; no todo es violencia, la vivencia que cada una construye también es importante. A veces se hace lo que hay que hacer y la sensación de la paciente no es buena. Pero las complicaciones siempre pueden darse y ¡una cesárea urgente es una cesárea urgente!”, explicó la Dra. Rodellar.

Según esta experta, muchas de sus pacientes le han confesado directamente haber sufrido violencia. “Y otras tantas me explican partos anteriores donde claramente se identifican prácticas mal hechas. Todavía atiendo mujeres que no saben si les hicieron una episiotomía en su primer parto, no las informaron”.

Según un estudio transversal publicado en Women and Birth, dos de cada tres madres españolas han sufrido algún tipo de violencia obstétrica durante el parto. El estudio, que se llevó a cabo durante el 2019 con 899 mujeres que habían parido durante los 12 meses anteriores, incluyó variables socioeconómicas como el nivel educativo y de ingresos, pero también si el alumbramiento se había producido en un hospital público o privado, y las características clínicas del caso. Todas las mujeres contestaron un cuestionario de 49 preguntas dividido en tres categorías: verbal, física y psicoafectiva. El 67,4% de las mujeres que participaron dijeron haber experimentado esta violencia en al menos una de sus formas.

De acuerdo con otro estudio realizado entre 2018 y 2019, que contó con una muestra de 17.541 cuestionarios representando a todas las comunidades autónomas españolas, el 38,3% percibió haber sufrido violencia obstétrica y el 44,4% percibió que se habían sometido a procedimientos innecesarios y/o dolorosos, de los cuales al 83,4% no se les solicitó el consentimiento informado. Datos que, según Desirée Mena-Tudela, enfermera y una de las autoras de la investigación, describen la violencia obstétrica como una práctica sistemática y estructural de la sanidad española. “Tenemos evidencia que nos dice que más de un 38% de las mujeres en nuestro país refieren haberla sufrido. Y cuando una mujer en Valencia, otra en Logroño, otra en Extremadura y otra en Cádiz te cuentan historias muy similares de trato y atención durante su embarazo, parto y/o puerperio, quiere decir que se trata de algo a nivel sistémico, a nivel estructural, que está fallando”, declaró la experta.

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Tipos de violencia obstétrica

Las prácticas que abarcan este tipo de violencia pueden ir desde el maltrato verbal hasta el aislamiento de la madre. Algunos procedimientos asociados a la violencia obstétrica se han estandarizado rutinariamente y no incluyen a la mujer en la toma de decisiones. “Por otro lado, por muy bien que se realice el procedimiento médico durante el parto, si falta atención humanizada, si no se le explica a la mujer, lo que en principio es una buena praxis puede degenerar en situaciones muy violentas”, dijo la Dra. Al Adib.

Entre las situaciones con más frecuencia percibidas por las mujeres como injustificadas o innecesarias destacan usar oxitocina artificial, la falta de información sobre el proceso, impedirles moverse libremente, la práctica de la episiotomía, separarlas de su bebé sano o realizar una amniotomía.

La maniobra de Kristeller es otra de las prácticas más denunciadas. Desaconsejada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y prohibida en algunos países como Gran Bretaña, esta técnica, que se realiza empujando con los puños o el antebrazo la parte superior del útero coincidiendo con la contracción y el empuje de la madre, “fue uno de los ítems que se tuvo que averiguar tras revisar el grado de implantación de la Estrategia de la Atención al Parto Normal en nuestro país por parte del propio Ministerio de Sanidad, gracias a la realización de una encuesta a las mujeres atendidas porque ni siquiera constaba en las historias clínicas de las mujeres”, explica Mena-Tudela. Al realizar dicha encuesta, se averiguó que a un 26% de las mujeres se les había realizado esta maniobra. “Y una de las propuestas clave para mejorar la implantación de este documento fue la erradicación de la maniobra Kristeller. Es necesario destacar que usó este término: erradicación”, detalló la enfermera.

En una investigación en la que participaron 17.000 mujeres, la amniotomía fue otra de las prácticas percibida por las mujeres como injustificada. “La amniotomía es una técnica que se realiza para inducir el parto o estimularlo cuando progresa muy lentamente. No se recomienda hacerla rutinariamente, ya que tiene riesgos, y hay que valorar el riesgo/beneficio”, puntualizó su autora. “Y, por ejemplo, llevar a cabo una episiotomía sin tener indicación médica para hacerla, cuando se sabe que no se debe hacer de forma sistemática y que la OMS lleva desde el año 1985 avisando, tal vez ya no se trate de mala praxis, sino de violencia obstétrica”, afirmó la Dra. Al Adib.

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Se realizan más cesáreas en los hospitales privados que en los públicos

La cesárea es otra de las intervenciones más frecuentes durante un parto natural. “No todas las que se realizan son innecesarias, pero sí es cierto que en España se superan con creces los índices que la OMS establece como seguros para la realización de cesáreas (15%). Además, también vemos que existen muchas desigualdades en esta intervención, por ejemplo, entre centros públicos y privados, entre diferentes departamentos o áreas de salud, entre comunidades autónomas. ¿Quiere decir eso que las mujeres que paren en los hospitales públicos paren mejor?”, preguntó Mena-Tudela.

“El porcentaje de cesáreas en España es escandaloso: cerca del 25%. Se ha intentado justificar estas tasas diciendo que se debía a que las mujeres parían cada vez más tarde. Eso tendría sentido si no fuera porque las mujeres de entre 25 y 29 años continúan con unas tasas de más del 22% de cesáreas, lo que sigue siendo más de lo que recomienda la OMS, que es entre un 10 y un 15%”, afirmó García.

“Por otro lado, en la sanidad privada, se dan muchas más cesáreas, con lo que esto también viene a contradecir ese supuesto motivo meramente de edad”, señaló la antropóloga, autora de un estudio en torno a la violencia asistencial en el embarazo y el parto en España llevado a cabo en el 2018 que al comparar la percepción de las usuarias sobre la violencia obstétrica en el territorio nacional encontró diferencias estadísticamente significativas.

“En un hospital privado le sale mucho más a cuenta asumir una cesárea, sobre todo cuando es programada, que un parto vaginal: así se controlan mejor los tiempos, se sabe cuánto tiempo de hospitalización se puede asumir y, desde luego, económicamente resulta mucho más rentable”, denunció García. “En mi opinión hay dos líneas muy claras sobre las que se debería reflexionar: el valor económico de una cesárea y la organización de agendas cuando el horario es controlado”, coincidió Mena-Tudela.

“Cuando los partos no se programan bajan las intervenciones, cuanto más se programa más intervenciones, aunque las causas de que se hagan más cesáreas dependen de más factores, como que la población es diferente, la edad media sube y las exigencias cambian. En la privada no toleran muchas veces partos tan largos”, explicó la Dra. Rodellar.

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Falta de información, formación específica y matronas

Las secuelas físicas que una mujer padezca en un futuro pueden variar mucho en función del tipo de violencia obstétrica, desde perder el útero o quedar con dolor permanente en las relaciones sexuales tras una episiotomía innecesaria, hasta las consecuencias personales y sociales de la incontinencia fecal y urinaria por intervenciones.

Como explica la Dra. Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal con más de dos décadas de experiencia atendiendo a madres, bebés, niños y familias que han sufrido partos traumáticos, también están las emocionales: depresión postparto, trastorno de estrés postraumático, mala adaptación al rol maternal, problemas con la lactancia materna o afectar al deseo materno de tener futuros hijos.

Según denuncia la Asociación Andaluza de Matronas, las maternidades atendidas por matronas “reducen las intervenciones en partos, mejoran la lactancia materna y la recuperación posparto”. Los hospitales que carecen de matronas son los que tienen más alto porcentaje de cesáreas.

“En la sanidad pública, los partos ʹnormalesʹ (eutócicos, fisiológicos) son atendidos principalmente por matronas, y está demostrado que los partos atendidos por matronas tienen de media muchas menos intervenciones. Claro, las matronas están formadas para la fisiología, sin embargo, los y las profesionales de la ginecología se forman en la patología. Así que, en la sanidad privada, donde el seguimiento suele ser realizado por un/a ginecólogo/a, el parto también será atendido por dichos profesionales, formados en la patología y que, por lo tanto, realizarán muchas más intervenciones de media”, opinó García.

“Y pasa lo mismo con las tasas de episiotomías, pero también con un indicador sanitario que se debe tener muy presente a la hora de centrarse en la atención: la satisfacción de las mujeres”, afirmó Mena-Tudela.

Como refleja esta investigación de la que es autora, y cuyo objetivo era explorar las propiedades psicométricas del instrumento PercOV-S que evalúa las percepciones de los estudiantes de ciencias de la salud en relación con la violencia obstétrica, en España es necesaria una formación específica de los profesionales sanitarios en relación con la violencia obstétrica, ya que puede ser un elemento clave en la prevención de este tipo de violencia.

“A veces, cuando se entra en un sistema donde todo el mundo hace las cosas de una determinada manera, las prácticas se normalizan. Y pueden estar mal estructuralmente. Yo también asumí dinámicas habituales que no estaban bien, hasta que un día llega la información adecuada y tras analizarla, me di cuenta de que no hacía bien las cosas”, confesó la Dra. Al Adib.

Para la Dra. Rodellar, responsable de la coordinación médica de la sala de partos de su centro, “uno de los problemas es que ahora mismo faltan matronas en todos lados. Cuando se ponen 8 mujeres de parto y solo hay dos matronas disponibles, esas madres no van a tener el acompañamiento que merecen, ni una vivencia tan positiva. Y eso es violencia institucional, al igual que aquellos espacios para nacer que no son agradables”.

Además de matronas, personal de enfermería y ginecólogos dedicados a la obstetricia, muchas expertas coinciden en falta formación en el nuevo modelo de atención al parto. “Existe esa carencia, esa formación específica no existe y muchos sanitarios desarrollan su profesión sin conocer las leyes que protegen los derechos de los pacientes, como la Ley de autonomía del paciente“, concluye la autora del estudio ¿Violencia obstétrica en España, realidad o mito? 17.000 mujeres opinan.

“Se necesita sensibilización en torno al tema, pero lo primero que hay que hacer es aceptar su existencia. Salvo algunas pocas instituciones, como la Sociedad Catalana de Obstetricia y Ginecología (SCOG) y el Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña (CCMC), que se han posicionado, el resto están en contra del término. Y así no podemos abordarlo. Si no nombramos las cosas no podemos combatirlas y no avanzamos”, concluyó la Dra. Al Adib.

Para la Dra. Rodellar, “falta formación específica a todos los niveles de la salud, en comunicación y en trato empático. Y mucha sensibilización. Los profesionales debemos tener, además, canales aunque sea anónimos, para denunciar situaciones, así como educar desde abajo, es un tema de igualdad”.

Este contenido fue originalmente publicado en Univadis, parte de la Red Profesional de Medscape.

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¿Pueden comer carne los pacientes con cáncer colorrectal?

Los pacientes que ya han sido diagnosticados con cáncer colorrectal no enfrentan un mayor riesgo de reaparición de la enfermedad o de muerte si comen carnes rojas o procesadas, sugiere un nuevo análisis de datos de ensayos prospectivos en Estados Unidos.

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“Aunque nuestro estudio tiene limitaciones, estos hallazgos pueden informar el asesoramiento del paciente y el desarrollo de pautas dietéticas específicas para los sobrevivientes de cáncer”, dijeron los autores.

Los resultados sugieren que está bien que los pacientes con cáncer colorrectal coman estos alimentos, lo que contrasta directamente con las recomendaciones actuales.

En la actualidad, tanto la American Cancer Society como el American Institute for Cancer Research/World Cancer Research Fund recomiendan a los sobrevivientes de cáncer que limiten su consumo de carnes rojas y procesadas.

Esto se basa en la asociación conocida entre el consumo de carne roja y procesada y un mayor riesgo de cáncer colorrectal. Esta asociación se confirmó una vez más recientemente, según lo informado por Medscape Noticias Médicas, pero la evidencia proviene de estudios en la población general.

En este último estudio, los investigadores observaron específicamente a las personas que ya habían sido diagnosticadas con cáncer colorrectal para determinar si la recomendación de evitar las carnes rojas y procesadas está justificada.

La investigación fue publicada en JAMA Network Open el 22 de febrero.

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Erin L. Van Blarigan, doctora en ciencias, del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la University of California, en San Francisco, Estados Unidos, identificó 1011 pacientes con cáncer colorrectal en etapa III del ensayo Cancer and Leukemia Group B. La mediana de edad en el momento de la inscripción fue de 60 años, 44% de los participantes eran mujeres y 89% eran blancos.

Los participantes completaron un cuestionario validado de frecuencia de alimentos aproximadamente tres meses después del diagnóstico y nuevamente seis meses después de haber completado el tratamiento, o alrededor de 15 meses después del diagnóstico.

Además de la ingesta de carne roja y procesada, los investigadores evaluaron los comportamientos de salud, como el historial de tabaquismo, el uso de ácido acetilsalicílico, la actividad física y el uso de vitaminas y suplementos minerales.

Los pacientes con el mayor consumo de carne roja tenían más probabilidades que otros participantes de ser hombres y blancos, haber sido diagnosticados con cáncer en etapa T3 o T4, tener una enfermedad poco diferenciada o indiferenciada y tener una mediana de índice de masa corporal (IMC) más alto.

Aquellos con el mayor consumo de carne procesada tenían más probabilidades que otras personas de ser hombres y negros, fumadores actuales, tener una mediana de índice de masa corporal más alto y haber sido diagnosticados con enfermedad en etapa T3 o T4.

Durante una mediana de seguimiento de 6,6 años, hubo 81 recurrencias de cáncer colorrectal y 305 muertes.

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El análisis multivariado mostró que no había asociación entre el consumo de carne roja o procesada después del diagnóstico de cáncer de colon y el riesgo de recurrencia de la enfermedad o mortalidad.

El hazard ratio para el riesgo de recurrencia en los cuartiles más altos frente a los más bajos del consumo de carne roja fue de 0,84, mientras que para la carne procesada fue de 1,05.

El riesgo de mortalidad por todas las causas fue similar, con un hazard ratio de 0,71 para los cuartiles más altos frente a los más bajos del consumo de carne roja y un hazard ratio de 1,04 para la carne procesada.

Los autores señalaron que su estudio fue observacional y examinó el comportamiento autoinformado, por lo que “no pueden descartar la posibilidad de factores de confusión no medidos o residuales”.

Además, advirtieron que sus resultados “pueden no aplicarse” a los pacientes con cáncer colorrectal en etapas I a II o IV, y los datos disponibles no ofrecen información sobre “la ingesta de carne previa al diagnóstico ni sobre las prácticas de cocción de la carne”.

La investigación recibió apoyo del National Cancer Institute de los National Institutes of Health de Estados Unidos. La investigación de Jeffrey A. Meyerhardt cuenta con el apoyo de los Douglas Gray Woodruff Chair Fund, Guo Shu Shi Fund, Anonymous Family Fund for Innovations in Colorectal Cancer, Project P fund y George Stone Family Foundation. Van Blarigan ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. Meyerhardt tiene relación con Boston Biomedical, COTA Healthcare, Merck y Taiho Pharmaceutical. Otros autores declararon numerosas relaciones.

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Un informe internacional señala la depresión como crisis global desatendida

La depresión debe considerarse un problema de salud pública que tiene que afrontarse como una crisis global relevante. Esta conclusión forma parte del informe más completo publicado sobre este tema en la revista The Lancet. Se calcula que 5% de la población adulta mundial sufre depresión, aunque existen diferencias regionales.

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El artículo publicado el martes 15 de febrero fue elaborado por 25 especialistas de 11 países que forman la Lancet-World Psychiatric AssociationCommission para la depresión. Este grupo, que comprende disciplinas de neurociencia para la salud global y varios profesionales con experiencia en depresión, investigó y revisó estudios durante casi cuatro años para llegar a las recomendaciones presentadas.

El Dr. Christian Kieling, psiquiatra y profesor asociado de la Universidade Federale do Rio Grande do Sul, en Porto Alegre, Brasil, y copresidente de la comisión internacional, afirmó que “no hay otra enfermedad tan frecuente, tan onerosa, tan universal ni tan tratable como la depresión, pero recibe poca atención y recursos públicos”.

Los mitos y los prejuicios que siguen interfiriendo en la compresión de esta enfermedad y la falta de recursos psicosociales y económicos preocupan a los comisionados. En los países con renta alta no se diagnostican ni reciben tratamiento al menos 50% de las personas con depresión. Esta situación se complica en los países con una renta media o baja como Brasil, donde el porcentaje de pacientes sin diagnosticar alcanza 80% a 90%. Este panorama empeoró por la pandemia de COVID-19, que provocó dificultades adicionales como aislamiento social, luto, incertidumbre, dificultades y acceso limitado a los servicios sanitarios.

Todo esto subió el costo elevado que supone esta enfermedad. Los comisionados creen que incluso antes de la pandemia de COVID-19 la pérdida de productividad económica ligada a la depresión costaba a la economía global casi 1 billón de dólares estadounidenses al año.

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La inmersión en este tema llevó a los comisionados a proponer que el diagnóstico de la depresión sea una prioridad e implique más especialidades aparte de la psiquiatría y la psicología. La intención es que la identificación de los signos y los síntomas forme parte de las consultas de varias especialidades, igual que sucede con la diabetes y la hipertensión, enfermedades que deben ser comprobadas por todos los médicos.

La comisión también señaló que es preciso formar e implicar en la atención a esta enfermedad a una red todavía más amplia. “Debemos preparar a las personas con experiencia en depresión junto a las familias, los profesionales, los políticos y la sociedad civil para enfrentarse a la avalancha de necesidades desatendidas, además de compartir sus experiencias para prevenir la estigmatización, apoyar a otras personas con informaciones sobre la enfermedad y posibilidades de ayuda y dedicar más recursos para programas basados en evidencias científicas”, explicó el coautor Dr. Charles Reynolds, del Departamento de Psiquiatría de la University of Pittsburgh School of Medicine, en Pittsburgh, Estados Unidos.

Los comisionados argumentan que la implicación de personal no especialista reclutado localmente, con amplia disponibilidad y costo bajo, como agentes comunitarios de salud y consejeros sin experiencia, sería una forma de afrontar la escasez de profesionales sanitarios cualificados y de superar los obstáculos económicos.

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Método más amplio

Los comisionados revisaron también el sistema actual de clasificación de las personas con síntomas de depresión. Llegaron a la conclusión de que usar solo dos categorías (depresión clínica o no) es una simplificación que no tiene en cuenta la variedad de síntomas y de manifestaciones ni tampoco es suficiente para iniciar el tratamiento. Por estos motivos recomiendan un método más personalizado y por etapas.

“De manera parecida al tratamiento del cáncer, el método por etapas analiza la depresión a lo largo de una evolución continua, del bienestar al sufrimiento transitorio, hasta un trastorno depresivo real y proporciona una estructura para recomendar intervenciones proporcionadas desde el inicio de la enfermedad”, observó el Dr. Vikram Patel, Ph. D., y profesor adjunto de Salud global del Departamento de Salud Global y Medicina Social de la Harvard Medical School, en Boston, Estados Unidos.

A pesar de que es una enfermedad frecuente, la depresión sigue siendo objeto de mucha desinformación y prejuicio. Por este motivo, el informe insiste en que es una enfermedad marcada por su persistencia y por la repercusión notable en el funcionamiento diario y sus consecuencias para la salud a largo plazo. Puede afectar a cualquier persona, con independencia del sexo, origen, clase social o edad y existen variaciones en los tipos y en la prevalencia de los signos y los síntomas depresivos entre culturas y poblaciones. El riesgo aumenta en circunstancias adversas, como pobreza, violencia, desarraigo y género, raza u otras formas de discriminación y es más alto en adolescentes y adultos jóvenes.

El avance de la depresión sin tratamiento puede tener un desenlace trágico. Los estudios indican que 70% a 80% de las personas que se suicidan en los países con renta alta y casi 50% de las que se suicidan en los países con renta media o baja presentan enfermedades psiquiátricas y la más frecuente es la depresión. La depresión está ligada también a enfermedades somáticas y crónicas.

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La prevención es el aspecto menos valorado del problema según los autores del informe. Básicamente faltan políticas públicas con ese objetivo. Para este grupo de especialistas las sociedades deben concienciarse de que atender la depresión es una necesidad que no puede retrasarse más.

“Ante los efectos prolongados de la depresión en la adolescencia, desde dificultades escolares y en relaciones futuras hasta el riesgo de drogadicción, automutilación y suicidio, invertir en la prevención de la depresión es muy rentable. Es fundamental que pongamos en práctica intervenciones basadas en evidencias científicas que apoyen la paternidad, disminuyan la violencia en la familia o el acoso escolar, además de promover la salud mental en el trabajo y de abordar la soledad de las personas de edad avanzada”, consideró la coautora, Dra. Lakshmi Vijayakumar, de Sneha, Suicide Prevention Centre andVoluntary Health Services, en Chenai, India.

La desigualdad es otro factor de riesgo potente. “Las políticas que disminuyen las desigualdades raciales o étnicas, las desventajas sistemáticas de las mujeres y que apoyan la distribución justa de la renta mediante una cobertura sanitaria universal y la ampliación de las oportunidades educativas pueden ser medidas preventivas muy poderosas”, concluyó la Dra. Helen Herrman de Orygen, National Centre for Excellence in Youth Mental Health y de la University of Melbourne, en Australia, y presidenta de la comisión.

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